Carlos Martiel, “Sin título” (2025), acrílico sobre cartón con envoltorios de cajetillas de cigarros cubanos, de la instalación El podcast perdido de Aponte en la exposición He aprendido a nadar en seco de Coco Fusco en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (cortesía del artista).
El año 2025 no ha sido del todo negativo para el preso político más conocido de Cuba, el artista Luis Manuel Otero Alcántara. Recibió el Premio Václav Havel de la Human Rights Foundation en Noruega. Sus obras forman parte de Eternal Night, Esthetic Disobedience, una exposición de arte cubano en el Clark Center de Montreal, así como de mi propia muestra, He aprendido a nadar en seco, actualmente en exhibición en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA). Sin embargo, el 11 de julio marcó su cuarto año en una prisión cubana de máxima seguridad, donde solo se le permite recibir una visita mensual de su tía y su hijo, y hacer breves llamadas telefónicas dos veces por semana. Dice que lo único que mitiga las condiciones miserables en que vive es saber que su arte sigue moviéndose por el mundo, aunque él continúe injustamente encarcelado. Espera ser liberado en 2026, pues fue condenado a cinco años por, supuestamente, ultrajar la bandera cubana durante una performance y desacato. Aunque se mantiene animado durante nuestras conversaciones telefónicas, admite: “Para mí, como preso de conciencia que sufre, es difícil sentir que soy un peón en un juego de poder geopolítico”.
Otero Alcántara albergaba esperanzas de salir de prisión a comienzos de este año, cuando el gobierno cubano anunció la liberación de 553 presos, en un gesto aparentemente dirigido al Vaticano y que coincidió con el relajamiento de las sanciones estadounidenses contra la isla durante los últimos días del mandato de Biden. Lamentablemente, no figuraba en la lista. El rapero Maykel Osorbo, ganador de dos Grammies y actualmente cumpliendo una condena de nueve años, tampoco estaba. Según la activista cubana Anamely Ramos, quien recopila información para el Observatorio de Derechos Culturales, dieciocho artistas, escritores y músicos cubanos siguen en prisión, y otros seis están bajo arresto domiciliario. Decenas de jóvenes artistas y escritores han huido, sido expulsados o se les ha negado el reingreso a Cuba desde 2021. Otero Alcántara cree que su gobierno teme especialmente a los artistas, sobre todo a los vinculados al Movimiento San Isidro, por su dominio de las redes sociales. “Teníamos una nueva visión y una nueva forma de catalizar la acción”, me dijo. “Usamos internet. Su filosofía es analógica. Tienen verdadero miedo a los medios digitales porque no los conocen y no los pueden controlar”. El código penal cubano emitido un año después del levantamiento nacional de 2021 criminaliza el uso de las redes sociales para organizar protestas y difundir lo que el gobierno considera “noticias falsas”. En junio de este año, la Fiscalía cubana solicitó una condena de 10 años para Alexander Verdecia, un activista que expresó su descontento con la situación del país en Facebook.
Incluso antes de que Otero Alcántara fuera encarcelado, funcionarios del Ministerio de Cultura se negaban públicamente a reconocerlo como artista, calificándolo en cambio de “intruso”, es decir, alguien que se presenta sin autorización en un espacio determinado o para realizar una actividad concreta. De forma similar, las autoridades cubanas niegan sistemáticamente la existencia de presos políticos en el país, refiriéndose a quienes se identifican como tales como delincuentes o criminales comunes. Sin embargo, existe un historial de Cuba tratando a sus presos políticos como moneda de cambio a intercambiar por bienes o acuerdos internacionales beneficiosos. El ejemplo más célebre ocurrió en 1962, cuando Fidel Castro intercambió a los 1100 prisioneros, capturados durante el fallido intento de invasión de Bahía de Cochinos en 1961, por 53 millones de dólares en alimentos infantiles y medicinas provenientes del gobierno de Kennedy. Castro también accedió a liberar a 3600 presos políticos cubanos y enviarlos a Estados Unidos en 1978, como parte del esfuerzo de la Administración Carter por mejorar las relaciones con la isla. Jesse Jackson negoció en 1984 la liberación de 27 presos políticos, que fueron trasladados a Estados Unidos junto con 22 ciudadanos estadounidenses que se encontraban en prisiones cubanas.
Luis Manuel Otero Alcántara, El podcast perdido de Aponte (2025), con contribuciones de Carlos Martiel, Hamlet Lavastida, Celia Irina González, Camila Lobón, Nonardo Perea, Raychel Carrión y Sandra Ceballos (cortesía del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona).
