La reciente cumbre del G-20 en Nueva Delhi ha vuelto a poner el foco en el estado de las relaciones internacionales y, especialmente, en el papel de la India como una nación emergente con creciente influencia global.
El escenario previo a la cumbre era, a todas luces, incierto y complicado. La invasión rusa de Ucrania y la tensión generada, la ausencia notable de líderes como Xi y Putin, y la metamorfosis de los BRICS que se inclinan hacia una postura antagónica a Occidente generaron dudas sobre la posibilidad de alcanzar acuerdos significativos.
Sin embargo, la habilidad diplomática de la India, país anfitrión, demostró ser crucial. Se logró un compromiso en la situación de Ucrania que, si bien no es ideal, reconoce la integridad territorial y la soberanía de los países, y aboga por una paz justa y duradera. El hecho de que el G-20 continúe siendo una plataforma viable es una victoria para el multilateralismo.
Sin embargo, aunque este acuerdo evite un colapso abrupto del foro, el mundo sigue siendo un lugar polarizado. Evidencia de esto es la gira del presidente Biden a Vietnam con intenciones de contrarrestar la influencia china y el próximo encuentro de Putin con el líder norcoreano que evoca reminiscencias de la Guerra Fría.
Atención al Sur Global
La cumbre también dejó claro que el Sur Global está ganando protagonismo. Estos países, aunque heterogéneos y sin vínculos sólidos entre sí, comparten intereses comunes y buscan hacer valer su peso en un escenario global de tensiones entre grandes potencias.
La India, con su papel de liderazgo, ha impulsado las reivindicaciones de este grupo. La inclusión de la Unión Africana como nuevo miembro permanente es una muestra de ello. Además, iniciativas como la propuesta por EE.UU. y la UE para crear corredores de transporte, energía y conexión digital entre India, Europa y África subsahariana, refuerzan la idea de que el Sur Global está emergiendo como un actor principal en la geopolítica.
Fuerza y fragilidades de la India
La India se ha destacado positivamente en esta cumbre, logrando consensos y recibiendo elogios de diferentes líderes. Su crecimiento económico, éxitos en el espacio, y su posición como contrapeso a China la sitúan como una potencia en ascenso. Sin embargo, el país enfrenta retos internos significativos.
El liderazgo del primer ministro, Narendra Modi, ha generado tensiones. La calidad democrática ha sido cuestionada, y su política de nacionalismo hindú ha creado resentimientos, especialmente entre la comunidad musulmana. Caminando por las calles de Nueva Delhi, la omnipresencia de Modi en la propaganda oficial y el tono nacionalista en los medios sugieren un cambio en la democracia india.
A pesar de los esfuerzos para presentar una capital impecable durante la cumbre, las realidades de la India, incluida la pobreza extrema en algunas áreas, son evidentes. El país tiene un largo camino por recorrer antes de considerarse plenamente desarrollado, lo que requerirá un clima de concordia y estabilidad.
En resumen, la cumbre del G-20 ha sido un reflejo del estado actual de la geopolítica mundial: acuerdos frágiles, un Sur Global emergente y el papel ambivalente de la India como potencia en ascenso con desafíos internos significativos.
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