Miguel Coyula: testigo revolucionario

Testigo Revolucionario (BBC, 1989), del dramaturgo Peter Barnes, es una serie de cuatro monólogos en conmemoración del bicentenario de la Revolución Francesa. Uno de estos discursos es pronunciado por Jacques Roux, una de las figuras más controversiales de ese período, un sacerdote revolucionario considerado demasiado radical incluso dentro de los propios líderes revolucionarios. Contestando a las críticas de sus compañeros revolucionarios y legisladores, declaró: “No es mi propósito ser popular, estoy aquí para clavar el aguijón”. 

Se mantuvo fiel a sus principios aun sabiendo que el poder valoraba eliminarlo por sus declaraciones: “Sostengo el derecho de juzgar, criticar y censurar […] No te dejes engañar por los que dicen preocuparse por ti. Siempre mira la factura que te están pasando. Eres tú quien tiene que pagarla”.

La Revolución Francesa, imperando con sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad, se volvió influyente en el resto del mundo e inspiró a los pensadores de mediados del siglo xix Karl Marx y Friedrich Engels mientras detallaban los principios centrales del comunismo. 

Vladimir Lenin evocaría más tarde el legado histórico de la Revolución Francesa, al compararla con la Revolución rusa de 1917, sobre todo por la necesidad de ser despiadados para defender al nuevo régimen. Trágicamente, la política del gobierno bolchevique sería muy similar al terror sangriento de los jacobinos. 

Ambas, la Revolución Francesa y la rusa, constituyen ejemplos desastrosos de cómo los reclamos progresistas pueden ser aplastados por un dogma ideológico y la corrupción sistémica. 

Las políticas dictatoriales de estas revoluciones se volvieron tremendamente antiéticas respecto a sus principios fundacionales de ideales humanistas, de los cuales sobrevivía solo el nombre.  

El mundo vería repetirse este modelo histórico cuando estos ideales revolucionarios irrumpieran en la isla de Cuba. El Movimiento 26 de Julio, liderado por Fidel Castro, fue organizado para derribar la dictadura de Fulgencio Batista, siendofundamental para desmantelar el dominio colonialista de Estados Unidos sobre Cuba. Durante los primeros años la Revolución fue apoyada con entusiasmo por la mayoría de la población por su declaración nacionalista de independencia y por los reclamos de justicia social y libertades políticas. 

Cuando la Unión Soviética colapsó en 1991, Cuba vivía un estancamiento social y económico. El declive fue también reflejado en el paisaje cinematográfico del país. Aquí el cine estaba financiado y controlado políticamente por el Estado,ya que los cineastas independientes eran virtualmente inexistentes. Pero el cambio cultural comenzaba a filtrarse en el país hacia finales de los años 90. Las revoluciones tecnológicas digitales y de Internet comenzaban a permitirle a los cubanos mayor comunicación con el mundo exterior, propiciando que un nuevo testigo revolucionario emergiera en el cine nacional.

En 1994, el arquitecto Mario Coyula Cowley viajó a Estados Unidos a visitar a sus familiares. Allí le regalaron una cámara VHS que trajo consigo de regreso a casa. Puesto que el VHS era un formato común en Cuba, originalmente planeó venderla. Pero antes de que pudiera hacerlo, su hijo adolescente descubrió el equipo.

Miguel Coyula Aquino (La Habana, 1977) había pasado la mayoría de su infancia y primera adolescencia solo, o en compañía de amigos selectos. Mostrando gran desagrado hacia los clubs y discotecas frecuentadas por compañeros, a los 17 años había pasado muchas horas desarrollando su mundo interior a través de varios medios creativos. Ya fuese escribiendo historias cortas en una máquina de escribir Remington de los años 50, dibujando cómics en sus libretas de clase, o usando una grabadora de audio para crear una historia de un estudiante que sufría un violento colapso nervioso, Coyula se sintió gradualmente atraído hacia las artes. Cuando la cámara VHS llegó a sus manos, el adolescente tuvo una revelación.



‘Memorias del Desarrollo’ (2010).


