Chaturbation: sexo en sí y para sí

Estar o no estar sol@. Tener o no tener suficientes megas. Esa es la cuestión.

El “recelo social” será una de las consecuencias más terribles del macrorrelato pandémico, cuando la COVID-19 ya no sea una amenaza global sino individual. En la mente del sujeto avisado, ese que acepta la “normalidad” con reserva, se instalará una suerte de prevención. Por ejemplo, en términos generales y excluyendo (de momento) a la “dinámica familiar joven”, será mejor acudir a la masturbación que al sexo informal. 

El macrorrelato pandémico es justo eso: el what if de las ficciones alternativas, con el agravante de que estamos en el mundo real.

Y, sin embargo, uno no acaba de salir de ese relato en tanto literatura. O sea, ¿mientras más realidad, más literatura? Posiblemente. En apariencia ya no existiría la regencia del discurso clínico. La razón es simple: el discurso clínico estaría instalado en la mente, debajo de su propia metamorfosis. El drama del subdesarrollo y las pautas concretas de la crisis (del agromercado vacío a la cola enorme que pervive frente a la tienda solo “para ver qué sacan”) ayudan, claro está, a dinamizar esa metamorfosis.   

En condiciones de precoronavirus y poscoronavirus, lo que ha dado en llamarse chaturbation chaturbate (masturbación por chat, donde dos usuarios o más se observan y se interpelan) es una práctica desarrollada gracias a las opciones de dating íntimo restringido de las tres aplicaciones más usadas hoy, al menos en Cuba: Telegram, WhatsApp y Messenger, independientemente de ventajas similares ofrecidas por Viber, WeChat, Kakao Talk, Snapchat y otras.

Yo te veo, tú me ves, hablamos un poco de sexo y nos masturbamos: así de simple.

Ahí aparece el inicio de todo: la visualidad inmediata. Desnudez parcial, total, o con encuadres. En esto hay una debida tantalización: el deseo se satisface sin goce real, somático. ¿Estás sol@? ¿Tienes suficientes megas? 

¿Ver y verse son manifestaciones enclíticas del yo sexualizado? Sin duda. Voyeur y autovoyeur. Incremento de las oportunidades de mirar y ver. Pero con otra desventaja: se tratará de una práctica autotélica, un ejercicio cuyo fin sería él mismo. Es decir, no nos veremos en el videochat ni nos haremos videollamadas para entonces pasar a la siguiente fase, donde lo real se impondría como colofón monárquico del sexo. No, no será así. Chat y videochats serían el principio y el fin de todo. La gran aventura residiría en el encuentro real de las mucosas. 

Ensayo visual del sexo como sexo-en-sí-y-para-sí. Literariedad y ensueño fantástico, pero con un origen hiperreal. ¿Fotorrealismo? Más o menos. Hay cierta vecindad. ¿Y si hubiera un encuentro físico verdadero? ¿Se llevaría a efecto con o sin nasobuco

Por cierto, ¿el sexo oral se considera una vía de transmisión de la COVID-19? 

No se rían. Esto es serio.

Chaturbation / Free Adult Webcams / Live Sex / Free Sex Chat. Ya existen diversos perfiles de diseño de la chaturbation. Hay una web para hallarlos e instalar en tu teléfono los que más te gusten. Generalmente son marcos (como para selfies), pero algunos poseen animaciones y encuadres sonoros. Lo mejor de todo esto es la instantaneidad. No hay que bajar un video ni copiarlo de alguien. Tú y el/la otr@, son el video.

Frente a la realidad inexorable del coronavirus, hasta ahí habría un equilibrio de ventajas y desventajas con la adición de un componente atenuador: el juego. Pero a la larga se creará un empobrecimiento real de la reciprocidad y el intercambio humano, independientemente del sexo. El “trueque de sensaciones”, que es la antesala primitiva del comercio de ideas, se verá vapuleado por una nueva “era de la sospecha”, como diría Nathalie Sarraute.

Exchangeness es una palabra inglesa que se refiere a la plenitud y ensanchamiento de las posibilidades de intercambio. De acuerdo con algunos filósofos contemporáneos, ese concepto siempre ha conocido la precariedad porque califica un proceso tan frágil como efímero. Pues bien: así es la chaturbation. Y ese es el motivo por el que su eficacia formal suele probarse una y otra vez sin conseguir lo que anhela. 

“Ah, que tú escapes en el instante en que ya habías alcanzado tu definición mejor”, escribe José Lezama Lima.

