La lengua cortada del creador cubano

Cuando las noticias del 11 de julio aún resonaban en todo el país, yo estudiaba Cine y otros medios en la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual (FAMCA) de La Habana. Junto con otros estudiantes, decidimos no mantenernos callados frente a los eventos. 

Cuando se estudia una carrera universitaria existe una amenaza constante sobre la cabeza de cada estudiante. Uno tiene que mantenerse comprometido con la dirección comunista de la Universidad y, por extensión, con el Partido Comunista de Cuba; al punto de que, cuando uno se matricula, el carné que entregan no es solamente el propio de la Universidad, sino que también nos otorgan uno que confirma nuestra pertenencia a la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), organización estudiantil que obedece a la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). No es permitido formar parte de otra institución estudiantil; mucho menos crear una. Dicha amenaza perpetua es una que nosotros los estudiantes no deseamos notar hasta que caemos en el “radar” de un dirigente cuando señalamos las obvias contradicciones en esa secta fanática que ellos llaman Revolución.

Esta amenaza se torna evidente en las pruebas de ingreso para FAMCA, donde nos hacen preguntas sobre nuestros ideales en un intento por extraer nuestra opinión y decidir si somos ideológicamente aptos para acceder a una educación superior. Esta forma de “encuestar” se torna más importante para los altos mandatos ya que, una vez graduados, la mayoría de los estudiantes de cine, radio y televisión pasan a trabajar en canales estatales o, cuando esto no resulta lucrativo o moralmente correcto, acuden a trabajos en los medios independientes no autorizados por el Estado.

Pese a todos los métodos de intimidación a los que nos someten, muchos en la Facultad decidimos elaborar una carta abierta apoyando a los manifestantes del 11J tras ver las imágenes de los abusos llevados a cabo por la dictadura y al ser blancos de convocatorias dirigidas a los estudiantes del ISA en un supuesto “acto de reafirmación revolucionaria” en el Malecón habanero. Incluyéndome en la iniciativa, muchos abogamos por publicarla sin previa aprobación de las instituciones académicas, ya que concordábamos en que lo primero que iban a hacer —y de hecho hicieron— era censurarla. Tardamos unas doce horas en llegar a un acuerdo sobre lo que debería incluir el contenido del mensaje y en dónde se debería emitir. Muchos estudiantes se negaron a firmarla al conocer las amenazas que estaban haciendo los dirigentes de la Universidad y de la FEU hacia sus respectivas carreras, supuestamente mediante chantajes y llamadas telefónicas llenas de ira por parte de esa militancia que tanto intenta —y en ocasiones logra— disfrazarse de rebelde bohémico para así conseguir relacionarse con cada generación nueva de artistas cubanos. 

Las instituciones estudiantiles alineadas con la dictadura intentaron modificar nuestro mensaje, cambiando las palabras escritas por un discurso más favorable hacia el régimen; tal es el caso del presidente de la FEU, Danger Luis González, quien ahora vive en Roma, Italia, según su perfil de Facebook.

Fueron rechazadas todas las cartas, hasta la más “adecuada” a los ojos de los altos funcionarios. Decidimos entonces publicarla sin filtro alguno en las páginas de Facebook de Cardumen y de Estudiantado FAMCA; este último creado por uno de los firmantes de la carta.

Para justificar nuestra discrepancia con los actos de “reafirmación revolucionaria”, utilizamos como razón las propias restricciones sanitarias impuestas por el régimen durante más de un año. La viceministra de Cultura, Kenelma Carvajal —esposa de Alex Castro, hijo de Fidel Castro—, llamó a una reunión en el ISA donde mostró su descontento con el hecho de que se redactara y se publicara la carta fuera de los canales aprobados por la militancia comunista cultural del ISA. Expuso todo lo que ella pensaba con respecto a la “contrarrevolución” en Cuba; en ningún momento hubo un intercambio de opiniones; más bien consistieron en diez largas horas de la viceministra vociferando la novela arcaica amplificada por décadas por el orden castrista.

