Cuestionario inconcluso para Sigfredo Ariel

No recuerdo cuándo fue la primera vez que escuché hablar de Sigfredo Ariel.

La segunda vez yo estaba en el cine Chaplin, a punto de ver Miradas, de Kiki Álvarez, y en el asiento delantero se sienta una muchacha de provincias, bella, con unos ojazos azules, y empieza a hablar de lo fanática que era a Sigfredo Ariel. 

Luego, la vida me puso en la mano un ejemplar de su antología La luz, bróder, la luz. Ese librito acabó conmigo. Estuvo durante meses en mi mesita de noche, cerca de mi cabeza, mientras dormía. A cada rato lo agarraba y viajaba, iba de un poema a otro. 

Con el tiempo, mi amigo G., el librero, me consiguió más cosas de Sigfredo Ariel. 

Sus poemas tenían la capacidad de hablarme de mi vida futura: cómo sería mi vida si permanecía en la Isla. Eran como un manual para saber estar. 

Recuerdo algunos versos geniales, centrados en los temas que me obsesionaban: el problema de envejecer, el poco apoyo de los colegas, la soberbia de la juventud, la envidia y el odio de los amores pasados, los enemigos que te veían constantemente como un muñeco de vudú con un alfiler.

Su nombre se me fue haciendo familiar, a través de amigos de mi madre, y amigos de esos amigos. La amiga Rosa, que ya había trabajado con Sigfredo en Buena Vista Social Club, nos fue invitando a las mismas fiestas. 

Recuerdo una noche en que, como un groupie insoportable, como el peor de los fans, yo lo agarraba por el hombro y le hablaba y le hablaba de sus poemas. La noche fue avanzando y los rones bajando y yo seguía: “Coño, Sigfredo, es que tú eres el mejor poeta. El mejor”. Y él me daba de largo, no estaba para ese entusiasmo juvenil. En un momento de la noche, cuando dejamos a Rosa en su casa, yo estaba tan mal que le dije: “Móntate en el carro, Wilfredo, y vamos”. No podíamos parar de reír.

Sigfredo parecía estar claro de lo que quería. Como un cordón umbilical, su atención estaba siempre pegada a la música. En otra fiesta, con el dúo Jade, yo seguía guindando de su hombro, hablando y hablando mierda, y él, con un gesto de la mano, me mandó a callar y me dijo: “Ponte para esto”. 

Esa tarde la pasamos muy bien, con el Malecón de fondo.

Luego estuvimos muchos años sin vernos. 

Para las entrevistas que he estado haciendo, sentía que me faltaba gente de aquí. Gente que vivía en Cuba. Entonces le escribí a Sigfredo y le mandé un cuestionario. 

Él se demoraba, se demoraba, y no me decía nada. Le escribí por Messenger y me respondió: “Ahora no tengo la cabeza para esto, estoy enfermo, con cáncer, vamos viendo”.

Nunca recibí sus respuestas.

Ayer amanecí con la noticia de su muerte. Escribo estas líneas escuchando a Elena Burke y me lo imagino bailando, con cara de placer, siempre correcto, siempre en su lugar. 

Comparto algunos “momentos” que me marcaron de La luz, bróder, la luz:

El poema “Ventajas de la fe”, empieza así: 

“Me había entregado a cultos animistas. / Alimenté una piedra que tenía nombre y voluntad, / sus apetitos, ordenanzas enérgicas / habría que cumplir sin tregua”.

Y acaba: 

“Gracias a los cultos animistas y a tu vieja pasión / por los detalles físicos supe que andabas por ahí / dedicándome aún cordiales pensamientos”. 

Lo que más me mata de este poema (en donde en Sigfredo Ariel se encuentra un muñequito cubierto de alfileres al pie de una ceiba), es la elegancia y el disfrute ante saberse odiado. 

La libertad ante lo desconocido. El deseo de desentrañar. La aceptación de los misterios de la vida.

En “Los poetas cubanos de vanguardia”:

“Los poetas cubanos de vanguardia / se burlan de mí a espaldas mías (…) Los jóvenes poetas de vanguardia / se tocan con los viejos poetas de vanguardia / bajo las aguas profundas, en el cimiento universal / a espaldas mías. / Cómo hacer para que los ríos de Foucault / bañen en mi beneficio estas hojas de papel / pegadas a una arcaica maquinaria / que antes se llamaba música / y era apreciada en el pasado al punto / de que incluso a veces provocaba envidia”. 

Estos versos son una columna vertebral para mí. Son una sinceridad y una certeza fotográfica para los que pasamos de los 35. No siempre se puede estar pegado. La gente se cansa de uno. Se olvida. Pasa a otra cosa. La gente joven viene con una fuerza tremenda. Y uno, con los años, se va haciendo más cauteloso, va teniendo más achaques. No sé. 

Elena Burke canta de fondo. 

Pido perdón por el apuro de estas líneas. 

La gente que quería a Sigfredo me va a entender.

La vida lo pone todo en una perspectiva rara, y ahora, leyendo este cuestionario, me parece que le mandé una superficialidad tremenda. Igual me parece interesante, sobre todo para los que lo conocían, compartir las preguntas. Invito a que cada cual las vaya respondiendo. Como él lo hubiese hecho. La entrevista para Hypermedia Magazine que nunca pudo ser, que nunca podrá ser.