En un contexto de examen atento, la chaturbation puede ser muy logocéntrica.

Observado desde la perspectiva de una lógica perversa y más o menos paranoica, el empobrecimiento al que me refiero tendría consecuencias significativas para la activación, a largo, mediano o corto plazo, de las respuestas sociales del pensamiento, en el plano de la vida cotidiana, ante el dilema y las miserias de la libertad. Hay una zona de la libertad que necesita de lo virtual, ciertamente. Pensemos, por otro lado, en el ateniense Tucídides, que dijo algo significativo: “Tengan en cuenta que el secreto de la felicidad está en la libertad, y el secreto de la libertad, en el coraje”. 

Tucídides, historiador militar, un hombre en quien se reconocen los primeros esbozos de la escuela del “realismo político”.

Como práctica de cierto modo solipsista, la chaturbation contribuye a la expansión del yo y la magnificación del detalle. Ambas operaciones, contempladas con alguna dosis de sentido común, tienden a dejarse ver como procesos simbióticos.

Un amigo en cuya reserva de expectativas sexuales no figuran las gordas, convenció a una mujer de 42 años (mi amigo tiene 34) de que aceptara una videollamada sin rostros (las cámaras jamás enfocan las caras, para evitar indiscreciones inocentes). A mi amigo, dato auténtico, no le gustan las gordas, y esta usuaria de WhatsApp lo era. Sin embargo, se obró un milagro definible en dos puntos: 1. Mi amigo se excitó enormemente hasta tener un orgasmo, y 2. La gorda le mostró, todo el tiempo, una vulva desconcertantemente bella.

Estoy citando una frase real: “desconcertantemente bella”. 

Mi amigo suele escribir poesías, pero no le habló de Lezama a esa mujer, ni le dijo: “Ah, que tú escapes…” Pero ella terminó por bloquear su número y escapar. Ambos siguen hoy en reclusión voluntaria, ella en Sancti Spíritus y él en La Habana.

¿Cuánto del “yo expandido” hay aquí, para no mencionar lo obvio: la magnificación del detalle? Mucho. El yo es un proceso lento, no un status fijo, mientras que la chaturbation prospera en una inmediatez que dura un promedio de 8-10 minutos, según la generalidad de los cálculos. Aunque tener un yo también es saber condescender a la desintegración de los mitos del cuerpo durante una videollamada que deriva hacia una chaturbation.

La desintegración de los mitos del cuerpo… ¿acaso no llegaría a ser eso, también, una “tramitación” verificable en los alrededores de la orientación sexual? Porque, ¿qué tal si quieres compartir un poco de morbo con esa pareja que acabas de conocer en internet y que se identifica como amante de la mecánica swinger, cuando no threesome?

Chaturbation: pactos dentro del morbo, oclusión de la pandemia (en tiempos de aislamiento o no), visibilidad en función de un encuentro futuro que tiene muy pocas posibilidades de ocurrir aunque se anticipa voluptuosamente. 

Y, sin embargo, la videollamada sobreviene, pero antes hay una advertencia, llena de disculpas, por parte del tipo swinger: que ella no está, que se ha ausentado inesperadamente, que no contaba con semejante imprevisto y que lo siente mucho. Y tú propones que igual hablen y le metan mano a ese morbo visual porque ya existe una carga de excitación y no van a desaprovechar la oportunidad. Mucho más tarde, cuando todo ha terminado, te preguntas cómo es posible que ella se haya esfumado, y más si la pareja practica, con disciplina, el autoconfinamiento.  

A escala global, a las puertas de una enorme crisis, ¿la “era de la sospecha” cifra una de sus eficacias en su capacidad para ralentizar, del modo que sea, los estallidos sociales? 

Bueno, no es una mala pregunta, supongo. Tampoco hay que ir tan aprisa. 

¿Y si el sexo se constituye en una nota al pie de esos estallidos, un coto privado, un expediente de retiro, un destierro voluntario dentro del destierro general? Mientras tanto, planificas un encuentro real, realista, bien somático. No sabes que sabes que entre hacer las cosas y tomar la decisión de hacerlas, este último es el espacio de mayor libertad. Distinguirla y paladearla es una de las mejores cosas de este mundo. 




Sasha Grey en La Habana epidemial - Alberto Garrandés

Sasha Grey en La Habana epidemial

Alberto Garrandés

Cuando alguien te dice que la realidad está a punto de cambiar, es que ya cambió.