Hace ya veintidós años, cuando la Muestra Joven irrumpió en el escenario capitalino, fue admitida como tal: una irrupción que, procedente de sus circunstancias internas y externas, se pronosticó muy fresca pero transitoria —exageradamente transitoria querían que fuera—, así llevara el complemento de su pertenencia al ICAIC. Pertenencia que implicó, por supuesto, legitimación.
Se pensó que el espécimen, así se debiera a una actitud múltiple, supuso para algunos sectores de lo oficial ya “consagrado” una aptitud lúdica sin seriedad y con pocas miras para entenderse o pertenecer a lo cinematográfico nacional. De hecho, rivalizar con esta última o ser continuidad desdecía por principio —y en principio— cuanto era permitido filmar según aprobaciones de antemano, temáticas y hasta contextos enaltecedores de cuerpos muy exhaustos con ganas, no obstante, de alzarse y continuar. Aun cuando se reconozca la condición ético-existencial y motivadora del aprendizaje de la humanidad, la derrota no es para ser glorificada.
La visión desde fuera menospreció con mucho los puntos de vista de los realizadores. Se quiso homologar varios criterios como si de una misma pretensión se tratara. La pretensión era y fue desde 2001 hasta 2019 derecho de expresión sostenido por juicios y poéticas —o al menos conciencia de tener que expresar algo con influencia y estilos en agraz— diversos y libres.
Las obras, incluso por encargo, parten de una confianza en el talento del creador. El primer derecho del talento es cohabitar, sin ingenuidad, con disposiciones mediocres e indiferencias que les quedan fuerzas para intentar un desmerecimiento por envidia o desconcierto. El talento busca luego libertad y así se embarca en la Historia para arrumbar por un tiempo o hundirse al instante por disgustos emergentes y contratiempos inesperados.
De todas maneras, como apuntaba Serge Daney: “la verdad del cine es el registro; salir del registro es salir del cine. Solo lo que se registra puede tener una historia consagrada”. Y el registro de generaciones distintas de cineastas no solo es un derecho, sino un privilegio necesitado de confirmaciones ya desde las propias producciones, ya por las opiniones que se generen por periodistas, historiadores y críticos culturales. Los hacedores de la Muestra —no solo los cineastas en rigor— estaban y están haciendo cine.
Y es que ese cine nacional —relativo a dos o tres filmes autorizados— venía a enriquecerse por el registro corto, fragmentario…, pero igual de intenso y a ratos más interesante y necesario que el de algunos largometrajes aprobados y con ansias de perdurabilidad. Para interesar‚ los maestros no urgen ser clásicos. De hecho, se alcanza también tamaña categoría por torpezas, a saber: de lo que no merece hacerse. Pero a un joven realizador se le puede permitir al menos una equivocación dramatúrgica y estética y hasta otra.
Sucede que cuando una determinada temática o un protagonista —e incluso un superobjetivo— no se adecuan a lo regulado, a más de premeditado, al desliz le asiste entonces la censura para propiciar la caída o el posible ninguneo de la obra. Lo padeció recientemente Sueños al pairo (José Luis Aparicio Ferrera y Fernando Fraguela‚ 2020); mientras Nadie(2017), el documental de Miguel Coyula, ni siquiera pudo programarse para ser exhibido en una de las pasadas Muestras.
La dura secuencia de archivo‚ en rigor imágenes de violencia física‚ con que comienza Sueños al pairo‚ donde se aprecia una conga de desagravio con carteles (se lee en uno “¡Solavaya‚ que se vayan!”)‚ solo son comparables al ímpetu fanático que se aprecia En un rincón del alma (Jorge Dalton, 2016)‚[1] en que los nuevos espectadores corroboraron lo que habían leído o aprendido de oídas sobre la represión a los homosexuales en Cuba.