La inspiración llegaría cuando descubrió Solaris (1972) de Andréi Tarkovski en la Cinemateca del cine Chaplin, muy cerca de su casa. Aunque la primera vez no comprendió muchos elementos de la película, tuvo claro que había vivido una experiencia profunda que lo condujo a volver a ver la película tantas veces como pudo. Esto se volvería una práctica habitual en Coyula cuando descubría películas extraordinarias, como El Conformista (Bernardo Bertolucci, 1970). Para absorber “toda su esencia” miraría repetidamente estas películas, sintiendo que cada vez le hablaban de forma distinta. Mirando las posibilidades del cine como “infinitas”, se puso a trabajar en su primer cortometraje, Pirámide (1996), cuyo título se volvería la etiqueta de su casa productora.

El corto de 31 minutos se centra en una catástrofe abstracta que amenaza la existencia de la humanidad, contada a través de imagen real y animación dibujada a mano. Aunque las limitaciones de producción fueron la razón primaria para combinar estas técnicas, su narración intermediática ha permanecido como un elemento esencial en su trabajo, volviéndose un aspecto indeleble de su segundo largometraje, Memorias del desarrollo (2010) —una adaptación de la novela homónima de Edmundo Desnoes, secuela de su propia novela Memorias del subdesarrollo (1965), adaptada al cine por Tomás Gutiérrez Alea en 1968. 

En la película de Coyula, su protagonista, Sergio —interpretado por Ron Blair— es un artista que trabaja con múltiples disciplinas, incluyendo el collage fotográfico. Aunque Coyula había utilizado técnicas de edición similares con anterioridad —la secuencia de apertura de su primer largometraje, Cucarachas rojas—, las inclinaciones artísticas de Sergio son expresadas a través de montajes frenéticos, empleados para ilustrar cómo su deterioro mental estructura las prioridades de su memoria. Adicionalmente, historias gráficas de la Revolución cubana y norteamericana se perciben a través del lente distanciado de Sergio, como también la tóxica historia de relaciones raciales dentro de Estados Unidos, pintando una perspectiva amarga sobre el potencial perdido de ambas naciones.



En ‘Memorias del Desarrollo’, Sergio Garcet (Ron Blair) vaga sin rumbo por los paisajes metropolitanos de Estados Unidos, alienándose cada vez más del mundo que lo rodea.


Pero estos posicionamientos sociales —sean convergidos a través de sus personajes, o de alguna de las corrientes temáticas de la película— no son siempre compartidos por Coyula.

Él cree que cuando los artistas “comienzan a preocuparse por la función social del arte, este comienza a perder su pureza. El arte debe nacer de tus demonios personales y tienes que ser honesto. Si después tiene alguna función social, muy bien, pero eso no debe ser una meta preconcebida”. 

Aunque en sus películas ha criticado repetidamente a Castro, el destino de la Revolución cubana y la cultura aferrada al consumismo y la superficialidad de la sociedad moderna —de manera más directa en el documental Nadie (2017) sobre el poeta Rafael Alcides— esto ha sido el resultado de confeccionar historias visualmente impactantes, donde conduce emociones para desafiar e intencionalmente incomodar al público. Coyula opina que “la mayoría de las personas va al cine para reafirmar su postura sobre un tema determinado, no para cuestionarse o entrar en un debate con ellos mismos”.Esto es evidente si regresamos a Pirámide, aunque a su primer esfuerzo le faltaba, obviamente, la brillantez técnica de sus largometrajes posteriores.



‘Nadie’ (2017).


Aunque Coyula utilizaba a sus amigos como el elenco principal de Pirámide y sus padres apoyaban con cautela su creciente pasión, no tenía ningún equipo de posproducción para armar la película. Toda la “edición” fue hecha en cámara. Esto requería que la película entera fuese filmada en orden cronológico y mapeada de antemano a través de precisos storyboards. Esta restricción cultivó una disciplina y consistencia visual que Coyula ha mantenido hasta la fecha, haciendo storyboards de cada momento y nunca repitiendo el mismo plano, inclusive en escenas de diálogos, desarrollando así la evolución emocional de los personajes con cada corte. Esta práctica ha sido influenciada por su amor a los cómics, manga y anime, cuando descubrió que cada panel está diseñado para expresar una emoción distinta, mientras la historia avanza y la tensión escala progresivamente.

Se hace aún más evidente en el último largometraje de Coyula, Corazón azul (2021), una película de ciencia ficción que plantea el uso de ingeniería genética por Fidel Castro para crear el “hombre nuevo” de la Revolución, un experimento que fracasa con consecuencias desastrosas. Coyula dibujó a mano varias escenas de un anime —creado para esta película— que ilustra uno de sus temas centrales: los humanos y su descendencia alterada genéticamente. Este conflicto se presenta de forma devastadora para los personajes animados: el destino del mundo cuelga de un padre que comete el mayor de los sacrificios. Estos padres temen a sus niños superdotados, capaces de revolver hasta el infierno para convertirse en la nueva era de la humanidad, pero aun así no pueden dejar de amarlos.

