Radiografía de un fracaso. La fiesta del agua de UPS!

Se esperaba el diluvio a las seis de la tarde, en Malecón 663. El local, decorado con objetos reutilizados que traslucen una estética espacial de moda, complemento para turistas encandilados con la inventiva nacional, resalta ante las mesas con manteles de nailon que se ubican en la zona de enfrente, en el malecón habanero. Mesillas con bebidas y comida barata para mantener el circo y expandir la imagen de bienestar de la isla del Caribe. Dos cuadras más arriba, San Lázaro sigue derrumbándose. 

La arenisca de los edificios se mezcla con el humo negro de los carros que transitan la calle. Una capa oscura se adhiere a las construcciones, al asfalto y a las suelas de los Fila blancos. La calle, alumbrada en comparación con las entrecalles adyacentes, sufre la misma situación tradicional del resto del municipio: una escasez de agua crónica e histórica que ha vuelto mito urbano a Centro Habana, Cuba.

Prometer una fiesta del agua en este municipio es un acto de valentía o de aspiración al ridículo. La misma proposición puede tomarse desde la ironía: esperar un espectáculo que resalte la ausencia del líquido en un territorio que, por costumbre, padece su ausencia; criticar directamente una necesidad vital, contraponiéndola al catalizador de sus circunstancias; nombrar lo inexistente y recrearse en esta estrategia para resaltar el vacío. 

Una escasez de agua crónica e histórica ha vuelto mito urbano a Centro Habana.

Otra motivación puede estar en esperar un derroche, un manantial incesante que caiga y se lleve el polvo acumulado en estas calles, donde solo corre y se acumula el agua cuando hay alguna tormenta tropical. Llevar lo que falta como signo de esperanza, como nacimiento. 

Lo inconcebible es quedarse a medias. Lo infructuoso es dejar a los participantes con las ganas de empaparse y tener que matar sus deseos chapoteando en un charquito.

Y es que UPS! —marca pendiente de registro— prometió la mejor fiesta del agua del mundo. La celebración sería el cierre de las exposiciones temáticas de Territorial, del proyecto de gestión curatorial Enlace: cierre híbrido de una primera etapa, donde se presumía la descomposición del sentido del arte para abrir paso a su contenido lúdico y la creación desde el placer como objetivo final del mismo. UPS! tenía todas las posibilidades abiertas, tanto para ser consecuentes con sus propuestas como para sorprender con nuevas interrogantes capaces de extender su espectro creativo.


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Como casi siempre, el evento no comenzó en hora. Mientras caía el sol, aún se ultimaban detalles. El DJ no llegaba y fuckyellow amenizaba la espera dibujando con acrílico sobre los rostros de los presentes. La gente llegó de a poco, con la noche tempranera del cambio de horario.

Un poco de agua caída desde la terraza marcó el inicio. Bastó que reventara un globo relleno para poner sobre aviso a un público incrédulo y poco preparado, que empezaba a esconderse bajo techo o detrás de las columnas para no mojarse. Y es que, ¿a quién se le ocurre asistir a un evento donde te prometen salir empapado con vestidos de noche y en el constante temor de que tu móvil coja catarro? 

La guerra avisada igual deja muertos en el camino. Aquellos muertos que esperan a otros que tomen las precauciones, que les muestren qué hacer y por dónde marchar, de la manito y que ponen cara de molestia cuando medianamente se cumple lo prometido. Una pistolita de agua en manos de una modelo en bikini que chorrea unas gotas a cada rato, un globito que revienta aquí y allá y todos pendientes y temerosos del espectáculo. Primer error de UPS!: esperar que el espectador formara parte del acto performativo, que creara sobre la propuesta que ellos, como colectivo, estaban lanzando. 

Llevar lo que falta como signo de esperanza, como nacimiento.

Se les olvida, a estos muchachones, que es mucho más cómodo observar “el arte” desde lejitos, con una cerveza en la mano, y después debatir sobre “la hechura del concepto”, “la proposición artística” o “el sentido del arte actual”. Pseudocríticos de Twitter que llevan un libro de Lezama bajo el brazo. Es más conveniente hacer derroche de intelectualidad post-suceso que participar en él. 

En fin, que a las galerías se va a exhibirse, a buscar conectos y a vender. Convencer al público de la necesidad de su participación es una tarea complicada e innecesaria. El desafío está en que el espectador se sienta seducido y crea que participa por voluntad propia, empoderado, para completar el recorrido de la obra y la farsa. 

UPS! es un colectivo híbrido de jóvenes artistas, conformado por estudiantes y recién egresados del ISA, sin una estructura jerárquica definida, integrantes flotantes que entran y salen del grupo. Basan su trabajo en la maquinación de ideas que construyen en comunidad. Un destello de comuna artística que actúa a partir de la interpelación pública de lo efímero. Fundamenta su desempeño en un ejercicio post-performático, sin reescribir por entero sus reglas. 




