Cartel de Crónicas del absurdo.
En 2024 Orwa Nyrabia, entonces director artístico de programación en el Festival Internacional de Cine de Ámsterdam, por sus siglas en inglés IDFA, nos envió una carta:
“Queridos Miguel, Lynn, Alfredo:
Pensé que estaba a punto de ver si el enlace de vuestra película funcionaba para verlo a la mañana siguiente. Estaba cansado porque había visto demasiadas películas durante el día. Entonces me despertaron. Estamos asombrados. Es obvio que la experiencia personal política que nos comparte la película es sobresaliente. Nuestra solidaridad también debe ser clara. Sin embargo, de esto también trata sobre cómo todo eso se convirtió en Crónicas del absurdo. El proceso, las valientes elecciones artísticas, la manera en que este dolor enorme fue compartido con nosotros es magistral y orgánica, profundamente orgánica y amorosa. Todo este amor y toda esta ira… son nuestros ahora.
Mientras caminaba para mi apartamento a la mañana siguiente, pensé en el número de personas a las que me gustaría mostrarla también. Estaba feliz de tener un trabajo que me permita mostrar la película a mucha gente. Gracias por eso ¡Así que estamos aquí, de vuestro lado!”
Ya en IDFA escuchamos un rumor de que Nyrabia había sido despedido por haber aplaudido la protesta de un colega palestino durante la inauguración de IDFA en 2023, ya que muchos de los sponsors de ese festival son judíos sionistas.
Para nosotros, la recepción que tuvo el filme (Premio a Mejor Película en la Competencia Envision), no solo fue una sorpresa maravillosa, significó al mismo tiempo protección.
“La elección del cineasta Miguel Coyula, de la actriz Lynn Cruz para su largometraje distópico, Corazón azul, marca el comienzo de una carrera profesional y romántica. Es también el punto de partida de este documental que expone una serie de interacciones perturbadoras que los artistas mantuvieron posteriormente con diversas instituciones e individuos. Al más puro estilo kafkiano, la opresión acecha por doquier. En diez capítulos elípticos narra esta historia principalmente a través de grabaciones de audios, muchas realizadas en secreto”.
Más adelante, en Impulse Magazine, Ben Burton plantea:
“La película de Coyula, me recordó a La semilla del fruto sagrado, que utiliza su producción restringida para exponer e interrogar. La semilla… combina de forma concreta, el cuestionamiento del medio con la política. Mientras que Mohammad Rasoulof filmó e incorporó los disturbios en Irán en su narrativa y drama, Coyula se mantiene personal, sin video, sin didáctica política abierta, y con seguridad. Coyula y Cruz pudieron viajar a Queens para hablar después de la proyección, pero Rasoulof tuvo que huir de una sentencia de prisión y una flagelación en Irán”.
Cartel de La semilla sagrada.
En 2023 asistí al Estocolmo_Internet_Forum. Por primera vez experimenté lo que antes solo había escuchado. Fue verme a mí misma desde la perspectiva de países como Irán, Siria, o El Líbano, en vez de verme solamente dentro del espectro de naciones que componen a América Latina. Siendo culturas y lenguas tan distintas, había perdido de vista las similitudes entre Cuba y los países árabes, teniendo como eje central la figura de Fidel Castro. Y es que el fidelismo ya se entiende como un credo.
Lynn Cruz y Miguel Coyula ante el cartel de Crónicas del absurdo.
Hace apenas unos pocos días pude ver finalmente La semilla… Tenía mucha curiosidad después de leer la reseña de Burton y de que, “el jeque” Donald Trump desde el país de la libertad, emplazara públicamente al Ayatolá Ali Jamenei: “Sabemos dónde está, no lo vamos a matar, al menos por ahora”. Cualquier forma de intervención militar estadounidense sin duda tendrá una consecuencia irreparable…
Las personas sabias que conocen a Irán, su gente y su historia nunca hablan de esta nación con amenazas, porque los iraníes “no se rinden”, respondió Jamenei.
En La semilla… Iman (Missah Zareh) es designado juez del Tribunal Revolucionario de Teherán. Lo que al principio parecía un ascenso social y económico para él y su familia, se convierte en una pesadilla. La verdadera función de Iman sería ahora firmar sentencias fuera de las leyes vigentes y contra los participantes en las protestas acontecidas en 2022, a raíz del deceso de la activista kurda-iraní Mahsa Amini, en manos de la policía.
