Las 10 mejores sátiras políticas cubanas

A la sombra alargada del griego Aristófanes o del romano Marcial, la sátira política prosperó en un tipo de literatura y teatro empeñados en burlarse de lo sagrado o lo solemne. 

Al deseo de mostrar los entresijos de la política o la religión, se entregaron algunos de los mayores creadores de Occidente, como Dante Alighieri (en algunos momentos de Divina comedia), Shakespeare en El mercader de Venecia, o Jonathan Swift con Los viajes de Gulliver, hasta llegar al siglo XX y Rebelión en la granja, de George Orwell. 

El cine adoptó rápidamente este subgénero de la comedia dedicado a exponer, jocosamente, los males de índole política y los problemas institucionales que afectan a un país. 

Desde Sopa de pato (1933) de Leo McCarey y sus burlas a la imaginaria república de Libertonia, o El gran dictador (1941) de Charles Chaplin, y aquel déspota que gobernaba Tomania, Adenoid Hynkel,jugando a la pelota con el globo terráqueo, hasta Bienvenido, Míster Marshall (1953) de Luis García Berlanga, con sus sarcasmo sobre la penetración yanqui en España, o Dr Strangelove (1964) de Stanley Kubrick y la delirante burla al guerrerismo aventurero de los halcones del Pentágono, el cine ha construido centenares de sátiras a los diferentes poderes políticos, a los tiranos y a sus prácticas. 

Más recientemente, porque las aludidas corresponden todas al periodo del clasicismo o la modernidad cinematográfica, aprovecharon el descreimiento postmoderno varias producciones de diversas nacionalidades: Escándalo en la Casa Blanca (1998, Barry Levinson) describe el modo en que los medios inventan una guerra falsa para distraer al público de un escándalo sexual del presidente; la alemana Goodbye, Lenin (2003) presenta el caricaturesco e imaginario rescate del socialismo de marca RDA por parte de un joven que intenta conservar las ilusiones de su madre moribunda; la italiana Il Divo(2008, Paolo Sorrentino) se burla abiertamente hasta del siete veces jefe de gobierno italiano Giulio Andreotti; mientras que la británica La muerte de Stalin (2017, Armando Iannucci) describe los patéticos demonios que se desatan, en el intento por controlar al partido y el gobierno, después del deceso del mandamás.

Y tal vez esta brevísima y seguramente injusta enumeración debiera incluir al cine latinoamericano, y algunas brillantes mofas del poder político en México a través de La ley de Herodes (1999) o La dictadura perfecta (2014), dos películas dirigidas por Luis Estada que, primero, develó la corrupción institucionalizada en las altas cúpulas del poder partidista y, después, denunció la alianza entre los gobernantes y los medios para limpiar la imagen de un mandatario errático y así permitir la prolongación de los poderosos en las poltronas presidenciales. 

El cine cubano también ostenta una cierta tradición de sátiras políticas, sobre todo después de la creación del ICAIC. Amparado por una tradición que incluye momentos tan importantes como el demarcado por el semanario La Política Cómica (1905-1931) y el memorable Bobo, de Eduardo Abela, el cine cubano ha realizado, a pesar de la censura y de la incomprensión de muchas instituciones que nunca entendieron el potencial crítico del arte, varias sátiras políticas trascendentales.  

A continuación, enumeramos y caracterizamos someramente diez de las mejores, en orden cronológico inverso, de manera que comenzamos la enumeración con Comandante Fritz, la más reciente entre las que conozco y he visto, y concluimos con La muerte de un burócrata, realizada hace casi sesenta años:





1) Con el pretexto de contar la misión en Cuba de un joven oficial de la Stasi (el servicio secreto de la Alemania socialista), enviado a La Habana con el fin de frustrar un posible ataque de la CIA contra el Máximo Líder, Pavel Giroud y el guionista Arturo Infante rastrean los entresijos políticos de la Cuba setentera en Comandante Fritz (2025), que expone desde la caricatura los desmanes de la más extremista ideologización y censura. Si bien el ambiente caribeño a veces se parece demasiado al de oscuras películas alemanas o polacas sobre esta misma época, el tono general se aligera con exageraciones, caricaturas, anacronismos y con grandes dosis del cubanísimo choteo. A ratos, el filme puede parecerse a la muy recordada y melodramática producción alemana La vida de los otros, con historia de amor al centro (entre una cubanita jacarandosa y un alemán estirado, pero concupiscente). Solo que aquí predomina la caricatura en absoluta búsqueda del placer espectatorial y, efectivamente, se logra con creces. Al menos, en el último tercio de la narrativa, cuando el argumento se perfila hacia la comedia de enredos sostenida sobre la sátira eficaz del género de espías. Comandante Fritz defenestra casi todo los mitos y leyendas sobre la versión cubana del llamado Socialismo Real.





2) Sergio y Serguei (2017, Ernesto Daranas) fue cuestionada por algunos críticos cubanos, sobre todo dentro de la Isla, en tanto asumía “un tono festivo para referirse a un período trágico”. Dicha frase acompañó tácitamente el debate ocasionalmente intenso que ocurrió, sobre todo en las redes sociales, como es de suponer. Los matices políticos de la trama se evidencian desde la misma caracterización de los protagonistas: un profesor de filosofía marxista, graduado en la URSS, que enfrenta desde “la lucha” y “el invento” la crisis material e ideológica del amargo Periodo Especial, y un astronauta soviético varado en el cosmos, porque en su país impera ya el capitalismo, y se acabaron los fondos estatales para financiar utopías como la conquista del cosmos. Los tintes más oscuros de la sátira política aparecen en la personificación del agente de la seguridad que vigila y chivatea, con saña paranoica, la actividad “subversiva” del pacífico radioaficionado.