Luego, se realizó una reunión con un grupo más grande en el cual el decano y otros profesores sostuvieron una “discusión” con los estudiantes sobre el estado actual de Cuba. Acorde a los que estuvieron presentes, el encuentro en donde permitieron criticar las acciones del Gobierno en realidad fue una “válvula de escape” o desahogo para que los estudiantes pudieran criticar la obsolescencia del sistema sin sufrir represalias. Independientemente de cuál fuese el objetivo real, fue irrelevante el diálogo con ellos debido a que la queja había adquirido un carácter privado y no público.

La respuesta de la Facultad fue de publicar otra carta firmada por algunos profesores en donde culpaban a un “bloqueo” en realidad inexistente y utilizaban nuestro discurso original para legitimar los crímenes de lesa humanidad cometidas por el Gobierno: 

Defendemos el derecho a la libertad de expresión y al libre debate de ideas sobre la base del respeto. De la misma manera reconocemos el derecho de las instituciones a defenderse, siempre en el marco de la legalidad y la paz. […] Desde esta posición repudiamos a los que se expresan con posturas propias de anexionistas, a aquellos que desde hace tiempo han elegido el camino del mercenarismo, y a todos los que lesionan la integridad de la Patria, o comulgan con quienes lo hacen.

En esta carta, descalifican de modo indirecto cualquier protesta legítima al erróneamente aseverar que fue creada por fuerzas extranjeras y concluir con lo siguiente: 

Es imperativo asumir la autocrítica respecto a todo lo que sea necesario. Igualmente alertamos al mundo de la campaña de articulación de los grandes medios para difundir una imagen falseada de nuestra realidad. 

Llamamos a la reflexión y la unidad de todos los cubanos de buena voluntad para superar estos momentos difíciles. Cuba merece la unidad y el amor de sus hijos, y no el odio de quienes la agreden. La soberanía de la Patria es sagrada. Patria es Humanidad.

#NoPodemosCallar #CubaViva #FAMCA

El estudiante que brindó su testimonio sobre la reunión en el ISA, fue coaccionado por los altos mandos del ISA para firmar esta carta nueva con aquella amenaza silente, pero siempre presente.

Durante los días posteriores a la protesta, descubrimos que la estudiante de primer año, Naidelys Rodríguez, había sido injustamente detenida por manifestarse el 11 de julio. Fue liberada y llevada a su casa, a petición del decano de FAMCA, Javier Gómez Sánchez.

El 6 de agosto, Gómez Sánchez les hizo llegar a los estudiantes un libro que decía saber lo que había pasado en Cuba; un título que salió a la venta ni siquiera a un mes de los sucesos del 11 de julio. 

El libro encarnaba un mamotreto propagandístico de 102 páginas confeccionado a toda prisa y escrito por once licenciados y estudiantes cubanos de Periodismo, Historia, Derecho, Psicología y Ciencias de la Información. Contaba la típica historia que acostumbra utilizar el Gobierno en un intento por corroer la legitimidad de las protestas frente a las especulaciones de una población muy susceptible a la manipulación, afirmando que era una estrategia estadounidense para desestabilizar nuestra sociedad “pacífica”. Los autores utilizaron un lenguaje más enrevesado aún para explicar lo que el Noticiero simplifica a diario y culmina con un mensaje referente a la iniciativa que debiera tomar la Revolución para lograr “renovar sus vías de diálogo”, sin expresar exactamente cómo debe hacerlo. Cierra también bombardeando la contraportada con recomendaciones sobre otros libros referentes a Ernesto Guevara y un enlace para la página de Facebook de la editorial Ocean Sur, en donde fue publicado. Alargan el libro a unas tediosas 118 páginas para intentar transmitir un mensaje que fácilmente se podría resumir en pocas palabras: “ellos son mercenarios y nosotros somos tus confiables vecinos”.