Durante la Guerra Fría, el gobierno estadounidense consideraba valioso rescatar a los presos políticos cubanos y trasladarlos a territorio norteamericano, donde podían contar sus experiencias y así contrarrestar la visión favorable que muchos progresistas tenían de la revolución cubana como una fuerza liberadora. Para el gobierno cubano, enviar a estos prisioneros al exilio resulta una forma conveniente de deshacerse de la oposición y reafirmar ante la ciudadanía que no hay espacio en la revolución para los contrarrevolucionarios. En la era poscomunista, el Vaticano ha asumido un papel central como defensor de los presos políticos cubanos. En 2010, la Iglesia católica y el gobierno español mediaron para lograr la liberación de 52 escritores y activistas cubanos detenidos durante la Primavera Negra de 2003. En 2014, la discreta intervención del Papa propició el acercamiento entre el gobierno cubano y la administración de Obama, pero Otero Alcántara señala que hay límites a lo que la Iglesia puede ofrecer. “Los presos no pueden irse a vivir al Vaticano, ¿entiendes? Así que el Papa tiene que hablar con otro país que esté dispuesto a recibirnos”. Reflexiona también sobre el futuro de los más de 1100 presos políticos que hay en Cuba, 700 de los cuales fueron arrestados durante las protestas de 2021. “Entonces, digamos que mañana salimos de la cárcel. ¿A dónde vamos? ¿A la misma Cuba o a un exilio obligatorio?”, se pregunta. “¿Tenemos que vivir exiliados o quedarnos en Cuba bajo la misma presión que yo sufría antes de mi último arresto, o incluso más presión, porque ahora soy un poco más conocido y maduro, y Cuba está peor cada día? No me van a permitir volver a la calle, y pueden echarme del país”.
La liberación de presos en 2025 se basó en un acuerdo tenue y acabó resultando decepcionante para los activistas de derechos humanos. La mayoría de los liberados no habían sido encarcelados por causas políticas y muchos ya habían cumplido sus condenas. Además, las liberaciones fueron condicionales, y dos conocidos activistas —José Daniel Ferrer y Félix Navarro— fueron devueltos a prisión poco después de su excarcelación. “Este es un país de locos, donde todo cambia de un día para otro y no hay ninguna seguridad”, dice Otero Alcántara. “Estamos atrapados en un bucle por ahora. Nos meten en la cárcel, nos sacan, nos vuelven a meter, nos vuelven a sacar”.
Desde que Donald Trump asumió el cargo en enero de 2025, su segunda administración volvió a incluir a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo, dio por terminadas las negociaciones bilaterales, intensificó el embargo, restringió el programa de parole humanitario y la inmigración, y comenzó a deportar cubanos, una medida sin precedentes que sorprendió a muchos en la comunidad del exilio. Dos miembros del Movimiento San Isidro en el exilio, Eliexer Márquez Duany (El Funky) y Oscar Casanella, han recibido amenazas de deportación por parte de Estados Unidos. El cierre de USAID y de los programas prodemocráticos del Departamento de Estado también ha provocado una drástica reducción de los fondos destinados a medios independientes y activistas culturales, lo que ha afectado a periodistas, fotoperiodistas, artistas y músicos cubanos tanto en la isla como en la diáspora. El apoyo concreto ha desaparecido casi por completo, pese a que la administración Trump afirma querer fomentar “una Cuba libre y democrática”.
“Ahora mismo, sentimos que el mundo se ha olvidado de nosotros”, dice Otero Alcántara.
El artista anunció el 4 de julio que iniciaba un ayuno simbólico, de 12 horas diarias, durante la semana siguiente, en homenaje a todos los cubanos encarcelados tras las protestas del 11 de julio de 2021. Con la ayuda de amigos, también planea crear una nueva obra compuesta por tarros de compota con los rostros de los presos políticos cubanos actualmente encarcelados, evocando la época en que su libertad tenía un precio y un comprador. “Es preocupante sentirse en desventaja. Se sienten desprotegidos por instituciones internacionales y países que antes nos protegían”, reflexiona Otero Alcántara. “Al no aceptar inmigrantes, Estados Unidos y otros países empoderan a las dictaduras para actuar con impunidad”.
* Sobre la autora: Coco Fusco es artista, escritora y profesora de arte en The Cooper Union.
* Artículo original: “My Dialogues With a Political Prisoner” en la revista Hyperallergic. Traducción: ‘Hypermedia Magazine’.

¿Qué futuro le espera al apoyo internacional a la democracia?
Por Thomas Carothers, Rachel Kleinfeld & Richard Youngs
El apoyo internacional a la democracia atraviesa una fase crítica, debilitado por recortes financieros, presiones geopolíticas y el avance de tendencias autoritarias en todo el mundo.