Durante cierto tiempo frecuentó La Habana Vieja por uno de sus primeros oficios. Aquel que, detrás del turista, lo acercaba al sexo como elemento esperanzador y de valor de cambio. Y al arte, para elaborar historietas que vendía con facilidad.
Al pasar de los años, al hijo del militante humilde le sucedió el oficio de custodio y luego el de “tanquero”. Hurgaba en los tanques de basura en busca de todo aquello que pudiera reutilizar en sus piezas y para su consumo.
Pero no solo reutilizaba las miserias de un país en decadencia, sino que empleaba lo autorreferencial en armonía con el desdoblamiento de múltiples personalidades y la aproximación a la experiencia colectiva desde el sexo, esta vez con el roce entre lo absurdo y lo ficticio, que posiciona la obra de Guillermo Rigoberto Casola Marcos, Rigo, (La Habana, 1961) dentro de los circuitos especializados del art brut.[1]
Tengo entendido que a partir de los 30 años empezó a tomar con mayor seriedad la pintura y el dibujo. ¿Qué le llevó a hacerlo?
Todo empezó después que conocí a un amigo artista que le gustó lo que yo hacía y me animó a seguirlo haciendo. Pero trabajaba con un espíritu de autocomplacencia, sin ninguna intención de que me reconocieran. Él decía que le gustaba mi trabajo, que era muy original. Y me lo creí.
Coménteme de la primera serie de lienzos realizados con tinta de imprenta y que luego destruyó.
Justo en ese momento falleció mi mamá. Me afectó mucho y entonces empecé a pensar cosas desagradables. Todo me parecía que atentaba contra mi personalidad. Caí en un estado paranoico, al extremo de que, en las mismas pinturas que había hecho, me parecía descubrir cosas peligrosas y veía a algunos personajes como enemigos. Cualquiera me parecía el enemigo.
Aquellas obras me inducían a atentar contra mi persona y mi salud. Todo en la familia se volvió oscuro. Sufrí mucha incomprensión hasta el día de hoy. Ese fue el motivo por el que me dio por destruir esas obras iniciales. Fue una lástima porque había cosas ahí interesantes.
Fui recuperándome y me di cuenta que me hubieran ayudado después, pero ya las había roto. Es algo propio en mí: cuando siento la aglomeración de cosas, me molestan y las boto. A veces pueden resultar valiosas para mi familia. Pero si me agobian y están a mi alcance, las desaparezco.
Necesito los espacios limpios, vacíos. Si no, siento que me asfixio. Esos fueron los verdaderos motivos que me hicieron tirar todo aquello.
Más tarde empezó con las historietas. ¿Cómo llegó a ellas?
Cuando éramos muchachos, niños de primaria, mi hermanito Jorge (que recientemente falleció) era un gran artista, pero la esquizofrenia le afectaba demasiado y nunca pudo desarrollarse en el arte. Durante ese tiempo, él fue un historietista, hacía historietas infantiles.
Un día, inspirado en las suyas, me dio por empezar las mías. Siempre me gustó leer historietas, pero que no tuvieran nada que ver con la violencia. Me parecía curioso el sentido artístico de la historieta y el modo secuencia que va contando una historia.
Me interesa conocer el proceso de elaboración en sus piezas.
Por lo general, siempre hago un boceto. Un dibujo rápido. Porque me viene la idea de pronto, de la nada, y enseguida tomo papel y lápiz. Otras historietas las hago a partir de pequeños cuentos que escribo previamente. Al hacer el cuentecito, saco luego la historieta.
Son las dos maneras que tengo de hacer una historieta: bocetos de ideas que me vienen de repente y pequeños cuentos que redacto para llevar a la pintura. Me vienen a la mente a cualquier hora. Por la mañana temprano, la tarde o la noche. Pero prefiero trabajar en un cuarto solo y, mientras más tarde, mejor. En la madrugada, cuando todo está tranquilo y sin ruido.
Hábleme de lo sexual como eje esencial en sus historietas.
Sí, toco mucho la sexualidad. Considero que a través del simbolismo de la sexualidad y lo grotesco doy a exponer lo que somos los seres humanos.
Todo termina para mí en el sexo. Veo nuestra especie nada más que como sexual. Inclusive ahora, que he leído sobre el origen del hombre y la familia, me he reafirmado que el hombre es un primate que trató de separarse del reino animal (para mí lo sigue estando) y que siempre la sexualidad fue clave en su desarrollo evolutivo.
El que frene su sexualidad, no evoluciona. Estanca su pensamiento y se estanca como ser social porque obstaculiza la propia naturaleza de su cuerpo. El hombre es sexo desde que nace hasta que muere. Es poder y sexo. Todo, desde lo más simple hasta lo más trascendental pasa por el filtro del sexo. Es una constante de la que la mayoría no está consciente.
