Feminización de la protesta: mujeres y cambio social en Cuba

En la última semana de mayo de 2022, una amiga me envió un link a Facebook y un mensaje simple por WhatsApp: “Mira este video, la cosa está peor allá de lo que uno imagina”. El video en cuestión era de una madre de Aguada de Pasajeros, Cienfuegos, donde a gritos y en un estado de desesperación sobrecogedor narra las terribles condiciones que enfrenta en su vida diaria en Cuba. 

La falta de lo mínimamente necesario para tener una vida digna, sin servicios básicos, sin comida, sin salud pública de calidad, significaba para la agobiada madre un fracaso absoluto del gobierno de Díaz-Canel: “Están acabando con el pueblo de Cuba, pinga, sin derecho a nada, sin derecho a manifestarse, sin derecho a salir a exigir […], tienen a las familias a punto de suicidarse, de matarse, de cometer todas las locuras habidas y por haber”. 

Al terminar de ver el video pensé que aún no había comenzado el verano y ya el nivel de desesperación ciudadana ante la precariedad y la represión se hacía insoportable, aún más para las madres.

No pasó mucho tiempo hasta ver en la misma red social un nuevo video de otra madre cubana, igualmente desesperada, que se haría aún más viral. En este, una madre de tres niños, Amelia Calzadilla, una habanera agobiada por la dureza de la vida cotidiana, cargaba con igual dureza contra la mala gestión gubernamental y las carencias que hacían imposible su vida y la de su familia. “No tengo dinero para irme legal, ni ilegal, porque tampoco tengo por qué hacerlo, porque yo nací en este país igualito a ti”, le dice Amelia a los gobernantes cubanos en un testimonio tan escalofriante, bien estructurado y sincero, que a las pocas horas de emitido tenía ya miles de vistas, cientos de réplicas de otras madres, abuelas y padres —con videos similares—, y —lo más importante— miles de declaraciones de solidaridad y apoyo de personas dentro y fuera de Cuba.

La protesta, con sus cánticos y cacerolazos, se extendió a toda la institución universitaria. Para la noche, la universidad estaba en paro total, algo inusual y extraordinario en la Cuba castrista.

Las protestas públicas desde las redes sociales de madres aplastadas por una realidad agobiante no serían las únicas en la víspera del agobiante verano cubano —con todas las señales de ser uno de los más duros en la historia de Cuba— ni se circunscribirían solamente al plano individual y videográfico, sino que escalarían a lo colectivo y desde una plaza pública. 

Unos días después del lanzamiento del video de Amelia, el 14 de junio 2022, ocurrió un evento significativo en la universidad Ignacio Agramonte de Camagüey. Ese día, varias estudiantes becadas comenzaron una manifestación pública desde las residencias femeninas del centro universitario, que fueron testimoniados por participantes y videos en Twitter y Facebook. A cacerolazos y gritos de “¡Pongan la corriente, pinga!” y “¡Agua y corriente!”, demandaban el restablecimiento de servicios básicos como agua y electricidad a la escuela. 

La protesta, con sus cánticos y cacerolazos, se extendió a toda la institución universitaria. Para la noche, la universidad estaba en paro total, algo inusual y extraordinario en la Cuba castrista. Cuando el servicio eléctrico y el agua fueron restablecidos en la madrugada, se demostró que la acción iniciada por las mujeres había tenido éxito, con lo cual se probó que la protesta pacífica era el medio idóneo para lograr un cambio inmediato. Desde el Gobierno, en un frustrado intento por salvar la cara, se declaró que la protesta había sido por un “hecho puntual” de la institución y que no se refería a la situación general del país. 

Antes de que estos eventos sucedieran, ya habían elementos demostrativos del rol protagónico de la mujer cubana en el renacimiento de las oportunidades políticas de la ciudadanía cubana, a pesar de la negativa del régimen a aceptar cualquier accionar ciudadano independiente del Estado. Es evidente que en la sociedad civil cubana que recién comienza a hacerse escuchar, las mujeres no han adoptado un rol pasivo y subordinado a los hombres, sino que se han erigido como una variable fundamental en el inicio del complejo camino de vivir en la verdad, que pudiera conducir al país a un proceso de resistencia civil y a su democratización.

Durante la ola de arrestos, juicios sumarios y encarcelamientos de numerosos disidentes en 2003 —conocida como la Primavera Negra— se potenció una escalada en el accionar de mujeres dentro de las agendas contestatarias en Cuba.

