No sé nada de exilios. Todo lo que fundé quedó atrapado en La Habana bajo el peso insalvable de la dictadura.
Carta de despedida para llegar a ninguna parte
En cada frase del gobierno percibo un tufo de segregación, como si nos tuvieran asco. Como si mirando por encima del hombro y la panza y la guayabera encartonada, por encima de sus perlas falsas, los cuellos cirrosos quisieran aplastarnos. Pero entonces no tendrían quien trabaje para ellos.
Nadando en un mar de gelatina, rabiando de dolor
Estaba leyendo Lancha rápida, de Renata Adler. Me parecía ideal para el momento: ningún orden, ninguna historia que seguir, ningún personaje, ni siquiera a su protagonista, reportera de The New Yorker. Si me harto puedo saltar la página: siempre habrá un chanchullo nuevo detrás. Tal como se mueve el mundo. Como se mueven las noticias.
¿Alguien le preguntó a Luis Manuel Otero acerca de su desesperación?
Teníamos la tierra y teníamos el mar para salir adelante, teníamos, además, la fuerza y la fe; en sesenta años la culpa es nuestra, todita nuestra. O de ustedes. ¿Qué es la obra de Luis Manuel Otero comparada con este crimen mayor? ¿Y comparada, por ejemplo, con el crimen de escucharle gritar a un niño: “Pioneros por el Comunismo, seremos como el Che”?
25 / 50. Un recorrido visual
Desde Ojos que te vieron ir… (1994) hasta Últimas fotos de mamá desnuda (Trabajo en progreso, 2017).