La estrechez del apartamento para una familia de cuatro miembros, Iman, su esposa y sus dos hijas (las actrices Mahsa Rostami y Setareh Maleki, tuvieron que abandonar a sus familias y a su país de origen por participar en el filme), gradualmente provoca una sensación de asfixia. La hija mayor es la primera en rebelarse. Le cuestiona al padre devoto la mediación entre el régimen y dios.
En los teléfonos de las jóvenes se pueden ver las imágenes reales de las protestas, que evidencian un doble discurso entre los medios del Estado y lo que sucede realmente en las calles de Teherán.
El filme constituye un retrato metódico de la desintegración de una familia iraní. Y esa es la verdadera fuerza de la película, que revela mucho más de lo que realmente sucedió a puerta cerrada, fuera del ojo público. Puede que su debilidad sea el hecho de tomar partido político.
Francesca P. Albanese.
En medio de la escritura de este texto, salió Anatomía de un genocidio, el informe de la italiana Francesca P. Albanese, abogada internacional y Relatora Especial de las Naciones Unidas para los Territorios Palestinos Ocupados. En sus propias palabras:
“Si Palestina fuera la escena de un crimen, tendría todas nuestras huellas. Los bienes que compramos, los bancos a los que confiamos nuestros ahorros, las universidades a las que pagamos impuestos. (…) Pero no se trata solo de eso: existe una red de actividades económicas clandestinas que apoya no solo a los asentamientos, sino también al sistema militar y tecnológico israelí. La investigación ha permitido identificar la participación del sector privado, una serie de empresas que siguen obteniendo beneficios. Mientras la economía israelí parece estar en crisis, la Bolsa de Valores de Tel Aviv registra un crecimiento de decenas de miles de millones de dólares. Al unir las piezas, me di cuenta de la existencia de una economía de ocupación que se ha transformado en una economía de genocidio”.
“Lockheed Martin afirmó que las ventas militares al extranjero son transacciones entre gobiernos, por lo que sugirió hablar con la Casa Blanca”
“Volvo aseguró no compartir las críticas de Albanese, que considera se basan en ʻinformación insuficiente y en parte incorrectaʼ”.
El fabricante Volvo, con sede en Suecia, refutó las acusaciones de la relatora de la ONU. Alegó que la empresa está comprometida con el respeto a los derechos humanos y trabaja constantemente para reforzar su debida diligencia. Sin embargo, afirmó que, dado que fabrica bienes duraderos que cambian de manos con frecuencia, “lamentablemente, el control o la influencia que podemos tener sobre cómo y dónde se utilizan nuestros productos durante su vida útil es limitado”.
Hasta 2023, un 63 porciento de los palestinos apoyaba el terrorismo de Hamás, lo cual quiere decir que el 37 porciento de los palestinos estaba en contra. Asimismo, en sondeos realizados en 2024, alrededor de un 80 porciento de los israelíes apoyaba el genocidio, mientras que un 20 por ciento lo condenaba. ¿Será que solo el 57 por ciento entre palestinos e israelíes ponen por delante el precio de la vida?
En Estados Unidos llamar “genocidio” a lo que sucede en Palestina, puede ser interpretado como “antisemitismo”. Los medios censuran no solo la palabra “genocidio” sino la frase “limpieza étnica”.
Tanto esta propaganda antisemita como la relación del mundo árabe con la muerte, cuya sombra ahora es Hamás, fueron sin duda un freno por la imposibilidad de cuestionar las acciones de Israel al mando del primer ministro Benjamin Netanyahu. Y probablemente pusieron en jaque tanto a los académicos como a los estudiantes universitarios estadounidenses que protestaban contra el genocidio en 2023. Ambas fuerzas los desmoralizaban.
La verdad se contuvo por medio de la violencia hasta que saltó a los medios lo que, a juzgar por los acontecimientos, en vez de la lectura de un informe, era un estallido de Albanese en la ONU, luego de veintiún meses de silencio y verdades a medias. Los algoritmos al parecer permitían ver con claridad solo la parte que sostuvo la moral del conflicto. Se podría decir además que “las máquinas de la información” se encargaron de sepultar la otra cara, la de los muertos.
