El origen de Mujercitos Magazine había sido erróneamente adjudicado, por ciertos colegas, a nuestra columna, a la marca Megatiburón vs. Pulpo Gigante. El hecho se había tornado un tanto previsible: por un lado, no había una autoría declarada de Mujercitos; por otro, las conexiones evidentes entre lo que promulgan nuestros proyectos (tanto a nivel visual como temático); y por último, nuestros nombres como colaboradores (con la sección “Cruditos”) en el lanzamiento de su plataforma.
Aun cuando existen, entre uno y otro ejemplar, variaciones notables en cuanto a tono discursivo y mecanismos comunicacionales, Mujercitos suele ser directo y mordaz al ejercer un juicio de valor; Megatiburón…, en cambio, se ajusta a una norma de criterios con tintes irónicos, es más benevolente…
Lamentablemente, la bienaventurada dicha no nos corresponde, al menos no del todo. Ni Lesstúpida Cubana ni Paolo De Aguacate, o ninguno de nuestros otros heterónimos, fuimos los que echamos a andar la maquinaria.
Sin embargo, entendemos todo lo que representa Mujercitos para nuestro contexto, entre otras cosas porque es un ejercicio contemporáneo que se ha cosechado y legitimado con agudeza en los predios de Internet.
De más está decir que a esta columna le atañe todo lo relacionado con Internet. Nos sentimos entonces con el compromiso de comentar este fenómeno, aquí y ahora, cuando apenas germina y comienza a perturbar a algunos. Antes de que sea demasiado tarde y —por su presumible naturaleza efímera— desaparezca.
Desgraciadamente, en Cuba, llegamos tarde a este tipo de fenómenos. Nos ha tocado experimentarlos con retraso y poca responsabilidad. Es lamentable que, teniendo al alcance una bibliografía copiosa, y hechos que reafirman las teorías y dinámicas enjundiosas de la web (en la misma web), ignoremos algunos de sus productos, tan genuinos como corrosivos. Los censuramos, sí, porque en Cuba lo que no falta es cultura de censura.
El lector o espectador cubano común no es consciente de que, con su arribo a Internet, pasó de mero consumidor a generador de redes de contenido. El beneficio es patente para los medios productores y comunicadores de información, y por supuesto, para los objetos de polémica.
Señor@s, no hay vuelta atrás: los procedimientos discursivos —como los modos de intervención en las discusiones públicas y los fenómenos culturales— han sido transformados por Internet y los recursos tecnológicos de la comunicación en las redes sociales. Pueden ser usados a su favor o en su contra, o a favor o en contra de lo que usted promueve/cancela, o de lo que a usted le gusta/detesta. Como sea, es un acto de publicidad, validación y reconocimiento. No existe algo así como una mala promoción.
Con el arribo de productos como Mujercitos Magazine, la fase de “luna de miel” de los cubanos con Internet comienza a perder parte de su frenesí: los “me encanta” y “me importa” a los selfies de cuerpos escultóricos en Instagram, las vacaciones en el exterior, los logros profesionales, los momentos cool en pareja…
La publicación es administrada por un nuevo tipo de outsiders o, como se le conoce peyorativamente en Internet: trollsy/o haters digitales que utilizan la detracción de la cultura establecida, en oposición a las temáticas de arte “fresa” o dominante, el pink establishment. Curiosamente, el término troll ha sido demonizado en Internet cuando, según la etimología de la palabra (to troll), alude a un tipo de pesca y se traduce como “morder el anzuelo”.
La tendencia de trolear no es tan novedosa (al menos fuera del archipiélago). Durante la pasada centuria hubo cuantiosos magazines, críticos y periodistas en la onda de Mujercitos. Uno que otro sobrevivió a sus enemigos públicos, o simplemente fue devorado por su propio espíritu acusador. Pero el cruce entre el cambio tecnológico y el permiso cultural para publicar opiniones que antaño circulaban a nivel de pasillo, fertilizaron el terreno para un detractor como Mujercitos Magazine, el cual fomenta entonces su discurso de odio aparente y devela la comuna y los conflictos entre los haters/lovers del gremio.
Pero sucede que, en Cuba, no estamos dispuestos a reconocer públicamente la valía de este nuevo tipo de crítico en Internet (troll), aunque todos tengamos a uno dentro. Nadie está dispuesto a ser señalado con el dedo, a ser objeto de mofa, pese a que mofarse sea el deporte colectivo. Si juzgas a alguien públicamente (en redes sociales), atentas contra el gusto generalizado, lastimas egos y pasas a ser un apestado, una “garrapata de potrero”, un hater.
Lovers y haters se mueven en un mismo sentido. Existen por sus consumidores, por sus fans, se alimentan de sus detractores y las circunstancias del hateo online.
Reconozcámoslo así: otaolización, cultura y política mediática del choteo.
