Nipper era el nombre del terrier mestizo que sirvió de modelo para el famoso logotipo de la RCA Victor. El perro sato miraba el cono del fonógrafo ladeando la cabeza para escuchar mejor el eslogan: His master’s voice.
Una parte del discurso sobre Cuba disfraza su objetivo detrás de eufemismos engañosos. A veces, como lectores, pensamos que dichos discursos van del sujeto al objeto, cuando la realidad es que sucede lo contrario. Usualmente, el discurso intelectual va desde el raciocinio y saber del individuo hacia aquello que provoca su reflexión; pero la intelectualidad “leal” funciona al revés: su relato viene de los intereses a los que sirve y ellos simplemente trabajan para validarlos.
La ficción del proyecto social cubano despojó de sentido a palabras y conceptos. De tanto uso, Castro el mayor logró que revolución o soberanía fueran palabras tan vacías como patria o, incluso, muerte.
En esa línea del despojo consciente de valor a los conceptos trabajan intelectuales y académicos que buscan instituir un discurso servil al totalitarismo cubano.
Los que piensan que la soberanía cubana está en juego por buscar referencias en modelos foráneos ensucian la memoria de nuestros patricios, que buscaron en las jóvenes repúblicas europeas y en la naciente democracia estadounidense un modelo posible para la Cuba futura. La soberanía no reside en el discurso ni en el proyecto, muchísimo menos en el sistema económico, el único portador de soberanía es el pueblo.
El factor Estados Unidos no puede ser desligado de ningún espacio de debate sobre la nueva república cubana en primerísimo lugar porque es y ha sido política de Estado para el régimen fomentar la hostilidad de la Isla con ellos, así como responsabilizar de su ineficacia al vecino del norte.
Estados Unidos tiene un puesto en la mesa de la Cuba futura también porque más de un millón de cubanos vivimos aquí y nuestro voto pudiera, puede y podrá inclinar políticas de beneficio mutuo en el futuro. La diáspora real podrá trabajar por el bienestar de Cuba en el mismo momento en el que el régimen deponga el poder a disposición de su pueblo.
El único culpable de que Estados Unidos sea parte ya ineludible del futuro de Cuba es el totalitarismo cubano y la majadería política de Fidel Castro. Su legado ha sido ese, vendió la independencia de Cuba, la soberanía de la que tanto hablan a su enemigo más odiado de tal manera que la única manera de que Estados Unidos pierda ese protagonismo es desapareciendo como régimen.
Hay un lobby antiembargo que participa de la agenda política del régimen despreciando las necesidades reales de la nación. Juegan con las facilidades democráticas del sistema estadounidense en favor del totalitarismo cubano. Son comunes las visitas a representantes electos para insistir en el levantamiento del embargo y exigir medidas comunes al discurso que les llega de La Habana. (Estuve ahí, sé de lo que hablo.)
Los que hablan de oposición leal y soberanía como una dupla excluyente son como Nipper, escuchando y repitiendo un discurso sin futuro. Ninguno de ellos es oposición; pero sí son leales a las directrices totalitarias que les llegan desde La Habana.
El embargo existe porque existe la dictadura y no al revés. Parece que de tanto achacarle al embargo la culpa de todos los males se olvida esta relación. Fue el régimen con su política estratégica interesada, su alianza con regímenes totalitarios y terroristas, además de la construcción de un enemigo, el que logró que se impusiera la medida como forma de presión.
Se cagaron ellos mismos y no tienen cómo limpiarse.
Los que defienden el levantamiento del embargo por encima de la restitución democrática participan del discurso vende patria y exclusivista del régimen; no importa su afiliación política. Mientras existan presos políticos, mientras se reprima al pueblo por exigir cambios, mientras cubanos tengan que escoger vivir fuera de su país por asfixia, miedo o destierro; quien defienda que lo primero es el embargo colabora directa o indirectamente con el totalitarismo cubano.
Nipper no conoció la fama. Tuvo que esperar a morir para dar vueltas en miles de discos reproduciendo lo que le permitían y solo lo que le permitían. Es lo que tienen las voces prestadas: únicamente pueden reproducir, son la voz de su amo.
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Queriendo o sin querer, Harold Cárdenas, Julio César Guanche, Rolando Prats, Carlos Alzugaray, Rafael Hernández, Ivette García, Esteban Morales, Arturo López-Levy y algún otro le lavan la cara al régimen y afirman la legitimidad de su existencia.