El ministro violento, el viceministro policía

El ministro de Cultura de mi país es un hombre violento. El ministro de Cultura de Cuba da golpes. A mí me parece que eso no es muy normal que digamos. No conozco otro país donde esto pase.

El ministro de Cultura golpea, empuja, ningunea a un grupo de jóvenes artistas. Ya no estamos hablando de que el Ministerio de Cultura no apoya a los artistas, eso ya es sabido. Como era sabido que el viceministro usaba al que tuviera que usar con tal de quedar bien con sus jefes del Ministerio del Interior.

Los dirigentes de Cultura de esta isla no tienen tiempo para la cultura. Sus juegos son otros: jueguitos policiales. Lo más gracioso es que los propios policías los rechazan, pero ellos siguen igual, prestándose para cualquier actividad violenta que mancille lo más importante y bonito que tiene este país.

Los dirigentes de Cultura de este país no deberían hablar de Martí. Deberían tenerlo prohibido. No tienen la menor idea de lo que es la decencia, el amor por el país, el respeto a los jóvenes… Les da igual. Son muy hijos de puta para eso. Bienestar personal para ellos y para sus familiares. Eso es lo único que hay. Grosería, whisky bueno, y un ejército violento que los usa y que al mismo tiempo ellos tienen a su servicio para cuando las cosas se les vayan de las manos.

Todo es tan burdo. Tan asqueroso. 

La mañana del miércoles 27 de enero de 2021 empezó como cualquier otra mañana en Cuba: el pueblo en las calles, sin apenas dormir, en grandes colas, tratando de encontrar algo que llevarse a la boca, o algo de beber, o tan solo una caja de cigarros.

En todos los municipios de La Habana hay colas para todo. La matemática no da. Da igual que en la televisión digan que la enfermedad está desatada por culpa de nosotros, el pueblo. Por culpa de nuestras “fiestecitas”. Ya todo el mundo sabe que eso es mentira. Ni cierran el aeropuerto ni paran de construir hoteles. Descaro y robo a mano armada.

El Covid ha servido para que el Estado, ahogado, sin un peso, tire para la calle a miles de militares, para “controlar”. El mismo Estado que no tiene cómo abastecer cada barrio para que la gente no tenga que hacer largas filas. El mismo Estado que ha subido los precios para sacarnos hasta la última gotica de dinero y poder seguir manteniéndose. Como si nada.

Cada minuto, el cubano de a pie tiene una disyuntiva: o se muere de hambre o se muere de Covid. La televisión, el Consejo de Estado, el Gobierno, el Partido, están en otra galaxia. Hasta en Quinta Avenida hay colas llenas de gente desesperada; pero al parecer cuando ellos pasan en sus carros de lujo les da igual: o no miran, o se hacen los bobos.

¿Dónde empieza el nivel de corrupción?

En el caso del MINCULT, ¿es cómplice un artista que se calla? ¿El custodio es cómplice? ¿Es cómplice un artista que aceptó una casa? ¿Soy cómplice yo, que acepté un fondo?

¿Dónde empieza la mierda?

Porque ya sabemos hasta dónde llega. Es obvio. A la cara.  

Como ya es a la cara que quitan internet, cuando se pone la cosa caliente. Aunque sea el internet más caro del mundo. Sabemos que estamos en una dictadura militar, pero es super fuerte que ETECSA corte el servicio así como si nada.

Somos violados minuto a minuto. Ya lo dijo alguien más sabio: el Estado cubano es un marido violento y abusador. ETECSA, MINCULT, MINAGRI… Todos se prestan para reprimir. Nadie pregunta. Es raro, porque los trabajadores de a pie también son reprimidos. A cualquiera le puede pasar. Pero no: la gente va al trabajo como si nada, y roba o lucha para subsistir.

¿Es vida eso? ¿Esto es vida?

¿Hasta cuando vamos a permitir esto?

¿Hay que esperar a que la gente descontenta por la falta de alimentos, por los altos aranceles, se unan a los artistas que piden libertad?

¿Cuánto falta?

Porque creo que esto ha sido duro por 60 años, pero ya ha llegado a un nivel de bajeza tremenda. De verdad.

Salgo a la calle, un socio me pregunta por lo del Ministerio de Cultura y le digo que no sé. Me siguen unas cuadras. En una parada, una muchacha llama por teléfono y le explica a alguien que no hay datos móviles. En la esquina me encuentro al hijo de una de las artistas que ha sido apresada y empujada a una guagua. En el momento en que escribo esto, no sabemos dónde están.

El viceministro llamó hace varias horas para decir que había reunión. Pero, como siempre, no quería que participaran ciertas personas. Fernando Rojas, cómplice, sabe que unos cuantos tienen patrullas fuera de sus casas. Ese no es su departamento, pero son parte de un todo.

¿Quieren diálogo con un ministro violento? ¿Con una televisión que va a mentir sin parar?

Esta gente quiere el país para ellos solos. Hacer festivalitos y ferias con sus propias familias. Dejar a todo el mundo fuera. Quieren que nos vayamos. No nos quieren. Pero sí necesitan los dólares.

De pinga, mano. Un país de emperadores viejos. Y al que no le guste: golpes.

Alpidio Alonso no es un poeta. No puede ser un hombre sensible. Y los cuentos de Fernando Rojas nos los sabemos todos.

Ya todo es a la cara. Hay muchos represores que no muestran el rostro, sobre todo los jefes: los “Mario”, los “Noel”, los “Vladimir”. Pero estos policías del Ministerio de Cultura no van a tener dónde meterse. Vergüenza.

Ahora solo falta esperar a que los suelten y narren lo sucedido.

Pueden cortar el internet, quitar los teléfonos, golpear… Pero la verdad siempre saldrá. Ahora o mañana. Falta poco.

El tiempo de los violentos se venció.

Paz, pero no olvidaremos.




Carlos Lechuga

Mantener la fe

Carlos Lechuga

La población está bajita de sal. Sumando. Sacando cuentas. Viendo cómo va a sobrevivir. Agarro mi pizarra de corcho y, con tachuelas, me hago unos supuestos planes para este 2021. El cuerpo me está pidiendo apagar el interruptor CUBA. Olvidarme de todo, enajenarme, perderme. Agarrar el primer avión y partir bien lejos.