Este proceso cada vez más activo del accionar contestatario de las mujeres en Cuba no es repentino ni se ha reflejado únicamente en la actual coyuntura sociopolítica. Se ha venido gestando de una manera lenta pero gradual desde el inicio mismo del Período Especial en Tiempos de Paz —eufemismo que camuflaba una situación extrema de precariedad socioeconómica y que coincidió con un aumento de la actividad abiertamente disidente en la Isla. 

Como parte de este proceso, durante la década de 1990, varias mujeres comenzaron a tener un rol prominente en la conformación de grupos protodisidentes que reclamaban espacios políticos legales que condujesen a una mayor democratización de la sociedad cubana. Figuras como María Elena Cruz Varela —escritora, periodista, madre cubana y una de las líderes fundadoras de Criterio Alternativo (1991)— o Martha Beatriz Roque —economista y profesora universitaria, fundadora del contestatario Instituto Cubano de Economistas Independientes (1994)— pagaron muy caro estos liderazgos emergentes con actos de repudio, detenciones, condenas de cárcel y ostracismo social, todos organizados desde el Gobierno. Estas mujeres han marcado un ejemplo importante en el accionar futuro de otras féminas en la Isla que engrosan el mundo de la disidencia cubana.[1]

Durante la ola de arrestos, juicios sumarios y encarcelamientos de numerosos disidentes en 2003 —conocida como la Primavera Negra— se potenció una escalada en el accionar de mujeres dentro de las agendas contestatarias en Cuba cuando las esposas y madres de los detenidos se organizaron en el movimiento Damas de Blanco, con características similares a los movimientos de madres y abuelas durante las dictaduras autoritarias militares en el Cono Sur.[2]

Las Damas de Blanco se constituirían en uno de los símbolos más prominentes —y vilipendiados— de la resistencia civil pacífica dentro de la Isla.

Estas madres y esposas cubanas —vestidas de blanco, enarbolando retratos de sus familiares presos— comenzaron un proceso de protestas muy básico, pero con una carga simbólica importante: periódicamente, caminaban juntas, en silencio, hasta una iglesia católica habanera para asistir a misa. Sometidas a un acoso brutal y constante por parte de las autoridades, pasaron a ser un símbolo mundial en la defensa de las causas de los presos políticos en Cuba

Lo increíble es que, además de ser tildadas como mercenarias y agentes provocadores por el régimen cubano, también fueron descalificadas por parte de movimientos similares fuera de Cuba, que habían servido de ejemplo a las cubanas, como las propias Madres de la Plaza de Mayo argentinas, quienes las describieron como terroristas al servicio de Estados Unidos.

Durante años, las Damas de Blanco y su fundadora Laura Pollán, pese a la represión gubernamental (detenciones, encarcelamientos periódicos de sus miembros, actos de repudio y hostigamiento constantes) se constituirían en uno de los símbolos más prominentes —y vilipendiados— de la resistencia civil pacífica dentro de la Isla. Con la muerte de Pollán en 2011 —en circunstancias poco claras después de una hospitalización—, Berta Soler —una mujer negra— asumió el liderazgo del grupo. Las Damas de Blanco son ya un referente fundamental en la historia de las disidencias femeninas cubanas y continúan su activismo hasta la actualidad. De hecho, tras los sucesos del 11J, varias de sus miembros han sido arrestadas y multadas por pedir la liberación de los presos del 11J, mientras Sissi Abascal, Tania Echevarría Menéndez y Saylí Navarro fueron encarceladas y sentenciadas, las dos primeras a 6 años de cárcel y esta última a 8 años de privación de libertad.

Yoani Sánchez se ha convertido en símbolo importante de la resistencia antitotalitaria en Cuba.

A lo largo de estos años, otras mujeres, en roles diferentes pero muy contestatarios, se han ido sumando a aquellas que minoritariamente se habían atrevido hasta entonces a oponerse de manera abierta al gobierno de partido único. Una de ellas es Yoani Sánchez, quien en 2007 inicia un blog muy crítico hacia el poder: Generación Y, aprovechando la precaria apertura del Internet en la Isla, solo accesible desde centros turísticos en aquel momento.[3]

El blog de Yoani sería un fenómeno inédito en el país, no solo porque su autora daba la cara de manera abierta y no anónima en las entradas, sino porque también describía de una manera muy personal la realidad de ser mujer y madre en una Cuba pos-Período Especial, llena de restricciones y carencias. Sus textos devinieron una bitácora de la realidad cubana —con un lente femenino—, que en unos meses se convirtió en el más seguido dentro y fuera de la Isla. Por ello, su acceso fue bloqueado por el régimen, aunque sobrevivió gracias al restablecimiento de la página desde servidores fuera de Cuba y mediante redes privadas virtuales o VPN. 