En todos los largometrajes de Coyula está continuamente reflejada una severa desconexión entre generaciones y entre los ideales a los que respectivamente se aferran. Por ejemplo, en Nadie, una entrevistada apunta directamente a la nueva generación por estar obsesionada con “marcas extranjeras, publicidades y videojuegos”, y el propio Alcides más tarde remata: “La juventud de hoy no tiene ideas políticas. No se quieren buscar problemas”.

Mientras Coyula realizaba Pirámide, estaba operando mayormente con la intuición que había cultivado a través de su educación artística en casa, simplemente intentando contar la historia que le gustaría ver en la pantalla. Sin embargo, aquí experimentó con varios motivos narrativos y audiovisuales que luego se tornarían sellos de su filmografía. La población desilusionada y desposeída, misteriosos paisajes de edificios decrépitos, relaciones alienadas… Estos elementos serán, sobre todo, destacados en Cucarachas rojas, donde la oscura y abusiva historia de una familia disfuncional crece exponencialmente hasta que cualquier sentido de normalidad es solo una ilusión efímera.



‘Cucarachas Rojas’ (2003).


Las experiencias de los personajes de Coyula están revestidas con aspectos de la vida diaria en el mundo real, largos segmentos de ensoñaciones contemplativas y mecánicas metas cinemáticas —a menudo realizadas como secuencias que derriban la cuarta pared, como las conversaciones entre la narradora y Alcides en Nadie, o como un locutor de televisión se dirige a la audiencia y a determinados personajes en Corazón azul—. Bañada en colores fuertes y construida con fondos extrapolados que combinan frialdad industrial y tecnológica con abandono e intemperie, la película a menudo parece retomar subconscientemente el icónico diseño de producción del expresionismo alemán, mientras a menudo evoca el estilo de meditación poética en el cine de Tarkovski. Pirámide, aunque limitada tecnológica y conceptualmente, es bastante destacable, y llevó a que Coyula fuera aceptado en la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV).

Coyula no perdería tiempo en filmar nuevos cortos. Válvula de Luz (1997) es similar a su primer corto en temática y método: los primeros veinte minutos fueron filmados cronológicamente y editados en cámara. Cuando fue aceptado en la EICTV, completaría el corto en una máquina de edición U-Matic de la Escuela. Como había sido aceptado en calidad de director, ya que la institución preparaba a sus alumnos para roles exclusivos después de una etapa polivalente, técnicamente no tenía acceso a la sala de edición. Pero logró obtener una llave gracias a otro alumno para completar la edición durante las noches. Pasaría los próximos dos años en la Escuela creando una serie de cortos, los cuales (Idea1998; Bailar Sobre Agujas1999 y Buena Onda, 1999) sentarían el escenario para su carrera en largometrajes.

Idea fue un trabajo de clase, donde a Coyula se le encargó hacer un documental. El estudiante de cine odiaba los típicos documentales de “cabezas parlantes” y decidió explorar un vecindario cercano a Bauta, llamado Pueblo Textil, que describe como “[U]n grupo de edificios en medio de la nada construidos para alojar a los trabajadores de la fábrica textil. Sus hijos no tenían mucho que hacer durante el día así que les presté mi cámara VHS y grabé el proceso de cómo hacían películas”.

Coyula documentaría las múltiples fantasías de los niños, sueños y pesadillas, descubriendo que muchas de ellas tomaban lugar en un sistema de cuevas cercano. Intrigado por las posibilidades, Coyula dirigió a los niños hacia la cueva, proveyéndolos con numerosas antorchas al estilo de Los Goonies y los dejó sueltos. El caos irrumpió en el rodaje, con varios niños resbalando, cayéndose, otros casi quemándose. Sin embargo, Coyula describió la experiencia como algo “hermoso; me convertí en un niño junto con ellos”.



‘Corazon Azul’ (2021).


Más tarde fue advertido por algunos colegas de la EICTV de que muchos padres estaban molestos por sus acciones y le aconsejaron que no regresara al pueblo textil. Aun así, regresó un mes después para mostrar un corte del documental a los niños participantes, cuyas reacciones anonadadas terminaron incluidas en el corte final.