3) Asegura Eduardo del Llano en un trabajo que leí en internet (https://jovencuba.com/humor-negro) que el humor negro nos ayuda a sobrellevar el absurdo cotidiano, el dolor de estar vivos y la lotería de las pérdidas, la pesada carga de los rituales… Hay que ser muy sensible, muy humano y muy culto para aventurarse con el humor negro”. El escritor, guionista y realizador nos entregó una de las mejores sátiras políticas y de humor negro, del cine cubano, dentro de la serie de cortometrajes dedicados al personaje de Nicanor O’Donnell. Brainstorm (2009) ocurre en un solo espacio, una oficina de reuniones de un periódico cubano donde se discute la selección de la noticia que tendrá un llamado en la primera página. Así se resuelve, con una notable sobriedad de la puesta en escena, esta suerte de retrato explícito sobre las paranoias, los absurdos y las suspicacias que dominan la política informativa en la Cuba socialista. 





4) Aunque Juan de los muertos (2011, Alejandro Brugués) satirice sobre todo ese carácter acomodaticio de los cubanos, capaces de sobrevivir en cualquier crisis y además sacarle provecho, a lo largo del filme hay varias pinceladas de evidente sátira política, como cuando los medios oficiales aseguran que la horda de zombis ávidos de carne humana son solo disidentes, al servicio de la CIA y del gobierno norteamericano. Además, también queda claro el símbolo de la creciente zombificación del modo de vivir y de pensar que predomina en Cuba.





5) A principios del siglo XXI se desplegó vocingleramente en Cuba la llamada Universidad para Todos. Con el expresivo título de Utopía (2004), Arturo Infante sometía a descacharrante burla la cultura masiva y la instrucción intensiva, pero coyuntural y cosmética. Una cultura e instrucción que muy poco significan sin reforzar los valores de la educación, las normas de convivencia, la sensibilidad. A través de estos hombres que discuten hasta la muerte sobre la existencia o no del barroco latinoamericano, las mujeres que se aporrean a causa de una polémica sobre términos operísticos, o la muchacha retrasada que salta con alborozo al memorizar mecánicamente los versos de El Gólem para un acto escolar, Infante se ríe sardónicamente del conocimiento devenido maquillaje para encubrir la brutalidad. 





6) Burla abierta a la estolidez y disfuncionalidad de la burocracia dirigente, personificada en uno de los protagonistas, Guantanamera (1996, Tomás Gutiérrez Alea) describe el traslado de un cadáver de una señora, víctima de un ataque cardiaco, desde Guantánamo a La Habana. El funcionario tronado es pareja de una ex profesora de Economía, y ambos son símbolos de la rutina y de la inercia. Además, las regulaciones que obligan a realizar un relevo de carros fúnebres en cada provincia constituyen irónico muestrario de la ineficacia y la ampulosidad de la planificación llevada a extremos de delirio. 





7) Alicia, una joven instructora de teatro, es enviada a Maravillas de Noveras, un pueblo donde se reúnen los peores males de la sociedad socialista cubana: la corrupción de los dirigentes, la ineficacia de las instituciones estatales, el fraude, el oportunismo, la desidia, la doble moral, la chapucería. Alicia en el pueblo de Maravillas (1991, Daniel Díaz Torres) describe la lucha de la joven por tratar de cambiar la inercia y el esquematismo dominantes. En ese camino, se enfrenta las posturas más reaccionarias y dictatoriales, comenzando por el conflicto con el demagogo director de un sanatorio, que la trata con falso paternalismo y en realidad intenta diluir todo intento por estimular la creatividad o la imaginación.





8) La animación recupera la importante tradición cubana de sátira política cubana en los años treinta con Vampiros en La Habana (1985, Juan Padrón), que se ambienta precisamente en esa época. El creador de Elpidio Valdés pone en evidencia, y se ríe un poco, de las sórdidas tramas imperialistas y de las luchas por el poder, para entregarnos un tratamiento de la historia y, por consiguiente, de la política, que resulta cuando menos irreverente. El cine cubano de los años ochenta se caracteriza por el reciclaje genérico y el avance del proceso crítico llamado “rectificación de errores y tendencias negativas”. El filme caricaturiza de los gobernantes y mantiene un tono burlón, choteador y hasta lascivo, para reconstruir aquel momento histórico grávido. 





9) Aunque el relieve de sátira política nunca resulte evidente en Los sobrevivientes (1978, Tomás Gutiérrez Alea), afloran decenas de alusiones políticas en esta comedia negra sobre una familia de la alta burguesía que se enclaustra y atrinchera, por temor a la influencia de los nuevos tiempos. Y como es natural en todo proceso cultural, social o político, el aislamiento conduce por vía directa al retroceso, incluso a la erosión de cualquier ideal humanista. Sin embargo, estos grandes temas con los que lidia el argumento, nunca se hacen evidentes, en medio de una trama y de personajes signados por el humor negro e incluso el surrealismo.





10) Tal vez la mejor comedia en la historia del cine cubano, La muerte de un burócrata (1966, Tomás Gutiérrez Alea), exhibe su matriz política desde las primeras escenas, en el entierro del obrero ejemplar que muere accidentalmente tragado por una máquina para fabricar bustos de yeso. El director pone en evidencia disparates y mecanicismos establecidos por el nuevo sistema social, al tiempo que fustiga los rituales estereotipados y la retórica colmada de lugares comunes. Con este solo filme, el cine cubano se aparta súbitamente de la solemnidad del realismo socialista y se mofa del esquematismo que le es inherente.