Localización 5/7 en la #diásporacubana de jóvenes artistas: ubicación mediante una variable de justificada recurrencia. Esta vez he seleccionado a Lorena Gutiérrez, radicada en Madrid.
En síntesis, defines tu obra como “un sondeo de las relaciones, los nexos y las dependencias del poder político con la sociedad a la cual se debe”. ¿Cuánto ha perfilado tu trabajo el hecho de no permanecer en Cuba?
Mi aprehensión de la realidad se ha visto modificada, creo que para bien, sobre todo porque he ampliado mi cultura política. Mi trabajo también se ha enriquecido. Las circunstancias gassetianas, esas que complementan y condicionan el yo, son determinantes en los cambios de perspectivas que ya se están viendo en mi obra y que serán mucho más marcados en el futuro, estoy segura.
Hay cuestiones que han incidido mucho en la forma en que ha ido evolucionando mi trabajo: al principio me llamó muchísimo la atención la capacidad de réplica de los ciudadanos ante cualquier medida propuesta por el gobierno, así como todos los recursos que tienen para ser escuchados. Luego, cuando comenzó el aislamiento debido a la pandemia, consumía mucho las transmisiones directas que hacían los Jefes de Estado de todas partes del mundo, y veía cómo ese espacio virtual se convertía en la tribuna de cualquiera, o cómo con un simple clic enviabas un estado de ánimo que iba rumbo a un vacío infinito: las redes sociales se convirtieron en un espacio de desahogo para todo aquel que tenía acceso.
Mi percepción desde aquí es que en Cuba, sin embargo, los emojis y hashtags no flotan en la nada, sino que sirven a las instancias superiores como termómetro social, para modificar cualquier decisión tomada.
Las circunstancias, como mencionaba anteriormente, te dan una apertura de miras que cambia la perspectiva de cosas que antes solo acariciabas en la superficie. Todo este tiempo en el que he tenido mucho más acceso a la información, lo he aprovechado para estudiar más: así como los museos y las galerías son mis lugares comunes de paseo, también lo son las librerías, donde me descubro escudriñando los lomos de la mejor literatura universal con la esperanza de encontrar algún autor cubano, quizás olvidado, quizás censurado, quizás desconocido… Y es tal la alegría que difícilmente consigo no llevármelo, y así, mientras estoy viviendo en otro país, el mío, aquel, vive junto conmigo. Y es que hay lugares que nunca te abandonan.
En ese ir y venir por las librerías, te das cuenta de que en lugares como este, donde la información está a la distancia de un vano tecleo y un clic, sobre todo porque está en constante actualización y en constante reedición, ya ese saber “acumulado y sumo” está infravalorado, ya nadie pretende atesorar varios tomos de libros con definiciones probablemente caducas, salvo para decorar libreros que nunca van a tocarse.
Yo vuelvo otra vez a esos objetos que ya han quedado en el concepto de adorno, como hice una vez con los medalleros militares. Las enciclopedias constituyen para mí, ahora, un nuevo fetiche. Veo cómo se abarrotan en los estantes, sobre todo en las librerías de segunda mano, con carteles de “No aceptamos más enciclopedias”. Cuasi Síndrome de Diógenes, me he dedicado a recopilarlas: me he puesto como meta llegar hasta cien, para así crear una gran instalación.
Lorena Gutiérrez, El orden de los factores, 2019.
Para otra obra también he estado evaluando, en todas las ediciones obsoletas que ya tengo, conceptos y definiciones inamovibles; y así, también a partir de las enciclopedias, creé Súmulas, ínsula, ínfulas. Nunca había hecho una pieza que hablara explícitamente de Cuba, siempre he trabajado a partir de sus problemáticas para indagar de manera más global, pero en esta ocasión, tomando distancia, comencé a reflexionar sobre la imagen que se ha “vendido” de la Isla: cómo se han mostrado con vanidad y orgullo los propios bienes, actos y cualidades, y me he dedicado a compilar definiciones editadas desde los años 30 hasta hoy en día, capturándolas fotográficamente. Las imágenes sosas y descoloridas de las letras estampadas en el papel, las he “adornado” con el confeti de las fiestas y los cumpleaños: el mismo confeti que Cuba lanza sobre sí misma para aparentar lo que no es. Y ahí regreso a los cubanos que son paradigmas: a ese choteo de Mañach, a esa fiesta innombrable de Lezama.
Aún no he concientizado completamente cuánto han calado estos casi dos años en Madrid, y cuánto han influido en mi trabajo. Siempre me he enfocado en temas estrechamente vinculados a mi país y su realidad, pero igualmente frecuentes en otras latitudes. No son hechos específicos de un lugar o de otro: son fenómenos similares que, aunque modificados por su contexto concreto, geográfico, social, histórico, mantienen muchos elementos en común. Son realidades locales, pero perfectamente aplicables a otros países y sociedades, actuales, pasadas y seguramente futuras.
Desde diciembre del 2019 empecé a hacer una investigación a partir de aquellos túneles creados en La Habana para albergar a la población en caso de un ataque nuclear; me preguntaba quiénes serían los “elegidos” para ocupar aquellos limitados metros cuadrados. Como siempre he cuestionado sobre los diferentes estratos sociales, ideé una pieza a partir de los respiraderos de esos túneles (algunos de los cuales aún se pueden ver en algunas calles del Vedado). Concebí la pieza variando la altura y los colores de los tubos de acero oxidado que sobresaldrían en la superficie para permitir la respiración. Me imagino que una forma de decantar sería a través de las profesiones, lo que garantizaría una reconstrucción civil a posteriori, pero ya hoy en el mundo se están construyendo búnkeres de lujo, donde pueden vivir hasta diez personas durante un año; búnkeres a los que solo podrán acceder los estratos más altos de la sociedad. Así que siempre existirá una segmentación, y obviamente solo algunos serán favorecidos.
Lorena Gutiérrez (La Habana, 1987).
Ahora todo lo hago en una mesa de 150 x 70 cm; viro todo patas arribas cuando quiero visualizar obras más grandes, o vuelvo el espacio elástico para ir acomodando obras terminadas. Siempre pienso en Eduardo Ponjuán, quien fue mi profesor en el Instituto Superior de Arte y a quien admiro enormemente: él me contaba que sus obras más grandes las hizo en la casa más pequeña en que vivió. Eso me da mucho ánimo para no ponerme límites: estas circunstancias en que nos ha colocado la vida definitivamente son para hacernos más grandes; no importa dónde, no importa cómo.
Como ya dije antes, hay lugares que nunca te abandonan, que van contigo donde quiera que vivas; entonces, no sabría decir a ciencia cierta cuánto ha perfilado mi trabajo el hecho de no permanecer en Cuba, porque al final Cuba sigue permaneciendo en mí.
Localización de Maikel Domínguez en la #diásporacubana
“El 90% del llamado arte político que se produce en Cuba es disfuncional, porque se sustenta en un coqueteo con la institución. Irónicamente, estos son los artistas que han tildado de evasivos, comerciales y cobardes a pintores u otros creadores que no califican dentro de la escuela del arte político cubano”.