El ocaso Padilla: sobre un documental no visto

Yo estaba aún en la Universidad de la Habana cuando A. R. me llamó desde aquel antro que era la Casa de la FEU[1]: “¡Oye! Ven rápido que tengo que mostrarte una cosa”. 

Él sabía que por teléfono no se podía hablar mucho y mucho menos por el mío. Allí, en los bajos, entre el patio y la casita, A. R. saca de su bolso un libro, una edición conmemorativa del poemario Fuera del juego con documentos del caso Padilla. Una joya que se obstinaba en esconder de la vista de todos. 

Yo, personalmente, no sabía cuán poderoso era ese documento hasta que comencé su lectura. Mi interés, más que literario, era tratar de entender y leer la injusticia, el desatino político, la tortura, las atrocidades bien pensadas y maquinadas por el brazo siniestro de la cultura revolucionaria. Los relatos, epistolarios, posiciones y discusiones allí publicados eran ejemplo de un nivel más profundo del “realismo socialista”: el “realismo castrista”.

—Este libro recibió el premio Julián del Casal en 1968 —me dice A.R. 

—¿Y por qué lo prohibieron? —pregunté inocentemente. 

—Por haber recibido el premio Julián del Casal —me responde con sarcasmo—. En el jurado estaba Lezama Lima. Este libro es explosivo. 

La educación y la cultura, elementos faro, que serían silenciosamente despreciados por el poder.

En mis lecturas y diálogos que tuve con el libro y con amigos, no pude dejar de hacer un salto de muchas páginas e ir a los documentos. A modo de introducción, a treinta años de Fuera del juego, el mismo Heberto Padilla había escrito: 

Mi encarcelamiento en 1971 marcó un hito en las relaciones del régimen revolucionario cubano y la cultura internacional. Figuras relevantes del arte y la cultura de todo el mundo rompieron con los métodos represivos que el régimen cubano emplearía sistemáticamente para reprimir la libertad de expresión. Sartre, Simone de Beauvoir, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, Susan Sontag, Juan Goytisolo, Federico Fellini, Marguerite Duras, Alberto Moravia y otros 72 escritores y artistas condenaron los métodos totalitarios de Castro y nunca más volvieron a la isla. Lo que vino después fue una política de hostigamiento que ya ha durado treinta años.

Luego de comerme a dolor aquellos textos, salí a autoflagelarme, a crear en “obra” lo leído, lo pensado, lo sufrido. Realicé Balsas y horizontes, un cortometraje edulcoradamente disidente y contrarrevolucionario, de una tremenda mediocridad, cuyo sujeto cinematográfico era la voz de un Heberto (Raudel Collazo) que decía:

A aquel hombre le pidieron su tiempo
para que lo juntara al tiempo de la Historia […] 
Le pidieron el pecho el corazón los hombros.
Le dijeron 
que eso era estrictamente necesario.
Le explicaron después 
que toda esa donación resultaría inútil 
sin entregar la lengua, 
porque en tiempos difíciles
nada es tan útil para atajar el odio o la mentira.

O gritaba, aunque nadie lo oyera —a Heberto—, y en aquel momento me oyeran a mí: 

Di la verdad,
Di, al menos, tu verdad.
Y después 
deja que cualquier cosa ocurra.

Y es que ese libro, esos sucesos, esos testimonios han sido por mucho tiempo una leyenda que circula entre los grupos de cierta “intelectualidad alternativa” cubana porque son una de las tantas grandes manchas de Castro. 

Ese día, en realidad, era Fidel quien hablaba en el cuerpo de Padilla.

La autocrítica de Padilla es una expresión, in extremis, del llamado lavado de cerebro. Solo que a él no le lavaron el cerebro. Padilla utilizó el jabón Candado revolucionario para dejar a la Revolución, por un momento, tomar su lengua y su cuerpo, y flotar en un cielo nublado de palabras demenciales. Era esa la realidad propuesta por el Gobierno Revolucionario para aquellos que, con su arte y cultura, se insurgiesen.  

