Abajo Constantinopla (feliz cumpleaños, mi amor)

1.

Imagínate que tienes una novia en Cuba (una noviecita, una madre, una hija, una tía, una amistad) que sueña que la policía viene a llevársela. Sueña eso y muchas cosas más, pero sobre todo eso. Un sueño recurrente donde la policía llega, toca la puerta, nadie le abre, tumba la puerta y pregunta si fulana está, que necesita llevársela para la estación, que necesita interrogarla y meterla presa. Imagínate eso en el siglo XXI, en un país donde la lengua materna es una de las cinco lenguas romances principales. Yo no me lo puedo imaginar. La única manera de imaginarlo es vivirlo, aunque una cosa anule a la otra.

Imagínate también que tienes una novia que te manda mensajes como este: “Tú deberías calmarte unos días, a ver si por fin te dejan entrar”. Porque, ¿de qué manera no me dejarían entrar? ¿Cómo es posible que una persona natural de un país no pueda entrar al país de donde es natural? Esa persona debería ser, como mínimo, peligrosa, dañina, nociva, contagiosa o parásita.

Lo inimaginable, por otro lado, acaba de suceder. A la muchacha esa que yo no conozco, no la dejaron entrar. Pero la muchacha esa que yo no conozco tampoco es peligrosa ni dañina ni nociva ni contagiosa ni parásita. Yo no me lo puedo imaginar. La única manera de imaginarlo es vivirlo, aunque una cosa anule a la otra.

Imagínate que todos nos calmamos, nos tranquilizamos, nos ponemos una vacuna que es un experimento como todo en esta vida, y nos vamos de vacaciones para abajo de la cama, a meter la cabeza en un hueco, sin respirar, a coger moho y peste a humedad, a llenarnos de polvo. Imagínate que pasan como cien años y todavía estamos ahí, medio vivos, sin respirar, llenos de telarañas y de óxido, contraídos, atrofiados, con dolor en el culo y en el cerebro, con tremenda calma y tremenda fe en que todo va a salir bien.

Yo no me lo puedo imaginar. La única manera de imaginarlo es vivirlo, aunque una cosa anule a la otra.


2.

Mi abuela comunista Luisa Roselia Moronta Pacheco, la novia parasiempre de Ángel Iglesias Novoa, era expresadora de un discurso subversivo analfabeto que a su marido no podía gustarle nada. ¿Cómo era posible que la misma persona que antes traía y llevaba mensajes escondidos en los ajustadores, ahora hiciera preguntas que ponían en duda esos mensajes? Lo siento, mi querer, pero poner en duda un mensaje es inconcebible. Poner en duda el mensaje de la Revolución es inconcebible.

Pero, ¿cuál era el discurso de mi abuela comunista Luisa Roselia Moronta Pacheco? Nada del otro mundo: preguntas que cualquiera preguntaría, si tuviera una familia que criar y proteger. Incluso prescindiendo de una familia que criar o proteger, cualquiera preguntaría lo que Luisa Roselia Moronta Pacheco preguntaba por la mañana, por la tarde y por la noche: “¿Qué vamos a comer hoy?”.

Una vez, se cansó de hacer esa pregunta, sacó del armario su bata azul y la puso sobre la cama, sacó un blúmer blanco y lo puso sobre la cama, sacó la caja de talco y la puso sobre la cama. No sacó la prótesis nueva de su seno derecho y la puso sobre la cama, porque ya no haría falta. Dejó las cosas, como quien dice, listas. Fue al cuarto de desahogo y se acostó en el suelo. Acostada ya, se clavó un cuchillo de picar carne en el esternón, sobre el final de la cicatriz de la radical de seno: directo al corazón. Pero el cuchillo no fue directo a ningún corazón, sino a cualquier otro lado de la cavidad torácica. El cuchillo se desvió.

La novia enferma de los nervios de Ángel Iglesias Novoa tuvo que calmarse los nervios, tranquilizarse, tomarse una pastilla que es un experimento como todo en esta vida, y meter la cabeza en un hueco: el hueco revolucionario de la falta de respuesta. Porque su pregunta acerca de lo que no vamos a comer hoy, ni ayer, ni mañana, jamás tuvo respuesta, ni siquiera interlocutor.

La falta de respuesta es algo muy grave, pero más grave es la falta de interlocutor. Que a un hombre le quiten el placer de hacer preguntas es todavía peor que la falta de respuesta. Que a una mujer le quiten el placer de hacer preguntas, aunque ese placer se haya convertido en sufrimiento, es todavía peor que la falta de respuesta.


3.

Yo aprendí eso: que uno no debe hacer tantas preguntas, menos que menos la misma pregunta. Uno lo que debe hacer es subvertir el mensaje. Si no se puede decir esto, entonces digo aquello. Si no se puede ir por este camino, anulo la palabra camino.

