En el espacio opinólogo cubano —que abarca desde el juicio a quien escoge residir fuera de Cuba hasta a quien decide regresar, pasando por la defensa de derechos suprimidos a comunidades sociales minorizadas o el ataque frontal al totalitarismo— sufrimos de la impertinencia absoluta de algunos gestores de opinión.
Una frase repetida en los análisis de conducta sobre las redes sociales es la de “being famous on social networks is like being rich at Monopoly”. Se vive en el engaño propio, en la ilusión de la popularidad.
Las redes sociales han contribuido a liderazgos alimentados únicamente por el like, al mismo tiempo que han creado asociaciones autofágicas que poco favor le hacen a la necesidad real de Cuba, que no es otra que la fundación de una nueva república.
La pertinencia parte de la razón y la verdad; pero no siempre de la necesidad. La crítica al Código de Familia, a sus carencias, a la falsedad con la que el régimen lo utiliza como cortina de humo para ocultar la represión o la aprobación directa del nuevo Código Penal es pertinente; pero lanzarse a una campaña para que se vote en contra puede que no sea oportuno ni necesario, pues contribuiría a que los derechos robados al cubano nunca sean restituidos.
El liderazgo fatuo de las redes sociales funciona como una adicción que, muchas veces, coloca al emisor en una posición de superioridad moral, al recrear una verdad emocional en lugar de impulsar la denuncia o crítica que pretende hacer. Las opiniones se convierten en actos de reafirmación del ego, señuelos atractivos para el like.
Anamely Ramos ha manifestado su intención de regresar a Cuba. Más allá de American Airlines, más allá de las decisiones que se puedan tomar, más allá de los hipotéticos casos que puedan incluso significar un aumento de las sanciones al régimen impuesto de Díaz-Canel, lo importante no es la persona, es la nación.
El uso simbólico de American Airlines como colaborador necesario de la dictadura visibiliza el debate sobre los derechos en Cuba del mismo modo que cualquier crítica a ese uso desvía la mirada y participa de la estrategia del régimen totalitario.
Se ha desbordado el canibalismo de las redes sociales.
Los emigrados tenemos la obligación de la consecuencia en sus dos acepciones: tenemos que ser consecuentes con las razones que nos hicieron abandonar la Isla y aceptar que nuestra oposición a la dictadura tendrá consecuencias. El dolor de la separación no puede justificar la inconsecuencia. Si la protesta contra American Airlines lleva a que se cancelen los vuelos regulares a Cuba, los emigrados tenemos que pensar en lo que pesa más en la balanza personal: los derechos de todos o las necesidades individuales.
No hablo del espacio privado que obedece a otras alquimias; me refiero al espacio público, donde lo que tiene que primar es la pertinencia de nuestras opiniones sobre la adicción al reconocimiento, la gratificación instantánea o la popularidad.En el espacio público tiene que primar la responsabilidad común, lo que importa a todos y, sobre todo, no lanzarse nunca sobre aquellos que, como Anamely Ramos, deciden aceptar las consecuencias de sus actos.
La razón no siempre es aliada de la necesidad. Cuba padece de un canibalismo alimentado por el régimen que chantajea al emigrado usando a los opositores como escarmiento y ejemplo. En Anamely nos vemos amenazados y advertidos todos: nuestro derecho a regresar ha sido secuestrado. No va de protagonismos virtuales; va de un todo que los cubanos no hemos sabido construir ni respetar.
Mucho se escribe sobre derechos, mucho se escribe sobre actitudes, mucho se escribe sobre oposición, mucho se escribe sobre los otros, pero muy poco se dice de aquellos que ponen por delante de la causa Cuba su presencia en las redes sociales y los likes envenenados de quienes los apoyan.
Las redes sociales alimentan el ego y por eso nos dividen. Lo saben Zuckerberg y los agentes de manipulación del totalitarismo castrista.
“Being famous on social networks is like being rich at Monopoly” puede traducirse también como que, en las redes sociales, hacer clic en share es un acto de responsabilidad.
Oh, con mi muchacha…
Cuba tiene la tasa más alta del mundo de emigrados al nacer por cada mil nacidos vivos y también la más alta de fallecidos fuera de sus fronteras que piden ser enterrados en la Isla. Los vivos se van y los muertos regresan.