Con la modernidad, el cuerpo y la sexualidad se convirtieron en instancias de imaginación política y contribuyeron al diseño de técnicas de control. En Cuba desempeñaron un papel fundamental en la organización del totalitarismo revolucionario. Desde 1959, el cuerpo y la sexualidad de los niños y jóvenes fueron intervenidos de modo sistemático y científico. En ese contexto, los homosexuales fueron representados como sujetos enfermos y perversos, asociados a “conductas impropias”. Además, el afeminamiento, el travestismo y la transexualidad estuvieron, como nunca, en el centro de las políticas correctivas.
Las preocupaciones estatales por los transexuales no son tan recientes como parece. Las instituciones de salud pública se volcaron en una estrategia para abordar el asunto desde la década de 1970. Como historiador, siempre me han interesado las metodologías e ideas que le dan cuerpo a una política o pedagogía. Busco las rutas y las conexiones para poder hacer una lectura más compleja y profunda. En la primera entrada de esta columna, prometí a los lectores que iba a compartir algunos de los documentos de mi archivo personal. Esta vez, desclasifico una serie de textos sobre el tratamiento de la transexualidad que circularon de modo secreto entre los especialistas del Instituto de Endocrinología.
Por mucho tiempo se pensó que la configuración del cuerpo y la subjetividad trans era una enfermedad provocada por trastornos glandulares, de ahí que muchos de los protocolos médicos encaminados a su “cura”, recomendaban las inyecciones de hormonas testiculares, suprarrenales o hipofisarias en el caso en los hombres, o progesterona y estradiol en las mujeres.
Los textos que ahora comparto sugieren que los expertos cubanos utilizaron metodologías de la entonces República Democrática Alemana (RDA) y que estudiaron con cuidado la experiencia en otros países, entre ellos, Suecia. La idea era implementar un trabajo de diagnóstico y terapéutico. El informe da cuenta de las tensiones políticas e ideológicas que provocaba el tema en la cultura oficial y las estrategias que se siguieron para no reconocer la identidad trans. Se hacían recomendaciones precisas a los especialistas que intervendrían en la solución de los casos. En uno de los documentos se lee:
Se le diría al paciente que recibirá atención por un problema de pseudo hermafroditismo o intersexualidad. Esta medida posiblemente será necesaria (sobre todo cuando se realice el trabajo quirúrgico) durante algún tiempo, pues no podemos pretender que se asimile de repente la necesidad de mutilar a una persona que aparentemente no tiene ningún problema de salud. La práctica será el criterio de la verdad, no podemos pronunciarnos ahora de manera más precisa.
Además, se aconsejaba al equipo de salud mental de la Comisión Nacional de Orientación y Terapia Sexuales a que designara «una trabajadora social para ayudar al paciente a resolver su situación laboral (que con frecuencia resulta difícil por el rechazo históricamente condicionado a que están sometidos los homosexuales, con los cuales se confunde al transexual), así como encargarse de la tramitación de la documentación de identidad y con la atención del medio familiar, laboral, así como del vecindario del paciente».
El informe recomendaba una política de secreto para que el asunto no trascendiera a la esfera pública: “[…] se puede hacer un trabajo adecuado, porque la corrección de sexo no necesariamente tiene que convertirse en un problema político ni en algo escandaloso, si los involucrados por parte del equipo de salud manejan la situación con la discreción y ética profesional requeridas.”
Los documentos con la etiqueta “sólo para uso oficial”, llegaron a mis manos, a través de personas cuya identidad no voy a revelar, para evitarles represalias.
Abel Sierra Madero
Disposición para el cambio de sexo de transexuales. Febrero de 1976
Consideraciones sobre el transexualismo
Proposición para implementar el trabajo de diagnóstico y terapéutico en Cuba
Otros documentos
En Amazon:
Fidel Castro. El Comandante Playboy. Sexo Revolución y Guerra Fría.
Un libro de Abel Sierra Madero.
Tomás Fernández Robaina: “Yo eso no lo puedo olvidar”
Tomás Fernández Robaina acaba de cumplir ochenta años. En julio de 2003 tuve la oportunidad de entrevistarlo. Hablamos de su trabajo en la Biblioteca Nacional, de su amistad con Reinaldo Arenas, de la Organización Nacional de Entendidos (ONE) , y de otros temas. Comparto con los lectores de “Fiebre de Archivo” aquella conversación.