Mas no era solo la “autocrítica” de Padilla lo que había generado malestar y oscuridad en 1971. Era también el I Congreso de Educación y Cultura, iniciado el viernes 23 de abril, que había traído “entusiasmo en el pueblo”, vigilancia en las instituciones y temor en el arte. Esa semana, la Seguridad del Estado cerraba sus filas y ultimaba detalles para la máxima expresión de la dictadura y el autoritarismo: la educación y la cultura, elementos faro, que serían silenciosamente despreciados por el poder. 

Así, el martes 27 de abril, Heberto Padilla, luego de una breve introducción de José Antonio Portuondo, representante de la buena voluntad del “resplandor” de la Revolución, toma la palabra. Haría su autocrítica con una camisa de mangas largas, sudada. Pocas veces se secó el sudor Heberto, a pesar de sus espejuelos y su miedo. 

Su discurso fue una autoflagelación pública. Ese día, en realidad, era Fidel quien hablaba en el cuerpo de Padilla. La gestualidad y las palabras eran aberrantes: “Yo compañeros, como he dicho antes, he cometido errores imperdonables. Yo he difamado, he injuriado constantemente la Revolución, con cubanos y extranjeros”.[2] Porque contra la Revolución, ni pensar. Es precisamente por pensar que la Revolución odia. 

El único que no pasó, al menos no visiblemente, por aquel lugar, para escuchar y sentir el dolor y el horror de un Padilla encalzoncillado, fue Fidel Castro.

Aun no siendo escrita por su mano, ese hablar clamaba por su alma: “Esas fueron mis torpezas, y en realidad esto es el centro de mis errores: el deslumbramiento por las grandes capitales, por la difusión internacional, por las culturas foráneas; este es el punto de partida de todos mis errores; errores de los que yo quiero hablar y hablar y hablar, como todo hombre, que quiere liberarse de un pasado que le pesa”.[3]

Autocuestionamiento, juicio y ejecución sobre su ser, sobre su persona. Una especie de hechizo tenían esas palabras: “yo temo, sinceramente, que mi experiencia, que todas las cosas que yo he sufrido y toda la vergüenza y el bochorno que he sentido durante estos días, no sean suficiente para que cada uno de mis amigos escritores las sienta, las experimente como las he sentido yo.[4]

Heberto contó sus días como cada prisionero, como cada encerrado: 37 días, 37 días en la Seguridad del Estado. Pasó ese tiempo en la Institución y con la Institución. El único que no pasó, al menos no visiblemente, por aquel lugar, para escuchar y sentir el dolor y el horror de un Padilla encalzoncillado, fue Fidel Castro. La Seguridad del Estado era la voz y el brazo de una mente que, en los años 70, terminó de torcerse con la locura del poder. 

Nos dijo que él había visto la autocrítica. Pocos le creímos; era imposible. Hasta que nos susurró: “La vi con Abel Prieto”.

Años después, en 1983, Padilla declararía en Francia, en la emisión literaria Apóstrofes:

Yo lo hice porque era la sola alternativa que yo tenía para apoyar a mis amigos […]. Entonces, ellos me propusieron [Seguridad], luego de haberme golpeado, por supuesto, de muchas maneras y de haberme torturado moralmente de todas las maneras posibles; ellos me propusieron de escribir una carta, porque yo había generado una reacción internacional muy negativa para la Revolución cubana. En ese momento, yo mismo, yo estaba del lado de la Revolución, yo no estaba contra la Revolución. Entonces, yo leí la carta que ellos me propusieron de firmar; yo descubrí que yo no decía nada ahí, que no había acusaciones criminales legalmente; y entonces yo me dije, ¡hay que hacerlo! Era la única alternativa, hacerlo. La carta, la autocrítica en el seno de la Unión de Escritores, fue exactamente la repetición, de memoria, de esa carta.[5]

Sería Reinaldo Arenas el que nos invitaría a la comprensión:

Durante 10 años, Padilla, al igual que el Winston de Orwell, vivió vaporizado en Cuba, hasta que en 1980 logra trasladarse a Estados Unidos. Recuerdo sus palabras en el discurso pronunciado en la Universidad Internacional de la Florida en 1980. Allí Padilla dijo, aludiendo a su obligada retractación, que tuvo que hacerla, “porque cuando a un hombre le ponen cuatro ametralladoras y lo amenazan con cortarle las manos si no se retracta, generalmente accede; ya que esas manos son más necesarias para seguir escribiendo”.[6]

El mismo Arenas, que también fue invitado a la autocrítica, remarcó, con ese mirar que solo él tenía, la presencia de las cámaras ese día. ¿Por qué filmarlo? ¿Para qué? ¿Para quién? Escribe sobre una retractación obligada —y filmada—: “esta vez el espectáculo era además filmado; lo cual de paso nos enseña que el avance de la técnica no tiene por qué disminuir el de la infamia.[7]

Devorar el archivo con todos los sentidos, en un voyerismo sobre la violencia infligida en el cuerpo y la mente de un ejecutado.

