Los artistas cubanos que convirtieron el desfile del Primero de Mayo de La Habana en una protesta

Este año, Cuba no celebrará el Primero de Mayo con un desfile en la Plaza de la Revolución de La Habana. Es sólo la segunda vez desde 1959 que se cancela el evento, esta ocasión debido a la escasez de combustible. 

La movilización masiva en la Plaza es una demostración cuidadosamente coreografiada de apoyo a la revolución cubana que, antaño, culminaba con largos discursos de Fidel Castro, pronunciados desde el monumento a José Martí, quien luchara por la independencia de Cuba de España a finales del siglo XIX. 

A lo largo de los años, millones de trabajadores, soldados, estudiantes y compañeros de viaje han desfilado durante horas bajo el sol abrasador, cumpliendo un ritual político de sumisión a los dirigentes. 

Los noticiarios de la década de 1960 muestran multitudes invariablemente entusiastas, ocultando la realidad de que si no participaban habrían levantado contra ellos sospechas de contrarrevolución. 

En la Cuba contemporánea, donde la gente se enfrenta a una inflación desorbitada y a una grave escasez de alimentos y energía, los participantes en estas celebraciones asisten ahora a cambio de bocadillos y camisetas gratis.

Aunque cualquier acto público en la Plaza de la Revolución está sometido a una intensa vigilancia debido a la proximidad de múltiples ministerios y a la presencia de cámaras de la televisión estatal, algunos artistas han intentado perturbar la ceremonia del consentimiento masivo. 

La estrategia de estas intervenciones es camaleónica, ya que consiguen camuflarse como parte integrante de la cultura oficial a pesar de su intención irónica. 

Gestos más abiertamente opositores serían rápidamente reprimidos, como fue el caso del intento de Tania Bruguera de montar un micrófono abierto en la Plaza en diciembre de 2014, que acabó con su detención antes de poder llegar a su destino. 

En 2017, el disidente cubano Daniel Llorente corrió frente al desfile del Primero de Mayo envuelto en una bandera estadounidense y gritó: “¡Libertad para el pueblo cubano!”. Inmediatamente fue detenido e internado en un hospital psiquiátrico durante dos años, tras lo cual fue expulsado a Guyana.

En 2013, el artista Luis Manuel Otero Alcántara, condenado a cinco años de prisión por “desacato, difamación y desorden público” en 2022, protagonizó una de sus primeras intervenciones performativas, titulada “Por un socialismo próspero y sostenible”. 

Junto con otro artista, se introdujo en la marcha del Primero de Mayo ataviado con enormes y caricaturescas representaciones de papel maché — que él mismo había creado— de Fidel Castro y el ex presidente venezolano Hugo Chávez. Consiguió hacer pasar sus representaciones satíricas del poder del Estado por expresiones vernáculas. 

La historiadora del arte cubana Yanelys Núñez Leyva señaló en un artículo de 2022 que los “cabezudos de formas distorsionadas de Otero Alcántara se insertaron en el circo grotesco y absurdo que es el Primero de Mayo en Cuba”.

Y añadía: “Entre congas, pancartas, madrugones y súplicas inaudibles, la marcha pagada por el gobierno siempre ha estado sumida en la obligatoriedad del ‘voluntariado’, de la lista, de la enfermedad de la hipocresía y la ignorancia… La gente se fotografiaba con ellos, porque no había nadie que en ese momento sospechara de las acciones de Otero Alcántara, quien con su obra ha desafiado al régimen cubano en innumerables ocasiones”.

En 2007, el artista Raychel Carrión realizó una performance durante el Desfile del Primero de Mayo en La Habana titulada “Fallas de origen”. 

En el vídeo, vemos a Carrión colarse en la marcha con una camiseta marrón que le hacía destacar entre la miríada de manifestantes vestidos de rojo. Se mueve con extrema lentitud, como si fuera sonámbulo, para escenificar su incapacidad para adaptarse a la dinámica de la multitud. Algunos pasan de largo, otros le miran fijamente y se ríen o le empujan al pasar.

En un momento dado, tras haber quedado rezagado con respecto a una gran concentración de manifestantes, se coloca delante de una gran pancarta que reza “La revolución es luchar por nuestros sueños de justicia” y continúa arrastrándose mientras los demás le miran extrañados. 

Expuesto a la vigilancia de los agentes de seguridad, Carrión es abordado por agentes de paisano y apartado de la marcha para ser interrogado. Oímos a alguien fuera de cámara preguntar: “¿Por qué cree que esto podría verse negativamente?”. A lo que un agente de seguridad responde paternalistamente como si hablara con un niño: 

—¿Mira, cómo explicarte?

—Sí.

—Aquí hay gente que son… que tienen un fervor revolucionario tan fuerte… entonces ellos pueden ver eso… ha habido muchas provocaciones, han sacado carteles contrarrevolucionarios, han gritado consignas contra el sistema, ¿entiendes? Cualquier persona que está acalorada por una cosa como esa te ve haciendo eso y piensa que estás haciendo algo parecido a aquello. ¿Entiendes? Entonces, te ven, te gritan, te ofenden, tú te ofendes, les dices algo. Estoy evitando que esas ofensas surjan. Tú no estás haciendo nada malo, ubícate, yo no te estoy acusando de nada, ni te voy a meter preso, ¿entiendes?

El agente continúa explicando que los revolucionarios fervientes podrían ofenderse y volverse agresivos. Asegura a Carrión que no está acusado de nada y que no será detenido, pero le advierte de que le detendrán si llega a la Plaza.

Tanto Carrión como Otero Alcántara consiguieron utilizar el teatro político orquestado por el Estado como telón de fondo para articular sus respectivas críticas al poder institucional y al consentimiento sin sentido. Sus actuaciones son señales del espíritu contracultural de una generación que creció en la era poscomunista del escepticismo político y la escasez. 

Lamentablemente, las estrategias desplegadas por estos artistas se han considerado demasiado peligrosas para ser toleradas. Otero Alcántara sigue en prisión por insultar a la bandera en una performance, y Carrión se trasladó a España tras licenciarse en la Universidad de las Artes.



Este artículo fue publicado en inglés como “The Cuban Artists Who Turned Havana’s May Day Parade Into a Protest“, en ‘Hyperallergic’ (30/04/2024). Traducción ‘Hypermedia Magazine’.





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