Si bien el relato central del corto era relativamente directo, el enfoque de Coyula combinó las crudas experiencias de los niños con una realidad manufacturada, explorando sus temas con visualidades más abstractas y elementos de ficción, hibridados hasta tal punto que a veces arroja una neblina sobre lo que realmente sucede —en especial en el clímax del corto, cuando parece que la pandilla de niños y el propio equipo de Coyula quedan prácticamente atrapados bajo un derrumbe interno de la cueva—. Este enfoque está expandido dramáticamente en Nadie, donde apenas hay un momento que no sea presentado de una forma estilizada o expandiendo los límites de la realidad para exigir interrogantes del espectador. A través de este método, la película deja de ser solo sobre Alcides, de la misma forma que Idea no trata exclusivamente sobre niños jugando con una cámara de video.

Esta mezcla de lo real y lo fantástico logra explorar el funcionamiento interno del subconsciente, mientas provee un campo de juego para conceptos más complejos: la creatividad innata de los seres humanos. Coyula no intenta definir a estos niños o los mundos que crean, solo acentúa lo que ya es aparente y lo presenta en un formato altamente inusual. Lo mismo sucede con Nadie, donde la admiración de Coyula hacia la pasión y brillantez narrativa de Alcides proveen la base para una exploración de la función del arte como una experiencia humana. Aquí la crítica al Estado cubano contemporáneo es inherentemente dirigida contra todas las sociedades que buscan el control de las formas individuales de expresión; sea a través de la censura directa, exclusión social, o simplemente por las demandas del mercado.

Su próximo trabajo escolar fue un cuento de Raymond Carver, adaptado por la guionista brasilera Cristiane Pederiva. Bailar sobre Agujas fue un regreso a los reinos que más atraían a Coyula, rápidamente convirtiéndose en el trabajo más surreal de su filmografía.

Puesto que fue obligado a trabajar con un equipo de rodaje por la EICTV, este permanece como el único trabajo de su filmografía donde no está acreditado como guionista; experiencia que lo empujó dramáticamente fuera de su zona de confort, donde a menudo había trabajado como un hombre orquesta. Aunque dejó intacto casi todo el diálogo de Pederiva, Coyula decidió “extirpar el realismo de las imágenes, comenzando por la desmaterialización del espacio”.

Este acercamiento produce una atmósfera de intensa descolocación, donde los personajes son reducidos a sus elementos más primarios para explorar simultáneamente sus pensamientos sobre el pasado, presente y futuro. Durante la evaluación pública del ejercicio, un profesor (Daniel Díaz Torres) lo catalogó como “un corto hecho por un marciano”; expresión que, lejos de percibir como un insulto, Coyula considera hoy una medalla de honor. En lo adelante ha continuado explorando esta marca de disociación como un poderoso motivo en sus largometrajes, aunque su utilización sea radicalmente diferente en cada ocasión.

Por ejemplo, en Cucarachas rojas, Lily (Talia Rubel) es agredida sexualmente por su hermano Adam (Adam Plotch) y,después que huye, vaga sin rumbo por Nueva York en una espiral emocional, sin certeza sobre su futuro. Cuando entra en un parque, el espacio visible se reduce por una noche visualmente opresiva en contraste con las pocas luces disponibles. Lily se sobrecoge con el sonido de un enjambre —las patas de los insectos titulares de la película— y llena de pánico retrocede, hasta que se encuentra tropezando, pisando, y escachando muchos huevos que de repente han aparecido en el suelo. Cuando el mundo parece cerrarse sobre ella, la película corta violentamente a la puerta de entrada de Adam, donde Lily, sin poder sostenerse en pie, cae a través del umbral en brazos de su hermano. No hay explicación, ni recurrencia de estas imágenes desconcertantes, pero la secuencia permite a la audiencia empatizar con el personaje aun sin entender racionalmente la imaginería. 



Rafael Alcides (1933-2017) en ‘Nadie’ (2017). Escritor que comenzó apoyando la Revolución Cubana y luego fue censurado.