Ocultarla no hizo más que poner a Israel, Occidente y Estados Unidos frente a una nueva sombra: usar el terror como arma política. En pos de un conflicto imperialista sacrificaron lo esencial: la confianza. Las vidas de los palestinos han sido arrebatadas con total impunidad. Aun hoy están atrapados en sus propias tierras sitiadas. Parafraseando a Albanese: si Palestina fuese el escenario de una película, seria de zombis, a falta de alimentos, agua potable y medicinas.
Cartel de Ninguna otra tierra.
Los directores palestinos e israelíes, Basel Adra, Handal Ballal, Yuval Abraham y Rachel Szor aunaron fuerzas para narrar el desplazamiento forzado del pueblo de Masafer Yatta, una región de Cisjordania en el filme documental Ninguna otra tierra (2024). Haber obtenido el Premio de la Academia al Mejor Largometraje Documental. no pudo impedir que Odeh Hadalin, parte también de su producción, fuera asesinado por un colono israelí en 2025.
El filme narra la vida de protagonistas como Sísifo, en un eterno desgaste entre destrucción y reconstrucción de sus casas para resistir al desplazamiento de sus tierras. El crecimiento de Israel pareciera no tener fin, mientras sus buldóceres barren hasta con las escuelas primarias de los palestinos.
En 2018, el asentamiento más grande, Modi´in lllit, albergaba a más de 70 000 judíos israelíes en la Cisjordania ocupada. Este mega asentamiento cuenta con su propio alcalde, además de escuelas, centros comerciales y centros médicos. El enfoque se conoce como “crear hechos sobre el terreno”, establecer una apuesta en un área para garantizar que será parte de un estado futuro y que será difícil deshacerse de ella más adelante.
El dilema de los asentamientos y la ocupación ha dividido efectivamente a los israelíes entre aquellos que creen que es su derecho otorgado por Dios colonizar la tierra prometida al pueblo judío, y otros que creen que los asentamientos son una sentencia de muerte para los judíos.
La mayoría de los izquierdistas sionistas israelíes que se oponen al proyecto de asentamiento creen en el Estado judío según las fronteras de 1948 y rechazan la expansión de Israel en los territorios ocupados.
Confieso que, al ver el filme, desde mi condición de extranjera creí que la violencia se debía además a una cuestión cultural: la forma que tienen los palestinos de relacionarse con la muerte. Al contrastar mi idea con la historia del conflicto, entendí mejor la parte del informe de Albanese cuando menciona “a una economía del genocidio”.
Esta idea al escribirla me resulta perturbadora. Como si la frialdad de la escritura que me hiciera ver, entender, profundizar, me dictara que el hecho de usar el terror como arma ha sido una trampa que se ha puesto a sí mismo el pueblo palestino.
Es una idea que se hizo extensible para mí, incluso por la propia naturaleza violenta de las revoluciones, lo que incluye lógicamente a la revolución cubana. No puedo evitar pensar que aquellos que desde la distancia parecen héroes, por el solo hecho de tener cualidades como el coraje, no eran más que personas con permiso para matar. En este caso se cumple la máxima de “que la guerra es horrenda, pero la esclavitud es peor”.
En el caso de Crónicas del absurdo, se trata de la idea de establecer un patrón de comportamiento que nace de la propia identidad de los pueblos. Y cuando digo “pueblo” me refiero a esa idea martiana de definir como “pueblo” al conjunto de características o experiencias en común de los grupos humanos. Durante la presentación de La isla vertical, una novela de Miguel Coyula, en una editorial dirigida por escritores cubanos emigrados y radicada en Madrid, el presentador saboteó la novela tachándola como “insalvable” y “de mal gusto”.
El crítico Dean Luis Reyes repasa el incidente:
“El cineasta se enzarza en una discusión con el presentador, el artista Lester Álvarez, quien hace una lectura explícitamente literal de la trama de ficción y objeta operaciones ficcionales que aluden a figuras muy visibles de la sociedad civil cubana del presente. Esa literalidad es, desde la perspectiva de Coyula, una traza de las políticas de corrección del acto expresivo que heredamos los cubanos. Pero es, de paso, una evidencia de la sospecha sembrada en el campo cultural, que se manifiesta a menudo como residuo de la paranoia que nos acompaña y deriva del dolor incubado por décadas de prohibiciones y anulación de unas voces a favor de otras. Quizás sea este pasaje, el séptimo de Crónicas del absurdo, el que mejor refracta las secuelas de las tensiones entre cultura y poder en Cuba, actuando como pozo incluso en los sujetos libres ya de la tutela de aquel mecanismo sancionador”.
