Cada uno carga con su propia Cuba

¿Dicen o escriben por ahí que Wittgenstein se masturbaba en pleno frente de la primera guerra mundial pensando en problemas matemáticos?

―Asqueroso ―dijo y me (o le) tiraron otra vez los libros a la calle; no sabría narrarlo…

Había que citar sin destaque alguno. Dicho y hecho. Así mejor, porque se filtran por entre los rótulos las voces anónimas. Había que leer no solo a lo Sherlock Holmes, sino como el inútil y distraído Colombo.

Cada uno carga con su propia Cuba encima. Por eso la matria ―que no patria― no pertenece a nadie. Si no existe dualidad entre mierda y espíritu, ¿por qué tenía que aceptar cierto orden simbólico de cosas?

Afuera llovía.

―Asqueroso ―dijo y me (o le) tiraron otra vez los libros a la calle. 

Nadie quería dialogar. En todas partes se hablaba de buenas intenciones pero, en cuanto surgía el momento de estructurar el fantasma erótico o el político, se formaba siempre el sal pa´ fuera: nuestra conga preferida.

Escribo como si me burlara. Pienso como otra burla más. Todo se remonta a la gran broma cósmica inicial. Siempre el acto de existir pareció una burla. 

―Con un abrazo llega la paz ―dijo el muerto oscuro que portaba luz. Y desperté.

Leer no solo a lo Sherlock Holmes, sino como el inútil y distraído Colombo.

Como dril y no mandril con guayabera de dril, sin dientes e intentando pelar un coco en una playa, aislado de muchos símbolos que antes me unían con el Homo Simbolicus ―o al menos con una parte de la tribu―, oteo el horizonte sin horizonte y siento-pienso en una o dos hembras. Digamos que en tres, para no exagerar. ¡Ah, cultura de la hipocresía que a las puertas del siglo XXII…

Y no termino la línea ―o pensamiento― ni el signo de exclamación siquiera. ¿Me volví un nihilista cínico queriendo devenir libertario? Parece contradictorio: alguien que no cree en nada, salvo en los hechos…

Vivan las contradicciones. Se trataba de un trabajo o asimilación del “negativo rebelde” (pero sin dialectizarlo a la hegeliana, que sonaba más a categoría “porno”) y, entonces, por allí, y así de repente, como caídas de un cuento…

Aparecieron las hermanas. Ambas lectoras de Hesse, pero una de Siddhartha y la otra del Lobo estepario. Tenía pues que poner un mínimo plan de organización en todo aquello. Y fue cuando se izó solito el trapo heroico en medio del combate. Quiero decir, como suele decirse, fue algo “inconsciente”. Y así fue que eché la culpa a los saberes, escribo.

Tuve una erección ―para usar una metáfora― y ellas se burlaron de mí como venía siendo costumbre. En fin, gozaban con aquello. 

¿Me volví un nihilista cínico queriendo devenir libertario?

Me había vuelto un objeto de desperdicio o desecho para ellas (lo que justamente andaban buscando) y, a su vez, ellas devenían para mi espíritu cansado ―por aquello de la “eterna lucha entre el bien y el mal” que llevamos dentro, comiéndonos los mondongos― tanto palomas como gaviotas, tan garudas siempre. 

Se habían convertido sin previo aviso (vamos, vamos, deja el cuento, que también lo andabas buscando) en ese resplandor que emana el mal llamado “oscuro objeto del deseo”.

Uf. Llovía.

¿Cuáles medicinas podrían ayudar en aliviar ―al menos― las secuelas del llamado “daño antropológico” ocasionado por la Revolución? Supongo que según el médico que tenga cada quien. Cada uno tiene su propia tabla de naufragio. Cada uno carga con su propia Cuba encima. Por eso la matria ―que no patria― no pertenece a nadie. 

Por supuesto, también resulta fácil culpar a la Revolución como ese Gran Otro que llegó para arruinarlo todo, mientras nosotros en la actualidad nos debatimos entre la banalidad del mal y la banalidad del mal.

Comencé a soñar con una posible banalidad del bien. Quería ver ―imaginar― el año 2084 como utopía y no distopía. Entre apocalípticos e integrados, yo pertenecía a estos últimos. Aunque en ocasiones se instalaran en mi subjetividad los primeros. 

Comencé a soñar con una posible banalidad del bien: el año 2084 como utopía y no distopía.

Así descubrí ―se trata de un “arte de vivir de sí y por sí mismo”― otra manera de asimilar en mí lo “negativo rebelde”, filtrarlo según mis sesgos o maneras de entender este orden simbólico que nos rodea y que se impone a las buenas o a las malas, nos guste o no. Y el aparato represivo se removió; un leve temblor con solo mencionarlo.

Mientras tanto las hermanas revoloteaban en la arena. 

―Busca en el mundo o la historia a un solo ser humano con alguna idea propia. 

Somos máquinas de citas

―…narradores de un relato sesgado basado en citas

―…como si nuestro deseo fuera nuestro en realidad…

―…vivimos secuestrados por el símbolo

―¿Acaso inventar nuevos símbolos?

Y volvió el silencio como símbolo.Una cadena de aislados peones unidos por el silencio. Traduce. Y entonces nos fundimos en un abrazo que emergía de un pasado milenario.




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Del diálogo como estructura para Cuba

Jorge Alberto Aguiar Díaz

Si a veces cuesta dialogar al interior de la familia, ¿por qué resolvemos tan fácilmente una guerra entre dos países, tan pronto como nos enteramos por las noticias?