En un artículo de opinión para The Hill, el periodista Rafael Bernal profundiza en la escalada de tensiones entre Cuba y Estados Unidos, centrando la atención en la reciente nota formal de protesta de La Habana. Este movimiento diplomático, como informa Bernal, significa la petición urgente de Cuba de un deshielo en las relaciones con Estados Unidos, en el contexto de su crisis económica más grave desde la conclusión de la Guerra Fría. Es evidente que el país insular está forzando la situación, tendiendo una rama de olivo para debatir cuestiones antes rehuidas, como los derechos humanos, en medio de un creciente malestar interno.
Según Bernal se trata de una delicada danza diplomática en medio de las presiones que definen el estado actual de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. El comunicación del viceministro cubano de Relaciones Exteriores, Carlos Fernández de Cossío, con el encargado de negocios de Estados Unidos, Benjamin Ziff, es un testimonio de la desesperación de La Habana por dialogar, señala Bernal.
“El viceministro cubano de Relaciones Exteriores, Carlos Fernández de Cossío, llamó el lunes al encargado de negocios de Estados Unidos, Benjamin Ziff, para entregarle una nota diplomática de protesta en la que rechaza ‘la conducta intervencionista y los mensajes calumniosos del gobierno de Estados Unidos y su embajada en Cuba sobre asuntos internos de la realidad cubana’.
La nota formal de protesta denuncia con vehemencia la postura intervencionista percibida y las comunicaciones despectivas del gobierno de Estados Unidos y su embajada en suelo cubano, marcando un paso nuevo en la estrategia diplomática de La Habana.
“El portavoz del Departamento de Estado, Vedant Patel, dijo a la prensa el lunes que ‘Estados Unidos no está detrás de estas protestas en Cuba, y la acusación de eso es absurda’”.
A través de la lente de Bernal, la refutación por parte de Estados Unidos subraya el arraigado escepticismo y desconfianza que plagan las relaciones bilaterales, complicando aún más el camino hacia el acercamiento.
El artículo arroja luz sobre las perspectivas matizadas dentro del panorama político de Cuba, destacando los puntos de vista divergentes de funcionarios cubanos y legisladores de Estados Unidos. Personalidades como Johana Tablada, alta funcionaria del Ministerio de Asuntos Exteriores cubano, expresan su frustración por la aparente inacción y falta de compromiso de la administración Biden en cuestiones críticas, como los derechos humanos, a pesar de la disposición de Cuba a discutirlas.
“No hay falta de interés; lo que falta es voluntad política. Y, además, incluso en los temas que el gobierno de Estados Unidos dice que son sus prioridades hacia Cuba, puedo decirle responsablemente que ha habido ofrecimientos públicos y privados de Cuba: ‘Sentémonos y discutamos temas que ellos dicen que son sus prioridades, como el tema de los derechos humanos’”, dijo Johana Tablada a The Hill en una entrevista reciente.
“Pero cuando decimos: ‘Vamos, nos sentaremos esta semana en La Habana, en Washington o donde sea y nos explicarán sus preocupaciones’, no hay respuesta. No hay respuesta”, insistió Tablada.
Bernal también capta la postura de los representantes republicanos de Florida, como María Elvira Salazar y Carlos A. Giménez, cuyos llamamientos al cambio de régimen en Cuba y su apoyo a los manifestantes añaden otra capa de complejidad al dilema diplomático. Esta postura no sólo refleja las opiniones polarizadas sobre cómo abordar la crisis cubana, sino que también afecta a las posibilidades de un diálogo significativo entre La Habana y Washington.
“El régimen cubano no tiene ningún interés en hablar realmente de derechos humanos. Sólo el régimen tiene en su mano devolver los derechos humanos al pueblo cubano; Estados Unidos no puede dar derechos a nadie en Cuba. Espero que esta crisis y las protestas en Santiago de Cuba expongan los fracasos del comunismo y conduzcan al fin de la dictadura”, dijo Salazar a The Hill.
El representante Carlos A. Giménez (R-Fla.), el único congresista actual nacido en Cuba, pidió el domingo al gobierno de Biden que proporcione Internet por satélite a los manifestantes.
“El 11 de julio de 2021, miles de cubanos salieron a las calles exigiendo libertad”, dijo Giménez en un comunicado.
“Hoy, 17 de marzo, miles de cubanos han vuelto a salir a las calles para protestar contra la asesina dictadura castrista y exigir libertad, poder y alimentos. En respuesta, el régimen cerró Internet para impedir que los manifestantes se organizaran y movilizó a su policía secreta para brutalizar y encarcelar a la oposición”.
En su artículo, Bernal aborda además las intrincadas dinámicas en juego, desde las renovadas protestas en Cuba hasta las implicaciones estratégicas de la decisión de la administración Trump de etiquetar a Cuba como Estado Patrocinador del Terrorismo, una designación que el presidente Biden, hasta ahora, ha optado por mantener. Esta decisión, como señala Bernal, ejerce una importante presión económica y diplomática sobre Cuba, agravando la ya grave situación de la isla y dificultando las perspectivas de normalización.
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