Y fue exactamente así. Durante meses, arrastré ese mal sabor que me provocaron las reacciones ante una novela distópica, como si se tratara de la realidad. Se repetía la misma sensación que me condujo a un punto de no retorno con las instituciones. Especialmente, cuando comencé a dirigir teatro y esa responsabilidad me condujo al diálogo directo con la burocracia en Cuba.
Esas instituciones llegaron a tener mucha fuerza y cierta autonomía, especialmente mientras Fidel Castro estuvo vivo. Había recursos no solo para producir, sino también para la distribución, comercialización o exhibición. Aunque siempre hubo censura, existía un margen de libertad que hoy es nulo.
Albanese, en su informe, también resaltó el hecho de que su generación, la nuestra “creció en un mundo que creyó en las instituciones”. Consciente de su responsabilidad y de que cargaría con la culpa (“Desde julio, su casa y la cuenta corriente de la pareja en Washington han quedado bloqueadas, tras ser acusada de ser ʻamiga de terroristasʼ, un extraño estatus cargado de arbitrariedad que nadie ha probado en procedimiento ninguno”), eligió sostener en el tiempo la redacción y posterior lectura del informe.
Demandar el derecho a usar cámaras como testigos para nosotros, se convierte no solo en un tema urgente en la sección final de Crónicas…, sino la única forma de permanecer dentro de una reunión cuyo tema central es la censura, en un país donde no permite ningún tipo de oposición política.
Está claro que no es lo mismo opinar sobre la censura que ver a través de la frialdad de un lente cómo esta es ejercida por los funcionarios, cuando expresan “que no se ha prohibido a nadie entrar con sus cámaras”, pero constantemente fustigan a todo el que la enciende. Como si lo único democrático fuera la posibilidad de poseerlas.
Sin embargo, en Ninguna otra tierra, filmar a una persona siendo baleada y asesinada a quemarropa no resulta un problema para los militares israelíes, aun cuando lo que estamos viendo es un crimen. El punto adonde ha llegado la forma de relacionarnos con la tecnología como comunidad global parece una lucha entre el poder de controlar los algoritmos y las cámaras.
De hecho, Crónicas… es una película prácticamente sin imágenes. De los personajes, solo hay fotos estilo pasaporte o pinturas de monstruos de la pintora cubana expresionista Antonia Eiriz, sobre una pantalla negra, mientras que los escasos videos parecen alumbramientos. De hecho, en el plano final, antes de los créditos, aparece su pintura La anunciación. Desde lo formal, Crónicas… pareciera resaltar esa pugna entre la luz de los videos y la oscuridad de los algoritmos.
En enero de 2020, Javier Caso, fotógrafo y amigo, recibió una citación para un interrogatorio y lo grabó con un teléfono que se amarró en el pecho. Respecto a Miguel y a mí, los agentes le dicen: “Ellos tienen un documental que habla muy mal de Fidel Castro”. “En el documental Nadie (2017), el poeta Rafael Alcides expresa: Quiere decir que la prueba de ser revolucionario es que tú aguantes patadas por el culo. Pensar eso es ser un hijo de puta”. “Nosotros no vamos a permitir eso aquí… Esto es un mensaje para usted, para ella, para su esposo”.
Parece una respuesta a lo que un mes antes, en diciembre de 2019, yo dije en la sede del Instituto Internacional de Artivismo Hannah Arendt, que dirige Tania Bruguera, propietaria además del inmueble. Ocurrió en medio de las fechas programadas para el Festival de Cine Instar, un festival alternativo, paralelo al Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.
Sin aclarar los motivos, recibimos la visita de tres funcionarios para una supuesta “inspección de la vivienda”. En aquel momento, les comuniqué las razones que me condujeron a participar de la organización de ese festival. La represión y mi posterior censura como actriz por mi participación en Nadie. La esencia de ese intercambio fue dicha por los interrogadores a Javier Caso.
La noche del 29 de marzo de 2021 mi padre de ochenta años fue forzado a internarse en una sala de aislamiento en el Hospital Faustino Pérez, en la provincia de Matanzas. Para marzo de 2021 había transcurrido más de un año de pandemia. El protocolo cubano para Covid-19 en los Cuerpos de Guardias de los hospitales, se mantenía inamovible.
