El lastre yoísta de la poesía cubana

Alcanzar la plenitud del yo es un arte.
Novalis.

¿Qué es el yoísmo? La exaltación acrítica del yo, punto ciego del poeta.

¿Por qué Cuba? Porque el yo poético cubano es víctima de una esquizofrenia social producida por la revolución castrista. Esa enfermedad persiste.

Con el triunfo de la Revolución en 1959 hace su aparición el Máximo Líder, quien no permite competencia ni oposición (“máximo” por definición es uno solo). La autoinvestidura del yo castrista acontece en el primer discurso de Fidel Castro en La Habana, el 8 de enero de 1959. Espeta: “El Presidente de la República me ha encomendado la más espinosa de todas las tareas, la tarea de reorganizar los institutos armados de la República y me ha asignado el cargo de Comandante en Jefe de todas las fuerzas de aire, mar y tierra de la nación (aplausos y exclamaciones de: ‘¡Te lo mereces!’). Pero yo quiero que el pueblo me diga si cree que debo asumir esa función (aplausos prolongados y exclamaciones de: ¡Sí!)”.

A partir de ese instante la masa delirante que escucha LA VOZ del Máximo Líder deviene PUEBLO, totalidad manipulada y activada por la voluntad de poder de la Revolución: “Al pueblo de Cuba no tenemos que convencerlo de nada, porque el pueblo de Cuba está más que convencido” (La Habana, 21 de enero de 1959).

¿Qué es LA VOZ? La Máxima Yo hablante.

Precisemos, el PUEBLO no es la Revolución, sino que la Revolución es para el PUEBLO: “Esta Revolución, compatriotas, que se ha hecho con tanto sacrificio, ¡nuestra Revolución!, ¡la Revolución del pueblo es ya hermosa e indestructible realidad!” (Santiago de Cuba, 1º de enero de 1959). El castrismo trae como consecuencia una disolución del yo individual sin precedentes. Para comprender esta transformación social se hace necesario el aval de una forma específica de análisis: el esquizoanálisis.

En El Antiedipo, Deleuze y Guatarri invocan la idea del cuerpo-sin-órganos: “Cada cuerpo real tiene un conjunto limitado de rasgos, hábitos, movimientos, afectos, etc. Pero cada cuerpo real también tiene una dimensión virtual: ese vasto depósito de rasgos potenciales, conexiones, afectos y movimientos”. Noción que simplificamos de la siguiente manera: la Revolución opera como un cuerpo-sin-órganos. La Revolución desencadena una esquizofrenia social inmanente marcada por la disociación y el autismo (aspectos centrales de la esquizofrenia para Deleuze y Guatarri). Analicemos estos dos puntos desde las intervenciones públicas de LA VOZ:

1) Disociación es indiferenciación (yo soy todos).

Exclama LA VOZ: “¡Yo soy campesino —el de aquí, como el de Oriente—, y yo soy obrero —el de aquí, como el de Oriente—, y yo soy estudiante —el de aquí, como el de Oriente—, y yo soy igual al guajiro de Oriente, y yo soy igual al obrero de Oriente, y yo soy igual al estudiante de Oriente; yo pertenezco a esa fuerza tremenda que se llama pueblo, yo formo parte de esa fuerza extraordinaria y poderosa que se llama pueblo! ¡Yo formo parte de ese pueblo que peleó, yo formo parte de ese pueblo que cerró filas, yo formo parte de ese pueblo victorioso, yo soy una sola cosa, yo soy pueblo, y soy pueblo unido, y soy pueblo fuerte! ¡Y ahora no soy yo solo, ahora no podrá venir nadie a golpearme porque para golpearme a mí tendrán que golpear a todo el pueblo! (aplausos)” (20 de mayo de 1960).

2) El autismo como indefinición el deseo (¡quiere, PUEBLO! No quieras).

El primer deseo es de la Revolución: “¿Qué quiere la Revolución, qué quiere?”. Pero no hay deseo como tal: deseo es falta. Hay dictados repetidos desde la tribuna.

Cuando la negociación de deseos viene dictada, el seudo-yo escindido no alcanza qué desear por sí mismo porque no desea el individuo, desea el PUEBLO. Luego, el autismo consiste en un entumecimiento social, encarnar el dictado, asumirse PUEBLO. LA VOZ dicta una vez más: “Lo que nuestro pueblo quiere expresar en el día de hoy es que siente que la Revolución es más fuerte y la Revolución es más segura que nunca” (22 de diciembre de 1975).