Yo fabularía. Diría que fue filmada para que lo viese, tranquilo en el silencio y en lo desconocido de la chambre noire, Fidel. Así, el viernes 30 de abril, en la noche, Fidel Castro cerraba el Congreso con un discurso donde dejó sentir su voz, su oralidad de hombre desquiciado de rabia, con ansias de venganza y prepotencia de dictador: 

Y desde luego, como se acordó por el Congreso, ¿concursitos aquí para venir a hacer el papel de jueces? ¡No! ¡Para hacer el papel de jueces hay que ser aquí revolucionarios de verdad, intelectuales de verdad, combatientes de verdad! Y para volver a recibir un premio, en concurso nacional o internacional, tiene que ser revolucionario de verdad, escritor de verdad, poeta de verdad, revolucionario de verdad. Eso está claro. Y más claro que el agua. Y las revistas y concursos, no aptos para farsantes. Y tendrán cabida los escritores revolucionarios, esos que desde París ellos desprecian, porque los miran como unos aprendices, como unos pobrecitos y unos infelices que no tienen fama internacional. Y esos señores buscan la fama, aunque sea la peor fama; pero siempre tratan, desde luego, si fuera posible, la mejor.
Tendrán cabida ahora aquí, y sin contemplación de ninguna clase, ni vacilaciones, ni medias tintas, ni paños calientes, tendrán cabida únicamente los revolucionarios.

Más allá de unas palabras a los intelectuales, eran gritos de ataque a las hordas, al populacho. Ser (no) revolucionario era sinónimo de condena y muerte. Lo curioso es que, fuera de las personas que estaban en ese lugar, no hay un rastro del archivo audiovisual de la autocrítica. Solo quedaban el texto retractado y el murmullo de aquellos que leyeron y experimentaron aquella situación.  

Pero hace algunos años, en una de esas casas con seudotertulias en El Vedado, un amigo me hablaba otra vez de todos esos sucesos. En ese momento llegó J. P. y nos dijo que él había visto la autocrítica. Pocos le creímos; era imposible. Hasta que nos susurró: “La vi con Abel Prieto”. ¿Solo Abel Prieto y J. P. la vieron?, me pregunté en aquel entonces. 

¿Cómo el director obtuvo el archivo original? ¿Cómo no ensuciarse al menos la punta de los dedos, con tanto polvo almacenado en esos celuloides?

Sin embargo, hace apenas unas semanas, junto con un extracto de ese archivo —publicado en Youtube, en diciembre de 2020, por Hamlet Lavastida—, sale El caso Padilla, una película documental realizada por Pavel Giroud; cuyo tráiler nos hace esperar una revelación última de esos sucesos. 

El carácter algo sensacionalista de su edición nos hace percibir gestos y voces conocidas, nervios y miedos en los rostros del público de aquel día. Es un tráiler que nos hace querer devorar el archivo con todos los sentidos, en un voyerismo sobre la violencia infligida en el cuerpo y la mente de un ejecutado.

No obstante, el título del filme me hace dudar: El caso Padilla, no; más bien La autocrítica de Heberto Padilla. Por eso quise ver a través de los ojos de la prensa, de aquellos que ya vieron la obra sobre la tortura; quise saber lo que había expresado el propio Pavel Giroud. 

Examinando cada titular, encontré en La Nación: “Una historia con ecos en la Cuba de hoy”; en El Mundo: “La imagen del testimonio perdido que desmonta a Fidel Castro”; en Variety: “El golpe más sorprendente de “El Caso Padilla” es la recuperación del material filmado, de la retractación de Padilla, enterrado en un archivo gubernamental cubano durante 50 años”. 