Mi padre dio falso positivo en una prueba de antígeno producto de una neumonía. Tenía un cuadro delicado de descompensación de su diabetes, para el cual no recibió tratamiento. Lo trasladaron a la sala de aislamiento a cargo de Yuniel Bravo García. Cuarenta y ocho horas después, mi padre salió en estado vegetativo. El trágico desenlace dio lugar a la obra Sala-R.
Radio 26, una emisora local, entrevista al doctor Bravo García y resalta su labor durante la pandemia en la Sala-R. Bravo García concluye diciendo: “Quizá no soy el médico perfecto, pero siempre trato de llevarle a mis pacientes algo mejor que el día anterior”.
Aproximadamente un mes después de la muerte de mi padre, estallaron los testimonios en las redes sociales provenientes de la provincia de Matanzas, que corroboraban el colapso sanitario, así como el déficit de medicamentos en los hospitales para tratar las enfermedades respiratorias. Ser conscientes del peligro, habría salvado muchas de esas vidas perdidas.
De esta forma, la progresión orgánica de la dramaturgia en Crónicas… pareciera ser dictada por el Consejo de Defensa y Seguridad Nacional, nuevo órgano por encima de la inteligencia y la contrainteligencia militar que dirige Alejandro Castro Espín.
Es curioso que en La semilla…, Rosoulof escenifica un interrogatorio del Buró de Inteligencia y Seguridad del Estado. Antes hemos visto la desideologización de la madre (Soheila Golestan). Sus acciones parecen encaminadas hacia el confort físico y psicológico. Sacrifica no solo su confort espiritual, sino el de su familia. La madre le recuerda al padre “que tanto ella como sus hijas tienen las manos destrozadas de fregar y necesitan una lavadora de platos”.
Constantemente habla de “que gracias al ascenso de su esposo tendrán una habitación para cada hija”. En nombre de esos beneficios materiales es capaz de justificar el hecho de que su marido transgreda los límites éticos y profesionales. Y es en este punto donde no solo su fidelidad al régimen, sino a dios entran en conflicto.
Pareciera que el mundo de esos valores ha muerto también en esa parte del Medio Oriente y lo que quedara del islamismo en Irán no fuera otra cosa que la caricatura de un Ayatolá destinado a habitar junto a sus feligreses en una nueva ciudad museo, como lo puede ser el Vaticano para los católicos. El cuerpo sin vida de Amini, víctima de la violencia del autoritarismo islámico es el espejo en el que se destruye la imagen de una sociedad.
También en Crónicas… la desideologización de los agentes se puede percibir en la medida en que llegan al objetivo central del interrogatorio. Al referirse a la epopeya de Fidel Castro, sarcásticamente desafían a Javier: “Cambia la ley, sube entonces a la Sierra con un fusil”.
Y esta es una clave importante para entender lo que sucede con las voces críticas. Más adelante se contradicen: “Ya Cuba no es la misma que cuando estaba… (¿Fidel?) Nos estamos abriendo al mundo… A lo mejor el día de mañana se aprueba la Institución Artistas Independientes”.
Estos agentes, que han sido entrenados para una posible transición, son los mismos que instaron a Javier a cambiar la ley por medio de la lucha armada, en un contexto completamente distinto al que enfrentó Castro junto a todos los que derribaron al dictador Fulgencio Batista, por lo que pareciera no existir otra salida que perpetuar la violencia.
El documental fue elegido en el Festival de Cine Documental de Ismailia, en Egipto. (enlace a Instagram) A pesar de ser extranjeros, nos sentíamos como en casa. Los colegas y la audiencia reían, se emocionaban con complicidad. De hecho, comenzamos a rodar La inercia de las marionetas, nuestra nueva película, en El Cairo.
Foto de still del rodaje en Guiza.
La frase de una realizadora al referirse a los conflictos árabes, mientras comentaba nuestra película, me dejó pensando. Lamentaba “que algunos colegas adoptaban conductas occidentales al servicio del hombre blanco”.
Durante la actual administración de Donald Trump, Marco Rubio ha ocupado el puesto de secretario de Estado. En Estados Unidos, por primera vez, una persona de origen cubano se encuentra entre el nivel más alto de un partido.
