Aleatoriedad, bricolaje y poliestilismo

Medito en la Fountain de Duchamps. Simulo un cigarrillo y evoco el absurdo de la vida. También se me ocurre recurrir en estos tiempos a la imagen del Angelus Novus. Salgo del baño y me hago una semitesis; particularmente, pienso: estas sonoridades fueron / son / serán necesarias, ya que forman parte de una invitación iniciática más que sugerente, la iniciación del carnal oído. 

Puede ser un Bildungsroman de sonidos, míralo como quieras, pero más allá de eso es un duro camino de ascetismo, porque representa la mortificación para una oreja. Son vibraciones dolorosas; tal vez eso sea lo común. 

¿Para qué el dolor? Es que veo al oído como un instrumento sensorial similar a la mente: necesita de entrenamiento, de un shift. Siéntate, escucha, no huyas como un René virgiliano. 

Medito en la Fountain de Duchamps…

A continuación, un microcosmos sonoro. Lo percibo como un panorama personal de significación imprescindible, en el que se expresan las fundamentales corrientes estéticas de la posmodernidad musical, regidas —según Daniel Albright— por tres entidades: aleatoriedad, bricolaje y/o poliestilismo. Desde mi asimilación, es el gusto por “lo apartado” en sus múltiples connotaciones.

Escuche esta lista de microrrelatos como un pretexto, o tal vez como un juego iniciático irregular, para adaptarse a los ruidos y vibraciones estrafalarias venideras.


Atmosphères, de György Ligeti

Poéticamente, Atmosphères sería el soundtrack perfecto de un páramo extraterrestre. Académicamente, es una obra representativa de la música contemporánea. Desde mi análisis, es un opus sideral, revolucionario por su explosión de perspectivas transgresoras. En la obra ya no hay temas-motivos, y solo queda un ámbito compositivo a aprovechar: el de las texturas sucesivas desencadenantes e interconectadas —como una red de Indra—, en las que el espesor del registro medio es el axis mundi (minuto 1:20). Este “clásico” de la vibrante posmodernidad es optimización de la técnica ligetiana por defecto: la micropolifonía.

Resumiendo elementalmente lo anterior: un orbe sonoro diseñado por un gran número de voces individuales que crean un soundscape espeso en el que las voces individuales no se pueden disfrutar aisladamente. A todo esto, añadiría que la música de Atmosphères es premonición perfecta de una estética espectral, lo que queda claro en las sonoridades electrónicas in crescendo (minuto 3:05).




Couleurs de la Cité Céleste, de Olivier Messiaen

Couleurs de la Cité Céleste es uno de los Magnum Opus de Olivier Messiaen. La teoría explica que la musa de la ecléctica pieza brota de citas escatológicas cristianas como: “Un arco iris rodeaba el trono…” (Apocalipsis, IV, 3); o: “La llave del fondo del abismo le fue dada a la estrella…” (Apocalipsis, IX, 1). 

Las expresiones precedentes parecen sugerir las intenciones sinestésicas del extravagante compositor. En ese sentido, la obra puede verse como la apoteosis del tan subjetivo concepto de color en la música del creador francés. 

Ahora, si pensáramos por un momento en la estructura, se manifestaría, efectivamente, lo equivalente a una arquitectura empírea, apreciable ad infinitum; como un renacimiento formal del cual ningún elemento sale ileso, sino que en el proceso de metempsicosis se transmutan continuamente los gestos primarios, al punto de rozar con lo irreconocible. 

En algunos momentos, el autor invoca con sus ritmos hindúes a entidades mitológicas de los Vedas (minuto 2:07); mientras que en otros, a las siete trompetas bíblicas (minuto 4:32). Otras veces exhibe su conocimiento ornitológico y se oyen ecos de aves exóticas (minuto 14:34) que transitan por soplidos angelicales apocalípticos y que, finalmente, se suspenden en alguna pagoda budista del Lejano Oriente. El complejo sincretismo anterior germina a merced de lo que el compositor intenta recrear: una experiencia sucesiva de mundos remotos, tornasolados y atemporales.




Telemusik, de Karlheinz Stockhausen

La lejanía prosigue con el designio de personarse. En esta multitemporal música de Stockhausen sí se figura el sentido de lejanía espacial, pero la que me aparece más evidente es la unión de temporalidades divergentes: la lejanía temporal. Desde un realismo formidable, esta pieza vanguardista es la mezcla de las diferentes circunstancias temporales posibles: pasado, presente y futuro. La “música distante” (aludiendo al título) es eso: la síntesis espacio-temporal.

De manera inadvertida, se nos manifiesta como reflexión en la mente: ¡Es un collage! Sin embargo, me parecería alocado designarle tal etiqueta; prefiero replicar que es una unidad superior, conquistada por los métodos de intermodulación entre objetos arcaicos “antitéticos” e inéditos acontecimientos sonoros. 

