Mientras Rusia se prepara para unas elecciones presidenciales cruciales entre el viernes y el domingo, el país se encuentra en una coyuntura histórica que probablemente prolongará el dominio de Vladimir Putin sobre el Kremlin hasta un quinto mandato. Este acontecimiento consolidará la influencia de Putin, que ya estará más de un cuarto de siglo, hasta al menos 2030, al mando tanto del panorama político de la nación como de su capacidad nuclear.
En medio de una oposición mínima, el camino de Putin hacia la victoria parece indiscutible, ya que en la papeleta de votación figuran tres legisladores de la Duma cuyos programas políticos coinciden estrechamente con los suyos. La notable ausencia de Alexei Navalny, un crítico acérrimo al régimen actual y posible candidato, que murió en circunstancias misteriosas en prisión hace un mes, deja las elecciones desprovistas de una contestación significativa. Este hecho subraya la represión generalizada de la disidencia, con muchos críticos encarcelados o en el exilio.
Estas elecciones se celebran en un momento en que la antigua imagen de Putin como estabilizador de la Unión postsoviética se ha visto empañada por la controvertida decisión de invadir Ucrania en 2022. El conflicto no sólo ha provocado importantes bajas rusas y sanciones internacionales, sino que, también, ha intensificado las tensiones con Occidente hasta niveles que recuerdan a la época de la Guerra Fría. Bajo la certeza de la victoria de Putin, las elecciones encierran implicaciones más amplias para los 146 millones de ciudadanos rusos.
Las próximas elecciones, que se prolongarán durante tres días y contarán con nuevos mecanismos de votación, como los discutibles sistemas de voto electrónico, han suscitado preocupación por su parcialidad y falta de transparencia. Históricamente, los organismos de control electoral han denunciado diversas prácticas irregulares, como la manipulación de papeletas y el voto forzado, que han ensombrecido la integridad del proceso electoral. A pesar de estos problemas, el Kremlin ha fijado objetivos ambiciosos de participación electoral y apoyo a Putin, tratando de subrayar la legitimidad de su liderazgo en medio del escrutinio interno y externo.
Los índices de aprobación de Putin, según encuestas independientes, siguen siendo altos, lo que sugiere una base de apoyo significativa, sobre todo entre las generaciones de más edad, atraídas por su mezcla de nostalgia soviética y retórica nacionalista. En este ciclo electoral, Putin ha tratado de ampliar su atractivo con promesas de inversión en servicios públicos, aprovechando las empresas afiliadas al Estado para asegurarse votos en medio de un discurso público sofocado sobre la guerra de Ucrania.
La legalidad de un quinto mandato de Putin, posible gracias a los cambios constitucionales de 2020 que restablecieron su cómputo de mandatos, ha suscitado debate tanto dentro de Rusia como a escala internacional. Los críticos argumentan que estas maniobras socavan la legitimidad de su presidencia, considerándolo más un usurpador que un líder elegido democráticamente.
A pesar de la apariencia de competición, las elecciones se caracterizan por una democracia cuidadosamente gestionada que limita la oposición genuina, garantizando de hecho que Putin no se enfrente a ningún desafío real. La prohibición de candidatos contrarios a la guerra y la misteriosa muerte de Navalny ponen de relieve el grado de control que se ejerce sobre el panorama político.
En respuesta al asfixiante panorama de la oposición, la viuda de Navalny ha convocado protestas simbólicas en los colegios electorales, lo que refleja un espíritu de disidencia resistente, aunque fuertemente reprimido, dentro del país. Aunque es poco probable que estas acciones influyan directamente en el resultado de las elecciones, ponen de manifiesto las tensiones existentes en la sociedad rusa.
A medida que se desarrollen las elecciones, sus repercusiones en el actual conflicto de Ucrania seguirán siendo el centro de atención. Se espera que el Kremlin interprete la victoria aplastante de Putin como un respaldo a sus acciones militares, a pesar del creciente cansancio de la opinión pública y de sus llamamientos a la paz. El coste de la guerra, en vidas humanas y peaje económico, influirá sin duda en el legado de Putin, independientemente de la duración de su mandato.
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