El presidente ruso Vladimir Putin ha declarado categóricamente la continuación de la guerra en Ucrania, sin inmutarse por las sanciones occidentales y la condena mundial. Esta declaración se produjo durante un acto mediático de fin de año meticulosamente orquestado, en el que Putin, durante más de cuatro horas, respondió a las preguntas tanto de los medios de comunicación internacionales como de los ciudadanos rusos.
Marcando una postura significativa en el conflicto en curso, Putin hizo hincapié en los objetivos inalterados de la guerra: la “desnazificación” y la “desmilitarización” de Ucrania, y garantizar su estatus neutral. Estos términos, en particular la acusación de neonazismo en el gobierno ucraniano, han sido repetidos y pregonados por Putin. A pesar de las esperanzas depositadas a principios de año en una contraofensiva ucraniana para recuperar territorio y presionar a Rusia para que negocie, no se han materializado avances significativos, lo que ha llevado a Putin a insinuar nuevas acciones militares si Kiev se mantiene inflexible.
La larga duración del conflicto, que comenzó en febrero de 2022, parece ahora parte de una estrategia más amplia de Putin. Parece preparado para un compromiso prolongado, apostando por la posibilidad de debilitar la determinación occidental. Esto se produce en un momento en que Estados Unidos y Europa se enfrentan a problemas políticos internos para seguir prestando ayuda a Ucrania. En particular, un importante proyecto de ley de ayuda exterior en Estados Unidos, que incluye un apoyo sustancial a Ucrania, se ha visto enredado en la política interna, mientras que la Unión Europea se enfrenta a desacuerdos sobre un importante paquete de ayuda.
En contraste con el compromiso vacilante de Occidente, la Rusia de Putin ha adaptado su economía para sostener el esfuerzo bélico. A pesar de la pesada carga de las sanciones, Rusia ha reforzado su gasto militar, reorientando los recursos de los sectores civiles. Este cambio se ha visto respaldado por los sólidos ingresos procedentes de la venta de petróleo, que han permitido al gobierno mantener las subvenciones públicas, especialmente para los que participan en el conflicto.
En el frente militar, Putin reveló la movilización de un número considerable de tropas, con cientos de miles actualmente comprometidas en Ucrania y sin planes inmediatos de nuevas movilizaciones. Esta revelación se produce en medio de una evaluación de los servicios de inteligencia estadounidenses en la que se destaca el grave impacto del conflicto en el ejército ruso, con una parte significativa de su fuerza de preguerra muerta o herida.
Mientras tanto, Ucrania ha adoptado una postura defensiva, centrándose en fortificar sus posiciones en previsión de los continuos avances rusos y la incierta ayuda occidental. El presidente Volodymyr Zelensky ha ordenado la construcción de estructuras defensivas para contrarrestar las ofensivas rusas, sobre todo en el este.
La participación pública en Rusia sigue siendo alta, con millones de preguntas antes del acto de Putin, lo que demuestra el interés y la preocupación por la guerra. El evento también supuso un marcado contraste con la cancelación del año pasado, en la que evitar la interacción pública se percibió como una táctica para eludir la rendición de cuentas por la entonces tambaleante campaña militar en Ucrania.
Mientras Putin sigue presentando el conflicto como una batalla existencial contra la influencia occidental, en particular la OTAN, Rusia mantiene sólidas alianzas, en particular con China. Ambos países han ampliado su cooperación, haciendo hincapié en su oposición compartida a las políticas estadounidenses y logrando cifras récord en sus intercambios comerciales.
En el ámbito geopolítico, Putin también ha tratado de consolidar el apoyo de las naciones en desarrollo y se ha comprometido con los principales líderes regionales, como el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed bin Salman, para contrarrestar los intentos de Estados Unidos de aislar a Rusia.
A pesar de los desafíos, Putin se mantiene firme en el poder, con sus adversarios políticos más formidables encarcelados o en el exilio. Esto consolida su posición de cara a las próximas elecciones presidenciales, en las que no se enfrenta a ninguna competencia significativa.
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