No deseando una interpretación institucional, que explicaría y nombraría las lubrificantes técnicas de síntesis (como la modulación en anillo) o el gusto del autor por muestrear la heterofonía de la música ritual no occidental, propongo señalar momentos sensoriales que me percutieron. 

El instante primero que me chocó fue la intersección del muestreo concreto de una música de África subsahariana y diversos diseños (alternos y constantes) de los moduladores electrónicos japoneses, un contrapunto de los tiempos (minuto 1:35). En un efecto contrario, el segundo instante se me muestra indescriptible (minuto 5:28), pues me percibo en un sitio entre lo concreto y la síntesis, una oscuridad sonora omnímoda. Solo escucho la señal del cuenco japonés metamorfoseado, mientras me aferro a un eco remoto de la música de la corte gagaku, todo con el aroma submarino de los sintetizadores. 

El último momento que comparto es, simplemente, por el hecho de que me pareció un jocoso presagio por parte del autor: un instante de proto-tecno avant-garde (minuto 9:08) en el que ocurre un plano rítmico ininterrumpido, pero agógicamente dinámico con melódicos y discontinuos acaecimientos folclóricos y electrónicos.




Mémoriale (…explosante fixe…), de Pierre Boulez

En una suerte de Pour le tombeau de Igor Stravinsky, se constituye Mémoriale. Una pieza que surge de otra y que adquiere complejidad conceptual en la marcha. Tiene como principio la violación de las leyes establecidas por la minisociedad que es la música de cámara y sus nociones convencionales de espacialidad. La techne acá es la permutación de elementos celulares y las variaciones particularmente diseñadas para cada uno de los instrumentos.

Hay una relación indirecta entre cada trozo intrínseco mediante una conjunción torcida. Aunque el opus aparece como doble homenaje Stravinsky-Beauregard, no posee ningún aire de canto fúnebre, mas contiene una calidad de tributo sugerente, por ejemplo, al explotar las técnicas de la flauta en remembranza al flautista Beauregard. El personaje principal de esta obra es la enajenada y exótica flauta, acompañada por un bosque sutil y casi mudo de cuerdas y cornos. El diseño es tratado mediante una forma “caleidoscópica” o de “rompecabezas”, en la que se turnaron las exposiciones motívicas recolectadas.

Un aspecto interesante es que Boulez acaricia la dualidad armónica, suspendido en momentos de tranquilidad tonal y socavando todo de manera insospechada para climas más agresivos. Se trata de una especie de pieza post-atonal. Recomiendo degustar cuando el acompañamiento se supedita cual una respiración al frullato i tremolo de la flauta (minuto 1:20) o, simplemente, cualquier otro instante de tranquilidad aparente (minuto 3:32), o el juego contrapuntístico de colores heterogéneos (minuto 4:10).




Four2, de John Cage

De acuerdo a James Pritchett, el primer número del título revela la cantidad de intérpretes / grupos (Four), y el segundo número el opus (2). Pertenece a la última etapa de Cage, particularmente a la serie de las nombradas Number Pieces

Four2 se ve como un ente foráneo en su resultado. Si escuchamos de manera liviana, puede evocarnos perfectamente a algún tipo de música minimalista mística, debido al visible tonalismo. Pero si vamos al procedimiento en concreto, encontraremos que es aleatorismo; aunque no del convencional, ciertamente. 

El tratamiento estructural aleatorio de esta pieza pertenece, en esencia, a un método que se conoce como time brackets. Las cuatro secciones del coro (SATB) representan una serie particular de los time brackets en las que se nota detalladamente el tiempo de comienzo y final de cada parte individual (la ubicación no se determina). El resultado fue una nueva forma de aleatoriedad, una hesitación mucho más moderada. 

Saboreé la adición de los momentos cuando se conformó bellamente el acorde de Do Mayor, que me tocó con un carácter de pureza o luminosidad casi crística (minuto 2:33), y el minuto en que de manera clara se palpa el cálido acorde de La Mayor en su segunda inversión en enlace disonante con el Fa natural del canto femenino (minuto 5:00).




© Imagen de portada: Cubierta del disco Telemusik, de Karlheinz Stockhausen.




Alfredo Triff

Alfredo Triff: “Llegué al violín queriéndolo”

Ingeborg Portales Marino

“En la enseñanza musical no se estudiaba jazz. A mi generación lo que le interesaba era el rock. La política era meterte la música cubana a la fuerza. Hubo una época de reevaluación del son: son para aquí, son para allá. Por eso lo rechazábamos. Solo después, fuera de Cuba, es que redescubro la música cubana”.