Para este ejercicio le es imprescindible un auditorio cooperante o completamente escéptico. Las medias tintas demeritan su originalidad. Quedarse en ese terreno pantanoso de no ser una cosa ni la otra hace que pasen desapercibidos, que se piense en un fiasco más que en cualquier logro artístico alcanzado. Son un constante work in progress que no acaba de encontrar el camino preciso para su sublimación. La promesa de enfant terrible del panorama artístico nacional, a un paso de la pataleta o de la gloria.

Con la sorpresa inicial, parecía que por fin arrancaba aquello. Dos de los artistas, con credenciales de aguadores, lanzaron sendos cubos de agua y espuma en el portal del local para crear un espejo líquido que les sirviera como pista resbaladiza. Corrieron sobre ella una y otra vez. 

Este derroche fue suficiente para alterar a los encargados de Malecón 663. Parece que ellos tampoco entendieron la propuesta, o pensaban que todo se realizaría con hielo seco o vapor de agua. Quizás la respuesta es más sencilla que la justificación formal que esgrimieron sobre su molestia. Quizás todo fue un problema de economía y consumo. 

Pseudocríticos de Twitter que llevan un libro de Lezama bajo el brazo.

Es evidente que el público del arte cubano no consume o, al menos, no lo hace la mayoría de quienes van a las inauguraciones de las galerías. ¿Cómo pretender que un grupo de estudiantes universitarios o trabajadores del arte y estatales, que son los que conforman el mayor volumen de esta masa amorfa, consuman en el destrozo económico de este país? 

Los pocos que tenían alguna solvencia monetaria hace rato que se largaron de esta isla. Ahora bien, es sensato esperar un rédito económico por las gestiones hechas, por el empeño realizado, pero esta retribución no debería ser el único motor para patrocinar un evento artístico. Más si la propuesta menos cara que se le brinda a los presentes es una cerveza a 400 pesos, compitiendo con un llega y pon de carnaval en la esquina que las vende por la mitad de ese precio.

Malecón 663 es un hotel boutique compuesto por tres espacios que se superponen, abiertos al público: primer nivel con portal, recibidor y un bar al fondo; un entresuelo, con aparente privacidad que permite observar desde la altura a la planta inferior; una terraza en la parte superior de la construcción, alejada de todo, con vistas al malecón y proyectada para disfrutar del atardecer habanero. 


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Es un espacio angosto en sus dos primeros niveles, para sugerir u obligar el acceso hacia la zona superior. ¿Es este el lugar ideal para tal tipo de eventos? 

La propia disposición del local construye una estratificación ficticia de la sociedad. Una clase de bajo poder adquisitivo que se queda en el límite del territorio, con la cerveza de la esquina para aliviar la resequedad de la garganta. Observadores e interesados del evento que se fusionan y permiten que los turistas observen el espectáculo desde el palco del entresuelo, que se entretengan con la música y con la “originalidad” de la propuesta. 

El entresuelo es un espacio de tránsito, no de pertenencia. Se enfoca distante, con los que suben a esconderse en el VIP y disfrutar de una propuesta pensada para una élite económica, en gran medida distante de lo presentado por UPS!, y dominado por los extranjeros que disfrutan de lo que sucede sin la necesidad de acercarse. Es un terreno baldío que establece cierta franja de visibilidad hacia el recibidor, lo cual podría ser útil para colmar el lugar y permitirle a un público heterogéneo y realmente interesado en el show observar con claridad lo que sucede. En esta propuesta, solo sirve de barrera entre lo real y el artificio. Una buena idea que se aviene en despropósito.

Primer error de UPS!: esperar que el espectador formara parte del acto performativo.

Lo performático tiene la posibilidad de reconvertir cualquier espacio en su escenario. No debiera ser esto un inconveniente. Ahora, el cómo se conforme desde lo social este terreno sobre el que actúan, sí puede incidir directamente sobre el accionar de los artistas. En Malecón 663 todo estaba dispuesto al fracaso. El sitio estrecho entre la puerta principal y las columnas del portal deja poco margen de movimiento para llevar a cabo cualquier propuesta. Las hojas de la puerta de entrada eran una reencarnación tropical de Luis Buñuel y El ángel exterminador, una fuerza extraña e invisible que coartaba el deseo de entrar o salir del sitio.  

Segundo error de UPS!: se les olvidó el factor economía. La salvedad es que este factor no debiera estar entre sus prioridades. Todo quedó en una parodia de fiesta. Comienzo y final de una insípida velada. 

