Reencuentro y rebeldía en el cine de Frank David Guerra Blanco

Un joven cineasta cubano, llevado por la vida y el arte, solicita el apoyo de todos para desarrollar su más reciente proyecto y emprender estudios en España.

Frank David Guerra Blanco (aunque ha dejado de usar su apellido paterno por decisión propia y familiar) estudiaba primeramente Matemáticas en la Universidad de La Habana, influenciado por sus padres. Más tarde, decide dejarlo. El cine vino entonces, comenzando una nueva aventura en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, EICTV, en la capital cubana, donde su camino como cineasta se fue forjando poco a poco. 

“A los 24 años hice las pruebas para Guion. No me seleccionaron para la cátedra y me propusieron entrar en Producción de Televisión y Nuevos Medios. Entonces acepté, por el reto que significaba. Mi lugar seguro era la escritura creativa, la poesía y la dramaturgia. Me dije que igual sería buena idea aprender de la producción, un mundo completamente nuevo para mí. Ya en la escuela, descubrí que también podía pasar horas editando sin darme cuenta”, nos comenta Frank. 

Comienza su curso a mediados de segundo año, y no en primero. En ese momento, los estudiantes de su cátedra estaban en protestas y se negaban a asistir a clases, exigiendo la reeestructuración del plan de clases, el que percibían como caduco y que no les ayudaba a formarse correctamente. 

“Había bajas en esa aula, por lo que estaban buscando estudiantes para cubrirlas. Luego se fueron acomodando las cosas, aunque las clases nunca llegaron a ser lo que hubiéramos querido. Esta cátedra de TV dejó de lanzar convocatorias para el curso regular. Intuyo que no lo consideran funcional, para las condiciones actuales en que la escuela se encuentra. Ahí tuve muy buenas y muy malas experiencias. Tuve la suerte de coincidir con un grupo increíble de compañeros de aula. Formamos un gran equipo, ayudándonos y defendiendo las peticiones que hacíamos a la cátedra”, recuerda Frank.




Un poco antes, cursa durante cinco años un Seminario de Dramaturgia en el Instituto Superior de Arte, donde logra perder el miedo al papel en blanco. Algo que ha agradecido en muchas ocasiones. 

“Como venía de las matemáticas, un mundo muy distante de la literatura, cuando comencé con la dramaturgia, leía cuanto libro me cayera en las manos. Tuve una época de solo dormir tres horas diarias, por quedarme despierto la madrugada, leyendo. También la relación con los demás, las pruebas de teatro y performance, me quitaron el pánico escénico con que llegué de las matemáticas al mundo del arte”, afirma Frank. 

A sus 17 años sintió que el arte era todo para él, como ha afirmado en varias ocasiones. Primeramente, fue la escritura. De ahí que se defina como un “cineasta escritor”. 

“Recuerdo que cuando por primera vez en mi vida escribí algo con valor artístico, sentí una satisfacción difícil de describir. En ese momento me di cuenta que lo único que tenía sentido para mí era volver sobre ese sentimiento, una y otra vez, y dedicarme a ello”, comparte Frank.

Su desarrollo espiritual y creativo no fue en la ciudad. En su entorno carecía de posibilidades que favoreciera su acercamiento a las artes.

“La primera vez que fui a una obra de teatro, ya tenía 18 años. A esa misma edad pude ver por primera vez algo diferente a las producciones de Marvel y las infinitas partes de Rápido y Furioso”, agrega Frank. 

Su relación con el teatro y la escena lo ha perseguido, lo que se evidencia en su tesis de la EICTV, donde toca el tema de la filmación del teatro, trabajándolo junto a una de las principales figuras del teatro joven cubano: Alexander Diego, de Teatro del Retorno, con quien durante mucho tiempo ha existido una importante colaboración. No solo en lo artístico, sino también en lo personal y como amigo, compartiendo referentes como Man in Black, de Wang Bing, y la danza Butō de Ko Murobushi. 