En las semanas siguientes a las protestas del 15N, aplastadas por el régimen, mi profesor Gustavo Arcos Fernández-Britto publicó en La Joven Cuba el artículo “Palabras que devoran las palabras”, con una crítica al Gobierno y a las acciones de sus dirigentes —tan fuera de lugar— y su distorsión del lenguaje en beneficio de la prevalencia del régimen. 

Arcos me impartió clases de Apreciación Audiovisual; sobre todo de análisis de las herramientas que utilizan los cineastas y creadores audiovisuales para articular ideas a través de las imágenes y el sonido. También impartía clases de Historia del Cine Cubano; pero en ese momento yo había solicitado una licencia y no tuve la oportunidad de asistir.

No conocí profundamente al profesor Arcos; pero me pareció un hombre de sólidas convicciones, con una afinada objetividad en el análisis de la naturaleza semiótica y abstracta de cualquier obra en una plétora de medios, que variaba desde la observación de los mensajes subliminares de anuncios de Barbie y los créditos de apertura de series de televisión, hasta las películas de Godard y los orígenes de la pornografía experimental. Sus clases no eran de las que a uno le cuesta mantenerse despierto, pues eran dinámicas y se volvían más interesantes a medida que trascurrían los minutos.

Una semana después de aparecer el artículo en La Joven Cuba, Luis Alberto Domínguez Vázquez, un alumno suyo de primer año, intentó desacreditarlo en un artículo titulado “El reto de nuestros días”, en un blog llamado Bufa Subversiva; cuyo lema oficial es “Los subversivos somos nosotros”, junto a una hoz y un teclado imitando la iconografía comunista —cabe denotar que este blog está registrado en WordPress, un sitio web creado por empresarios ingleses y estadounidenses. También llegó otro artículo criticando al artículo profesor Arcos, por otro estudiante llamado Javier Darío, publicado en un blog operado por Medium —otra plataforma fundada por un estadounidense.

En su artículo, Luis Alberto afirma que “[u]na persona que también lo leyó me decía que no comprendía cómo alguien tan inteligente podía hablar o pensar de esa manera, y es que la inteligencia en estado puro no tiene intereses, es por los códigos que se deja contaminar la inteligencia”. Así, continúa divagando sobre los “ideales de la Revolución” y la imposibilidad de Cuba de ser un “capitalismo de primer mundo” y su destino como isla “tercermundista”. Prolonga su discurso afirmando que “un debate plural en el país es necesario” y asegura que Gustavo Arcos utilizó malvadamente esos problemas cotidianos con los que cuentan los cubanos, aseverando que “hieren profundamente a cada uno de nosotros”. Además, en referencia a las críticas de Arcos en donde relata el hambre y las falsas promesas que le ha hecho la dictadura al pueblo, entre otras razones por las que cree que ocurrieron las sublevaciones del 11J, continúa diciendo que este denigró un “sistema social imperfecto” y que “trata desesperadamente de crecer junto a un pueblo que ha sido capaz de mantenerlo”.

A lo largo de todo el artículo, se hace más que evidente su intención de conseguir la compasión del lector en cuanto a un régimen que, demostradamente, abusa de sus ciudadanos bajo la justificación inválida de un embargo que no impide la entrada de alimentos y medicamentos desde Estados Unidos al país. Hasta que comienza a enhebrar su conclusión: “La repetición de consignas vacías, que no guarda convicción real muchas veces, debe ser sustituida por una fuerza creadora, veraz, genuina, consciente y doliente de los problemas que se viven en Cuba”. El lector pudiera deducir que se trata de un sentimiento genuino hasta que descubre las contradicciones del autor desde los primeros párrafos, cuando ataca no solo la opinión personal del profesor, sino a La Joven Cuba, afirmando que “juega con el sentido de la nacionalidad desde su propio nombre, con la Historia, con los ideales que impulsaron la Revolución […] ahora todo se convierte en agresividad y ataques, disfrazados de exposición honesta y sencilla de contradicciones”.

