Lo que aquí propongo es verdadero;
por lo tanto, no puede morir;
y si de alguna manera fuese hollado y muriese,
«nacerá de nuevo a la Vida Eterna».
E. A. Poe. Prefacio, Eureka.
La obra de Ivonne Ferrer se articula en torno al universo de la mujer con poderosas metáforas, a través de las cuales, la artista se vale de la fragmentación/descomposición de los cuerpos, la indefinición del tiempo y el espacio con referencias que diluyen el pasado clásico y el presente que nos ha tocado vivir, la geometrización de las formas y una disección psicológica de los personajes femeninos, que revela las zonas más complejas e intrincadas de sus pensamientos.
En este sentido, las cabezas y los corazones son dos símbolos iconográficos fundamentales. Cabezas que se multiplican o clonan como una legión de personalidades o pensamientos mutantes, imposibles de atrapar desde una primera mirada. Cabezas con vida e historias propias, que desafían cualquier lógica o sentido común. Estoy pensando ahora mismo en una pieza como “Sinapsis”, escultura en bronce.
Su título alude a la conexión entre las neuronas que se produce dentro de nuestro cerebro mediante neurotransmisores. Esto mientras vemos múltiples cabezas que emergen del interior de una cabeza femenina central, a la manera de largos tentáculos que resultan tan seductores como intrigantes. De una manera fabulosa, la artista ha logrado diseccionar el plano más recóndito y profundo dentro de la mente de ese personaje, ha logrado deconstruir todo el complejo sistemas de ideas y el funcionamiento biológico del cerebro de la figura femenina.
La obra probablemente nos habla también de las personalidades múltiples, las complejidades del ego, las identidades fragmentadas que nos hacen actuar de disímiles maneras en nuestras vidas. Es la mejor encarnación del concepto filosófico de “rizoma”, desarrollado por Gilles Deleuze y Félix Guattari.
Otros temas importantes en la obra de Ivonne son las relaciones de poder y las interacciones de los seres humanos en el espacio cívico. Aquí ocupa un lugar relevante la instalación en cerámica “Humanity’s Gambit”, la cual representa un juego de ajedrez de grandes dimensiones, con la peculiar característica de que muchas de las figuras del juego están desmembradas, fragmentadas, de una manera casi surrealista.
Ivonne presenta con esta pieza una metáfora de las relaciones humanas todas: los movimientos o estrategias de competencia y subsistencia, las oscuras tácticas del ego, los choques o encuentros difíciles debido a las diferencias de personalidades y caracteres. En esta instalación hay tantas personalidades como en la vida misma. Más que la apariencia física, la artista realiza una cartografía de las emociones y cualidades de los seres humanos. Es una pieza hermosa, fuerte, de las mejores que he visto en mucho tiempo. Y lo más interesante es que, como instalación al fin, se puede mover, cambiar el orden de las partes; es una obra mutante, tanto como la misma esencia de la naturaleza humana.
También decisivo en las propuestas de Ivonne es el dinamismo y movimiento de las composiciones. A la artista le gustan los esquemas compositivos inestables, basados en líneas quebradas y diagonales que se cruzan. Obras donde el ritmo de la composición es tan complejo e inextricable como el propio ser humano.
Tal es el caso de la serie “Equilibrium”, técnica mixta sobre lienzo. Estas obras son bellísimas por sus contrastes cromáticos, la fuerza expresiva de sus formas geométricas, las seductoras alusiones al pasado grecolatino y el inteligente manejo de las coordenadas de tiempo y espacio.
En este sentido, lo que más cautiva mi mirada es la manera en que las marcas tempo-espaciales se diluyen, se pierden en un eje de ambigüedad que desafía las nociones y experiencias que hemos alcanzado a comprender en nuestra realidad. La cabeza de la célebre Venus de Milo es objeto aquí de diversas citas y homenajes, revelando unos mecanismos de intertextualidad y apropiación que resultan deliciosos.
Los símbolos en las obras de Ivonne en ocasiones pueden ser muy herméticos, cerrados, al punto de frustrar a ese espectador que gusta del mensaje fácil. La artista presenta alusiones sutiles y nunca respuestas definitivas, rompecabezas o laberintos de significados más que rutas seguras al entendimiento de las obras.
Ivonne Ferrer (galería)
El caos y la descomposición de líneas, áreas y figuras resulta un sabotaje muy fuerte a las interpretaciones unidireccionales del arte. Polisemia es la palabra más apropiada aquí. Una polisemia que aturde, que oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos.
Un ejemplo de lo anterior es la obra “Mundos paralelos”, un mural de grandes dimensiones compuesto por 21 paneles de tela. Es una obra densa, difícil de descifrar, y eso la hace aún más atractiva, por enigmática. Tanto su título como sus elementos visuales aluden a una de las grandes interrogantes de la ciencia: ¿es nuestro universo solo uno de los muchos que conforman un escenario aún mayor, el denominado “multiverso”?
El panel central, destacado con un color amarillo que lo diferencia del resto, y donde convergen las líneas en perspectiva, quizás sea ese punto donde confluyen o se comunican varios universos, la puerta de tránsito entre uno y otro. Por su parte, el enorme corazón representado, dividido en dos partes, probablemente nos habla de una escisión en las utopías del amor.
Con un carácter profundamente metafísico y llena de interrogantes que nos golpean en la sien, esta pieza sin duda marcará un antes y un después en la trayectoria artística de Ivonne Ferrer. Es de esas creaciones que, mientras más pasa el tiempo, más valor adquieren. De esas obras que las generaciones futuras comprenderán mejor que la nuestra. Una propuesta para la que, quizás, todavía no estamos listos.
En palabras de la propia artista: “me motiva pensar que existe ese otro mundo paralelo, donde el amor ha enmendado todos los errores y defectos del nuestro, me ayuda a entender y esforzarme por ser mejor en este mundo en que vivimos y, aunque parezca absurdo, creo que lo que tratamos de resolver en nuestras vidas impactará necesariamente ese mundo paralelo”.
Dichas palabras me hacen amar aún más esta pieza. Y me inmovilizan. Sí. Me obligan a detenerme. A interrumpir la escritura y pensar desde un silencio profundo en el lugar que ocupamos aquí y ahora, en nuestro espacio-tiempo, sin plasmar una palabra más.
No puedo seguir luego de sopesar el alcance de semejante propuesta —porque hay obras que no se deberían describir con palabras; hacerlo es una especie de insulto a su potencial de significación.
Enhorabuena, Ivonne. Que el amor que desprende tu obra sea el antídoto al egoísmo del mundo en que vivimos. Y que tu mural sea tan profético como tus palabras.
Nueva York, 18 de septiembre de 2023.
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