Permítanme entonces decir que: hay poca profesionalidad o intelecto para enfrentar estos ejercicios en Cuba, porque, básicamente, el sentimiento prevalece por encima de la razón. Tal vez por ese motivo, en nuestro contexto, la figura del crítico a veces resulta inoperante. Hay muchos prejuicios al afrontar un criterio desfavorable.
Al colectivo de Mujercitos le viene bien. Están al margen de la farándula, de los socios influyentes, del compromiso y del amiguismo. Solo así pueden tirar a matar. Su producto desaparecerá el día que estemos ya todos muertos, cuando no sepan adónde apuntar.
“Morir matando”, dijo un amigo de Mujercitos.
No es fácil ser un buen detractor. Aunque en su desinhibición de criterios incisivos haya una táctica educacional y benigna, la cosa puede ser tóxica, y más en un contexto tan poco receptivo como el nuestro. Solo por eso, me apresuro en certificar su muerte prematura.
Pero en el procedimiento de “tirar cariñosamente a matar”, tal vez la única pretensión sea hacer catarsis. Esa condición sine qua non de sus autores —atormentados, obsesivos, provocadores morales por antonomasia, radicales y contraculturales— no indica un rechazo al reconocimiento o la fama. Mujercitos no es una banda de Homo aestheticus o artistas malditos. No están condenados por su pobreza, incomprensión, desamor o desolación, como si se trataran de Bukowski, Van Gogh o Basquiat.
El populacho pudiera pensar que sus autores son un puñado de artistas frustrados detrás de un teléfono o una PC. Que fueron llevados al ostracismo en el pasado, probablemente en algún medio de enseñanza artístico hostil. Que son un piquete de deprimidos. Pero esas son solo algunas de las desgracias propias de las generaciones perdidas en esta Isla: rezagadas y desapegadas de la historia de este país y sus dirigentes. Tal vez por eso sean compulsivos y, en ocasiones, poco rigurosos al expresar un criterio, por lo general desfavorable. Eso explicaría algunos de sus argumentos más gratuitos, o que en su plataforma coexistan ejercicios mejores concebidos y otros no tanto. Acaso por la falta de madurez editorial de sus autores o su visible estilo naif (aspectos que van identificando y distinguiendo su producción).
#CosasQueTeCallas y #PolíticamenteIncorrectos advierten una postura de autoafirmación, con pulsiones dictatoriales, a la hora de imponer un criterio. Hay una necesidad de comunicar, al margen del interés por la fundamentación o el enriquecimiento del debate. Por eso sus juicios son vómitos contundentes. Exorcizan todo ese revés que llevan dentro.
Es totalmente válido: Mujercitos es como una sala de terapia, de liberación de estrés. Evidentemente, reconocen cuánto les hace falta esa liberación (a ellos, como a todos nosotros). Impera una libertad de expresión indiscutible, suscitada por una insaciable necesidad de ser escuchados y, aunque lo nieguen, de ser amados.
La expresión de ese desatino nos convierte a todos en Mujercitos Magazine. @mama_prime_riza, @puppy_satanic y @roly_veneno son solo sus moderadores y directores artísticos. El resto del staff es el resto del público: blancos en potencia, autores y consumidores, amantes y detractores del contenido nacional que se promueve en Internet.
Nadie está obligado a sentirse aludido por Mujercitos, por muy personales que parezcan sus choteos. Esto es un mal necesario que hace frente a la pasividad crítica del público y la unidirecionalidad de los medios de comunicación tradicionales, laudatorios y diletantes de nuestro país.
Al parecer, en los medios, es solo la política la que no tiene momento fijo. No hay tiempo para discernir sobre nada más. En fin: politización del contenido en las redes sociales.
Parece que Cuba no está preparada para Mujercitos, como creo que tampoco lo está para Megatiburón… La postura mojigata de los usuarios cubanos, frente al carácter reivindicador de determinados fenómenos culturales en las redes sociales, mancilla el progreso de estrategias como Mujercitos o Megatiburón…
Pero que no quepan dudas: aquí hay un gesto de expresión democrático y un enfrentamiento evidente a la censura de contenidos y opiniones.
Esperemos que prevalezca ese hálito y que no exista, en Mujercitos Magazine, una perreta gratuita, como han sido interpretadas desafortunadamente sus “populares” listas negras. Que haya rigor y responsabilidad con su fundamentación de destrucción de criterios públicos. Que todo eso sirva para que el gremio se supere y entienda cómo ser frontal y responder apropiadamente al choteo, dentro o fuera de Mujercitos.
Ellos esperan también a que se le destruya. Después de todo, no existe identidad ni cambios sustanciales sin destrucción (Freud).
Carta para La Diosa de Cuba
Lesstúpida Cubana & Paolo De Aguacate
Usted no necesita suplicar a productoras nacionales o a medios de difusión masiva para que valoren, promocionen o distribuyan su obra. En Sony, usted tiene un lugar garantizado. Aquí nadie va a robarle nada: ni electricidad, ni agua, ni conexión a Internet; mucho menos, sus derechos de expresarse libremente como artista.