Durante los meses de mayo y junio de 2018 estuvo en cartelera en La Habana Arrivals, última producción teatral de El Ciervo Encantado. Como sugiere el nombre, Arrivals es continuación de Departures, una obra anterior dedicada al éxodo de cubanos en las últimas décadas. Esta vez la atención se concentró en el regreso a la patria de todos nosotros.
Ambas piezas han querido ceñirse a lo testimonial, como quien busca conservar un recuerdo. En la primera, la actriz insigne de la compañía, Mariela Brito, contaba las despedidas de su vida y leía cartas de amigos que hablaban de lo mismo. Arrivals, por su parte, se compuso a partir de pequeños testimonios grabados en las voces de sus protagonistas reales.
Departures era pieza grave. La huida de los cubanos de Cuba es todavía una desgracia en desarrollo y también una historia silenciada por el alto mando del país (o contada de una manera increíble: eludiendo ante todo el punto de vista de las víctimas, que somos, en definitiva, nosotros mismos). No existe, en el debate público, la vivencia de los “expropiados” de los 60, la primera ola de prófugos de Cuba; no existe la vergüenza de El Mariel o la fragilidad de los balseros. Todos sabemos lo que ha pasado, pero nada se dice en libros y escuelas. A declarar definitivo este caudal de memoria se dirigía Departures.
La narración directa y personal de la tragedia fue puesta en escena en un estilo que rozaba el tedio. Una actriz sedentaria hablaba de las fugas a su alrededor en un tono deliberadamente rendido, sin la emoción que estas suponían, a pesar de lo tremendas que eran. Imitaba de esta forma la cadencia de los relatos demasiado repetidos, que al cabo dejan de alarmarnos sin importar lo atroz de su índole. Lo mismo que ha pasado con nuestra historia de éxodos recientes: tanto hemos contado en privado nuestra versión que ya podría sumarse al tipo de narraciones tradicionales que casi aburren.
La actriz se movía de manera apacible, como en cámara lenta, repitiendo sus memorias. Solo la profusión de la anécdota que insistía en contar delataba las ganas de decirla: el hecho de que como nación aún no hemos ventilado esa historia públicamente, y la sensación de que bien podía ser esa la primera vez que la oyéramos en compañía de extraños que la comparten, sobrecogidos. Entre esas dos emociones se debatía el público en el teatro.
Arrivals se opuso a Departures y la complementó. No solo porque abordaba el tema del regreso a la patria, sino porque esta vez atendía a lo mínimo. En lugar de una anécdota amplia, se destacaba ahora un pequeño acontecimiento de nuestras vidas; un acontecimiento que, sin ser “normal”, se ha convertido con el tiempo en algo rutinario para nosotros.
Dice Nelda Castillo en la página del grupo que para escribir Arrivals buscó aquello que compartimos los cubanos cuando volvemos al país. Encontró las listas. Esas estrafalarias enumeraciones de artículos que nos entrega la familia y debemos comprar para ellos y para nosotros mismos porque sabemos que aquí no hubo, no hay y no habrá (o será carísimo cuando aparezca): desde una goma de bicicleta hasta un glucómetro o un libro de Reinaldo Arenas. La actriz se llena interminablemente de objetos durante el angustioso momento de empacar, una operación que nosotros cumplimos pero que también solemos olvidar enseguida.
A primera vista, y comparada con la envergadura emocional de Departures, la continuación Arrivals resulta menor: representa un hecho ordinario, tiene de comedia o de sainete (que nunca podrá competir con la tragedia), es una performance de corta peripecia en escena. Sin embargo, la sencillez que la define no debería ser menospreciada. Se puede decir que la obra atiende a nuestra eventual pobreza, y que esto en definitiva es una circunstancia que contaminará a la pieza de fugacidad, condenándola. Pero esta impugnación no tiene en cuenta la forma en que esta eventualidad es trabajada. Departures pudo ser un panfleto tanto como Arrivals pudo ser un sketch humorístico, pero no lo son, y ahí radica la aptitud de la artista.
La aproximación de Arrivals al hecho ordinario es poética, de la manera en que la poesía sabe iluminar y extraer elocuencia de un acto común, mientras nosotros lo repetíamos sin percatarnos. No es “normal” desesperarse por llenar una maleta de clavos o de jabas de nailon: esta angustia recopiladora llevada a la escena denunciaba la cotidiana situación afanosa en la que vivimos. Desde el manejo de la acción hasta el diseño del sonido y las luces, todos los elementos narrativos fueron conducidos hacia este propósito. Un suceso corriente de base, perpetuado como en un lienzo o un poema.
No es imposible que esa estampa sea devuelta a la memoria colectiva de donde se nutrió: la imagen del cubano que retorna, cargando de una manera tan desesperada y barroca con la misma pobreza que le espera.
Departures y Arrivals no ocultan la excelencia artística de su creadora, Nelda Castillo: verosímilmente, de lo mejor del teatro cubano contemporáneo.