Malena Burke: La reina de las noches de Miami

Para Malena Burke, hija de Elena Burke, la Señora Sentimiento, detenerse no ha sido nunca una opción. Malena creció escuchando todo tipo de géneros musicales. Estudió violín, guitarra y escritura musical desde muy pequeña. 

Después de graduarse del Conservatorio Amadeo Roldán, comenzó a desarrollar su carrera artística. Primero junto a su madre y luego como figura principal del espectáculo en el Cabaret Tropicana, donde se presentó durante cinco años consecutivos. Además de radio y televisión, Malena también ha hecho teatro. Es precisamente esa posibilidad de diversificarse una de las cosas que más ha disfrutado siempre. 

Parte especial de su discografía son las grabaciones que hizo en Cuba con su madre: Cuba on FireLas Burke y Elena y Malena Burke, bajo la producción de la EGREM. Durante una gira musical a Venezuela en 1993 Malena decidió no regresar a Cuba. Dos años después, en 1995, estableció su residencia en Miami, lugar donde le anunciaron que había llegado al cementerio de los artistas. Pero ella ha logrado deshacer ese estereotipo con el cariño de su público que la ha acompañado en cada presentación, y quien la ha nombrado “La reina de las noches de Miami”.

¿Qué valores le trasmitió su madre?

Muchísimos, aprendí de ella el desenvolvimiento escénico, en la pista. El poder hacer muchas cosas improvisadas, las segundas voces. A ella le encantaba en medio de una canción, de pronto y delante de todo el público, decirme: “hazme la segunda voz”. Eso es algo que te mueve las neuronas.

Yo la admiraba muchísimo, no solo porque era mi madre, sino porque a mí me fascinan las voces graves y ella tenía un dominio de la voz impresionante, de la interpretación, y eso lo aprendí de ella. Reconozco que tengo que sentir cada canción que interpreto para que llegue al público. También en mi casa se oía mucho tipo de música; no solo filin y bolero, y eso me ayudó mucho en mi formación artística en general.

Sus preceptos…

Primero, mucho respeto por la cubanía, por la música nuestra, lo mismo clásica que popular. Luego el rigor en el trabajo, aunque trabajara solo para veinte personas o para cinco mil. Estudiar constantemente. No se puede dejar de estudiar nunca, aunque seas cantante popular. 

La voz es una parte del cuerpo que también se desgasta, se avejenta si tú no la trabajas, por eso es muy importante vocalizar siempre y escuchar mucha música, porque si no te quedas atrás, tan sencillo como eso.

Cuénteme de su etapa en Tropicana

Tropicana fue otra faceta de mi vida. Aprendí muchísimo del desenvolvimiento escénico, sobre todo porque había que crecerse en una pista tan grande. O aprendías, o te quedabas a mitad del camino. Muchos detalles que hoy en día la gente no se da ni cuenta, como aprender a bajar por una escalera sin mirar los escalones o por una escalera sin barandas. 

Yo hacía muchas cosas dentro del show, me bajaban en una palangana grandísima en medio del escenario. Estar en la pista con cien bailarines, poder manejar el micrófono de cable sin tumbar a nadie, bailar y cantar al mismo tiempo. Había que hacer todo tipo de géneros, merengue, cumbia, o medio clásica tipo zarzuela española. Definitivamente eso me acabó de madurar y así pude también diferenciarme un poco del género de mi madre. Como nuestras voces se parecen, porque tenemos el mismo registro, la gente siempre hacía comparaciones.

¿Y sus años de exilio en Venezuela?

Venezuela fue muy interesante porque el público venezolano tiene un bagaje musical internacional que es impresionante. El público adora el tipo de música que yo hago, el bolero, las guarachas, los sones. Me obligaron a enriquecer mi repertorio muchísimo, porque cuando me pedían alguna canción y yo no me la sabía…, ya me entraba el bichito en el cuerpo. ¡Ay, pero cómo yo no me sé esa canción, y de quién es, y tenía que buscarla y aprendérmela! Trabajé también con muy buenos músicos, y los músicos venezolanos se saben todo, todos los boleros del mundo, todos los pasos dobles, todo, todo, montones de canciones que yo ni me imaginaba que existían.

¿Cómo la ha tratado Miami?

A mi madre entre tantas cosas, siempre le agradezco el haberme dado el talento musical innato, porque con eso se nace; si no naces con musicalidad, no puedes hacer todo lo demás. Además, tengo que darle gracias porque he heredado también parte de su público. 

Yo venía con una expectativa muy grande y me ocurrió algo significativo cuando llegué a Miami. Aquí los latinoamericanos no me conocían y los americanos mucho menos, porque la música de Cuba no se conocía mucho. Los cubanos de Miami, toda esa primera generación de la emigración, iban a ver qué hacía la hija de Elena Burke, porque a ella era a la que conocían. Iban comentando, seguro que no va a ser tan buena como la madre. Y todavía hoy conservo mucho de ese público curioso inicial y lo he incrementado. 

Después, la otra emigración que le siguió, que fue la del Mariel, tampoco sabía qué yo hacía, porque yo empecé en el 80, el año en que se fue toda esa gente. Cuando yo llegué a Miami, en el año 95, me presentaba en el Centro Vasco, donde también estaba Albita Rodríguez. A mí me decían que había llegado al cementerio de los artistas, pero yo no he dejado de cantar y he vivido todos estos años del arte y gracias a ese público, que no me ha abandonado.

¿Qué significó trabajar con Luis García? (Luis García trabajó con su madre en Cuba de 1962-1965 en el programa radial). 

Mi hermano, Luis García. Cuando él se fue de Cuba yo era muy pequeña. Fue aquí donde hicimos una amistad entrañable hasta el último día. Las voces de él, de Meme Solís y la mía empastaban de una manera formidable. Él tenía muy buena vibra, nos llevábamos tan bien. Con él aprendí muchísimo del trabajo de voces. 

Es muy diferente cantar como solista a cantar con voces. Hay que saber dónde se vibra y dónde no, muchos detalles, como la respiración. Grabamos el disco A solas contigo que para mí fue un disco de colección. Fuimos a Los Ángeles y a Nueva York dos veces. Lamentablemente Luis se nos fue, pero quedó su voz ahí, en el recuerdo, y su música porque era también un gran compositor.

¿Qué siente cuando escucha las grabaciones que hizo con su madre?

Yo soy muy sentimental. Me emociono muchísimo. Ella murió en el año 2002, en La Habana. Yo ya no la vi con vida, pero pude ir a su entierro. Hay grabaciones que no las he querido sacar, ahí las tengo guardadas porque me dan una emoción muy fuerte. Lo que me queda es que la gente la quiso mucho y la sigue queriendo. Le hicimos un gran homenaje aquí en Miami y el teatro se repletó. Así la mantenemos viva. Pero la vida es esa, “la realidad es nacer y morir”, como dice el bolero.


© Imagen de portada: Malena Burke, por William Riera.




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