El siglo XIX fue sin dudas el siglo de explosión urbana de la ciudad cubana de Holguín, cuando se construyeron la necesaria laza del Hospital de la Caridad y otros importantes edificios que se proyectaron a partir de su funcionalidad, como la Cárcel, la Casa del Teniente Gobernador y la indispensable plaza de Mercado (actual plaza de la Marqueta), que jugó una función muy importante para el abastecimiento de la ciudad.
Además, fue remodelada y tapiada la Parroquial Mayor de San Isidoro y se construyó como auxiliar de esta la Iglesia San José. Por último, nació la plaza Mantilla (actual parque infantil Rubén Bravo) en la década del ochenta.
No sólo los edificios civiles y religiosos se construyeron con el máximo esplendor y dimensiones hasta entonces no conocidas por los vecinos de la ciudad. La economía holguinera entró en una etapa de auge al ampliarse el comercio por el puerto oficial de Gibara, lo que provocó el incremento de la clase comerciante y que entraran a la ciudad estilos y formas novedosas para construir las casas familiares.
En 1873 la ciudad tenía una población de 6106 habitantes. Como consecuencia de la Guerra de los Diez Años se incorporó en la región la arquitectura militar como estrategia defensiva luego de los ataques armados llevados a cabo por las tropas mambisas.
El terreno de la plaza Mantilla (actual parque infantil) y sus alrededores se mantuvieron como lugar yermo y deshabitado durante la mayor parte de la etapa colonial holguinera y fue precisamente la construcción del Cuartel General de Infantería, en 1831, lo que dio inicio al desarrollo urbano de estos parajes.
Algunas personas vinieron a vivir a sus alrededores, sobre todo en la calle San Pablo (hoy Máximo Gómez), que quedaba a sólo una cuadra del cuartel. Sin duda, fue la construcción de la plaza Mantilla en 1883 lo que facilitó un incipiente desarrollo urbano para esta parte de la ciudad.
La plaza Mantilla, que tomó el nombre del Coronel de Regimiento de Infantería, era una hermosa alameda de recreo para los soldados, donde los paseos y los árboles conformaron un paraje admirable para todo el que tuvo la suerte de conocerla.
De su construcción se encargó Federico Capdevila, natural de Valencia. El diseño del parque de Recreo Mantilla, del proyectista y maestro de obras José María del Salto y Carretero, natural de Sevilla, que se había destacado en el arte de la construcción en la ciudad (además de maestro de obras militares se había graduado en la Escuela Profesional de la Isla), respondía al de un parque jardín, aunque se le llamaba plaza.
Estaba situada en un amplio terreno frente al Cuartel General de Infantería, entre las calles San Miguel (hoy Maceo), por donde tenía su entrada principal, y San Isidoro (Libertad), entre las de Santa Brígida (Habana) y las comprendidas hasta el Hospital Militar, denominadas San Esteban y la Quinta (hoy Quinta y Prado).
José María del Salto permeó su diseño fundamentalmente del estilo dórico neoclásico.
La entrada principal de la plaza estaba conformada por tres arcos de medio punto, divididos por pilastras con capiteles en los arranques de los arcos. Las pilastras estaban guarnecidas al centro por altas columnas de fustes redondos que sostenían el friso liso y amplio donde se leía “23 de junio de 1883”.
Dicho friso estaba rematado con una cornisa escalonada y un pretil acolumnado con cuatro pedestales que servían de base a las piñas remates. De la entrada y hacia sus laterales partía un muro perimetral de “más o menos un metro de alto de mampuesto que rodeaba el terreno y servía de base a la alambrada que protegía la plaza”. “De la entrada hacia el interior corrían tres paseos pavimentados con lozas de barro y el del centro tenía una hilera de flamboyanes que iba hasta la glorieta”, según relata Raúl Bruzón vecino de la antigua plaza.
La glorieta, de amplias dimensiones en forma “circular con cuatro accesos escalonados”, era tan grande que cabía la Banda Militar. Del otro extremo de la glorieta partía un pasillo de lozas de barro que llegaba hasta la salida de la calle Libertad y allí “había un portón de ladrillos con un arco arriba más sencillo y rejas de hierro que servía de puerta”. De la glorieta partían otros pasillos laterales y una plazoleta hacia la calle de la carretera de Gibara.
Toda la construcción estuvo dirigida por Federico Capdevila y fueron los mismos soldados quienes trabajaron en la obra. La plaza Mantilla fue, según Raúl Bruzón, “el más hermoso parque del Holguín colonial. Tenía un paseo central de flamboyanes, una glorieta circular, fuentes, jardines y bancos de piedra”.
Al llegar la República, el parque de Recreo Mantilla fue cayendo en el olvido, a pesar de ser propiedad del cuartel. Según el historiador José García Castañeda, en 1917 la entrada principal del parque fue demolida cuando sucedieron las acciones del Movimiento Liberal “La Chambelona”. Además, fue sitio escogido para los reconcentrados de Weyler.
Así, poco a poco fue deteriorándose el terreno. En 1926 el señor Lorenzo Sánchez Borrego, primer secretario del ayuntamiento de Holguín, pidió fomentar en ese sitio un parque infantil.
El parque infantil quedó en el olvido hasta que el 24 de noviembre de 1953 se inauguró por fin hacia la mitad este del terreno, dividiendo la antigua plaza Mantilla. La glorieta central, que en la década de 1920 había sido demolida, quedó olvidada. Sobre sus cimientos se apoyó una parte de la cerca perimetral que rodeó el nuevo parque, nombrado Martha Fernández en honor a la esposa del entonces gobernante Fulgencio Batista.
Hoy la antigua plaza Mantilla no es ni siquiera un nombre conocido como referente histórico por los holguineros que transitan, presurosos e inquietos, por el “novedoso” y reiterativo espacio urbano de nuestra Isla del siglo XXI: “el boulevard” o por cualquiera de nuestros parques.
La plaza Mantilla es el sitio amado y anhelado por muchos de nuestros historiadores, los verdaderos veladores de nuestro patrimonio arquitectónico, aunque sólo quede en archivos privados o como empolvados proyectos que… ¿alguien sabe para qué archivar?
De sus parajes y paseos no quedan ni fotos para conservar como memoria histórica y, de quienes lo conocieron y vivieron, ya van quedando cada vez menos.
No podría asegurar si agradezco a la historia de esta ciudad el actual parque infantil, pero es nuestra latente y única realidad arquitectónica en la manzana comprendida entre las dos más transitadas calles de esta región oriental, y las recorridas por tantos viajeros que salen a diario por la Carretera de Gibara, pasando antes por la calle Habana.
La parte de recreo escolar es más de espera para el viajero que para los estudiantes, que prefieren otros espacios urbanos de más animada reunión.
El parque infantil está ampliándose cada vez más, con nuevas alternativas particulares que les dan a los niños holguineros preciosos carritos de carrera y carruseles de animales inflables.
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“It’s expensive to be poor”.