La OEA eligió a Rosa María Payá como candidata de Estados Unidos para miembro de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), convirtiéndose así, en la primera cubana en ocupar el puesto. Ambos ascensos republicanos coinciden con lo que pareciera ser el fin de la “supremacía cubana” radicada en la Florida. Una minoría profundamente anticomunista “en la tierra de las oportunidades” se ha enfrentado ahora a lo irracional de las deportaciones.
Experimento un sentimiento de pérdida en la tierra de la utopía que me hizo aborrecer el romanticismo. La Habana me parece ahora una ciudad sacrificada para dar vida a Miami, que fue, a fin de cuentas, la mayor creación de la Revolución Cubana.
Rodamos el filme distópico Corazón azul (2021) durante diez años. Mi personaje Elena, una marioneta, sirvió para que me reencontrara con la particularidad de mi infancia. Interpreté a la mujer X transformada por un experimento genético con capacidades extrasensoriales para destruir lo que aborrece.
Mi marioneta y yo abrimos otra puerta hacia una galaxia que ya parece distante, la burbuja soviética en Cuba que es mi infancia, donde se gestaba el Hombre Nuevo: “Las semillas del 2000”, los nacidos en la década de los setenta del pasado siglo. La generación X, los antisistema. Y es una coincidencia que Miguel, Nyrabia y Albanese, sean también X, una denominación que ahora los hace parecer mucho más cercanos.
El universo que habité en Corazón azul pudo salirse de control. Aparece en Crónica azul (Diez años de rodaje) y hasta en las Crónicas del absurdo.
El 11 de julio de 2021 estallaron las protestas más grandes que han existido en la isla desde el año 1959. Hay un momento en Nadie donde Alcides, al referirse a la muerte de Fidel Castro y con ella la muerte de la Revolución, se anticipa:
“Él crea la Revolución y se supone que la Revolución era un proceso superior a él, pero él se hizo tan imprescindible, tan visible. Él era Jehová creando el mundo el primer día, el segundo día, el tercer día. Él era la Revolución. Él fue el hombre que tuvo la oportunidad de hacer algo verdaderamente inmortal. Esa oportunidad que solo se da de siglo en siglo. Ahora es el funeral de todos, el entierro de todos, la nada para todos o la eternidad que es también esa forma de la nada”.
Fotograma de Rafael Alcides en Nadie.
He pensado mucho en estas palabras, porque se respiran en las calles después del 11 de julio de 2021. Fidel Castro tuvo la oportunidad de habitar la realidad física de sus palabras. Tanto para bien, como para mal. Me atrevería a afirmar que no ha habido otra figura política en Cuba que lo haya podido hacer.
A pesar de que todo no fue más que una ilusión, parecía importante creérselo, ya que todo estaba regido por su mente. Un solo cerebro controló a todo un sistema durante décadas. El mundo de su creación desapareció con él. Cuba nunca dejó de ser lo que hoy revela su sombra. Solo que parecía ser algo distinto.
La epopeya congelada en el tiempo por su líder hasta la muerte: la Revolución Cubana ya es material de estudio en las escuelas cubanas. A golpe de represión, los descendientes de Castro juran que Fidel vive, mientras los pioneros corean: “¡Yo soy Fidel!”
En el Oriente Medio, con uranio enriquecido, el Ayatolá Jamenei persevera en mantener viva la disfuncionalidad de su República Islámica. Mientras, caen más cuerpos de civiles en suelo palestino, resisten en una forma que no parece humana y no parece haber nada que pueda detenerlo. Mientras Donald Trump firma de manera compulsiva órdenes ejecutivas.
¿Y qué ha sido de nosotros en esta Isla, a un año de lo sucedido en IDFA?
Habitamos una tierra marcada por la pobreza, las epidemias y el abandono. Nada importa más que la supervivencia. Sin que fuéramos conscientes, junto a las obras creamos un micromundo y abrimos una nueva puerta que nos condujo hacia una nueva burbuja.
He preferido retirarme poco a poco de la vida social. Las ciudades, los países, tienen relevancia por las personas que los habitan. El éxodo a causa de la violencia política, barrió con el arte y la prensa independientes. Yo quiero que mis palabras estén acompañadas de actos. No quiero ser una fugitiva. Necesito volver a encontrar la forma.

















