En una apreciable escalada de las tensiones en Oriente Medio, una coalición liderada por Estados Unidos lanzó el jueves ataques militares selectivos contra militantes hutíes alineados con Irán en Yemen. Esta operación se produce como respuesta directa a los persistentes ataques de los hutíes contra la navegación comercial en el Mar Rojo, interrumpiendo una arteria vital del comercio mundial.
La administración Biden, junto con otros gobiernos internacionales, había advertido repetidamente al grupo Ansar Alá que cesara sus acciones agresivas. Estas advertencias fueron ignoradas, lo que condujo a la respuesta militar estratégica emprendida esta semana. Los hutíes, en protesta por la campaña militar de Israel en Gaza, han estado perturbando activamente el comercio marítimo mundial, convirtiendo el Mar Rojo en una zona cada vez más peligrosa para los buques comerciales. Las autoridades informan de que el grupo ha sido responsable de al menos 27 ataques desde noviembre, lo que ha hecho necesaria una mayor presencia militar de Estados Unidos y sus aliados en la región para contrarrestar la amenaza.
Al explicar los motivos de los ataques, el presidente Joe Biden destacó la necesidad de proteger al personal estadounidense, a los marinos civiles y la integridad del comercio internacional. La operación se dirigió específicamente contra instalaciones utilizadas por los hutíes para sus asaltos marítimos. Sin embargo, el presidente no reveló detalles sobre las bajas o el alcance de los daños infligidos.
El secretario de Defensa, Lloyd Austin, que se encuentra hospitalizado por complicaciones derivadas de una intervención quirúrgica, confirmó que los ataques fueron un esfuerzo conjunto de fuerzas estadounidenses y británicas, con el apoyo adicional de Australia, Bahréin, Canadá y los Países Bajos. El objetivo principal, según Austin, era perturbar y degradar las capacidades militares de los hutíes. El teniente general Alex Grynkewich dio más detalles, afirmando que la coalición atacó más de 60 objetivos en 16 lugares de Yemen, utilizando más de 100 municiones guiadas de precisión. El arsenal empleado en la operación incluía diversos aviones militares y medios navales, en particular submarinos equipados con misiles Tomahawk.
En represalia, el general de división de los hutíes, Abdulsalam Jahaf, informó de que los ataques de la coalición habían alcanzado varias zonas críticas, entre ellas la capital yemení de Saná, la ciudad portuaria de Hodeidah y otros lugares estratégicos en Dhamar y Saada. Los dirigentes hutíes, representados por Abdul-Malik al-Houthi, prometieron una respuesta firme a cualquier ataque y prometieron hacer frente a lo que calificaron de “agresión estadounidense”.
Estados Unidos ha implicado a Irán en la escalada de la crisis en el Mar Rojo, acusando a Teherán de proporcionar a los hutíes apoyo tecnológico y de inteligencia esencial, posibilitando así sus amenazas marítimas. Las recientes acciones militares lideradas por Estados Unidos están a punto de exacerbar las tensiones en todo Oriente Medio. Esto se produce en un contexto de creciente violencia tras un ataque transfronterizo de Hamás contra Israel en octubre y un repunte de los operaciones contra las fuerzas estadounidenses en Irak y Siria por parte de milicias respaldadas por Irán.
El primer ministro británico, Rishi Sunak, se hizo eco de la postura estadounidense y calificó la acción militar de respuesta necesaria y proporcionada en defensa propia. Destacó la continua agresión de los hutíes en el Mar Rojo, incluidos los recientes asaltos a buques de guerra del Reino Unido y Estados Unidos, lo que subraya la necesidad imperiosa de una respuesta contundente.
Un incidente del pasado martes sirvió de punto de inflexión crítico, impulsando a las fuerzas estadounidenses y británicas a enfrentarse directamente al grupo Ansar Alá. El Mando Central de Estados Unidos informó de que una combinación de buques de guerra y aviones de combate había repelido con éxito un importante ataque de los hutíes con drones, misiles de crucero y un misil balístico, protegiendo a decenas de buques mercantes que atravesaban el Mar Rojo.
Tras la operación, un alto funcionario de la administración reveló que el presidente Biden había estado siguiendo de cerca la situación. La decisión de atacar se concretó tras el ataque a un buque danés el 1 de enero, lo que llevó al presidente a acelerar la formación de una coalición militar e identificar posibles objetivos.
Posteriormente, se emitió una declaración colectiva de 13 países, exigiendo a los hutíes el cese de sus hostilidades. A pesar de esta condena internacional, los ataques persistieron, lo que obligó a Biden a convocar a su equipo de seguridad nacional para evaluar las opciones militares. La decisión de proceder a los ataques fue la culminación de estas deliberaciones.
Las autoridades prevén que, aunque las operaciones de la coalición mermarán la capacidad de los hutíes para perpetrar futuros atentados, es probable que continúe la violencia. En un momento en que el apoyo de Estados Unidos a Israel contra Hamás ha tensado sus relaciones con varios socios mundiales, la administración Biden ha tratado de cohesionar a las naciones aliadas contra la amenaza de los hutíes, enmarcándola como un esfuerzo internacional colectivo.
La toma del poder por los hutíes a finales de 2014 desencadenó una prolongada guerra civil en Yemen, que ha implicado a fuerzas de Arabia Saudí y de Emiratos Árabes Unidos y se ha cobrado un elevado número de víctimas entre la población yemení. A pesar de los esfuerzos diplomáticos de Estados Unidos y la ONU, no se ha logrado una solución política duradera entre las facciones enfrentadas.
El reciente alto el fuego, que entró en vigor en 2022, ha supuesto un descenso sustancial de la violencia, pero ha expirado desde entonces, dejando la región en una situación precaria. Los actuales ataques liderados por Estados Unidos representan un cambio significativo en la política exterior estadounidense, que en general se ha mostrado cauta a la hora de implicarse directamente contra los hutíes. Este cambio es indicativo de la creciente preocupación por el aumento de sus capacidades militares y su impacto en la estabilidad regional y las rutas comerciales internacionales.
A la luz de estos acontecimientos, diversos analistas políticos y militares debaten los posibles resultados de esta nueva estrategia. Algunos sostienen que una postura militar más asertiva podría disuadir a los hutíes de nuevas agresiones, mientras que otros temen que pueda conducir a una escalada de las hostilidades, arrastrando a Estados Unidos a una mayor implicación en el conflicto yemení. Además, la participación de varios países en la coalición pone de relieve la dimensión internacional de la crisis y el esfuerzo colectivo para garantizar la seguridad de uno de los principales puntos de mayor marítimo del mundo.
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