El hombre mediante el sexo comunica lo que verdaderamente quiere. El dinero es sexo y todo lo condiciona el sexo. Según los que saben, uno de los primeros oficios que existió en la humanidad fue el trabajo a través del sexo. Se usaba el sexo para intercambiarlo por dinero.
Las mujeres empezaron a vender su cuerpo y ellas determinaron que su cuerpo tenía un valor en dinero o en especies. Prefiero pensar que fue un acto de decisión suyo y lo veo como un hecho feminista. Veo este oficio muy honorable hasta hoy, siempre y cuando ellas tengan libre decisión de ejercerlo.
¿Y los personajes?
El personaje principal casi siempre es Rigo y Rigo soy yo. Se identifica con cuanta persona conoce en su vida. Puede conocer lo mismo a un médico que a un barrendero, un gran dictador o un gran pacifista. No existe un solo ser humano con el que él no se identifique. Él trata de identificarse con la gente que le cuentan sus experiencias y va asumiendo sus personalidades hasta transformarlas, fusionarlas a la suya propia y envolverlas en la sexualidad.
Como ya comenté, para mí todo tiene que ver con la sexualidad, al punto de que a los demás le resulte absurdo lo que pueda estar planteando. Para mí no son absurdos, son historias reales que las llevo a extremos y trato de darles soluciones, no desde la fe cristiana, sino con visitas extraterrestres que quieran ayudar a resolver los problemas que se le presentan a los demás.
Así es como surge el personaje de Rigo. Es muy polifacético porque son muchas personalidades en una sola con las que él se identifica. Así trato de resolver las situaciones que se dan en la vida real, que pueden ser desde muy sencillas hasta muy complejas, y llevarlas a mis historietas.
Y sobre los extraterrestres, ¿cree que existan?, ¿conoce a personas que hayan tenido encuentros cercanos?
No estoy muy convencido de la existencia de extraterrestres. Realmente nunca he chocado con nada que me haya demostrado que existan ni tengo evidencia de sus visitas.
Ahora, sí creo que existen otros seres que habitan en la galaxia y que han influido de cierta manera en nuestro mundo. Conozco personas que han tenido contacto con extraterrestres, que los han visto y que se han relacionado con ellos, pero no me parecen personas realistas en ese sentido cuando las escucho hablar.
Me parece que es algo de la imaginación de ellos, que igual me sirve para mis historietas. Cuando los escucho expresarse, me identifico con ellos porque creo que todo puede ser posible. No pudiera cuestionarlos, más bien me inspira todo lo que sucede a mi alrededor para realizar mi trabajo.
¿Nota alguna influencia del trabajo artístico en su vida personal y en su salud?
Antes de que surgiera el Proyecto Psicoartecubano y que me tuvieran en cuenta, los materiales los conseguía como podía y era más complejo sostener mi obra. Después, desde el proyecto, me ayudaron con pinturas y pude centrarme más.
En cuanto a mi salud, debo decir que mi familia no era muy funcional. Durante mi adolescencia estuve ingresado dos veces por problemas de psiquiatría que prefiero no detallar. Por suerte, con algún que otro medicamento, que ahora no recuerdo, pude salir adelante. Luego, al fallecer mi mamá, yo tenía 49 años y tuve que resolver mis problemas mentales yo mismo, solo.
Pienso que esto de las pinturas y las historietas son terapias que me sirven para sacar de mi cabeza lo que en ella se está gestando. Todavía vivo problemas familiares muy fuertes. Pero parece que, con la edad y el trabajo artístico, logro sobrepasar estas difíciles situaciones, que van desde económicas hasta de salud. Hace un año que mi hermano murió y sigue siendo duro superar su pérdida.
Me llama la atención los soportes y elementos que utiliza en las obras: cartones de medicamentos, folios escritos, recortes de etiquetas de productos cubanos. Hábleme del significado que puedan tener.
Utilizo todo el material que pueda reciclar para trabajar. Los cartones que uso de los envases de medicamentos y de comida me sirven porque están a la mano, los puedo encontrar en cualquier sitio. De algún modo, estoy mostrando mi propio entorno con todas las carencias, sumadas a mis situaciones particulares y las de otras personas.
Puse en mis piezas todos los envases de medicamentos que utilizaba mi hermanito que era psiquiátrico. Algunos, imposibles de conseguir. Y toda esa agonía, todo ese sufrimiento del paciente, está ahí.
Empleo también las etiquetas de comida para insinuar el hambre que hay detrás. Y luego utilizo colores vivos para enfatizar las historias que cuento. Creo que con ellos logro sustituir los diálogos que tradicionalmente se usan en las historietas mediante globos y textos. A través de los colores, objetos y la misma sexualidad, trato de hacer llegar el mensaje que quiero.
Utilizo también el absurdo en las situaciones que creo. Siempre el mensaje es muy claro, pero hay que estudiar la secuencia para darse cuenta de lo que estoy diciendo.
¿Por qué los números, las cuentas, las faltas ortográficas?