En Memorias del desarrollo, toda la historia de Sergio puede ser vista como una forma de descolocación, mientras vaga por el mundo en busca de un nicho propio, a pesar de su naturaleza antisocial. Visto de cualquier forma, Sergio está condenado por sus propios demonios, sus tendencias misóginas a menudo destruyen sus relaciones románticas y el distanciamiento autoimpuesto hacia su familia le trae mayor disociación emocional. En una escena del tercio final de la película, Sergio abandona su hogar más reciente en Nueva York y viaja a Las Vegas, bombardeando sus —y nuestros— sentidos con una metralla de placeres efímeros y delicias artificiales, antes de que toda semblanza de tiempo y lugar sea borrada. Nos quedamos con un zumbido fantasma en el silencio. Sergio expresa sus temores de perder el juicio mientras pasa incontables horas en una cabaña en el desierto de Utah, a veces llorando en silencio sin poder discernir emoción alguna. La tragedia está complementada por la edición y manipulación digital de Coyula, donde el espacio negativo (literal y figurativo) es reusado con bastante frecuencia para crear puentes en el tiempo y explorar la podredumbre mental de Sergio.

En Nadie, estas representaciones temáticas y estilísticas son combinadas y amplificadas. Alcides es situado a menudo en un vacío manufacturado, donde el primer plano visual y el fondo son imaginativamente alterados con distintos desplazamientos de intensidad narrativa. Esto está diseñado para elaborar sobre las historias de Alcides, de sus demonios interiores, sobre el potencial y el fracaso de la Revolución cubana, contrastándolos sutilmente con el mundo moderno. Siluetas invertidas, rellenas con material de archivo y recortes de periódicos, evocan memorias de colegas perseguidos y marcan la estrangulación de la disidencia. Una yuxtaposición de un saco suspendido en el vacío, con la cuerda que lo cierra acariciada por una brisa, pronto se vuelve una de las imágenes más memorables de la película, cuando Alcides rememora las razones de su vecino para unirse a la Revolución.

Estas hibridaciones aparecen cuando la audiencia es informada de la persecución que Alcides sufrió después de volverse crítico de la Cuba de Castro, esencialmente convirtiéndose en una no-persona, en Nadie —también título de un poemario de Alcides.

El poeta rehusó comprometer la integridad de su escritura y fue castigado por mantenerse fiel a sus ideas. Alcides y la actriz Lynn Cruz —quien sirve de ancla narrativa para las distintas perspectivas del documental— tienen conversaciones francas con un Fidel Castro recreado visualmente, forzado aquí a escuchar los dolores y quejas en el espacio que le negó al pueblo cubano mientras estuvo vivo —el documental concluye después de una secuencia del funeral de Castro en 2016, lo último que filmó la cámara de Coyula antes de que cesara de funcionar—. Nadie deja claro su deseo fundamental de desestabilizar las expectativas de la audiencia.

La naturaleza ferozmente independiente de Coyula se ha ido extiendo a todas las disciplinas cinematográficas, como un intento de crear la singular visión que martilla su cabeza. Aunque esta actitud surgió más por necesidad que por deseo, para bien o para mal, terminó volviéndose un aspecto intrínseco de su proceso creativo.

Esto ha hecho que le sea casi imposible colaborar exitosamente con otros profesionales en sus proyectos, citando la dificultad en “encontrar gente con una sensibilidad común”. Esto sucedió poco tiempo después de Bailar Sobre Agujas y creó problemas considerables para el joven director. La intensidad creativa de Coyula mientras perseguía su visión artística fue paralela a su desagrado por las fiestas, eventos sociales y total desinterés por drogas recreacionales; lo cual hizo que muchos alumnos lo miraran con recelo y algunos llegaran incluso a creer que era un “informante”. Su fuerte individualismo no fue visto tampoco como una virtud en el claustro de la EICTV y, al final del primer año, fue considerado un problema serio.

Coyula tuvo varios desacuerdos con fotógrafos y editores. Su tesis Buena Onda la consideró “una terrible experiencia”, en parte porque tuvo que filmarse en 35mm con un equipo de rodaje completo. Anteriormente, Coyula solo había trabajado en video, donde rebobinar, revisar y tener un visor digital eran elementos comunes. Y ahora solo con suficiente película para hacer un máximo de dos tomas por plano, tenía por primera vez frente a sí varios detrimentos para alcanzar su visión original. Estas limitantes y conflictos creativos alcanzarían un estado febril cuando se utilizaron las grandes pirotecnias para el corto. Aunque la producción había empleado a un profesional de la industria para manejar los efectos especiales, aún era francamente peligroso, y cuando le prendieron fuego al actor Rigoberto Ferrera cerca del clímax de la película —aunque había sido equipado con un brazo prostético para el plano—, sus gritos de terror fueron genuinos.