Otras creaciones así lo confirman, donde el movimiento, el cuerpo y las imágenes, construyen ese imaginario escénico y autorreferencial que lo ha ido caracterizando. 

En la actualidad, Frank David, se enfrenta a un nuevo proyecto, donde esta vez suma la memoria y la literatura.

“Mi abuelo siempre fue el centro de la familia. No de toda, pero sí de la mayor parte con la que tengo relación. Ahora que falleció, la familia está mucho más separada y casi sin perspectiva de volver a juntarnos para algo. La última vez fue en su velorio. El momento en que decidí filmarlo fue cuando lo encontré cortando un número considerable de estrellas de papel, unos tres años antes de morir”, confiesa Frank.

Había filmado un cortometraje en la Sierra Maestra, con tema semejante, donde un hombre que se dedicaba a abrir pozos no lograba encontrar agua para todos. Una espiritista del lugar le explica que esto sucedía porque los espíritus de las generaciones anteriores no querían que lo lograra hasta que el resto de su familia lo ayudara. Nadie lo hizo, solo se limitaban a decir que estaba loco. 

Según su abuelo, él hacía lo de recortar estrellas para combatir el Parkinson que padecía. 

Frank David conocía que la voz de su abuelo había sido la que había interpretado el himno nacional de Cuba durante su grabación oficial. De ahí que surja la imagen de la bandera y su posible título: “La Bandera de la Estrella Solitaria”, viendo a su abuelo como esa estrella. La familia se estaba distanciando de su persona y, de esta forma, cada uno de los otros. Su entrevista y filmación quedaron inconclusos en un disco duro, por los azares de la escuela y la vida. Hasta hoy. 

“Ahora que lo pienso, lo que más me llama la atención de todo esto es que encuentro muchos paralelos entre la historia de mi abuelo y César, el hombre que abría pozos en la Sierra Maestra. Creo que los dos buscaban un “imposible”, ante los ojos de los demás. Me gusta la idea de que la fe tiene esta forma de funcionar. También me gusta la idea de que eso es lo que mueve mi última película”, reflexiona Frank.




Ha contado con el apoyo de muchos cercanos a él. Su guion tuvo la asesoría de Paz Encina en su taller online “Compañero del viento”, quien le ofreció una beca para su participación. De ahí salió la estructura, estética y fuerza deseada, durante las dieciocho semanas que duró su formación.

Este nuevo documental en gestación parte de la experiencia de los últimos años de vida de su abuelo, quien recorta una cantidad considerable de estrellas de papel a partir de revistas Bohemia, las que él coleccionaba durante un buen tiempo, y habla todo el tiempo de un ángel que lo acompaña. 

El abuelo murió con la ilusión del proyecto socialista que nunca ha llegado a consumarse en Cuba. ¿Por qué recortaba sus memorias? ¿Por qué transformaba sus tesoros en algo sin valor? Este es un filme que se va tornando en algo más profundo: la espera de un milagro.

“Su realidad se me hizo tan poética y cargada de significados, que lo primero en que pensé es que tenía que documentarla. Mientras lo grababa con una cámara prestada, pensaba en que recortaba estrellas por su vínculo de amor con Cuba”.

Bilbata Uribe, quien apoya la promoción del cine latinoamericano en Europa, y a quien Frank David pudo conocer en la misma EICTV, lo está apoyando en la campaña de crowdfunding que lleva a cabo, algo muy difícil de realizar desde Cuba. Así podrá completar lo necesario para materializar este nuevo filme, ambos unidos por la sensibilidad por este tipo de historias que se resisten al silencio.

“Es un proyecto que rescaté de un cajón en febrero de este año, con la muerte de mi abuelo, lo cual no es mucho tiempo para una película. Considero que hasta ahora he ido encontrando a las personas indicadas en el momento indicado”.




Este proceso coincidió con el otorgamiento de un Máster en Creación Cinematográfica por parte de la Elías Querejeta Zine Eskola, a la postre fundamental para el desarrollo del documental, lo cual es ahora el objetivo principal de la campaña de recaudación.

