¿Una cura para el VIH a la vista?

Mirando hacia atrás, nos percatamos cuán lejos quedan aquellos locos años ochenta, tristemente teñidos por el VIH devenido SIDA. 

Yo era un adolescente asustado en mi Jovellanos natal cuando dieron la noticia del primer caso en la Isla Metafórica. Es decir, Cuba. 

Recuerdo que el presentador de turno inmediatamente cambió de tercio y se concentró en subrayar los éxitos en la recogida de algún tubérculo, glorificando de paso y, sin venir a cuento, la cadena puerto-transporte-economía interna.

A día de hoy, el VIH, que no SIDA, no se percibe como ese virus mortal que truncó la vida de millones de personas en las últimas décadas del siglo pasado. El éxito de las terapias antirretrovirales, las campañas de información y la terapia de prevención conocida como PrEP han frenado el insoportable ascenso de la mortalidad vivida en aquel entonces. 

Sin embargo, es importante tener en cuenta que 39 millones de personas en todo el mundo conviven con este virus. Es una enfermedad que causa alrededor de 630.000 muertes al año. Sin lugar a duda, las cifras que menciono son significativas. 

Por muchas razones, todos los prototipos de vacunas diseñados y probados han acabado en consecutivos fracasos. El virus tiene una alta tasa de mutación y escapa a cada una de las estrategias de inmunización que se han diseñado. 

Afortunadamente, no es el caso de los tratamientos. Los antirretrovirales han experimentado una evolución positiva que va desde los 14 fármacos cada dos horas, en los años noventa, hasta una única píldora diaria con pocos efectos secundarios en estos nuevos años veinte. 

A pesar de ello, el VIH sigue siendo una enfermedad incurable. ¿Por qué?

Las terapias antirretrovirales logran mantener a raya la replicación del virus en el cuerpo de las personas infectadas, evitando que el VIH se convierta en SIDA. Es decir, impiden que el virus destruya las defensas, dejando al individuo desamparado frente a todo tipo de agente infeccioso. 

Empero, con esta estrategia el VIH no se elimina completamente. Siempre quedan algunos reservorios en el cuerpo. 

Los reservorios de VIH son células en las que el virus “se esconde” y “burla” el ataque de los anti-retrovirales. Este es el motivo por el cual, si a los pacientes se les retira la medicación, el enfermo vuelve a la casilla de salida. Ergo, el VIH se ha convertido en una enfermedad crónica con un tratamiento de por vida. 

¿Nos damos por vencidos?

Evidentemente, no. En contadas ocasiones, se ha podido curar a pacientes muy especiales que, además del VIH, padecían un proceso oncológico que requiere el trasplante de su médula ósea. Estos sujetos no son representativos y las soluciones planteadas para ellos no se pueden generalizar. 

Mas, los intentos no cesan. Recientemente, un grupo internacional de científicos han demostrado a nivel de laboratorio que una partícula viral vacía “desenmascara” los principales reservorios del VIH. Su uso, en conjunción con la terapia antiretroviral establecida, podría ser la posible cura definitiva de la enfermedad. 

Debo prevenir que los resultados, aunque alentadores, están lejos de ser definitivos. Los datos publicados hablan de experimentos con muestras de pacientes que están en tratamiento antirretroviral. Sus reservorios han sido “desenmascarados” exitosamente, pero en el laboratorio. 

Esto no se debe confundir con la cura de los individuos que participaron en el ensayo. Ellos dieron su sangre y los experimentos se realizaron ex vivo, fuera del cuerpo. Es de destacar que los autores plantean una estrategia a seguir para su uso definitivo en pacientes. Algo que tendrá que ser validado en ensayos clínicos. 

Otro aspecto muy positivo del estudio es la inclusión de muestras de pacientes con procedencias distintas: Canadá, Estados Unidos y Uganda. La diversidad de los sujetos cuyas células han sido empleadas en el ensayo sugiere la posibilidad de una estrategia global y rentable para la cura del VIH, remarco, en el futuro.





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