Algunas de estas abyectas pero necesarias imágenes de archivo son retomadas en Sueños al pairo como trasfondo de un discurso unificador pero discriminatorio: “[…] esos pepillos vagos hijos de burgueses‚ andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos; algunos de ellos con una guitarrita en actitudes elvispreslianas […]‚ que no confundan la serenidad de la Revolución y la ecuanimidad de la Revolución con debilidades de la Revolución. La sociedad socialista no puede permitir ese tipo de degeneraciones”.
Lo que constituyó sin duda para algunos una sorpresa horrorosa en el documental de Dalton‚ vino a ser apoyado por esos registros de víctimas y victimarios pertenecientes a esa misma gente común de una población que hoy está de moda llamar pueblo. Antes de ser asociado con ordinario‚ común es frecuente‚ habitual‚ diario…
En honor a la verdad‚ no estamos ante la masa enardecida de aquellos años que tiraron huevos‚ golpearon a conocidos del barrio y les gritaron gusanos porque perdiendo la categoría de ser —y estar entre— compañeros‚ decidieron abandonar el país. Estamos hoy frente a los hijos de aquellos y hasta algunos supervivientes y protagonistas de los eventos de golpizas y repudios que, como en Alberto (2019) de Raúl Prado‚ intentan expiarse aprobando un Código de Familia donde los gais vivirán por fin felices ya integrados a la épica ¿eficiente? de una nación todavía machista y heteronormativa.
Claro está‚ el Código es para cambiar lo que amerita ser cambiado para la “perdurabilidad” de un proyecto (in)acabado de país. El espíritu de Pasolini en su centenario ya puede visitar sin contratiempos La Habana que le fue negada[2] en los años 60 del pasado siglo por religioso‚ comunista y gay. Pasolini filmaría hoy en Cuba un reboot de su Encuesta sobre el amor (Comizi d’amore‚ 1965).
El hecho de vivir en una isla condiciona la insularidad que en el emigrado o el desterrado continuará repercutiendo en él. De un supuesto lugar común como tópico de la identidad‚ lo insular deviene vestigio vivencial que‚ háblese o no de ello‚ asiste e insiste en la persona hasta sus últimos días. El cubano es insular por naturaleza y emigrante por circunstancias políticas‚ económicas y en general culturales.
Lo que inició el almirante genovés en su Diario de navegación hasta ir sumando todos esos discursos poéticos e historiográficos, ensayísticos y narrativos‚ en que experiencia e imaginación se han dado la mano, revalida lo que con posterioridad la ficción y el documental en las imágenes en movimiento evidencian o sugieren como especificidad del acontecer no único, pero sí con ciertas particularidades de los cubanos.
Antes de que la voz de Mike Porcel (protagonista de Sueños…) se monte sobre la yuxtaposición de fotografías acerca de su vida, el encuadre de la cámara insiste en un paisaje marino con la supremacía del blanco y negro que regirá la obra; que, de alguna manera‚ viene a evocar cual sumario la historia en las islas, esa que ha venido a plantear como hechos sucesivos lo que en los continentes por razones obvias tiende a complejizarse. Es el mar que se mira como obstáculo a un tiempo que posibilidad de camino para aventurarse a otras regiones, así no sea nunca igual la llegada a un nuevo contexto por barco que por aeroplano.
En las islas el fenómeno de lo geográfico, histórico y cultural no ha sido‚ en principio‚ menos complejo que en lo continental. Atravesadas han estado siempre por huracanes naturales y simbólicos, revoluciones y acomodos por doquier. Definidas de adentro hacia fuera y a la inversa‚ quedan conformadas en relación con lo cercano y, por qué no, con lo que no ha tenido lugar y pudiera ser: la utopía.
Aquel romanticismo y anhelo por las islas del Caribe que repercutió en y desde la mirada extrajera tiene el derecho pleno de ser “corregida” o mejor, trastocada por sus propios habitantes que, al fin y al cabo, dejan de nivelarse sin perder su identidad para buscar otros intereses por iniciativa u obligación. De ahí que Sueños… llegue a desdecir la visión edulcorada de los principios fundadores de lo insular sin incurrir en la negación radical de su historia.