Al final, aparece la siguiente firma: «(El autor de este texto es estudiante de 1er año de la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual (FAMCA) de la Universidad de las Artes)».

Se puede inferir que el objetivo de este texto es para demostrar que hasta un estudiante puede “poner” a un profesor “en su sitio” si se atreve a levantar su voz contra el régimen. El decano reenvió el articulo para la mayoría de los estudiantes como gesto de la prevalencia de su doctrina. En lo personal, me pareció una vergüenza ver como se denigraba la facultad y todo lo que representaba, no por lo que se supone que signifique la escuela, sino por las personas que asisten a la misma, puesto que en el orden privado, entre nosotros los estudiantes tolerábamos las creencias de cada uno y no por miedo, sino por respeto a las personas como individuos libres.

Hace poco dejé FAMCA y el ISA, al igual que otros estudiantes, debido a la enorme cantidad de tiempo perdido durante los meses posteriores a marzo de 2020, cuando declararon el estado pandémico en el país. Gracias al mal manejo de los administradores y planificadores de mi universidad, malgastamos más de un año esperando reanudar un curso que innecesariamente se pospuso y retrasó varias veces bajo el supuesto pretexto de la situación de la Covid-19; algo que se vio invalidado por las convocatorias del “presidente” Miguel Díaz-Canel a espacios con grandes concentraciones de personas, tanto en noviembre de 2020 en el parque Trillo como en julio de 2021 en el Malecón habanero. 

Además, se vio congelada la vida académica de los estudiantes de FAMCA gracias al atraso general que existe en Cuba en cuanto a la tecnología, específicamente Internet, entre muchos otros ámbitos; lo cual imposibilitó completar la mayoría de los trabajos asignados por los profesores al consumir grandes cantidades de gigabytes, en un país donde 1 GB costaba 250 CUP o un equivalente aproximado a 10 USD. Básicamente, los mandatos del ISA pretendían vivir en otro país en donde los estudiantes, o sus familias, ingresaban la suficiente cantidad de capital para permitirse este tipo de gasto francamente absurdo. Por este estancamiento, muchos compañeros de aula, incluyéndome entre ellos, pensábamos no continuar nuestros estudios; algo que, como mencioné, se volvió realidad en ciertos casos. 

En el mío, esto se agravó por el hecho de no encontrarme en Cuba en el momento de continuar las clases presenciales y no poder regresar al país por la ausencia de vuelos hacia la Isla en ese momento; pues, bajo órdenes de la casta militar, las fronteras aéreas del país permanecían cerradas a casi todos los destinos del mundo. Para el momento de las manifestaciones pacíficas del 15N, mi situación académica aún representaba una incógnita, pues hasta hoy todavía no he recibido respuesta con referencia a mi petición para una licencia estudiantil. No obstante, había estado preparando mi salida de FAMCA desde la manifestación pacífica del 27N, en la que participé y grabé los acontecimientos para un documental que estoy elaborando. 

Sin embargo, la toxicidad del sistema gubernamental y la mediocridad de la administración burocrática de la escuela —no confundir con la educación— fue y continúa siendo insuperable para mí como para retomar mis estudios. Otros causantes de mi negación a reingresar fueron las limitaciones artísticas y financieras que implican hacer cine en Cuba; el país está demasiado estancado para hacer películas verdaderamente sobresalientes y a la altura de los estándares mundiales. Es una realidad que demasiados cineastas cubanos tratamos de evitar reconocer, pese a los enormes esfuerzos que hacemos para lograrlo. Quizás se ejemplifique esto en sus intentos de ocultar las grietas y los baches de nuestras calles y aceras para así poder mostrar una puesta en escena más “neutral” o “aceptable”, lo que lleva a que algunos de nosotros sucumbamos —me incluyo en esa lista— a la estética rudimentaria y utilitaria del neorrealismo italiano tras la Segunda Guerra Mundial, en lugar de las películas y series de televisión escapistas o de temática más amplia que se consumen en España, Reino Unido, Alemania, Argentina, Corea del Sur y Estados Unidos.