Mis historietas se salen de la tradición de lo conocido. Sobre todo cuando uso números, letras, palabras en español con falta de ortografía y otras en inglés, que escribo como se pronuncian, no como se escriben. Todo esto forma parte de mi cuestionamiento hacia cuál es la posición absurda.
Si alguien es capaz de leer y entender un texto que está dicho en inglés, pero escrito como se pronuncia y no como se escribe, o en el mismo español pero con falta de ortografía, entonces es absurdo pensar que está incorrecto. Sé que ambas cosas van en contra de la academia de la lengua, pero al mismo tiempo, para mí es un absurdo llegar a escribir sin falta de ortografía, o escribir sin faltas el inglés.
Todo este condicionamiento en la lengua y la escritura forman parte del absurdo en que los seres humanos caemos. Al final, lo más importante es que nos podamos entender de cualquier manera.
Igual que los números, aunque no soy jugador, sí noto cómo las personas les dan significados. Ejemplo: el uno es caballo, el dos es mariposa. Uso los números como expresión de lo que quiera decir el personaje de Rigo en las historietas. Y las cuentas son porque no dan. De cualquier manera, no dan.
Me interesa crear un caos que sea entendible. Hasta ahora, todas las personas que conocen mi obra comprenden lo que estoy expresando ahí. Solo hay que ponerle un poquito de inteligencia, no hay que ir a la universidad para entenderlas.
También ha realizado libros y plegables. Coménteme sobre ellos.
A los plegables les llamo acordeón, por la forma que tienen cuando los vas abriendo. Hago libritos porque siempre me ha llamado la atención hacerlos así. De manera que no quede una sola pieza, sino varias en una sola, simple y extendida.
Los libros pueden tener de cinco a diez páginas. Y los acordeones entre cinco, seis y diez imágenes. Los hago para variar y no caer en la monotonía del trabajo plano. Son formas de trabajo sin motivo específico, para cambiar el formato y no aburrirme con lo mismo. Me mata la monotonía.
Tengo entendido que, además de custodio, fue “tanquero”. ¿Qué le llevó a ese oficio?
A raíz de fallecer mi madre, todo se complicó en la familia de una manera mayor de lo que estaba. Tuve que incorporarme a trabajar como custodio, pero aquel salario no me alcanzaba para vivir. Era estar al límite. Y el deseo de pintar y hacer historietas me demandaba materiales que podía buscar en los tanques de basura.
Allí uno puede encontrar libros, revistas, papeles, cartones, pomos y latas que podía recolectar y vender en un sitio de materia prima que ya no existe. Eso hace el “tanquero”: sacar de la basura lo que puede vender o utilizar para su consumo.
Por suerte, una vez que me di a conocer mediante el Proyecto Psicoartecubano, pude empezar a comercializar mis obras y con ello tuve la posibilidad de alejarme de los tanques de basura. Dejé de ser tanquero y custodio porque trabajando mis historietas me da para vivir más tranquilo.
Por eso agradezco al proyecto y a todas las personas que ayudan a que este siga funcionando: Klein, Christian, Juan Martín, todos los que de una forma u otra colaboran con su apoyo y me ayudan a que no tenga que volver a “tanquear”.
¿Sus mayores preocupaciones?
Mi primera preocupación es la comida, tener la facilidad de alimentarme mejor. Además de tener una vivienda decente donde vivir. Tengo mucha inseguridad con respecto al techo que habito. Tengo 61 años y son cosas básicas que me van preocupando. Además de mantener mis pocos anhelos, como conocer otras ciudades: París, New York, Berlín, Moscú.
Si pudiera escoger su realidad, ¿cómo sería?
Si pudiera escogerla y tuviera el medio de cambiar mi presente y mi futuro, me gustaría vivir en un lugar bien apartado. Comunicarme con dos o tres personas, si acaso. Soy amante de los espacios abiertos y vacíos. Todo lo que es multitud, gente, me molesta tremendamente.
Si pudiera, viviría cerca del mar. Me gustaría contemplarlo y que fuera desde una especie de desierto. No me gustan los bosques. Si me dieran la posibilidad de cumplir mi realidad soñada, entonces sería necesario desaparecer, por lo menos, al noventa por ciento de la población. Y dejar al mundo con un mínimo de habitantes que tuvieran una manera de pensar similar a la mía, o que al menos la aceptaran.
Galería
[1] Esta entrevista pudo realizarse gracias a la generosa colaboración del Proyecto Psicoartecubano.
© Imagen de portada: Guillermo Rigoberto Casola Marcos, Rigo.
Federico García Cortiza y su ‘expresionismo biológico’
“Buscaba un modo de trabajar directo, a lápiz, que el dibujo se percibiera y que en cualquier lugar que llegara pudiera coger un pedazo de cartón y un lápiz para ponerme a dibujar. Me parece más complejo dibujar que pintar”.