El sigilo de los hombres-sin-sonrisa

Shoshone Falls, 24 de abril de 2219


A quien encuentre mi mensaje en esta botella vacía:

Mi nombre legal es CarneDeMotel_69. Así me rebautizaron los oficiales del punto de control cuando me trajeron a esta ciudad en una jaula-ambulancia hace ya tres meses.

A todos los que estamos confinados aquí nos ponen nombres de puta hambrienta con guion bajo, para mantener nuestra identidad siempre a raya. 

Este es un campo de recondenación gay, como los hubo en otros sistemas políticos del pasado. Pero al menos nos dejan usar bermudas y chancletas los fines de semana.

Hasta el momento somos 29 hombres-sin-sonrisa, una subespecie humana que sobrevivió a la pandemia de la COVID-19 extendida desde hace dos siglos, y que aniquilara al 83,9 % de la población mundial según el último censo.

Todas las estadísticas que voy a mencionar aquí, terminan con el número 9, no por azar matemático, sino por capricho supremo de la Desorganización Mundial de la Salud (DMS), que nos prohíbe redondear las cifras de muertos e infectados para evitar los cuchicheos a nivel de pasillo. 

Ellos mismos son los responsables de que no quede ni un solo habitante en África, América del Sur, Antártida, Asia, Europa y Oceanía —menciono los continentes así, en orden alfabético, para que se note la premeditación con que fueron sembrando la enfermedad en todas partes.


Tattoo Love I (2012), Rocío García. Mixed media on cardboard, 85 x71 cm.

Tattoo Love I (2012), Rocío García. Mixed media on cardboard, 85 x71 cm.


Cuando el primer panda mordió a una vieja decrépita en el zoológico de Wuhan, allá por el año 2019, la DMS obligó a los medios de prensa a repetir slogans tan ambiguos como: “este es el momento de estar unidos”, “esta crisis la vamos a superar juntos”, y un sinfín de invitaciones subliminales a la reunión y al pool party, en momentos en que la gente no debía salir de sus casas ni tener contacto físico. 

Por eso no soporto a la prensa, como tampoco puedo ver un panda ni en pintura. ¿Quién iba a adivinar que esas criaturas de dos tonos, inofensivos trapiches de bambú —por suerte, ya extintos— iban a provocar una pandemia a escala global? Y me pregunto: ¿qué hacía una vieja decrépita en un zoológico chino jugando con un panda? 

La situación es que —de tantas medidas profilácticas para evitar el contagio durante los últimos doscientos años, como la prohibición de los besos con lengua entre más de dos personas, lavarse las manos histéricamente después de tocar un culo ajeno, etcétera— mi subespecie fue mutando paulatinamente hasta adquirir estas alteraciones genéticas que, la verdad, son un castigo. 

Nosotros nacemos ya sin nariz ni boca para respirar. En su lugar desarrollamos una membrana lisa, tornasolada, que nos sella la cara como si fuera uno de esos nasobucos vintage, pero de piel; como el bolsillo de un canguro lampiño. Es una mordaza natural, permanente. 

Como es lógico entonces, ventilamos por las axilas. Por eso llevo una semana escribiendo este mensaje, pues debo levantar los brazos cada tres segundos, en un movimiento incesante. Estar vivo resulta agotador y escribir es una verdadera odisea de tanto aletear. 

De nuestros antepasados solo heredamos los ojos, que para colmo son achinados, y con ellos emitimos un grupo de señales lingüísticas neurodescargables, que son generadas por nuestro pensamiento y enviadas al cerebro del prójimo con la intensidad de una mirada. 

Porque, como podrás imaginarte si estás leyendo este mensaje, somos totalmente mudos. No obstante, tenemos un alfabeto con un estimado de nueve mil ideogramas neurovisibles. 

Los demás internos, para quienes las miraditas resultan un ejercicio cansón, se comunican a través de las pantallas de sus teléfonos Samsung 19. Allí escriben unos mensajes que corren de derecha a izquierda como anuncios lumínicos: HOLA, ¿QUIERES TRANCA? HOLA, ¿QUIERES TRANCA?… Y se lo muestran al recluso de su interés a seis pies de distancia, que es lo establecido. 