Yoani y su blog, pese a la censura y la represión a la que fue sometida, continuaron teniendo notoriedad y en 2008 le fue otorgado el premio Ortega y Gasset de periodismo, mientras la revista Times la seleccionó ese mismo año como una de las 100 personas más influyentes del mundo. Ella —quien en 2014 fundó además un diario digital independiente desde Cuba— se ha convertido en símbolo importante de la resistencia antitotalitaria en Cuba, abriendo camino para toda una pléyade de mujeres periodistas independientes que cumplirían —y aún cumplen— un rol vital y no subordinado en la ruptura del control totalitario de la información en la Isla.[4]

El Movimiento San Isidro (MSI) sería crucial en un gradual proceso de recambio de oportunidades políticas en Cuba.

Otra mujer prominente, la abogada negra Laritza Diversent, funda a finales de 2010 Cubalex: una organización vital en la defensa y representación legal de personas que disienten en la Isla o que han sufrido violaciones de sus derechos humanos por parte del Estado totalitario cubano. Tanto ella como su organización legal tienen un papel muy activo en la representación de casos de defensores y activistas de derechos humanos cubanos en un grado absoluto de desprotección jurídica en un país sin Estado de derecho. 

Además, se dedica a denunciar las violaciones de derechos humanos en la Isla, mediante informes periódicos, ante organismos e instituciones internacionales.[5] El hostigamiento y las represalias (allanamientos, confiscaciones de equipo, apertura de causas judiciales, actos de repudio) contra Cubalex se volvieron tan intolerables, que Laritza debió salir al exilio forzoso en 2017. A pesar de ello, la organización ha seguido siendo un pilar importante en la defensa de personas incómodas para el régimen y en el monitoreo —desde lo jurídico— de la situación de derechos humanos en Cuba.

Mujeres artistas e intelectuales también integran la lista crucial del disenso en la Isla, como las que se sumaron a la resistencia y acciones públicas desde finales de 2018 como respuesta a la entrada en vigor del Decreto 349, destinado a regular las actividades artísticas y culturales en el país.

Una de las consecuencias de las acciones contra el Decreto 349 fue la formación de un movimiento de artistas que inicialmente trató de usar las vías institucionales para presentar sus demandas. El Movimiento San Isidro (MSI) sería crucial en un gradual proceso de recambio de oportunidades políticas en Cuba, donde una mayoría de mujeres miembros (Yanelys Núñez, Iris Ruiz, Afrik3Reina, Claudia Genlui, Anamely Ramos, entre otras), junto a Luis Manuel Otero Alcántara y Maykel (Osorbo) Castillo, han jugado un papel importante, no solo numérico, sino de liderazgo y diseño estratégico dentro del grupo. La respuesta oficial represiva ante sus demandas moderadas y legítimas contribuyó a la radicalización del accionar del Movimiento, lo que generóun salto contestatario de sus reclamos, que pasaron del plano cultural al político.

Las manifestaciones del 11 de julio de 2021 en toda la Isla contaron con una participación importante de féminas que fueron reprimidas brutalmente por el régimen.

La represión al MSI abrió la puerta a la creación de otro movimiento: el 27N, que surgió de una sentada de artistas frente al Ministerio de Cultura el 27 de noviembre de 2020, que contó con líderes como Tania Bruguera, Katherine Bisquet, Carolina Barreiro y Camila Ramírez Lobón, entre otras, cuya función dentro del grupo fue muy activa y relevante. El 27N, por su parte, asumió peticiones críticas hacia las políticas gubernamentales en el sector cultural, a la vez que se solidarizaba con la causa del MSI. 

La moderada posición inicial del 27N, enfocada hacia la búsqueda de interlocución con el régimen, se disipó ante la voluntad represiva del Gobierno que, lejos de acogerse a una propuesta de diálogo, respondió con violencia y campañas de denigración hacia sus miembros. Para abril de 2021, el grupo dio a conocer un manifiesto con demandas muy contestatarias y puntuales (libertades políticas, libertades económicas, legalización de medios de comunicación independientes y derecho de asociación) donde, además, especificaban su horizontalidad, diversidad y heterogeneidad; aunque estas líderes y su accionar antitotalitario llegaron a transcender al propio movimiento.

Las manifestaciones del 11 de julio de 2021 en toda la Isla contaron con una participación importante de féminas que fueron reprimidas brutalmente por el régimen. Las imágenes de los días posteriores al 11J, con cientos de mujeres en las afueras de las estaciones policiales preguntando por sus familiares detenidos, pueden ser un indicio de por dónde podría ir la próxima etapa de la resistencia de las mujeres cubanas contra la dictadura.