Los titulares reflejaban de manera indirecta aquello que no podía dejar de preguntarme: ¿Cómo el director obtuvo el archivo original? ¿Cómo no ensuciarse al menos la punta de los dedos, con tanto polvo almacenado en esos celuloides? ¿Por qué ahora? ¿La Revolución se define vulnerable hoy? ¿Esa filmación era un archivo del ICAIC? ¿Estaba este archivo en el ICAIC?

Pavel Giroud es, aunque a veces no lo parezca, un revolucionario.

Las respuestas de Pavel Giroud llegarían desde diversos medios. A la AFP, declaró: “Lo que llegó a mis manos fue una copia en una cinta de video, no el negativo original […]. El destino quiso que llegara a mis manos, porque también fue accidental, no fue buscado por mí, aunque ya yo tenía interés hacía mucho tiempo en el caso Padilla”. 

Por otra parte, en el Festival de Cine de San Sebastián, en el espacio Horizontes Latinos, una periodista lo interrogaba: “Precisamente, el documento ha estado 50 años […] sin saber […] oculto […] ¿Cómo tuviste acceso a este documento?”. Solo un revolucionario fiel pudiese haber tenido acceso directo a esta cinta y enviarla a las manos del realizador. Aunque Giroud responde: “Llegó a mis manos por azar, pero no puedo contar más sobre eso”. Cierto es que Cuba puede ser a veces el maravilloso mundo de los azares. 

Pero Pavel Giroud no es un realizador; es un metteur en scène que ha podido llevar su arte a premiaciones en muchas partes del mundo. Las instituciones cubanas lo estiman por la grandeza de sus obras; incluso, con su filme El acompañante representó a Cuba en la carrera a los Oscar y a los Goya. 

Giroud no es un realizador joven de la Muestra; es un cineasta consagrado y querido por el público cubano. Es de esos realizadores que, en un forcejeo de criterios con el ICAIC, logra que la institución actúe de una manera “lógica y funcional”.[8]

Parece tratar a los criminales como un ente omnipresente que ya estaba allí, que nunca desaparecerá, que es una realidad perenne.

Entonces, según las propias palabras de Fidel Castro que han determinado el rumbo cultural cubano hasta hoy, Pavel Giroud es, aunque a veces no lo parezca, un revolucionario. Pues, “ para volver a recibir un premio, en concurso nacional o internacional, tiene que ser revolucionario de verdad”, y mucho Coral ha recibido Giroud. 

¿Cómo puede entonces un “revolucionario de verdad” exponernos un documento “contrarrevolucionario”? ¿Cuál será el ángulo que contempla el realizador en su documental sobre el horror de un hombre “fuera de la Revolución”? ¿Qué pensaría ese Padilla de ser “refilmado” por un prodigio de la Revolución? 

En tiempos donde las masas parecen cuestionar el “estar en contra” o el “estar a favor”, ¿cómo se analiza el supuesto “estar en contra” —desde lo horrendo del caso Padilla— de las manos de quien, por su filmar, actuar y pertenecer, siempre ha parecido “estar a favor”? 

Artísticamente, el documento audiovisual tiene un valor testimonial importante sobre los horrores cometidos por la Revolución y por Fidel. El material en sí mismo cuenta una historia; pero, ¿cuál es la que cuenta la ficción del guion que lo rige?

El juicio, la condena al régimen, es la “película” en sí misma, desde la voz de Padilla hasta el sudor de su camisa.

En esa misma entrevista en San Sebastián, la periodista continúa preguntándole: “¿Cómo un creador se puede sobreponer a una situación de estas?”. A lo que Giroud responde, tal vez un poco evasivo por ponerse en la piel de un artista apagado:

No ya un creador, Galileo Galilei estaba convencido que la Tierra era esférica y les dijo a todos que era plana […]. Esto ha ocurrido siempre. Yo no sabría […] mientras hacía la película, todo el tiempo me preguntaba qué haría yo en su lugar. ¿Haría lo mismo? Y estoy convencido de que sí. Tiene que ser terrible estar un mes en la cárcel. Además, cárcel de alta seguridad. La cárcel de la inteligencia cubana que tiene recursos para desestabilizarte completamente. Es lo que ocurrió. Yo creo incluso que este hombre tuvo la sangre fría de ironizar. Hay que tener la sangre fría para decir cosas ahí de la manera en que él las dice. Todo el mundo debate si a él le habían hecho un lavado de cerebro o estaba siendo sincero; si el miedo lo hizo mentir o si estaba efectivamente, como él ha dicho siempre, enviando mensajes a sus colegas e ironizando.