Por eso cuando tu novia te dice que te calmes, tú te calmas. Por eso cuando tu novia te dice que te tranquilices, tú te tranquilizas. Por eso cuando tu novia te dice que no digas esa palabra, tú te metes la lengua en el cu__ (chillo), te tratas de hacer cosquillas. Las palabras son las cosas más fascinantes que hay.

Yo aprendí eso: a fascinarme con las palabras y los mensajes que se subvierten con ellas. Por supuesto que algunas palabras son más fascinantes que otras, y por supuesto que algunas palabras no fascinan en lo absoluto. Los nombres propios, por ejemplo, un tema del que he hablado tantas veces, pueden ser fascinantes o no provocar ninguna fascinación. Nombres de personajes de libros, como Esmeé, Clausewitz, Kilgore Trout, Nabucodonosor, Pamela, Molloy, Misako y Kaname, Oppiano, Ramayana, Beatriz, Nora o Glenda, son fascinantes. Más que fascinantes: inolvidables. Sustantivos que ya nombraron a seres humanos de algún modo mitológicos.

Los nombres de los países también son encantadores. Imagínate que en vez de besarte con tu novia en un sofá, te besaras con tu novia en Chapultepec. Que en vez de subir a un elevador, subieras a Canaán. Que en vez de hacer el amor entre la yerba, lo hicieras entre Mesopotamia. Que en vez de tomarte un ice cream, te tomaras una Japón. Que en vez de ponerte de rodillas, te pusieras de Mozambique. A mí, como ciudadana de un país de origen, me gustaría que el nombre del presidente de ese país fuera fascinante. Qué lastima.

Yo aprendí eso: a tener lástima. Todo es tan lastimoso en Cuba, tan así. Por eso cuando lanzaron en YouTube el videoclip oficial de la canción “Patria y Vida” pensé, entre muchas cosas más, que esos cantantes, músicos, artistas y directores audiovisuales, estaban haciendo la misma pregunta que hacía Luisa Roselia Moronta Pacheco. Una pregunta muy subversiva con una respuesta muy unimembre: “¿Hasta cuándo?”.


4.

En el mismo momento en que salía “Patria y Vida”, como una bomba de tiempo o como un volcán caribeño en erupción, que explota e implota haciendo énfasis en el lenguaje, con una letrica romance que tiene forma de garabato africano, tribal, la editorial Anagrama me mandaba un mensajito muy subversivo e irónico, digno de la más graciosa de las lástimas:

“Buenas tardes, Legna Rodríguez:

Soy Ana Rodado, del Departamento Editorial de Anagrama, encantada de saludarte.

Hemos valorado Álbum de éxitos con interés, y te agradecemos que nos hayas dado la oportunidad, pero desafortunadamente no podemos asumir su publicación.

Ojalá encuentres una casa editorial que pueda acogerla. Te deseamos mucha suerte y te reiteramos nuestro agradecimiento.

Un cordial saludo,

Ana Rodado.
Editorial Anagrama S.A”.

Después, como una bomba de aflicción, mi hijo se enfermó de neumonía, quitándome todas las ideas para escribir sobre esto o aquello, cosas maravillosas de las que yo quería escribir. Quitándome las ideas para responder una entrevista a la periodista Sarah Moreno, a propósito de la canción. Porque es maravilloso que una canción como “Patria y Vida” se desplegara en las redes sociales a diestra y siniestra en contra de más de sesenta años de represión.

Más maravilloso y delicioso, es que uno de los músicos que participan en el video aparezca mostrando su abdomen atractivo, lindo, deseable, como debiera ser deseable todo en esta vida, desde la comida que nos queremos comer hasta las canciones que queremos escuchar.

Más maravilloso y apetitoso, es que dos de los líderes del Movimiento San Isidro participaran en la canción.

Más maravilloso e increíble, es que el autor del bolero “Sé feliz” participara en la canción.

Más maravilloso y contagioso, es que los autores de la canción que yo escuchaba mientras me dirigía al Kendall Regional Medical Center con la fuente rota y mi hijo a punto de nacer, participaran en la canción.

Más maravilloso y rimbombante, es que el director del video tuviera a su novia encinta, convirtiéndolo en el hombre más feliz del planeta Tierra.

Después, como una ventisca tropical que se lleva lo bueno y lo malo, contra la represión y la intensificación de la represión en Cuba: una huelga de hambre en la provincia de Santiago de Cuba, iniciada por José Daniel Ferrer y otros miembros de la UNPACU.

Dos huelgas de hambre en Cuba en menos de doscientos cincuenta y nueve mil doscientos minutos, imperdonable. Dos huelgas de hambre en Cuba en menos de cuatro mil trescientas veinte horas, imperdonable. Dos huelgas de hambre en Cuba en menos de ciento ochenta días, imperdonable.