En lo que va de 2022, la salida forzada del país de la inmensa mayoría de las figuras disidentes femeninas y el encarcelamiento o salida del país de los masculinos puede dar la impresión de que el totalitarismo cubano es invencible.

El período de calma posterior, como resultado del terror de Estado que se impuso después del 11J, fue interrumpido por un nuevo grupo que fue ganando poder de convocatoria con el uso de las redes sociales como Facebook. Archipiélago, creado por Yunior García, uno de los miembros más prominentes del 27N, planteaba organizar una masiva movilización ciudadana el 15 de noviembre de 2021 como estrategia de inicio para un proceso de resistencia civil masivo. Su estructura organizativa, conformada por coordinadores en Facebook, no sobrevivió al fracaso de la movilización. Si bien el grupo se desarticuló, sí quedó la relevancia de algunas de sus coordinadoras dentro de Cuba, como Daniela Rojo y Saily González, quienes, junto a un grupo de mujeres familiares de personas encarceladas por el 11J, se posicionaron por meses —hasta ser algunas forzadas a salir del país— entre las caras más visibles del proceso de resistencia cívica contra la satrapía cubana. 

En lo que va de 2022, la salida forzada del país de la inmensa mayoría de las figuras disidentes femeninas y el encarcelamiento o salida del país de los masculinos puede dar la impresión de que el totalitarismo cubano es invencible, imposibilitándose por ello el inicio de un proceso de resistencia civil desde la sociedad civil cubana. Sin embargo, el accionar cada vez más activo de mujeres en particular, que desde lo individual o lo colectivo y sin estar subordinadas a liderazgos o accionares contestatarios masculinos en lo absoluto, han mostrado un camino viable y posible de resistencia al totalitarismo. Esta resistencia femenina ha poseído una resiliencia y flexibilidad inusitada, incluso para procesos históricos similares. 

Esta resiliencia flexible —o la capacidad de una sociedad civil determinada para resistir y recuperarse de la represión; es decir, para sostener una campaña de instauración democrática a pesar de las acciones de sus oponentes totalitarios dirigidas a restringir o inhibir sus actividades— es única en el caso cubano y ya ha marcado un hito en la historia de los movimientos de resistencia civil a nivel mundial.[6]

El rol protagónico y no subordinado de las mujeres en el actual proceso de resistencia al totalitarismo tiende a asemejarse más al de las transiciones hacia la democracia en América Latina.

El rol activo y protagónico de la mujer cubana en este proceso de resistencia ante una dictadura totalitariacomo la cubana parece marcar una diferencia importante con procesos de resistencia civil ocurridos durante regímenes similares, como los de los expaíses comunistas de Europa oriental, donde las mujeres, pese a haber participado activamente en estos, no fueron protagónicas sino subordinadas a liderazgos y accionares disidentes masculinos. Movimientos que impulsaron la caída del socialismo europeo a finales de los años 80, como el de Solidaridad en Polonia —aun cuando mujeres como la polaca Alina Pienkowska fueron sobresalientes y la participación femenina fue numerosa en los procesos de cambio de régimen—, nunca contaron con un liderazgo de primera línea de mujeres ni tampoco fueron estas las variables fundamentales para el cambio.[7]

En otros procesos revolucionarios europeos más cercanos en el tiempo, como la Revolución Naranja ucraniana, se han repetido sinergias similares y las mujeres, aunque participantes masivas en la búsqueda del cambio, no han logrado transformar los roles tradicionales de los hombres como dirigentes y con una participación más activa en los procesos de resistencia civil; mientras ellas, por lo general, han tenido una función subordinada, con tareas de apoyo más cotidianas y logísticas en las protestas. Dinámicas que se han reproducido en casi todas las transiciones democráticas poscomunistas y pos-poscomunistas europeas, donde las mujeres tampoco han tenido un papel protagónico en los procesos de reconstrucción democrática.[8]

Por el contrario, en el caso cubano —pese a las diferencias en los contextos políticos, sociales, económicos e ideológicos—, el rol protagónico y no subordinado de las mujeres en el actual proceso de resistencia al totalitarismo tiende a asemejarse más a aquel de las transiciones hacia la democracia durante los años 80 en América Latina, que terminaron con el control autoritario de varios regímenes militares en la región. 

Las cubanas han tenido que operar en espacios para la movilización nulos, muy reprimidos y de consecuencias trágicas para las que intenten enfrentar a los regímenes en el poder.

