Aeropuertos y mazmorras

El gobierno cubano nos quiere dejar clara, pero bien clara, la oportunidad que nos está brindando. Su propuesta es muy sencilla: tenemos que estar tranquilos, dejar de pensar por nosotros mismos y confiarles nuestras vidas, así, en bandeja de plata, para que ellos decidan por nosotros y hagan con nuestra única existencia lo que les venga en gana.

A los que desean un cambio, un mejor país, o simplemente hacer una propuesta diferente, lo que les toca no es nada bueno.

El gobierno cubano tiene varias maneras terroríficas de demostrar y hacer obvio el punto que les interesa: ellos son los dueños de todos los cubanos. Ojo: de todos los cubanos, no solo los de Cuba, ya que a través de las embajadas y los consulados tienen la posibilidad de joderle la vida a cualquiera, en donde sea.

Escribo estas líneas pensando en la situación de la periodista Karla Pérez. Expulsada de la universidad en Cuba, Karla viajó a Costa Rica para continuar sus estudios, y ahora no la dejan regresar a su país. Al país donde nació. Con este castigo, con este destierro, el gobierno cubano hace un juicio ejemplarizante. Para que todos los jóvenes que quieren una Cuba mejor, sepan que es por gusto. Te pueden joder la vida en un santiamén. Estés aquí, estés allá, dondequiera que estés.

A Karly no solo le han impedido reunirse con sus familiares y sus amigos, en su tierra, sino que también la dejaron en un limbo migratorio, en el aeropuerto de Panamá. Por toda una jornada estuvo así: varada, en tierra de nadie. En todas esas horas, el Ministerio de Relaciones Exteriores cubano no hizo ninguna jugada positiva, humanista. Entrada la noche, la joven periodista cubana, una muchacha de veintipocos años, tuvo que regresar a Costa Rica.

El caso de Karla es peculiar. A todos nos emociona ver la crueldad con que la han tratado, cómo se ensañan en joderle la vida. La maquinaria de asustar trata de ser original y reinventa maneras de reprimir, de contener, de dejar en claro que contra el gobierno de Cuba no se debe escribir ni siquiera unas líneas. No se debe pedir mejoras o intentar un diálogo.

El susto, el miedo, no se te quitan al irte del país. Mucha gente que parte y trata de abrirse camino afuera, deja en la Isla familia, amigos, posesiones. En caso de que haya que regresar, también deben portarse bien durante el tiempo que están en el exterior.

Hay que recordar los testimonios de varios artistas que tienen prohibido el retorno a la Isla, o que en una situación puntual, como la enfermedad de un familiar, han tenido que pasar por amenazas y entrevistas ilegales con extraños “funcionarios” cuyo objetivo es dejar en claro lo siguiente: te tenemos cogido por los huevos.

Tan solo por querer regresar a tu país.

Costa adentro, muchos jóvenes y otros no tan jóvenes que han decidido no callar, que no han tenido miedo a mostrar la verdad y poner el cuerpo, encuentran semanalmente patrullas policiales a las puertas de sus hogares. Les impiden salir a la calle, se los llevan presos a largos interrogatorios, o simplemente los secuestran, así como si nada.

Los días pasan, la vida sigue. Entre los problemas personales de cada cual, la lucha por conseguir el alimento y la desidia generalizada, se está normalizando y aceptando este tipo de violencia y terrorismo de Estado. Hoy es Karla. Mañana puede ser cualquier otro. Es muy triste y preocupante.

El discurso estatal es claro: Cuba es nuestra, etcétera. Más allá de la incitación al odio, a la división (no hay que olvidar aquello de “Divide y vencerás”), es preocupante ese complejo endiosado, de “creador universal”, en el que viven nuestros gobernantes. Es como si, en una artimaña bien tramada, nos hubieran quitado la voz, el poder, nuestra luz interior, nuestra individualidad, para dar paso a una masa amorfa sin ningún derecho. Una masa amorfa que es movida para allá y para acá, maltratada y ultrajada sin que a nadie le importe.

Si no les importamos ni a nuestros propios conciudadanos, ¿por qué alguien de afuera se tiene que preocupar por nosotros?




No se me olvida la manera en que los trabajadores de ciertas aerolíneas extranjeras tratan a los viajeros cubanos. Es como si supieran que el cubano puede ser vapuleado, no se queja de nada, acepta callado.

Si te cogen en la calle con tres galones de aceite de cocinar, puedes ir preso por diez días, hasta que se aclare todo. Si sales a la calle con una queja o una propuesta, puedes ser golpeado. Si un vecino te va arriba con un machete no hay quien te defienda, ya que la policía está para otra historia.

La sensación de desamparo es total. Lo único que queda es rezar por no quedar varados en un aeropuerto o no pasar la noche en una mazmorra. Y así andamos, con la cabeza baja, doblando en la esquina, rezando, tratando de no poner el muerto.

Nacer en este país trae consigo una serie de mochilas y maletines que debemos cargar. El peso se hace irresistible, pero así pasan los años y, con suerte, uno sale ileso.

Todos hemos vivido algún tipo de ultraje o conocemos a alguien (un familiar, incluso) a quien le han jodido la vida. Los casos pasan a diario y parece que a nadie le importa. Somos una especie de pasajeros distintos; vamos de allá para acá como esa gente que uno ve por un segundo, en el aeropuerto, y luego no los vemos más.

La vida es breve y la gente olvida.

La cantidad de presos políticos que nadie recuerda. No sabemos ni siquiera sus nombres.

La cantidad de gente que muere en el mar o en la selva tratando de llegar a la otra orilla.

Me cuesta ver como siguen construyendo hoteles sin parar, día y noche, para los futuros viajeros. Total: la Isla va a estar aquí mismo en el año 2090; nosotros no.

Las redes se llenan de informaciones raras, chistes, boberías, que tratan de llevar nuestra mirada hacia otro lado. Sin pan, pero con circo, nos mantienen entretenidos. Hay que estar atentos. No podemos olvidar a Karla. Ni a Karla ni a nadie. Ojo. Está en juego nuestra humanidad.




Carlos Lechuga

Modo vaca

Carlos Lechuga

¿Tú has estado en un tren? ¿Has visto cuando pasas por el campo y hay unas vaquitas pastando? Entonces el tren sigue. Para las vacas, eso es un segundo que pasa haciendo un ruido tremendo, y les da igual. A veces hay que hacer como las vacas. Activar el modo vaca, y no hacerle caso a nada. Seguir pastando.