Lo peor, o lo mejor, fueron las excusas de los encargados de Malecón 663 para anticipar el cierre del evento. Peor, por la forma incómoda en que se dio el suceso, sin explicaciones convincentes para los artistas o para el público asistente. Un ambiente enrarecido en el que toda la atención se concentraba en los artistas decepcionados con credenciales de secadores, que limpiaban el lugar con la dedicación de convertir la tarea cotidiana en un suceso artístico.


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En la misma agua sucia que escurrían se iba cualquier posibilidad de salvar el evento. Portar la identificación de secador en el pecho exhibe una intención premeditada que descompone la posibilidad de que la causa subyacente a la anticipación del cierre fuese el exceso de agua. La previsión expone un pacto tácito que se contravendría por el exceso que nunca hubo. Los integrantes de UPS! no podían disimular la decepción y la vergüenza que sentían hacia los que se tomaron el trabajo de llegar hasta allí. Maquinaban opciones para salvar la fiesta aguada. 

Lo mejor: puso en evidencia factores trascendentes de esta ciudad, donde hay muchos proyectos por construir y donde todo aún está cimentado a medias. Se proyecta un circuito artístico independiente, comisionado por el cuentapropismo, pero que todavía no se entrelaza con este para lograr un producto, dígase evento, que funcione decentemente para todas las partes. 

Es lógico que así sea en una sociedad que se reestructura, donde convergen lo peor del socialismo con lo peor del capitalismo, donde es imprescindible ganar para vivir y a veces la ambición trastoca todas las buenas intenciones. También, porque le permite a UPS! redimirse como futuros directores del circo nacional.

Segundo error de UPS!: Todo quedó en una parodia de fiesta, comienzo y final de una insípida velada.

El trabajo de este grupo de artistas se sustenta en la casualidad facilista para reinventarse. Se toman en serio la máxima fidelista de convertir los reveses en victoria, ese summum demagógico de la justificación e invención de un éxito inaprensible. Trabajan desde el hachazo, con la fuerza de atravesar de un tajo la epidermis, la carne y resquebrajar los huesos. Con esa misma fuerza pueden acertar o errar el golpe, pero cualquier destrozo les es útil para hacerse nombrar y justificarse desde supuestas nuevas prácticas artísticas. 

A las ocho de la noche, un tambor repiqueteaba en el interior de Malecón 663. Con cada toque se acercaba a la puerta de salida. Al mismo tiempo, UPS! terminaba de recoger los equipos. Cruzaba las cajas hacia el malecón, las acumulaban en la acera como quien crea un fuerte. Movían botellas de aguas y los seis o siete globos que quedaban sin reventar, veloces/enérgicos como niños que descubren su próxima travesura. 

Entre el público se corría la voz de que algo había sucedido, sin información oficial que confirmara los rumores. Se acabó, se acabó. Todos comenzaban a marcharse. 


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La casualidad de ser expulsados del espacio que tenían concebido para realizar todas las actividades de la noche les quedó cómoda para esgrimir una protesta desde la acera del frente. Llenar un espacio del malecón con carteles de suelo mojado y cajas de equipos. Reunirse con los aún presentes para establecer un frente de protesta simbólica, que se resumía a mirar con mala cara y pasar la noche enarbolando la bandera de la victoria y del incomprendido entre tragos de ron, algo de música y conversaciones con críticos de arte. 

El mérito del trabajo artístico de UPS! está en lo mal que parece que lo hacen, la torpeza con que se enfrentan contra lo que debe ser el arte. La frescura de sus propuestas mantiene vivas las expectativas sobre las obras futuras, pero el limbo en que aún se mueven deja la sensación de un trabajo incompleto, que no termina de despegar. 

Se mueven entre el homenaje y el refrito de colectivos antecesores como Enema y Puré, en una sopa boba que se apoya en la desmemoria del espectador para colgarse medallitas de cartón reciclado y dibujitos de crayolas. En esta tendencia, el espíritu juvenil e irreverente los convida a la falsa sensación de observar por encima del hombro para precisar la distancia que toman de la poca competencia que tienen en su campo. 

Se quedan en el chapoteo, en tirarse buchitos de agua unos a otros y reírse de la maldad que están haciendo. Se divierten y ese hálito de naturalidad de niños pequeños es su estrategia de encantamiento. Obnubilación temporal que extienden más allá de lo posible. El hartazgo llegará cuando deje de ser entretenida la ingenuidad infantil y se conviertan en adolescentes ridículos.


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Ray Veiro

Lo que yo hago solo puede hablar desde mi postura y desde esta me pregunto ¿cuál es el papel de las mujeres blancas y /o mestizas dentro de la lucha decolonial?