Lamentablemente, el realizador no responde la pregunta, pero nos deja entrever, en parte, su visión y sentir. Dice que “esto ha ocurrido siempre” y es ese “siempre” el que los hijos de la Revolución hemos tenido, pues fueron Fidel, la Revolución y su aparataje represor los creadores de un Heberto en nervios. 

Aún trabajando con materiales que pudiesen ser pruebas irrefutables de crímenes y atentados contra los derechos fundamentales de un ser humano, Pavel Giroud parece tratar a los criminales como un ente omnipresente que ya estaba allí, que nunca desaparecerá, que es una realidad perenne para el pueblo cubano y para aquellos que estén en su lugar. “En la cuestión ideológica, también tenía muy claro que yo no iba a hacer una película condenatoria; que mi juicio no iba a estar en la película. Tenía claro que iba a exponer un suceso y que el propio público fuera quien completara el discurso”. 

Mientras se editaba esta obra, Heberto no existía. Estaba en su lugar Padilla como personaje.

La periodista parece complacerse con esta respuesta. Años después, los ojos cubanos siguen sin querer mirar el sol de frente, por miedo a cegarse. Pero sentirse en libertad es pensar “si debieran o no” acontecer hechos violentos como estos a cualquiera.

¿Cómo no condenar lo sucedido a Heberto? ¿Cómo no condenar 37 días de injusticia, años de represión y décadas de fugas y persecuciones? ¿Cómo no condenar a la Revolución, a sus dirigentes, a Fidel Castro por tales sucesos y otros tantos? El juicio, la condena al régimen, es la “película” en sí misma, desde la voz de Padilla hasta el sudor de su camisa. El público de ese filme, de esa filmación, de ese día, no precisa completar nada. 

Sin embargo, Giroud argumenta: “A la vez que Padilla entra en mi zona, es un personaje cinematográfico, como lo es Fidel Castro, como lo es todos los demás. Son personajes y los trato como personajes”. ¿Al convertirse en personajes, la realidad de los hechos, la continuidad de la historia, es borrada, desparecida, obviada? ¿No tiene cada artista una responsabilidad con su obra, con su tiempo, con Cuba? ¿Es también el espectador irresponsable y antipático con los sucesos e historias mostradas en este documental? 

El archivo original parece durar unas 4 horas. Ese es el documental, la película de cinéma vérité. Podría, incluso, ser ese el corte del director de El caso Padilla.

Podría entenderse entonces que, mientras se editaba esta obra, Heberto no existía. Estaba en su lugar Padilla como personaje, con un rol preciso, un papel a cumplir en la imaginación. En su exposición en salas, ¿no veré yo un Heberto sufrido y torturado?; ¿veré un Padilla, comentado por otros archivos, que “habla y habla y habla”, un hombre irreal, un suceso inexistente y ficticio?

El archivo original parece durar unas 4 horas. Ese es el documental, la película de cinéma vérité. Podría, incluso, ser ese el corte del director de El caso Padilla: 4 horas completas, realizadas por Pavel Giroud. Porque, ¿cómo nutrirse sin memoria histórica?, ¿cómo pensar olvidando?

Con dolor, espero para ser voyeur perverso del sufrimiento de un hombre que parecerá no haber existido. Temo el olvidar, el banalizar, el normalizar. Temo la desaparición y el recorte de la Historia. 


© Imagen de portada: Heberto Padilla (fotograma).




Notas:
[1]   Casa Estudiantil de la Universidad de la Habana, sita en calle K y 27, El Vedado, La Habana.
[2]   En Casa de las Américas, año XI, no. 65-66, marzo-junio, 1971, pp. 191-203. 
[3]   Ídem.
[4]   Ídem.
[5]   “La Liberté d’écrire”, en Apostrophes, Archives INA, 1983.
[6]   Reinaldo Arenas: Necesidad de libertad, Kosmos, México, 1986.
[7]   Ídem.
[8]   Luz Escobar: “Portándose bien, poco se ha logrado”, en https://amp.14ymedio.com/cultura/Portandose-bien-logrado_0_1846015382.html.