Nada, boberías mías.

Mi pequeño homenaje.

Me lo imagino sonriendo y diciéndome: 

“Ponte para esto”.


Cara A / Cara B con Sigfredo Ariel

(Para la intro):

Hace muchos años, en el estreno de “Miradas” de Kiki Álvarez, en el cine Chaplin, me quedé bobo con la belleza de una muchacha que empezó a soltar elogios sobre Sigfredo Ariel. La muchacha, una poeta de Holguín, con un cantadito hermoso, decía: “Me encanta Sigfredo Ariel, me encanta”. 

Poco a poco empecé a buscar sus libros. Luego, por amigos en común, conocí al poeta y supe de su afición por la música.

Hoy, Sigfredo me ha regalado algo de su tiempo de máquina para conversar y descargar.

(Cuestionario enviado):

Máster, suma y resta lo que desees. Cambia. Siéntete en tu salsa y sobre todo, ábrete.

Antes de hablar de poesía hablemos de cine:

¿Cómo llegaste a ser asesor musical de Wim Wenders? ¿Qué recuerdas del trabajo en Buena Vista Social Club? ¿Te gustó la película terminada? ¿Viste la segunda parte?

En aquel tiempo, 1998-1999, ¿de qué vivías? ¿Qué hacías antes de que te cayera esa pinchita?

Sé que has sido guionista y has trabajado en el cine. Aparte de Miradas, que es premio de guion, ¿con quién o en qué has trabajado? 

¿Cómo llegas al cine? ¿Eres muy cinéfilo? 

Eres de Villa Clara. ¿Te acuerdas de ir al cine allá? ¿Qué película te gustaba de chama? ¿Cuál fue la primera película que viste?

Tírame 11 actrices, 11 actores, 11 directores, 11 películas que te maten. 

¿Cómo surge y cómo llegas a La hora de las brujas?

¿Cómo era tu familia, tus padres? ¿Tus primeros años? 

¿En qué momento vienes a La Habana? ¿Qué recuerdas de esa llegada?

¿En qué momento empiezas a escribir? 

Cuéntame como es un día normal en tu vida. ¿Tienes alguna manía para ponerte a escribir? ¿Escribes todos los días? No sé si para escribir poesía uno debe revisar y machacar sobre cada palabra, o es algo más “vomitado”, perdona la expresión.

¿Cuáles dirías que son tus temas? 

¿Qué te mueve? ¿Eres creyente? ¿Eres hijo de Elegguá?

La luz, bróder, la luz es de mis libros de cabecera, me encanta, lo reviso a cada rato. Cuando acabé de leerlo por primera vez, me dejó una sensación extraña. Es como el retrato de un hombre… ¿Sientes que las nuevas generaciones te han echado a un lado? ¿Qué las viejas generaciones no te dan espacio? ¿Qué estás como en un lugar intermedio donde no eres lo suficientemente nuevo o viejo como para estar a la moda?

¿Has tenido muchos enemigos?

Sé que te encanta Barcelona. Háblame de esa ciudad y de tus amigos de aquí y de allá.

Háblame de El arte perdido de la conversación. ¿Cómo llegas a ese título tan bello?

¿Cuál de tus libros es el que prefieres?

Ahora mismo un puente se publicó en Madrid. ¿Cómo se llega a publicar afuera? ¿Cómo fue el proceso, desde el acabado del libro hasta su publicación?

Tírame 11 narradores y 11 poetas. O títulos de libros.

¿Lees a los nuevos autores cubanos?

¿Qué escritores cubanos te mataban de joven? ¿Has perdido esos gustos? ¿Quién se mantiene en tu altar? 

Hablemos de radio. Eres como un hombre del Renacimiento. ¿Cuándo empiezas en la radio? ¿En qué proyecto?

Sé que adoras, amas, respiras… música cubana. ¿Quiénes son los imprescindibles para ti? Tírame 11 autores, 11 cantantes, 11 canciones.

¿Desde cuándo este amor por la música? 

-¿Cómo es eso de que también dibujas?

Cuéntame de esos premios Cubadisco. ¿Cómo se llega a escribir una nota especializada? ¿Te la piden? ¿Es por inspiración? 

Hablemos de amor. ¿Tienes un hijo? ¿Tienes pareja? 

¿Te consideras un bohemio?

¿Cómo combates el desánimo? 

¿Cómo llevas las buenas noticias?

Varias leyendas urbanas hablan de mujeres tirándole la ropa para afuera, para la calle, a Sigfredo Ariel. Hablan de que eres un ser de la noche. Un fiestero mayor. ¿Qué me dices?

Háblame de tus años de trabajo en la imprenta.

Háblame de tus cuentos. 

¿Platos de comida que te gustan?

¿Quién es Sigfredo Ariel? ¿Qué espera del futuro?

Bueno, mano, muchas gracias. Se te admira.




Intercambio de sueños con Pablo Stoll Carlos Lechuga

Intercambio de sueños con Pablo Stoll

Carlos Lechuga

Yo no sé hasta qué punto Pablo Stoll es consciente de lo importante que ha sido su obra para mucha gente. Uno no hace una película para inspirar: uno hace una película porque tiene que hacerla. Sin embargo, hay obras que tienen la capacidad de mover a alguien, aunque viva a miles de kilómetros de distancia. El día que yo vi Whisky (2004), mi vida cambió.