La enigmática Lily (Talia Rubel) reaparece en la vida de su hermano (Adam Plotch) para revivir secretos familiares en ‘Cucarachas Rojas’ (2003).


Altamente criticado durante su evaluación, Coyula fue llamado ante los directivos de la Escuela; quienes tenían todas las intenciones de expulsarlo, acusándolo de ser “demasiado individualista” y no receptivo a las prácticas habituales de la Escuela. Y aunque algunos profesores lo defendieron para evitar su expulsión, al cineasta en ciernes se le hizo claro que el sistema industrial le era completamente inútil. Esta actitud antagonista era menos el subproducto de un adolescente empecinado en bloquear sugerencias y más la evidencia acumulada de la corrupción sistémica que sofocaba al diferente. A través de estas experiencias se había vuelto “crítico no solo de la sociedad cubana, sino de cualquier estructura de poder en el mundo. Me convertí en un inadaptado”, añadiendo que siempre ha estado en contra de “la artificialidad, códigos morales, religión, ideología, y política”. Esos sentimientos han estado presentes en todas mis películas. Por eso los personajes que me interesan son inadaptados de muchas maneras. Creo que los inadaptados son generalmente hipersensibles, y poseen un buen punto de vista para mirar al mundo con ojos críticos”.

En retrospectiva, Coyula comentó sobre su estancia en la EICTV que “estaba contento con salir finalmente de ese lugar… Pero hubiera sido mejor si me hubieran expulsado. Hoy se vería mejor en mi currículum”.

Afortunadamente, para Coyula, mientras sus instructores vieron faltas considerables con Buena Onda, varios festivales en Estados Unidos no la percibieron así y fue invitado a presentar la película. Estos viajes, cuyo epicentro fue Nueva York, cambiarían el destino de Coyula cuando le presentaron a varias personas que más tarde le otorgarían una beca en el Instituto de Teatro y Cine Lee Strasberg, sentando la base para su producción de dos años, Cucarachas Rojas, que lo catapultaría hacia el reconocimiento internacional.

Aunque sus dificultades anteriores con educadores y colaboradores pudieran parecer la típica reacción punk que uno esperaría de un adolescente, hoy mantienen un paralelo increíble con su forma actual de hacer y entender el cine, pues aún mantiene sus valores centrales. 

El paisaje cinematográfico en Cuba ha evolucionado considerablemente desde la época de la juventud de Coyula y la revolución digital de la Isla ha calado en una nueva generación de personalidades creativas. Aunque la idea de cine independiente permaneció por mucho tiempo en un “limbo legal”, en agosto de 2019 el Decreto-Ley 373 declaró que las películas independientes y sus creadores estarían operando fuera de la ley a no ser que se inscribieran en el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). Hacerlo permite algunas ventajas como financiamiento estatal, permisos de filmación, pero también aceptar que “los contenidos de las obras tienen que estar dentro de las libertades que permite la Revolución cubana”. 

Coyula comentó que “la mayoría de los cineastas se alegraron y corrieron a la industria para firmar su carnet de creador independiente. Y como la mayoría parecía contenta, las noticias comentaron el suceso como algo muy positivo. Yo decidí continuar como estaba hasta ahora: Por debajo del radar. Esta ha sido mi forma de operar en cualquier parte del mundo”.

Similar a sus días escolares después de completar Buena Onda, su posición como artista independiente le traería un precio muy alto. Mientras Cucarachas Rojas fue un éxito underground en Estados Unidos tras ser estrenado en DVD por —la hoy difunta— Heretic Films y sus Memorias del desarrollo recibieron considerable aclamación crítica tanto en Cuba como en el extranjero —descrita por la Guía Internacional de Cine como “una de las mejores películas que ha producido Cuba”—, sus intentos de proyectar Nadie en la Isla chocaron con paredes de ladrillos y repetidas intimidaciones. 

En 2017 Coyula liberó un video que mostraba las amenazas veladas de un hombre sin nombre, precediendo la proyección de Nadie en una galería privada para no más de treinta invitados. Horas más tarde, el evento fue anulado por una redada policial. Coyula luego contaría: “Lynn (Cruz) y yo denunciamos lo que pasó, y a partir de ese punto muchos amigos se apartaron de nuestras vidas. Algunos actores de Corazón azul abandonaron el proyecto”.



