Incertidumbre, sexo y reventa

Estoy paralizado. En pausa. Agarrado al pasamanos de una escalera que ni baja ni sube, pero que pinta más para abajo que para arriba.

Pronto harán la cosa esa del cambio de moneda. Yo no sé qué va a pasar. No sé si voy a poder tener un poquito de dinero, si voy a tener que cambiar de profesión… No tengo ni la más puta idea de qué bolá con esto.

Sin embargo, al parecer el único paralizado soy yo. El único que tiene miedo, el único que está a la espera, es este servidor.

El resto del personal, todo el mundo, está en movimiento como si nada.

Una amiga cercana, buena onda, no para de subir fotos en restaurantes cómicos: que si el daiquirí de coco, la flor de calabaza rellena, en fin, exquisiteces…

A todo el mundo le gusta mostrar que la pasa bien. Pero, no sé, en este momento, en un hueco de hambruna tan grande… Me parece obsceno. Indecente. Pero a lo mejor soy solo yo.

Otra amiga documenta la represión policial que sufre. Todos los días le están dando, los muy degenerados. Lo están convirtiendo en costumbre, y la gente está normalizando la violencia. Es un horror.

Por un instante me parece que Cuba es eso: clases sociales, fiesta, pachanga, y la policía dando golpes.

Estoy loco por irme de las redes. Por irme del país. Por pirarme del planeta.

Desde hace tiempo, pero tiempo, yo no veía la cosa tan mala. Ayer mismo estaba viendo, en una película cubana de 2015, que en la calle se conseguía por lo menos una paletica de helado. Ahora ni eso.

En mi modesta opinión, estamos en el peor momento de la historia. No hay comida. No hay nada. Las tiendas con las cosas más básicas solo son para los que tengan tarjetas en dólares.

Las cosas más básicas. Eso de “productos de alta gama” es tremenda mierda, porque ni son de tanta calidad, ni puedes encontrarte en la calle nada de la gama media o baja.

No hay nada.



No sé cómo hace la gente que trabaja para el gobierno, la gente que cree en esta mierda. Cómo pueden meterse ocho horas de trabajo por un salario con el que no van a poder comprar ni aceite.

Es triste. Hay hambre, hay necesidad, y me estoy quedando sin los cuatro pesos que tengo.

No sé si debo cambiar, guardar, meter en el banco, invertir…

Un amigo me llamó para meterme en una mierda de esa piramidal: yo ponía unos dólares y a los meses se me triplicaba.

No tuve valor para eso. No soy un bisnero. Me salen mal esas cosas.

Por lo tanto, sigo paralizado. Sin saber qué hacer. Como el cangrejito al que le meten un golpe de luz en la cara antes de moverse.

Mi prima sí se mueve. Es la única prima que tengo por parte de padre, vive en el centro de la isla. La prima se ha montado un negocio. Ella, su marido y el papá del marido, se meten el día entero conectados a Internet buscando combos de esos de alimentos e higiene. No sé qué cosa del envío: Tu Envío, Su Envío…

En fin, encuentran combos en todo el país. Buscan combos que a veces traen varias cosas, como latas de atún, aceite, jabón… Y los compran, los desmenuzan y venden los productos por separado, a sobreprecio.

Lo duro es que los combos no siempre salen en la provincia de mi prima. Ahora mismo, por ejemplo, me dice que tiene guardado un combo de pollo en Ciego de Ávila, y tiene que ver cómo lo va a buscar. En Guantánamo tiene otro combo con detergente, champú y acondicionador.

La prima me manda una lista de los precios. Para que vea como están las cosas en su pueblo.

La col a 30 pesos.

La libra de café para moler, a 50 pesos.

La pasta de dientes a 120 pesos.

El jabón a 60 pesos.

El desodorante a 100 pesos.

El champú y el acondicionador juntos, casi a 600 pesos.

La máquina de afeitar a 150 pesos.

Hablamos de los salarios. De cómo va a vivir la gente, de dónde van a sacar los dólares.

Mi prima me dijo:

—Ya lo que quiero es que acaben de decir que esto es capitalismo, pero que nos dejen hacer a todo el mundo. Que se dejen de descaro.

Aquello me dio gracia. Capitalismo. Socialismo. Palabras tan lejanas.

¿Cómo hay gente que todavía cree en esto? ¿Cómo hay gente con fuerza para teorizar sobre esta morronguita?

No sé.

Otra muestra de que la vida sigue (para los demás, porque para mí lo que hay es pausa), es que la gente sigue puteando en las redes sociales. Después de tantos meses de encierro, la gente tiene ganas de salir a singar.

El otro día una muchacha me escribió: que había soñado conmigo, que estábamos en una casa, ella con su novio y yo con mi novia, y que entonces su novio la mandaba a hacer un intercambio de parejas.

La chiquita me contó cada instante con lujo de detalles. Todavía no sé si me estaba invitando a una orgía o qué. Mi mente lo único que piensa es: detergente, huevos, champú, pollo… Me dieron ganas de poner la voz como aquel tipo en el video viral de Addé Coralí (Víctor Peñalver) y decirle: Fulanita, ¿tú no te das cuenta que hay hambre? ¡Comida! ¡Jama! Coño, que no tengo cabeza para putear ni para descifrar lo que quiere la gente… ¡Jama!

Pero bueno, puedo ser solo yo. Tengo que reconocer que, cada vez más, me cuesta un huevo moverme al ritmo que marcan desde arriba.

No me da la gana de hacerme la tarjeta de dólares. No quiero darles un peso.

Temo mucho. Lo que viene va a ser peor. No viene nada bueno. Tiene que acabar de pasar algo. La incertidumbre es mucha.

Hay que tener mucho cuidado. La vida real, la que se habla, la que te comentan bajito, la que aparece a veces en las redes, no tiene nada que ver con lo que pasa en la calle.

En la calle la gente está buscando qué comer, a quién estafar, a dónde mudarse, qué intercambiar, cómo colarse…

En la calle todos estamos bien portaditos.

En la casa nos explayamos. Hablamos de lo que sea, pero agarraditos al pasamanos. Hay mucho miedo. Hay necesidad. Los años pasan.

Mientras más viejos estemos, más terrible será todo.

La única ganancia, la única cosita que nadie te puede quitar es que, como todo está tan malo, ya los códigos humanos no funcionan. Dentro de poco no habrá ni que hablar. Todo se resolverá con gruñir, con morder, con empujar…

La única ganancia es que no va a haber que socializar.

La vuelta a las cavernas está a la vuelta de la esquina.

Todo va a coger candela.

Bayamo.

Bayamo.

Champú.

Combo.

Tortilla.

Leche.

Leche para menores de siete.

Kaput.




¿Qué están haciendo aquí? - Carlos Lechuga

¿Qué están haciendo aquí?

Carlos Lechuga

La línea invisible es muy fácil de cruzar. Y cuando lo haces, te montan un show afuera. Lo importante es la confusión, el carnaval, para que nadie logre ver lo que verdaderamente pasa. Me da una rabia tremenda ver las imágenes de gente querida, amigas y amigos cercanos, que fueron machacados este 10 de octubre. Son imágenes que dicen: vete. Ya esto no da más.