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Jafar Panahi frente al espejo

Antonio Enrique González Rojas

Para los rectores de la República Islámica, la única manera en que el mundo tiene sentido es que Panahi no filme. Para Panahi, la única manera en que el mundotiene sentido es filmando.






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17 Comentarios
  1. Pura especulación sobre una película que no ha visto. Puro extremismo el de colocar a los cineastas automáticamente en bandos. ¿Acaso La Muestra no era también del ICAIC? ¿Demerita en algo eso a todo el talento que se dio a conocer en ese evento? ¿Los cineastas que pasaron por la Muestra y luego obtuvieron un Coral son piezas del sistema solo por haber sido premiados? Nos puede gustar o no el cine de Pável, pero debemos ver la película para hablar con propiedad de ella. Por el momento, las críticas que he leído de gente que sí la ha visto son muy buenas. Este escrito me recuerda a aquellos críticos de Cuba que se dedicaban a lavarnos el cerebro antes de cada película conflictiva. Es lo mismo, solo que del otro bando.

      1. Especulación? Dónde? Envidia? Qué frase, párrafo o fórmula refleja “envidia”. No sé si realmente Salieri despotricóel Requiem ; un mito de hollywood más. Ni Giroud está al nivel de Mozart, ni el autor se pretende un Salieri. Musicalmente sería una “oreja crítica”, just that

      2. “Envidia de manual” qué tipo de envidia es? Y,cuál o cuales elementos del escrito relevan de envidia o de desear lo del otro? Lo de Salieri y Mozart es un mito de Hollywood. Luego, respete a Mozart al compararlo con Giroud.

        1. Y Salieri es más grande que Mozart en la ficción -la ciencia ficción- de Orlando. ¿Quién no sabe que esa rivalidad exagerada y que esa envidia visceral es un made in Hollywood? Lo cierto es que como referencia a este artículo es inmejorable.

    1. Los bandos no los colocó el autor, sino Fidel Castro. La Muestra es también del ICAIC,pero ha sido cubade nuevos pensamientos (antes de la salida de Fernando Perez) . Los Corales no son solo premios, es el más grande reconocimiento de la industria cinematográfica cubana (y Revolucionaria) un acto “vanguardista” sería rechazarlo. El análisis de la película no fue hecho pues precisamente como dice el título “un filme no visto”. La película es ininteresante al lado del archivo de la autocrítica en sí mismo. “La gente que si la ha visto” puede decir lo que les parezca, el texto no trata de “una opinión personal”. De qué época habla cuando se refiere a “los criticos de Cuba…” en Cuba “los críticos” responden en su mayoría al régimen y los filmes “conflictivos” poco eran expuestos y con repercusión negativa. No debería existir bandos cuando se reconozca que en Cuba hay una dictadura.

  2. Lo de Cuba es mucho más cruel y enfermizo que una dictadura. Su daño es tan profundo, que algunos sueñan con una patria sin bandos. Perdón, pero ya hemos tenido 63 años del experimento » si no piensas como yo te hago talco». Usted tiene el derecho a escribir lo que quiera y yo ha emitir mi criterio. ¿A que es lindo? Si algo le agradezco, es que ahora tengo muchas más ganas de ver esa película.

  3. Un artículo lleno de hipótesis y pretensiones de manchar al autor de la película. Lo llamo autor, un nivel superior al de director, acertadamente o no, por la autoridad que me da haber visto la película, contrario al firmante de este texto que parece cumplir el encargo de un poder similar al que doblegó a Padilla. Es una obra que trasciende a la autocrítica de Padilla ( muy leída por mi) Es el retrato del poder gracias también a los extras incluidos y al gran trabajo de montaje que ha hecho Su director-montador. Si fuese todo lo que el autor del artículo dice, da igual. Otros privilegiados no lo han hecho. Chapó por su valentía y talento. Ninguna dictadura se salva con esta película, es un mazazo al castrismo en el que un día (lejano) creí. .

