Me resultó insólito el término desde el inicio: expresionismo biológico, y entendí de la necesidad del autor por reinventarse desde el espacio creativo dentro de un contexto que le resultaba insoportablemente monótono.
Conocí del trabajo de Federico García Cortiza (La Habana, 1971) a través del proyecto Psicoartecubano,[1] que desde 2013 realiza el psicólogo Pablo Hermes Rodríguez Mesa en la capital de la Isla y donde Federico encontró un apoyo imprescindible para la difusión de su obra a nivel internacional, así como para transitar por la dura cotidianidad de la Cuba de hoy. Fue también gracias a Pablo que pude tener este breve intercambio con el artista.
¿Desde cuándo empezaste con esta línea que ya define tu poética personal?
Tomé seriamente el dibujo de joven, a pesar de que tenía habilidades desde chama. Pero mi infancia fue bastante difícil porque mi mamá era viuda y tuve muchos problemas. Uno se echa a perder a veces, cuando ve otras cosas que le faltan. El proyecto me ha ayudado a resistir esto que se ha puesto en candela. Pablo me visita y me ayuda con muchos problemas, que sin su apoyo no hubiera sabido cómo resolver.
¡Está de madre sobrevivir aquí!
Desde entonces he experimentado mucho. Me llamaban la atención las vanguardias, tan poderosas. Me interesé por el expresionismo y el surrealismo, por el arte decadente y la nueva figuración. Buscaba un modo de trabajar directo, a lápiz, que el dibujo se percibiera y que en cualquier lugar que llegara pudiera coger un pedazo de cartón y un lápiz para ponerme a dibujar. Me parece más complejo dibujar que pintar. Creo que el dibujo es más arriesgado que la pintura. Luego me ha dado la posibilidad de realizarme en algo que siempre quise hacer.
© Federico García Cortiza, por cortesía del proyecto Psicoartecubano.
¿Qué técnica utilizas?
Siento que hago algo diferente, fuera de lo oficial. No hago caso a lo que la gente ni las instituciones del Gobierno digan. Ellos quieren que utilice témperas, acuarelas, y yo prefiero una técnica mixta, donde mezclo y utilizo todo lo que se me ocurre en el momento: cosas desechadas y plumas gastadas que soplo y utilizo la tinta para mezclarla con grafito. Por lo general trabajo con lápices y tintas líquidas de bolígrafos de varios colores. No me gustan las técnicas que utilizan los demás y prefiero inventarme las mías propias.
Recuerdo varios dibujos tuyos en blanco y negro, hasta que de pronto hubo una explosión de color…
Siempre me interesó dibujar en blanco y negro, me gusta más, no lo niego. Un día decidí utilizar el color. Igual vuelvo al blanco y negro, es según como tenga la vena. Sí me interesa que los dibujos lleven a la luz, o vengan de la oscuridad. Mis obras vienen de la oscuridad o de la luz. Es algo típico y van en ese sentido.
¿Qué es el expresionismo biológico?
El expresionismo biológico es en lo que terminaremos. Trato de descifrar lo que pudiera quedar de toda esta catástrofe que estamos viviendo, porque veo el mundo muy jodido. Entonces, sería donde se mezcla lo biológico con lo cibernético, lo orgánico a lo artificial, los tumores con las bacterias y los animales. Sería en lo que va a terminar este planeta. Creo que terminaremos en algo así y trato de visualizar lo que podríamos ser en un futuro.
¿Dentro del expresionismo biológico entraría también tu propia biología, la anatomía humana como un híbrido entre lo vegetal y animal?
Dentro del expresionismo biológico entro yo y entra todo. Entra también la diversidad de mundos en los que creo: los macromundos y los micromundos, y que mezclo en mis ideas porque creo que todo está conectado, así como el bien y el mal se complementan y hacen que exista un balance. No creo que haya una lucha.
Busco en mis obras lo ambiguo, introducirme en cosas desconocidas. Hay muchos mundos unidos unos con otros, grandes, chiquitos, dentro de nosotros hay otros mundos, y creo que los mismos patrones se repiten en cualquier parte que mires. Por ejemplo, los planetas pudieran ser células de un ser vivo que es el universo y ahí deben vagar otras criaturas igual que en el océano. Lo que pasa es que nosotros estamos aquí, diminutos, y solo hemos llegado adonde hemos podido. Ese es el universo macro, pero el micro está dentro de nosotros, que pueden ser las células. Y a la vez nosotros mismos somos micro, podemos ser el cáncer de este planeta que estamos destruyendo. Somos un cáncer para este planeta.
Hay una frase que dijo un alemán, creo, que diré con mis palabras: “No cabe duda que el planeta es un ser vivo, cuya piel está enferma, y la enfermedad no es otra, sino nosotros, los humanos”.
© Federico García Cortiza, por cortesía del proyecto Psicoartecubano.
Háblame de esa atracción por los árboles, las formas orgánicas y celulares.
Siempre he adorado los árboles, me encantan. Sobre todo por la corpulencia que poseen, por esa capacidad de resistir, de sobrevivir, por esa fuerza que tienen, que incluso sin hojas se mantienen vivos. Son criaturas admirables que viven eternidades, viven mucho más que nosotros; resisten cambios climáticos y luchan contra el entorno. Admiro a los supervivientes. Y las bacterias me gustan porque, aunque viven muy poco se reproducen y se mantienen por los siglos, igual que los reptiles y los hongos. Admiro las especies que siempre están ahí, aguantando, que salen adelante.