“Me preguntas y te voy a contar los hechos. Y créeme que quisiera esta fuera la última vez que tuviera que hablar de esto en público. Ojalᔂ se le escucha decir a Porcel. El material transita del ejercicio de su memoria a la posmemoria de los realizadores. Y es significativo que sea de este modo por cuanto la censura‚ uno de los grandes traumas por los que pasó este exiliado cubano‚ lo han tenido que experimentar directamente ellos.
Hay un encadenamiento de opiniones (Pedro Luis Ferrer‚ Frank Fernández‚ Amaury Pérez‚ Ángel Vázquez Millares‚ Frank Delgado…) que para el retrato de una figura bastante desconocida para nuevas generaciones es indispensable. Pues‚ más que un simple homenaje‚ se inscribe Sueños… en la evocación/rescate de un cantautor atendible que algunos trataron de olvidar y una mayoría desconoce. Es por ello capital y meritorio que la sucesión de criterios parta de músicos reconocidos que aún permanecen en la Isla.
Por si no bastara lo afanoso que fue para los años 60‚ las fotografías escogidas legitiman la incursión plural de un artista (cantante‚ productor‚ director de grupos musicales como Síntesis…) que estuvo presente en disímiles eventos culturales. Sucede que Mike eligió hacer otra suerte de canción cuando la prioridad tenía que ser la del panfleto político social en favor de los trofeos diarios del proceso revolucionario en marcha.
La anécdota de que su canción En busca de una nueva flor, para el Festival Internacional de la Juventud y los Estudiantes de 1978, resultaba una obra “de mujer” y muy “poco combativa” es mucho más que ridículo. Silvio Rodríguez‚ sin saberlo, según Amaury Pérez‚ terminó escribiendo Vamos a andar. Y no pocos‚ en efecto‚ marcharon a tomar la embajada de Perú en La Habana para solicitar en 1980 asilo político. Llegó el Mariel y “el pin pon fuera‚ abajo la gusanera”. (Por cierto‚ la gusanera que desde hace un tiempo hacia acá ha vuelto a “comprenderse” dentro de lo familiar‚ ¡la familia!‚ y hasta protagonistas de “bajo perfil” pero “libres y voluntarios” que envían dólares hacia Cuba por cuenta de las remesas).
Ellos fueron los clasificados también como lúmpenes que quisieron su pasaporte y salvoconductos. A Mike Porcel no le permitieron la salida hasta finales de los años 80. Para su persona se reservó el rechazo y escarnio generalizados. Era otra manera de la embestida gubernamental para humillar la personalidad de una figura pública.
El procedimiento de la animación en 2D para apoyar cuanto narra aquí Porcel acerca del repudio es innecesario por redundante, pero ilustra un espíritu horroroso de épica tramposa y pueblerina que se congracia(ba) con el carisma de la autoridad manipuladora. Poder y antes potencia. El primero gana y crece cuando halla obediencia. La segunda pudiera responder a un capricho‚ si bien se consagra a experimentar cómo en la relación social cuanto debiera operar es la propia voluntad.
Esta es la razón de ser de la potencia‚ incluso aplicada en un contexto tercermundista. La relación de hecho que es el poder busca al instante la prueba de que puede seguir haciendo de las suyas para los suyos a través de un aparente arreglo —porque es impuesto—‚ donde la relación legítima parece un juego entre dominados y subordinados. Sin embargo‚ el poder está bien lejos de jugar con la autoridad estrictamente ganada. Se ha experimentado durante años un área de actividad impresionante en que el poder se ha manifestado en sus variantes tautológicas: valor‚ posesión‚ relación‚ dominio‚ influencia‚ manipulación, burocracia y fuerza, con todo lo que supone probar y mantener la fuerza.