    1. Precisamente en abril, pero de 1933, Joseph Goebbels invita al realizador Fritz Lang al Ministerio de Propaganda. Allí Goebbels le dice : “ Señor Fritz Lang, el Fürher ha visto sus películas, a él le gustan mucho y dijo que “es el hombre que hará para nosotros el filme Nazi”.” Fritz Lang entró en sudor, le agradeció y le dijo : “Señor Goebbels, yo no sé si usted sabe pero mi madre es católica pero de padres judíos. A lo que Goebbels le respondió con una sonrisa : “Pero Señor Lang, aquí, los que deciden quien es judío o no, somos nosotros”. Luego de esta conversación Fritz Lang huyó de Alemania nazi para más nunca regresar.

      1. Justo te comportas como Goebels, definiendo quién es o no es. Para suerte del arte cunano no tienes su poder, aunque muchos como tú, lo tengan. Mira, asume lo de envidioso, que al fin y al cabo es una conducta humana y no todo lo demás de lo que se pudiera acusarte. Hay que tener muy pocas luces para pensar que de alguna manera a la dictadura le conviene sacar algo así. Justo lo piensas porque no la has visto. Y porque te mueve algo muy visceral respecto a giroud, sus logros, su obra o quizás simplemente el hecho de que haya hecho lo que tu soñaste hacer: el caso Padilla. Te queda confirmarte con “el ocaso”

        1. Señor, la envidia por más que sea un sentimiento humano no es necesariamente negativa ; luego, sería el caso si el sentir del escrito fuese personal, pero afortunadamente es cívico. Yo no soy cineasta, entonces no es mi trabajo hacer o des-hacer materiales fílmicos. La tesis no implica un interés alguno de demostrar la conveniencia del gobierno cubano con esta película. La dictadura ya no tiene como «ajustar» conveniencias, la dictadura está muerta ; el Partido Comunista hace tiempo desacreditado, entonces no hay nada que probar o demostrar o suponer. Mi cuestionar es justo y con la misma justeza y justicia traté al realizador Giroud ; lo que sì no se puede, y en esto se precisa ser categórico, es olvidar ; borrón y cuenta nueva no es una opción positiva para Cuba. Los logros del realizador Giroud son sobretodo «en Revolución» y «desde la Revolución» a pesar de la cierta «internacionalidad» de sus películas ; no hay un «sueño» de hacer un filme sobre Padilla, mi interés con Heberto Padilla y su obra va de lo personal, de lo intelectual, de lo espiritual ; que filmen los filmadores y editen los editores, no hay pretensión ninguna. Y de ser como usted comenta, entonces sì, la preferencia sería el ocaso, «ocaso» que hace referencia a lo escrito por Reinaldo Arenas sobre Padilla, ocaso que también es referencia de la historia del pueblo cubano durante estos 63 años. Quedarse entonces en el ocaso podría ser, incluso, una posición disidente.

  4. Este es uno de los ejercicios de maledicencia más absurdos que he visto. Claro que no puede haber crítica al documental porque el mismo autor afirma no haberlo visto. Pero hablar sobre el director solo desde sus declaraciones a la prensa, arrojando acusaciones, es muy mala praxis. No hay más que manipulación en este texto, fácil de demostrar: solo hay que seguir la nota que lleva a 14ymedio, para ver que Anthony Bubaire ha sacado de contexto las palabras de Giroud, acusándolo de negociar con la directiva del ICAIC, sin decir que oraciones antes, Pavel contaba que su película El Acompañante había estado censurada y la oficialidad cinematográfica se negaba a ayudar en su producción. Este texto no es hablar sobre el documental ni sobre Padilla. Es hablar mal de alguien, en este caso de Pavel Giroud. Lo cual, y coincido plenamente con quien lo dijo más arriba, muestra a un ser envidioso y frustrado. Querer vivir de estarse haciendo el realizador reprimido y censurado en contra de los demás, es ridículo. Ahí está la Santa y Andrés de Carlos Lechuga para demostrarlo, que y quien sufrieron más censura y acoso que Bubaire, y no por ello deja de ser una obra de excelencia. ¿Nadie relacionado con la publicación de este texto cuidó de leer un poco más allá? Es una pena que las publicaciones independientes, esta entre ellas, terminen fomentando la división entre cubanos. No obstante, es útil este texto, en el sentido que nos deja ver que el señor Bubaire no tiene interés en Cuba ni en la Historia que tanto dice defender, y sí mucho interés en hacerse notar. No es este más que uno de los tantos hijos corrompidos por la fuerza oscura de la revolución, de ahí que acuse, difame y manipule. Pero que no se preocupe, porque donde quiere que esté, Fidel lo contempla orgulloso.