Eso es lo que veo en los árboles. Los atacamos todo el tiempo, pero han resistido y nos sobrepasan en vida. Admiro esos árboles enormes de 600 años, como las secoyas y los baobabs. Es admirable cómo esas criaturas duran miles de años. Me gustaría ser así y poder aguantar todo como ellos, ser fuerte, y por eso también busco la fuerza del árbol en mis obras. Sin embargo, son delicados, les cortas la corteza y los matas. Son criaturas bastante interesantes.
Percibo en las tramas de tus dibujos una dinámica en constante mutación…
¡Todo el tiempo! A veces hasta una forma que dejé abandonada hace años, la transformo en otra. Me gusta la mutación, que todo esté avanzando, en movimiento. Busco el movimiento en mi obra y además el cambio. Necesito sentir que está ocurriendo un cambio. Odio las cosas invariables. Lo mismo de cada día me agobia, lo aborrezco y necesito creer que al menos en mi obra las cosas cambian, se transforman, evolucionan.
¿Por qué te defines anarquista y rebelde?
Es algo biológico que está en mí. Por gracia de Dios siempre he sido así y no puedo explicarlo. Adoro donde reverbera el ímpetu de la anarquía y la rebeldía. Por eso me gusta mucho la música punk rock y cosas por el estilo. Hay otras músicas que también me hacen sentir en ese nivel de rebeldía. Con el jazz y en el reggae he sentido libertad. Y lo digo por esas ansias de libertad que tenemos, porque el hombre siempre ha sido esclavo en todos los lugares y sistemas, socialista, capitalista. Todos somos esclavos, somos objetos, muñecos, somos marionetas del destino del diablo o de Dios.
Y tanto la música como el cine siempre han sido mis verdaderos maestros. Al extremo de creerme que es cierto todo lo que ocurre y vive en mis dibujos. Me hubiese gustado hacer cine con mi expresionismo biológico, pero es un género muy caro.
© Federico García Cortiza, por cortesía del proyecto Psicoartecubano.
¿Cómo te influye la música durante el proceso de creación?
Trabajo muy rápido en unas obras; en cambio, en otras me trabo y puedo estar seis años haciéndolas hasta que descubro la solución. Cuando alguna cosa no me satisface, no la puedo terminar. Disfruto mucho dibujar y lo que menos disfruto es la terminación. La sufro. Busco la terminación por mis intereses, que quede entre rota y pulida. Digo rota en el sentido de lo áspero; me gusta combinar lo roto con lo excelente y bien hecho.
Y aquí entra la música, porque veo la terminación de los dibujos como la música del guitarrista David Doors. Su música es muy experimental, entre el jazz y el rock, y cuando escucho su guitarra me da un sonido roto, pero a la vez pulido y manufacturado. Es algo muy poderoso. Y eso es lo que trato de buscar y lograr cuando dibujo. Por un lado, que parezca que el dibujo está pulido y bello, como una obra realizada por un Lorenzo Bernini; pero, por otro, roto, destruido, como casi todo que está así. De lo roto salen cosas bellas y de lo bello cosas tan horribles.
Tengo entendido que acumulas grandes volúmenes de dibujos en casa…
Sí, se me acumulan los trabajos por los rincones de la casa. A veces los he hecho para exponer y se quedan ahí. No cojo lucha con las exposiciones. Expuse en La Fábrica y fui finalista dos veces en los salones de la galería Teodoro Ramos Blanco con mis esculturas. No fui el premio porque los demás querían ver en mi obra un mensaje que no había. Querían ver algo que no era. Fue una época compleja y ahora está peor la cosa, por la gente retrógrada que te encuentras. Expuse en Alemania, Holanda y Estados Unidos.
¿Alguna otra reflexión que quieras compartir sobre tus modos de pensar el arte?
La verdad creo no hay mucho más que decir en este mundo porque la mayoría caemos en lo mismo. Creo que todo está totalmente explotado y caemos en cliché. No creo que quede nada nuevo por decir y prefiero buscar lo que no diga nada. Por eso la mayoría de mis obras no tienen título. Creo que mejor no decir nada y solo plasmar en el papel o la madera lo que uno sienta. Debí empezar a simplemente numerar las obras y callarme. Incluso ahora mismo me quedo como si no tuviera qué decir, pero en realidad me queda muchísimo por dibujar y hacer. Después de tanto tiempo trabajando, ya prefiero que los otros sean los que digan.
© Imágenes de interior y portada: Cortesía del proyecto Psicoartecubano.
Notas:
[1] Proyecto social sin fines de lucro que tuvo sus inicios en el Centro Médico Psicopedagógico La Edad de Oro, mediante un taller de arteterapia basado en las ideas de Carl Rogers, el psicoanálisis y la antroposofía. Empezó destinado a casos crónicos de pacientes internos y funcionaba desde el trabajo en colectivo hasta consultas individuales. En la actualidad, apoya y fomenta las expresiones brut y outsider de varios creadores cubanos, en estrecha colaboración con la galería Christian Berst y la fundación NAEMI.
Mi pulgar, una maleta vieja y el ‘art brut’
En enero de 2014, anuncié a mi familia que iba a intentar ir a Laponia haciendo ‘autostop’ sin un euro en el bolsillo, solo con una maleta como galería y los pequeños cuadros que iría garabateando por el camino.