5.

Imagínate que tienes una novia en Cuba que sueña con submarinos:

Estaba en un barco pequeño, habíamos salido un grupo de personas a pasear, era la bahía de Santiago de Cuba, de repente el barco se cerró y se sumergió. Aparecimos en una cueva. Para salir de aquella cueva iba a recogernos una especie de submarino pequeño, pero solo cabían tres personas. Apareció un hombre con una escopeta y comenzó a dispararle a la gente, diciendo que solo quedarían tres. Cuando se paró frente a mí, a una distancia como de diez metros, me disparó. Yo veía la bala en cámara lenta y me agaché; me disparó una segunda vez y volví a hacer lo mismo. Esta vez empujé a alguien y la bala me rozó la espalda, pero solo me hizo dos verdugones paralelos por la parte derecha; yo me los toqué e imaginé que estaban rojos, la persona a la que había empujado me preguntó qué me había pasado y yo le dije: “No fue nada”.

Cuando el hombre dejó de disparar todo quedó en silencio y apareció el submarino; lo manejaba otro hombre vestido de negro con una gorra (el mismo vestuario del anterior); era blanco y rubio, nos trataba de lo más bien a mi mamá, a mi hermano y a mí, que éramos los que habíamos sobrevivido. Yo sentía mucho alivio porque no les había pasado nada a ellos. Ya estábamos sentados dentro del submarino, pero aún no estaba cerrado. De pronto aparece un niño, tendría unos trece años, negro, con espejuelos; había quedado vivo, y el hombre de la escopeta le dijo que no importaba, que él también cabía. Le pasó una mano por encima de los hombros, lo llevó para una parte de la cueva que yo no podía ver, y se sintió un disparo.

Yo no estaba asustada. Seguíamos sentados en el submarino. El hombre nos dice que ya vamos a regresar, pero que si primero queríamos dar una vuelta cada uno por separado, porque así el submarino podía coger mucha velocidad de forma vertical, salir del agua y volver a entrar. Mi hermano quería dar el paseo, pero yo lo único que quería era regresar. Cuando volvimos, estábamos nuevamente en la bahía, pero en una de las casitas del cayo. Era como un bar, yo estaba sentada en el piso mirando el agua.


6.

Imagínate que tienes una novia en Cuba que sueña que la persiguen:

Yo estaba caminando por un campo, había árboles aislados. Caminaba y caminaba en línea recta con la idea de que tenía que escapar de una mujer. Caminaba con un cansancio como si ya lo hubiese hecho muchas veces. Se reiteraba la escena, porque cuando me sentaba a descansar ya me daba la sensación de que me había alcanzado; ella nunca aparecía en el sueño, pero me alcanzaba y yo volvía a escapar.

La última vez que comencé a caminar iba casi asustada; caminé mucho y tenía la convicción de que esta vez sería definitivo, que tenía que caminar como nunca, que tenía que escapar. Llegué a un punto del camino en el que había una línea en el suelo, y después de la línea la hierba se convertía en hojas de tabaco. Era como un desierto, no había árboles y el cielo estaba naranja; todo tenía ese tono carmelita de las hojas del tabaco, se podía ver el sol cayendo. En algunos lugares el suelo estaba cuarteado, como en los desiertos. Sabía que tenía que cruzar y seguir adelante.

Cuando avancé, dejé de ver en primera persona, y comencé a ver como si estuviese parada en una elevación a mis espaldas. Ahora podía ver mi cuerpo como desmayado sobre una mula. Un señor muy anciano, calvo y bajito, sujetaba una soga que guiaba a la mula en la misma dirección en la que yo iba. Ambos llevábamos una especie de batas blancas. El anciano era mi papá (físicamente no se parecía a mi papá, pero yo sabía que era él). Ahora ya el pensamiento no iba dirigido a mí. Decía: “Tienes que llevarla muy lejos. Cuando el suelo se vuelva todo raíces, sigue hasta que encuentres una señal que parecerá un peine”.

Yo, desde la elevación, podía ver cómo se alejaba el señor con la mula y mi cuerpo. Podía imaginar un peine, como si estuviese peinando las raíces de un árbol seco.


7.

Tal vez, antes de morirse, Luisa Roselia Moronta Pacheco soñó que se comía un cake.


8.

Yo no quiero que mi novia, ni que ninguna novia del mundo, sueñe que la policía viene a buscarla.




Legna Rodríguez Iglesias

Quiero ver esa película

Legna Rodríguez Iglesias

Lo que sucede con Quiero hacer una película es que no puedo contarla. Identifico el lenguaje con el que ha sido narrada como mi propio lenguaje; reconozco en las escenas cada una de mis palabras en cada uno de los libros que escribí en La Habana y que sigo escribiendo fuera de La Habana. Me llamo Yimit Ramírez y estoy enamorada.