Así mismo funcionaba la publicidad digital en la antigua Times Square de Nueva York. ¡Qué locura! 

Yo prefiero seguir usando mis ojos achinados. Pues Apple, aquella compañía que fabricaba los iPhone, quebró hace tiempo, y yo con la tecnología de Androide no puedo. No se me da. Nunca la entendí. De modo que soy el único subnormal que en el 2219 todavía pide pinga por seña, con los ojos, con la mirada. 


Tattoo Love II (2012), Rocío García. Mixed media on cardboard, 85 x71 cm.

Tattoo Love II (2012), Rocío García. Mixed media on cardboard, 85 x71 cm.


Todo esto de ser una subespecie es algo bien triste. Y los paisajes aquí son deprimentes: sillones de rueda desahuciados que hacen montañas en cada esquina, alcantarillas humeantes y el ruido fantasma de los metros que se quedaron atrapados en el subway.

Esta ciudad antes era un balneario, un polo turístico. Según la mitología, por sus cataratas corría leche materna 9 meses del año y el tiempo restante era puro semen hirviendo. Ahora parece un basurero, un desperdicio lleno de moscas verdes.

Lo más difícil de tener nombres insinuantes con guion bajo es que los horarios para el sexo sean tan estrictos: SOLO LOS MARTES DE 9:15 A 9:45 A.M. Y LOS SÁBADOS DE 10:30 P.M A 11 P.M., por el toque de queda.

Para tener ese privilegio hay que pasarse el día entero en una cola, anotar tu nombre en una lista y esperar a que te den un tiquecito violeta. 

Y cuando consigues por fin meterte a alguien, es bajo supervisión policial.

La única forma de llegar al orgasmo es que el otro tipo levante los brazos al mismo tiempo que tú. Ventilar juntos, como en una coreografía pautada de garzas que anidan en la noche. Solo así puedes gozar unos minutos, sin que la agitación te machaque demasiado unos pulmones tan pequeños. 

Qué triste singar sin emitir palabras ni gemidos, sin llevarte los genitales a la boca, como hacían antes. Lo he visto en viejas películas porno. ¡Qué libertad más rica! ¿Quién tuviera una boca, o varias? Pero ese es un lujo que solo pueden permitirse algunos millonarios, que se pagan sus sistemas digestivo y respiratorio analógicos, old fashion.

Dicen que la operación dura 3 semanas, pero si van con el cirujano adecuado, después de ese tiempo consiguen hablar solos frente al espejo, esbozar una sonrisa y dar el primer beso. 


Tattoo Love III (2012), Rocío García. Mixed media on cardboard, 85 x71 cm.

Tattoo Love III (2012), Rocío García. Mixed media on cardboard, 85 x71 cm.


En este último mes hice un amigo. Su nombre de aquí es HappyHour_35. Él me contó que, históricamente, trasladan para este centro de aislamiento en Shoshone Falls a todos los hombres-sin-sonrisa que encuentran dormidos en los baños públicos o rondando por las calles después del toque de queda. 

Shoshone Falls es para nosotros simplemente un chochón, igual que aquella cadena de pizzerías Papa John’s, a la que le pusimos de nombrete papayón. Así nos burlamos de este pueblo feminista sin mujeres, donde ya hace siglos no corre leche materna, sino un semen frío y tornasolado.

Dice HappyHour_35 (vaya nombre irónico para alguien que no tiene sonrisa ni puede expresar su bienestar) que esas redadas ocurren de forma cíclica. 

Cada año bisiesto, cuando hay elecciones presidenciales, nos traen aquí para reproducirnos y perpetuar la subespecie. Como desde el 2099 los hombres podemos dar a luz, es una buena estrategia para repoblar el planeta y tener mayor número de votantes. 

Todo eso se lo contó MobyDick_41, el policía que vigila a HappyHour_35 los martes en la mañana y los sábados por la noche, una vez que este se hizo el de la vista gorda y se comió a HappyHour_35 fuera de horario y sin el tiquecito violeta. Qué morbo. Verdad que la corrupción sigue siendo el futuro.