Miguel Coyula (Foto de Limor Garfinkle).


Pero Coyula perseveró, terminando la producción después de diez años, a pesar de que por distintas razones, miembros del elenco y colaboradores abandonaron la película en masa. Coyula fue forzado a tomar su primer papel importante en una de sus películas, interpretando al enigmático Caso #1 —aunque tiene cameos hitckcokianos en Cucarachas rojas y Memorias del desarrollo—, contando: “Le dije a Lynn: Voy a hacerlo yo. Los demás pueden abandonar el proyecto, pero yo no”.  

El corte final es una culminación del crecimiento artístico de Coyula durante los últimos veinticinco años. Se erige como su experiencia más visceral, con algunas de sus examinaciones más explícitas de los tabúes sociales y culturales, a través de los ejemplos más refinados de su capacidad visual y editorial.  Aquí continúa con el uso de formatos mixtos. En Corazón azul “algunas de las revelaciones más importantes se cuentan con imágenes y sonidos” y en varias instancias “el espectador tendrá que completar lo que sucedió”.

Pero lo que está claro en este mundo de retorcidas mutaciones genéticas, habilidades extrasensoriales y el incesante rugir del océano es que los numerosos desafíos, frustraciones y sacrificios experimentados para que esta producción llegara a su público están completamente horneados en su narrativa y en su tono. Es una película de un carácter tan independiente como su creador.

Sería imposible concluir esta historia de Miguel Coyula sin hablar de Lynn Cruz, quien actúa tanto en Nadie como en Corazón azulCruz conoció a Coyula después de una proyección de Memorias del desarrollo en el Festival de Cine de La Habana, en 2010; Coyula también la había visto en Larga distancia (2010), en una época donde todavía ella estaba empleada por la agencia estatal de actores (ACTUAR). 



En ‘Corazon Azul’ (2021) Elena (Lynn Cruz) lucha con su naturaleza volátil como un experimento genético fuera de control, mientras busca la verdad de su pasado familiar.


Unos años más tarde, después de ser invitada por Coyula a trabajar en Corazón azul, Alcides la invoca como personaje en Nadie y, tras involucrarse en el proyecto, Lynn fue “expulsada” de la agencia estatal y, como Coyula, convertida en una paria nacional. Hoy Coyula dice: “Ni siquiera los directores de cine independiente cubanos la han vuelto a llamar para un castin. Varias personas han sido intimidadas directa o indirectamente para que no visiten nuestra casa y nuestros nombres no pueden aparecer en ningún medio de comunicación oficial o espacio público”.

Este tratamiento se extendería a amigos en el extranjero, incluyendo el artista visual cubano Javier Caso, residente en New Jersey y hermano de la actriz Ana de Armas (Knives Out). Durante una visita a la Habana, tras asistir al rodaje de Corazón azul, Caso fue interrogado en una oficina de inmigración —la grabación de audio clandestina fue colgada en el canal de YouTube de Coyula en enero de 2020.

La relación de Coyula y Cruz evolucionó rápidamente. Después del primer año de su colaboración se convirtieron en una pareja y luego, en un equipo de producción colaborativo, con Lynn acreditada como coproductora, diseñadora de vestuario, maquillaje y asistencia de dirección. Aunque Coyula ha alistado la ayuda de varias personas para crear sus películas —tales como el productor estadounidense David W. Leitner—, parece que Coyula ha finalmente descubierto en Cruz ese individuo inusual con quien comparte una sensibilidad en la combinación de sus disciplinas. 

Coyula continúa en busca de historias de inadaptados que arrojen más luz hacia los rincones más oscuros de nuestra civilización, aunque muchos espectadores lo consideren irreverente o perturbador. En este apartado, Coyula pudiera verse como el más reciente “testigo revolucionario”, uno cuya forma de hacer y entender el cine continúa evolucionando, reinventándose y desafiándonos. Alguien que no está aquí para acariciar o aplacar: está aquí para clavar el aguijón. 


El autor quiere agradecer la correspondencia electrónica con Miguel Coyula como fuente de las citas en la elaboración de este texto.


* Este texto es una traducción del original publicado en Cineaste “La revista que lidera el arte y la política del cine en los Estados Unidos, vol XLVI, no. 3”.




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