En estas transiciones en nuestra región se produjo una dinámica de donde emergió una gran variedad de movimientos de mujeres —liderados o formados mayoritariamente por féminas—, que operaron fuera de la arena política convencional —definiéndose como no políticos—, pero que centraban sus actividades contestatarias en la demanda del mejoramiento de las condiciones puntuales de sus situaciones particulares como mujeres, con denuncias y peticiones al Estado ante el deterioro de las condiciones de vida —como las “organizaciones económicas populares” de Chile y sus ollas comunes— y otras que se orientaban hacia lo feminista, con demandas enfocadas hacia la discriminación de género —como el Congreso Paulista de Mujeres en Brasil.[9]

Otro tipo de grupos de mujeres latinoamericanas en resistencia se concentraron en tareas específicas enfocadas en exponer y denunciar las acciones de terror de Estado, con movimientos exclusivamente de mujeres que pedían la liberación de familiares presos, de denuncia de personas desaparecidas por la represión o la búsqueda de sus descendientes, con organizaciones como el mencionado movimiento de las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina o la chilena Agrupación de Familiares Detenidos o Desaparecidos. Grupos todos que jugarían un rol muy activo y crucial en los procesos de transiciones democráticas en sus respectivos países.[10]

Sin embargo, pese a las similitudes en cuanto a la prominencia de mujeres y sus movimientos en la búsqueda del cambio hacia la democracia en sus países, estos ejemplos en América Latina —a diferencia de las cubanas— se movían en una esfera política, económica y social muy diferente al de la Cuba castrista. Aquí habría que mencionar que los regímenes no democráticos sudamericanos de los años 70 y 80 eran netamente autoritarios, pero no totalitarios, y no veían a las mujeres y sus actividades de protesta lo suficientemente peligrosas como para ser aplastadas. 

En el caso de Cuba, las mujeres que se han atrevido a disentir no han sido ni parecen ser subordinadas de nadie.

Estos regímenes militares de derecha en Sudamérica, muy conservadores en lo social, consideraban que a las féminas les correspondía solo en lo social un rol familiar como esposas y madres, lo que paradójicamente ayudó a movimientos de mujeres que justo enfatizaban sus roles maternos y familiares en la búsqueda de sus familiares presos o desaparecidos, o en la búsqueda del sustento familiar en medio ambientes económicos que asfixiaban el bienestar familiar. Por ello, tuvieron mayor espacio para movilizarse y, en la ausencia de mecanismos políticos convencionales dentro de la política de sus países bajo dictaduras militares, pudieron desarrollar nuevas formas de hacer escuchar sus voces y tener mayor visibilidad.[11]

El caso cubano ha sido aún más complejo y difícil para las mujeres y sus acciones contestatarias, con contextos sociopolíticos más similares a los que enfrentaron las mujeres bajo los regímenes comunistas de Europa oriental, con totalitarismos ideológicos de partido único —o con presencia de partidos satélites a un partido hegemónico— y prohibición total a cualquier tipo accionar independiente al Estado, ya fuera peticionario, crítico o de denuncia.

Por tanto, las cubanas —y aquellas en el Este europeo— han tenido que operar en espacios para la movilización nulos, muy reprimidos y de consecuencias trágicas para las que intenten enfrentar a los regímenes en el poder. Esto pudiera explicarse porque en Europa del Este las mujeres no parecieron ser demasiado prominentes en una articulación contestaria. En el caso de Cuba, las mujeres que se han atrevido a disentir no han sido ni parecen ser subordinadas de nadie.

El resultado ha sido una brutal feminización de la actual crisis cubana, con una consiguiente feminización de las protestas en 2022.

¿Cómo se explica entonces que las cubanas actúen de manera protagónica y similar a mujeres que tuvieron contextos para accionar tan diferentes como las sudamericanas, diferenciándose de aquellas que actuaron en regímenes similares, como las europeas del Este, que sí estuvieron subordinadas a acciones disidentes masculinizadas?

Existen elementos que permiten comprender por qué las mujeres cubanas han mostrado un rol tan activo y primario en las demandas críticas hacia el Estado totalitario y cómo estas demandas han transitado hacia activismos contestatarios de diversa índole y alcance. Parte de la literatura académica sobre mujeres en Cuba, que se ha enfocado en el Período Especial hasta la actualidad, ha señalado que la crisis económica y social constante que ha afectado a la Isla durante todos estos años ha recaído fundamentalmente sobre las mujeres.[12] Y es que, pese a toda la propagada castrista que ha caracterizado a la mujer cubana como liberada de las ataduras del patriarcado y de la discriminación —como resultado de las políticas castristas de “liberación de la mujer”—, los patrones persistentes de subordinación de la mujer de cumplir un rol doméstico patriarcal —asociados a los patrones machistas cubanos sobre lo que significa lo femenino y lo materno— no se han modificado nunca.[13]

