En una evidente muestra de la división política que ocupa el acontecer social, los votantes chilenos han vuelto a hacer oír su voz al rechazar una propuesta de constitución conservadora, una decisión que sigue a la derrota de una carta de izquierdas el año pasado. Este resultado, que emerge del referéndum del pasado domingo, refleja los continuos desafíos en la nación sudamericana para abordar las demandas públicas de cambio que se expresaron enfáticamente en 2019.
Según los últimos informes, aproximadamente el 55,8% de los votantes se opuso a la nueva constitución, mientras que alrededor del 44,2% la apoyó. Este referéndum se produce después de una votación anterior en la que los chilenos rechazaron abrumadoramente una constitución redactada por una convención de izquierdas, que había sido promocionada como uno de los borradores más progresistas del mundo.
La Constitución rechazada recientemente, redactada en gran parte por consejeros conservadores, pretendía profundizar en los principios del libre mercado, reducir la intervención del Estado y limitar potencialmente algunos derechos de la mujer. Este planteamiento suponía un cambio significativo con respecto a la anterior propuesta de izquierdas, lo que indicaba un cambio de péndulo político en el electorado chileno.
La génesis de esta agitación constitucional se remonta a 2019, cuando Chile fue testigo de masivas protestas callejeras. Miles de chilenos expresaron su frustración por la desigualdad en el país, conocido por su estabilidad política y su sólida economía dentro de América Latina. Estas protestas desencadenaron el proceso de redacción de una nueva Constitución, destinada a sustituir a la vigente, que data de la época de la dictadura.
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