No se extrañe entonces el espectador de que Porcel alegue en un momento: “Yo sé que hoy lo niegan. Pero fue así: cuando no pudieron derribar la puerta‚ deslizaron un panfleto que aún conservo titulado “El Movimiento de la Nueva Trova al ex-compañero Mike Porcel”‚ con la osadía de hablar en nombre del pueblo de Cuba”. En un fragmento del texto enviado que los realizadores colocan en pantalla se lee: “Tu lenguaje […] le pertenece al pueblo y no a ti. Traición a la Patria […]‚ traición a ti mismo. Vete y piensa que a donde quiera que vayas te seguirá nuestro odio y la lástima con que hemos observado la gradual degradación de un hombre”. Con todo lo anterior que se ha escrito‚ el pivote de la obra ha sido Porcel. No es una torpeza de los cineastas. Pero su protagonismo se pone en entredicho en virtud de la ventaja de la imagen sobresaliente‚ incluso por negación‚ del aparato represivo y su pertinaz accionar.
Censurado en Cuba por la presidencia del ICAIC y —por tanto— no apreciado aquí lo suficiente‚ Sueños al pairo —proyecto de tesis de graduación de Fraguela en FAMCA, vetado por sus autoridades académicas—‚ con el premio temprano del Fondo Noruego de Fomento para el Cine Cubano‚ pudo tener su premier en el Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires (BAFICI) el 17 de marzo de 2021. A partir de esa fecha su presencia ha sido constante en más de diez eventos cinematográficos del mundo‚ obteniendo entre otros reconocimientos el premio en la categoría de “Mejor representación cultural” del Festival Internacional de Cine Austral de Córdoba (Argentina).
Como dice parte de la letra de la canción de Mike Porcel‚ “del alma al ocaso” fue la Muestra. Tras la censura a Sueños al pairo los realizadores retiraron las obras y la Muestra de Cine Joven se “pospuso” en la espera de “mejores condiciones para su realización y analizar diversos temas de trabajo en un ambiente apropiado y con el tiempo necesario”. Entre otros argumentos‚ los organizadores afirmaron: “La Muestra solo se mantendrá si sigue fiel a su historia de dos décadas”.
Para que una cinematografía aspire a una juventud relativa, sea menos novísima y evidentemente nacional, es justo promocionarla, exhibirla, colocarla en el Paquete si es preciso… Sin embargo, más allá de los catálogos, diarios y algunos sitios web (Rialta‚ Hypermedia Magazine‚ IPS…)‚ las obras exhibidas no se suelen contemplar en bibliografías sobre cine cubano o solo se les menciona hasta dejarla en sinopsis. Por ello, ante un precario asomo o la desaparición del evento que sustente nuevas obras, no queda de otra que escribir sobre esa secuencia colateral de imágenes cubanas que, desde hace años y por fortuna, también sale a recorrer el mundo y lo engrandece.
Notas:
[1] Durante mi trabajo como director de la mediateca André Bazin de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV)‚ un ejecutivo muy sobrevalorado me pidió que no debía guardar En un rincón del alma. Su ignorancia lo llevaba a desconocer que, por ejemplo, La desazón suprema: retrato incesante de Fernando Vallejo (Luis Ospina‚ 2003) se conserva, por fortuna para el interesado en apreciar este peculiar documental sobre un escritor tan rebelde y contrario a figuras latinoamericanas de la izquierda.
[2] Norge Espinosa ha escrito: que “([…)] Pasolini había sido invitado a Cuba, a participar en los festejos del 26 de julio. Luis Amado Blanco, quien representaba a la Isla como su embajador en el Vaticano, le había comunicado tal cosa, pero por supuesto, la visita nunca se consumó. Alberto Moravia, amigo de Pier Paolo, también había recibido una invitación, y consiguió viajar a La Habana con su pareja, la escritora Dacia Maraini. Y Pasolini también solicitó que lo acompañara Ninetto Davoli, su amigo, su amante y actor de varias de sus películas. El silencio fue la única respuesta” (“Pasolini/Habana/Roa/Habana/13.257. Notas dispersas alrededor de un centenario”‚ texto inédito).
Muestra rigurosamente vigilada
Explicar la censura en Cuba acaba siendo un ejercicio de tedio infinito.