Este rol femenino de tener la carga principal de la vida doméstica, al que además se le agrega el del aumento de su representación en la fuerza de trabajo nacional debido a las “políticas inclusivas de la Revolución”, le añadió, con el inicio en los años 90 de la crisis de carencias absolutas y hambre —que persiste hasta actualidad— una carga muy pesada a la mujer cubana, exacerbada con el aumento desproporcionado del número de familias encabezadas por mujeres, donde afrocubanas —triplemente afectadas en términos de género, clase y raza—sufren en mayor grado el impacto de la precariedad. El resultado ha sido una brutal feminización de la actual crisis cubana, con una consiguiente feminización de las protestas en 2022.[14]

Mujeres pobres han comenzado importantes procesos de resistencia civil.

No sorprende que hayamos visto cómo el surgimiento de liderazgos contestatarios bien definidos de mujeres cubanas se haya producido a raíz del inicio del Período Especial y se hayan ampliado con la regularización y profundización de la crisis económica y social, ya permanente. Esta crisis, que ha sobrepasado lo humanamente soportable para la mujer cubana, se refleja en la práctica contestataria cubana. Así, principalmente desde el segundo cuarto de 2022, son mayoría las mujeres que de manera pública hacen reclamos, denuncian la precariedad de su vida bajo un totalitarismo tropical y, sobre todo, piden un cambio de régimen. 

Estos reclamos ya no se dan solamente en el plano de las redes sociales, sino que, como en el caso de las estudiantes en Camagüey, pasan al físico, a la calle. Mujeres pobres —principalmente negras— han comenzado importantes procesos de resistencia civil, tomando locales cerrados propiedad del Estado por la fuerza, con sus hijos menores, ante la falta de viviendas; otras, con sus hijos hambrientos, demandando comida ante sedes de gobierno provinciales; algunas, bloqueando calles en demanda de mejores condiciones de vida; enfrentando de manera física y vocal a fuerzas de la seguridad en casos de violencia policial, como ocurrió en Santa Clara durante el asesinato policial de un menor; procesos todos importantes, transcendentales e inéditos en los más de sesenta años de totalitarismo cubano. 

Instancias de protestas femeninas que tienden a escalar lejos de disminuir. Mientras, más mujeres como Amalia continúan grabando videos estremecedores, donde siguen denunciando y criticando a la dictadura, en otro proceso de escala, que ante el aumento de la desesperación podría pasar con la misma masificación de los videos al plano físico. 

Los casos de Rosa María Payá, Carolina Barrero, Anamely Ramos, Yanelys Núñez, Tania Bruguera, Omara Ruiz Urquiola o Salomé García constatan cómo el proceso de resistencia al totalitarismo traspasa los marcos fronterizos cubanos.

Es este un proceso claro de feminización de la protesta donde —pese a la creciente represión a cualquier acción de protesta desde la sociedad civil, por más mínimas y básicas que sean— las mujeres cubanas comienzan mostrar un camino viable, sistemático y sobre todo ascendiente, de resistencia civil, que las pone en el centro de la protesta social en Cuba. Han sido las madres, abuelas, hermanas e hijas las que día a día están haciendo visibles quejas y reclamos cada vez más airados hacia un Estado totalitario que las aplasta y menosprecia. Es entonces, en última instancia, la feminización dramática de la crisis cubana la que ha impulsado irremediablemente a la feminización de las protestas en la Isla.

Esto no significa que los hombres no tengan o tendrán un rol nulo o no protagónico —el 11J demostró una masividad que sobrepasa enfoques de género—, pero, en comparación con otros procesos históricos similares, son las mujeres cubanas las que actualmente manifiestan un mayor potencial contestario y de liderazgo para activar un cambio hacia la democracia. Podrían ser las mujeres las que activen un proceso de resistencia multisectorial de construcción de coaliciones flexibles de múltiples grupos sociales, raciales y culturales, que bajo una agenda enfocada en la extrema precariedad de la crisis para las mujeres cubanas movilicen las agendas de cambio social.

Este protagonismo femenino incluso ha traspasado las fronteras de Cuba con las mujeres cubanas en la diáspora —varias obligadas a un exilio forzoso como castigo por sus actividades disidentes dentro de la Isla—, con funciones y activismo principales en la política en apoyo al cambio de régimen en Cuba. Los casos de Rosa María Payá —hija del asesinado Oswaldo Payá—, Carolina Barrero, Anamely Ramos, Yanelys Núñez, Tania Bruguera, Omara Ruiz Urquiola o Salomé García, por solo mencionar algunos ejemplos, constatan cómo el proceso de resistencia activa y no subordinado de la mujer al totalitarismo traspasa los marcos fronterizos cubanos y se mantiene en el exterior.