Creo que se debe a dos cosas. Primero, nuestra economía se encuentra en un perpetuo tambaleo gracias a los excesivos gastos de GAESA en renovaciones y construcciones hoteleras innecesarias, entre otras supuestas “inversiones”. Esto se traduce en que haya poca circulación económica y, por tanto, sostener un valor de producción de calidad sea casi imposible a menos que se tenga un presupuesto lo suficientemente grande y un contrato lucrativo con una productora que permita filmar una superproducción en la capital para así poder vendérsela al público mundial. Asimismo, otros gastos injustificables y ridículos son exigidos por la casta superior en Cuba para poder mantener la moral alta y las barrigas llenas entre la élite que reina en la Isla que, si logra evadir la verdadera justicia que estos merecen, pronto se despojará de sus uniformes de color oliva para lucir las mejores telas que de seguro esconden en sus armarios.

Segundo, existe un favoritismo dentro del Gobierno hacia los artistas que se autoproclaman “revolucionarios”, quienes logran el grado de fama que ofrece Cuba, quedando en el olvido y en la censura aquellos que no están de acuerdo con esta ideología. Se trata de un apartheid artístico generalizado en que se premia la lealtad y no necesariamente el talento —prevalente en todos los ámbitos en Cuba—. Esto ha creado un estancamiento en el arte del país, pues se supone que el arte conlleve la libertad y viceversa. 

A pesar de la necesidad imperativa que tiene el aparato propagandístico de la televisión cubana de contar con editores y creadores lo bastante adoctrinados, fanáticos u oportunistas para producirles, FAMCA ha logrado cultivar indirectamente una cultura de disidencia soft en el mundo del arte cubano, al igual que el resto del ISA. Símbolo reciente de ello es el estudiante Abel Lescay, aún acusado por las protestas del 11J y que en estos momentos enfrenta una condena de privación de libertad.

Desde la época de Tomás Gutiérrez Alea han emergido artistas que critican al sistema totalitario cubano, pero han llevado una crítica suave en la que existe una hesitación para expresar la verdadera ira homicida que el pueblo debiese sentir hacia la organización criminal tan bárbara y explotadora como es la dictadura castrista. Una ira que solamente artistas como Los Aldeanos, Maykel Castillo Pérez (el “Osorbo”), Porno Para Ricardo y otros músicos disidentes, además de cineastas como Lilo Vilaplana —quien no hace mucho presentó un filme histórico sobre los abusos que sufrieron en prisión los llamados “plantados”—, han sido capaces de expresar a través de sus obras.

La disidencia sosegada dentro del arte cubano ha tenido que modificarse a tal punto que en la actualidad representa un peligro el autodenominarse “activista”, pero es virtualmente imposible que el artista cubano compita con las producciones extranjeras, por mucho que pueda apelar a una parte de la población con sus mensajes sobre la realidad cubana y la represión que se sufre a diario. Considero que la mayoría de los cubanos prefieren el escapismo del extranjero, tal como disfrutaban muchos alemanes de la antigua República Democrática Alemana, quienes consumían la televisión de su contrapunto occidental para distraerse de la atmósfera tosca, opresiva y deprimente del socialismo.




Gustavo Arcos: “Dijeron que ejercía nefasta influencia sobre los jóvenes”

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Daniel Céspedes

Es acaso el crítico de audiovisual más polémico de Cuba. Lo han descrito como “privilegiado y reciclador”. No termina de salir de una disputa para entrar en otra. Como esas películas que, por prohibidas, uno las busca más, no hay mayor tentación para seguidores y detractores que averiguar qué dijo o escribió Gustavo Arcos.