“Este año el Fondo de Fomento para el Cine Cubano no abrió para Desarrollo de Largometrajes y tampoco se sabe con certeza si abrirá el próximo año. Además, el máster comienza en septiembre y recibí la noticia de mi aceptación en junio. Ningún fondo pudiera aplicar en mi caso. Estando en Cuba, se me hace imposible reunir lo necesario para cursar el máster, así que no tuve que pensarlo mucho para darme cuenta de la necesidad y la urgencia que me movían para lanzar la campaña. Aquí se solicita el monto que falta por pagar de la primera parte de la maestría, los gastos de viaje y la manuntencion de los primeros meses, que es lo único que me falta por cubrir, ya que la TSH Foundation ha ofrecido cubrir mi alojamento durante 10 meses en la ciudad de San Sebastián. El total del dinero que necesito suma unos 3000 euros, de los cuales ya he recaudado casi la mitad. Si no lo logro, se invalidaria mi matrícula y un camino provechoso para mi filme”.

Confiesa que la primera opción fue Gofundme, por su universalidad, pero por estar en Cuba, un país bloqueado para muchas plataformas, y por tener que usar VPN para acceder, en medio de una conexión a internet cada vez más compleja, tuvo que decidirse por 4fund.com, de Polonia, dado los bajos costos de su uso. 

“Primero vino el proyecto. Una intuición muy fuerte me decía que debía encontrar el valor y la fuerza de trabajar con ese registro. Después, vino el máster. Tuve la suerte de conocer personas que habían estudiado allí y me llenaron de muchas ganas de aplicar. Dos semanas después, mi abuelo cayó en coma, lo que lo llevaría a su muerte. Filmé una paloma blanca que no se iba de la entrada de emergencias. Pasaban enfermeros, camillas, ambulancias. La paloma seguía ahí. Soy un poco supersticioso y, entre la paloma (blanca, como el apellido de mi abuelo) y el recibir la noticia de mi aceptación en el taller de Encina, no hubo dudas: mi proyecto estaba destinado a ser una película. Por eso, el tiempo que duren mis estudios, serán para desarrollarla. Una película para mi abuelo, mi país, y la emoción que puede sustentar un himno en la contemporaneidad de Cuba. Después de la muerte de mi abuelo, descubrí que en su vida había una imagen de pureza que buscaba expresarse”. 

Paralelamente, continúa buscando otras opciones para apoyar sus necesidades de estudio y el propio proyecto. A pesar de las incertidumbres, no pierde la esperanza de lograr lo que persigue. 




“Estoy convencido de que en un par de anos trabajando esta idea,  y las asesorías que ofrece la maestría, serviran para ahondar en la forma de contar esta historia y reformular mi amor por la Patria que para los cubanos es tan difícil de encontrar”

Frank David siente que el cine independiente cubano es el único cine cubano propriamente dicho, por lo que es darlo todo por una historia sincera en imágenes y sonidos. 

“Me llena de satisfacción ver que las películas cubanas llegan a otras regiones del mundo. Como mismo me llena de tristeza ver cine cubano de calidad censurado en Cuba. El cine cubano es un cine de apropiación. Lo verdaderamente cubano es cómo nos apropiamos de las cosas de las que decidimos apropiarnos, así como la forma en la que reflejamos, a través de eso, nuestra propia identidad, la que aún no ha logrado definirse después de tanto tiempo”, expresa.

“Blanco en la estrella” se tornó título definitivo como parte del crecimiento por el que pasa su documental, mientras Frank David Guerra Blanco observa sus días en conteo regresivo, sin dejar de confiar en sus intuiciones, a la vez que escucha a su abuelo susurrarle que no pierda la fe en los milagros.



© Imágenes de interior y portada: Cortesía del entrevistado.
Fotogramas de Blanco en la estrella, proyecto documental en desarrollo. 



Frank David Guerra Blanco en Instagram:







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