    1. No creo que hayan habido acusaciones lanzadas. Las palabras del realizador en 14ymedio fueron esas “lógica y funcional” cómo existe esa posibilidad de lógica y funcionalidad con una institución como el ICAIC donde en los años de Giroud reinan Roberto Smith y Ramón Samada ambos duros censores en la “industria”. El texto propone preguntas a partir de hechos ; no pretendamos irnos por lo personal en cuanto al tema Cuba, too easy. El acompañante no iba a presentarse para la carrera de los Oscars? Representando a qué y a quien? No creo que el texto releve de “realizador reprimido y censurado” precisamente, se muestra que “la cinematografía” no es un aval de no sé cual cuestión. La lucha por una Cuba libre no se trata de una competencia de quien han censurado más la censura de cualquier grado y nivel es censura, por lo tanto, negativo. Ahora, los artistas realmente censurados y perseguidos en Cuba han tenido que esconderse para filmar o escribir, ahí está El Sexto, Arenas o Nicolasito, por ejemplo… “La división entre los cubanos” palabras clave de la nueva ola del Revolucionarismo, que aún sigue ahí. El poder del comunismo de Fidel es ese, “hay que estar todos unidos” fuera de la verdad, “unidos” fuera de individualidades ; “unidos” fuera de la independencia ; “unidos” y sumidos. Es cierto, no hay interés en la Historia de la Revolución, que acaba en “Revolución en el Poder”. La Historia de Cuba no empieza en el 59’. Fidel esta muerto señor, recuérdelo cuando recuerde y perciba el horror en el que está y ha estado siempre, precisamente a partir del 59’.

      1. Anthony -sin que te sientas ofendido: esta película es más importante para esa Cuba libre a la que te refieres y con la que soñamos, que tu(s) escrito(s). Esta película está paseándose por el mundo entero desnudando al castrismo. Eso es lo importante de ella, es lo que elogio yo y lo que elogia todo lo leído por mi, excepto tu artículo. Lo execrable de tu artículo es que pretendas inútilmente demeritarla sin haberla visto, por supuestos tuyos o por tu opinión sobre Giroud y su obra anterior. Giroud, aunque te duela, trasciende a Cuba y esta película por lo que veo es española. El premio Coral lo han obtenido grandes cineastas y no he visto rechazarlo a nadie, ni a Iñarritu ni a Tomás Gutierrez Alea, ni a Fernando Perez ni a Fernando Meirelles ni a Alfonso Cuarón ni a Juan Pablo Rebella ni a Carlos Lechuga ni a Pablo Larraín ni a Claudia Llosa y un infinito etcétera. Tú tampoco lo hubieras rechazado, pero la opción de que pudieras optar a él, parece imposible por ahora, dado el alcance que tu obra ha tenido.

      2. Nicolás Guillén Landrían ( a quién te refieres y de quien me declaro admirador incondicional) era un documentalista del ICAIC. Su cine no fue privilegiado de cara a la exhibición, pero fue creado en el ICAIC, fue producido por la institución. No tuvo que esconderse para hacerlo. Yo lo conocí en su periodo de mayor esplendor.

        Tampoco he visto que Giroud, quien en más de una entrevista ha dejado claro que jamás figuró en la plantilla del ICAIC y siempre ha sido un cineasta independiente «sin nómina»—según su reciente intercambio con Ian Padrón, se las de de censurado o perseguido. En otra entrevista reciente dice que se fue de Cuba porque tocó techo como creador y no por perseguido, como alegan otros co-generacionales suyos.

        Ambos realizadores forman parte de mi estudio sobre vínculo institucional e independencia creativa en Cuba, algo en lo que evidentemente y con todo derecho tú no crees, pero a lo que yo le doy mucha valía.

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