Otro reto parece recaer en la falta de mecanismos de colaboración y de coordinación entre las mujeres que comienzan a disentir de manera abierta en Cuba.

Todo lo anterior no significa que el proceso de feminización de la protesta en Cuba no tenga que enfrentar retos importantes que pudiesen suprimirlo, desacelerarlo o cooptarlo. El principal peligro se relaciona con la creciente violencia con que el Estado totalitario cubano enfrenta la protesta y el disenso en la Isla. El aumento a niveles críticos de casos de abusos, asaltos, intimidaciones, acosos selectivos, aislamientos, deportaciones y detenciones contra mujeres que se atreven a enfrentar el régimen, hacen que el disenso abierto sea hoy en Cuba muy peligroso, con un costo humano muy elevado para quienes lo realizan. 

Sin embargo, el nivel brutal de precariedad de la vida de las mujeres en Cuba, y de sus familias, donde ellas llevan el peso de la carga doméstica y por ende de la crisis, hace que se pueda predecir que, pese al incremento del terror totalitario, las acciones de abierta disidencia por parte de sectores cada más mayoritarios de mujeres se incremente, no solo en cantidad, sino en profundidad y alcance.

Otro reto parece recaer en la falta de mecanismos de colaboración y de coordinación entre las mujeres que comienzan a disentir de manera abierta en Cuba. Esto podría parecer un obstáculo importante para prevenir las sistematización y continuación de un proceso de resistencia con mujeres como centro. Temas de clase, raza, origen geográfico o ideológico pueden considerarse elementos primordiales en la supuesta imposibilidad de lograr un proceso de unidad de las mujeres cubanas en la consecución del objetivo común de impulsar un proceso de democratización en la Isla. La realidad actual de Cuba contrarrestaría estas dificultades. 

El cambio social bien podría llevar a la construcción de un sistema democrático inclusivo feminista.

En 2022, el hambre, las carencias materiales, la insuficiencia casi absoluta de servicios públicos de todo tipo y la represión llevada a niveles insoportables comienzan a afectar de una manera más o menos uniforme a toda la población que no tiene manera de escapar del país, difuminando diferencias que hace unos años eran bastante evidentes. Las mujeres en Cuba, por ello, enfrentan dificultades insondables bajo el presente régimen que las unifica. Este podría ser el elemento central en un proceso de colaboración entre ellas —que incluso vaya más allá de las fronteras de Cuba— y ponga a la mujer cubana en el centro de la lucha por el cambio social en la Isla.

Para concluir, lo cierto es que la feminización de la crisis cubana ya ha conducido a un cambio paradigmático irreversible en la historia del país: la feminización de la protesta como camino factible para un proceso de resistencia civil que pudiera conducir a un cambio de régimen. Un cambio que, de producirse —y en consonancia con el rol jugado por estas— no solo podrá modificar lo inmediato de la precariedad de la vida bajo el actual régimen y llevará a la construcción de un sistema democrático, sino que pondrá a la mujer cubana en el centro político, social y económico de este. 

En otras palabras, el cambio social bien podría llevar a la construcción de un sistema democrático inclusivo feminista —que no significa la exclusión de los hombres de la esfera política, pero sí la eliminación de la masculinización opresiva que ha excluido a las mujeres y a otras personas de grupos históricamente marginalizados del diseño y manejo de lo político en Cuba—. Esta será una dinámica imperativa y necesaria ante los fallidos procesos de construcción nacional cubanos, conducidos por los hombres por más de un siglo. 