MobyDick_41 es de otra subespecie. Él pertenece a una generación que solo desarrolló la mitad de la boca, sin nariz. Y por ese huequito susurra, cuenta anécdotas y toma hasta Coca Cola con absorbente. Eso me da envidia, pues nosotros nos alimentamos con sueros de yogur de soya directo a la vena. Es lo único que asimila nuestro organismo gay, mutante de los cojones.

La subespecie de MobyDick_41 es conocida como los machos-chifladores-de-rabo-grande. Ya sé que los nombrecitos no parecen muy científicos, pero cuando se creyó que el mundo se acababa en un día y la gente empezó a mutar repentinamente, hizo falta improvisar mucho basándose en los nuevos fenotipos y comportamientos de sobrevivencia.

Nuestro proceso de adaptación evolutiva puede compararse al de los ex habitantes de Hiroshima y Nagasaki, Chernóbil o San Miguel del Padrón. Pero como reza un dicho popular o una canción retro de Kelly Clarkson: “lo que no mata, engorda”.


Tattoo Love IV (2012), Rocío García. Mixed media on cardboard, 85 x71 cm.

Tattoo Love IV (2012), Rocío García. Mixed media on cardboard, 85 x71 cm.


La verdad es que mi misión en el mundo no es la de reproducirme como rata de laboratorio. HappyHour_35 tiene estrías hasta en la lengua porque ya ha parido tres veces, y todos los hijos son del policía. Secretamente, él quiere adelantar la raza.

Cada vez que das a luz a un hombrecito-sin-sonrisa te colocan un solapín en el cuello, con la foto de una boca con todos los dientes afuera, como una carcajada de circo, de carnaval. 

Esto lo hacen para ilusionar a los padres primerizos y estimular la natalidad. Dicen que a partir de los diez partos logrados, el gobierno te da un cheque y un tiquecito naranja para que puedas someterte a una operación y tener boca y nariz y mamar pinga como en las películas porno de antes, y soplarte los mocos y salir de Shoshone Falls y largarte para una Winter Party en Miami y morirte de lo que sea, cuando te toque.

Pero soñar con todo eso es acariciar la idea del suicidio. La COVID-19 sigue ahí afuera, doscientos años más tarde, como las cucarachas. No hay garantías de nada.

Yo mismo me salté la cerca para venir a la orilla de Shoshone Falls y soltar esta botella mensajera en el torrente de agua dulce. Ya salieron a buscarme. Oigo los ladridos vengativos de los perros que me buscan. Los policías andan con ametralladoras. 

Luego, este calor, esta zozobra, este aleteo sin fin. 

Si lees mi S.O.S y no tienes síntomas, por favor, ven a buscarme y regálame un beso, sin miedo, sin sigilo, aunque sea en la frente. 

Ya no sueño con operarme y tener una boca grande y eficaz, ni labios sensuales y rojos como frutas. Solo ansío tener un contacto verdadero, con alguien que no huela a basura, ni a vinagre, ni a cloro. Alguien que me apriete las manos sin guantes. Que me bese suavecito, aunque no tenga cómo responderle. Esta alma de recluso se sentirá protegida, libre. 

Y en ese minuto, mi mordaza tornasol dibujará un tímido sonrojo. 

Una sonrisa imaginaria.

Ansiosamente tuyo, 

CarneDeMotel_69


Tattoo Love V (2012), Rocío García. Mixed media on cardboard, 85 x71 cm.

Tattoo Love V (2012), Rocío García. Mixed media on cardboard, 85 x71 cm.


Para Rocío García, visionaria y letal.
Por la grandeza de su pintura, que es un nido de deseos.




Fantasías de un nudópata - Rubens Riol

Fantasías de un nudópata

Rubens Riol

Memoria del desnudo. Ensayos cubanos sobre visualidad corporal, una compilación de Daniel Céspedes con prólogo de Rafael Acosta de Arriba es un libro que definitivamente rompe el hielo, pero se nos derrite entre las manos. Yo quería venirme de corazón.