En un artículo para World Politics Review, el analista político James Bosworth se muestra preocupado sobre la reciente reelección del presidente Nayib Bukele en El Salvador, y la presenta como una conclusión previsible que dice mucho sobre el pulso democrático de la nación. La aplastante victoria de Bukele y su partido Nuevas Ideas, pronosticada por Bosworth incluso antes del recuento de los votos, subraya una inquietante previsibilidad en la narrativa política de El Salvador. Este escenario, aunque no es único en la región, plantea cuestiones críticas sobre el futuro de la democracia y las implicaciones más amplias para el hemisferio.
La aplastante victoria de Bukele y el dominio de su partido, Nuevas Ideas, en las elecciones al Congreso reflejan una tendencia más amplia en la política latinoamericana, donde los líderes, a pesar de haber sido elegidos democráticamente en un principio, tienden a sobrepasar sus mandatos constitucionales. La lista es larga y variada, e incluye nombres como Carlos Menem, Hugo Chávez y Evo Morales, entre otros. Estos líderes, aunque populares durante sus mandatos iniciales, a menudo buscaron polémicas enmiendas constitucionales para prolongar su gobierno, dejando a veces a sus naciones en peor estado que antes.
La victoria de Bukele supone su incorporación a esta lista de líderes que han sobrepasado los límites constitucionales. Su mandato, ahora prorrogado inconstitucionalmente para un segundo ejercicio, considera Bosworth, determinará el futuro legado que deje tras de sí. Su primer mandato estuvo marcado por una mezcla de medidas populistas, tendencias autoritarias y políticas controvertidas, entre ellas un enfoque de mano dura frente a la violencia de las bandas y supuestas negociaciones con sus líderes. También han salido a la luz acusaciones de corrupción en el seno de su administración, lo que añade una capa de complejidad a la narrativa de su liderazgo.
Bosworth señala el marcado contraste entre la plataforma electoral anticorrupción de Bukele y las presuntas prácticas corruptas de su administración, como la apropiación indebida de suministros médicos COVID-19 y los tratos clandestinos con los líderes de las bandas. Estas acciones arrojan una larga sombra sobre las pretensiones de Bukele de mejorar la seguridad y la gobernanza en el país.
El artículo también establece paralelismos entre la posible trayectoria de Bukele y la de otros líderes latinoamericanos, en particular Álvaro Uribe, de Colombia, y Daniel Ortega, de Nicaragua. Mientras que las políticas de seguridad de línea dura de Uribe y las enmiendas constitucionales dejaron un legado mixto de mejora de la seguridad, pero con unas credenciales democráticas empañadas, el regreso al poder de Ortega se ha visto lastrado por el autoritarismo exacerbado, los abusos de los derechos humanos y la ruina económica. Los destinos opuestos de estos líderes sirven de ejemplo para la historia de Bukele.
Las perspectivas de los inversores y observadores internacionales sobre El Salvador bajo el prolongado gobierno de Bukele están divididas. Mientras que algunos operadores de bonos apuestan por un escenario similar al de la Colombia de Uribe, donde las mejoras en la seguridad podrían estimular el crecimiento económico, otros temen un descenso hacia el autoritarismo y el estancamiento económico similar al de Ortega. Los temores se derivan de la preocupación por la sostenibilidad de las políticas de seguridad de Bukele y las implicaciones más amplias de sus tendencias autoritarias sobre la inversión y el Estado de derecho.
Para que el segundo mandato de Bukele se considere un éxito, Bosworth sostiene que es imperativo alejarse de la imagen de “autoritario frío”. En su lugar, es crucial un modelo de gobierno que respete a la oposición, defienda las libertades civiles y fomente un crecimiento económico sostenible. Sin embargo, la sombra de los precedentes históricos de América Latina se cierne sobre la región y suscita preocupación por la posibilidad de que se repita un escenario en el que la consolidación del poder y la manipulación institucional eclipsen los principios democráticos y la estabilidad económica.
El análisis de James Bosworth deja el futuro de El Salvador pendiente de un delicado equilibrio. A medida que el país avance bajo el prolongado gobierno de Bukele, la verdadera historia se desarrollará en las decisiones que tome y las políticas que aplique. El país se encuentra en una encrucijada, con la posibilidad de liberarse de los preocupantes patrones de su historia regional o de quedar atrapado en un ciclo que se ha vuelto demasiado familiar en la política latinoamericana.
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