Notas:
[1] Cruz Varela sufrió una violenta y prolongada campaña de estigmatización al ser acusada de agente de la CIA estadounidense. El colofón de la campaña fue un prolongado acto de repudio de tres días afuera de su casa, en el barrio habanero de Alamar, donde, sin electricidad, agua y gas, fue acosada junto a sus hijos por una turba enardecida, con una agente de la Seguridad del Estado que la obligó a tragar sus escritos hasta que le sangró la boca. El acoso concluyó con su encarcelamiento en la sede de la Seguridad del Estado y su posterior condena a 2 años de prisión, de donde saldría al exilio (R. Rojas: “La represión documentada”, en Cuban Studies, no. 49, 2020, pp. 393-395. Por otra parte, Roque fue la única mujer de entre todas las personas arrestadas, juzgadas y condenadas en 2003 a prisión por “atentar contra la independencia y la integridad territorial del Estado y por conspirar con Estados Unidos”, junto con otros setenta y cuatro ciudadanos cubanos, conocidos como el Grupo de los 75, siendo declarada presa de conciencia por Amnistía Internacional. Ya en 1997 había sufrido prisión por ser coautora de “La Patria es de Todos”, documento emitido por el Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna. En 2001, redacta y firma con Félix AntonioBonne Carcassés y René Gómez lo que se conoce como “Documento de los tres”.
[2] Sobre la creación de las Damas de Blanco como movimiento y testimonios de sus miembros, cfr. Erika Lüters Gamboa: Las Damas de Blanco: las mujeres de los prisioneros de la Primavera Negra de Cuba, Fundación Cadal, Buenos Aires, 2006.
[3] Para más información, cfr. Yoani Sánchez: Vivir y escribir en La Habana, Editorial Debate, Barcelona, 2010.
[4] A Yoani Sánchez la seguirían en el ejercicio del periodismo independiente muchas mujeres dentro de Cuba, como Miriam Celaya, Luz Escobar, Camila Acosta, María Matienzo, Alina Bárbara López, entre otros nombres prominentes, que han representado —junto a sus colegas hombres— la conquista de un espacio en la esfera pública que ha avanzado la búsqueda de una mayor libertad de expresión y circulación de información en un contexto muy represivo. 
[5] En una entrevista de 2013, Diversent estructuró de una manera muy amplia el rol de Cubalex dentro del ambiente adverso en el cual opera y explicó el tipo de casos que toman y cómo es el proceso de documentación de las violaciones de los derechos humanos en la Isla («Interview with Laritza Diversent, Director of the Cubalex Legal Information Center», en Human Rights Brief 20, no. 3, pp. 44-49).
[6] En un libro clásico sobre el tema de resistencia pacífica y procesos de cambio social en no democracias, Schock provee múltiples casos de estudio que, una vez contrastados con el caso cubano, permiten observar cómo las disidencias cubanas han tenido un accionar único y flexible que tiene que ser estudiado a profundidad (Kurt Schock: Unarmed Insurrections: People Power Movements in Non Democracies, University of Minnesota Press, 2005).
[7] Irena Grudzińska-Gross y Andrzej W. Tymowski (eds.): Eastern Europe: Women in Transition, Peter Lang, Frankfurt, 2013.
[8] Valérie Dubslaff: “Women and Revolutions in Central and Eastern Europe (nineteenth–twenty-first century)”, en https://ehne.fr/en/node/12321.
[9] Georgina Waylen: “Women and Democratization: Conceptualizing Gender Relations in Transition Politics”, en World Politics, 46(3), pp. 327-354.
[10] Sobre movimientos de mujeres sudamericanas que enfocaban sus prácticas de resistencia sobre actividades de denuncia de terror de Estado, cfr. Jo Fisher: Out of the Shadows: Women, Resistance, and Politics in South America, Latin American Bureau, London, 1993.
[11] Georgina Waylen: “Rethinking Women’s Political Participation and Protest: Chile 1970-90”, en Political Studies, no. 40, 1992, pp. 573-587.
[12] V. Bobes: “Las mujeres cubanas ante el Período Especial: ajustes y cambios”, en Debate Feminista, no. 23, 2001, pp. 67-96;D. J. Kersh; “’The epicentre of the crisis’: gender roles and the division of labour in the private sphere during the Cuban Special Period, 1990-2005”, en Oral History, 45(2), 2017, pp. 71–80.
[13] Anna Cristina Pertierra: “En Casa: Women and Households in Post-Soviet Cuba”, en Journal of Latin American Studies, no. 4, 2008, pp. 743–767. 
[14] La feminización de las protestas es un término acuñado por mí acá, que en la literatura sobre el rol de las mujeres en el cambio social en el norte de África se ha denominado simplemente como feminización del espacio social, aunque yo prefiero acotar en el caso cubano hacia la protesta (F. Sadiqi y M. Ennaji: “The Feminization of Public Space, Women’s Activism, the Family Law, and Social Change in Morocco”, en Journal of Middle East Women’s Studies, 2(2), 2006, pp. 86–114). Sobre el tema de la feminización de la crisis en Cuba con la llegada del Período Especial y su continuación, cfr. Daliany J.Kersh: Womens Work in Special Period Cuba: Making Ends Meet, Palgrave Macmillan, London, 2019.





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Poder y saber en Cuba totalitaria: una relación envilecida

Oscar Grandío Moráguez

Utopías violentas como el fascismo y el comunismo se han beneficiado históricamente del apoyo de intelectuales como participantes directos en estos procesos a niveles locales. Intelectuales que se convertirían luego en parte de sus élites estatales gobernantes.