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Llegamos al yo en la poesía cubana, manifiesto durante las décadas del 60 y 70. Primero se da un yo revolucionario, yo emancipado, yo ideológico, yo didáctico y político. Para los años 80 aparece el yo no/alineado alienado, yo agraviado, yo frenético. Es la suma del yo esquizoide, incapaz de alcanzar el eco de sí mismo. La Revolución alimentando ese yo que siempre regresa más lleno de sí: Sum ergo sum.

A continuación, una serie de ejemplos antologados que van desde la década del 60 hasta la primera década del siglo XXI. Cada muestra pertenece a un poema relativamente conocido. Omitimos títulos y autores por razones obvias. No se trata de señalar este o aquel poeta yoísta, sino mostrar su punto ciego.

De una antología de los años 60:

“Yo con mis manos…”.
“Amo esas grandes concentraciones…”.
“Yo estoy aquí…”.
“Yo, ¡qué palabra más pequeña!”.
“Quiero cantar…”.
“Lo digo…”.
“He aquí, yo hago…”.

De una antología de los años 70:

“Y yo desperté con…”.
“Cuando llegué a…”.
“He logrado descifrar…”.
“Yo espero…”.
“Y yo, el que queda aquí…”.

De una antología de los años 80:

“Yo te amo…”.
“Si yo pudiera ser…”.
“… yo sé cómo tú eres”.
“Soy a veces…”.
“… no sé qué decirte…”.
“Si yo pudiera…”.
“Tengo miedo…”.

De una antología de los 2000:

“Yo sé que…”.
“Lanzo mi…”.
“Dilapidé…”.
“Si me llamas…”.
“Yo vi…”.
“Yo estoy, tú estás, ella…”.
“Yo casco nueces con los pies…”.
“… que parezca esa misma que quise cuando yo me inventaba”.
“Lo digo yo, sentada sobre un contén…”.
“… en Quebrada del Yuyo yo…”.
“Yo el loco, el tonto que siempre he sido”.
“¿Podría yo vivir…?”.

Vemos la larga cola de yoes pueriles desfilando en primera persona. Le siguen otros disfrazados de “mí”, “él”, “ella”, apuntando tangencialmente al Comité de Defensa de yoes coterráneos del poeta.

Yoes todos en primera plana contra algún que otro fondo de naturaleza muerta. Son, por usar una analogía de la historia de la pintura, naturalezas muertas del yo.

“Heme aquí…” (el yo marcando su época: el yoaquí).
“Cuando nací…” (el yo biográfico: yográfico).
“He aquí que yo…” (yoaquí).
“Mientras mi cuerpo…” (el cuerpo del yo: el yoerpo).
“Vine a decirte adiós…” (el yo en el tiempo: yoahora, yoayer, yomañana).
“He oído…” (el yo que oye: el yoído).
“Déjame…” (el yo que pide: el yopido).
“Cuando me veo…” (el yo en el espejo: yonarciso).
“Tengo…” (el yo que tiene: el yotengo).
“Éramos ya…” (el yo desde el futuro: el yoépico).

Por supuesto que aquí existen contraejemplos al yoísmo. Vibra el mundo vegetal, mineral y atmosférico:

“Resbalan los recuerdos…” (el recuerdo como materia).
“Ha llovido esta tarde” (la lluvia acontecería aún sin el poeta que la observe).
“Volaron testimonios” (un testimonio puede tener alas).
“La luz transforma esa pared silenciosa” (la luz como relación).
“Diez golpes en la puerta” (sí, los golpes también golpean).
“La lluvia indiferente ha descendido…” (la lluvia puede ser flemática).
“La taza de café abre el tapiz y lo cierra…” (corrigiendo a Sartre, lo amargo del café está en el café).
“Tal vez aquellas tardes regresen imprecisas…” (la tierra rota sobre su eje, la tarde siempre regresa).
“Es mejor que se cubra la ciudad con su niebla” (la niebla cunde, aunque nadie la observe).
“Se desprendió una nube. Floreció el rododendro” (juguemos a la voluntad: “desprenderse” puede ser una voluntad de la nube, “florecer”, un tesón del rododendro)

Si bien el yoísmo de la poesía cubana fue válvula de escape a la esquizofrenia social castrista, esa poesía ahora disimula su mayor debilidad, su lastre, que es el facilismo reactivo del yo.

No es que tenga que haber una poesía sin el yo, pero sería un ejercicio temerario. El poeta siempre es un yo pero su poesía puede alcanzar horizontes ajenos. El yoísmo es un facilismo formal y emotivo que estanca la poesía, la riqueza de la imagen poética y la complejidad del mundo. Un yoísta como Giovanni Papini escribe: “El eco del yo será siempre otro yo”.

El poeta yoísta es puer autem corto de miras.

El yoísmo es una maña perniciosa para la poesía cubana, porque el arte es mimesis y la poesía cubana arrastra su yoísmo automático e irreflexivo, desconectado de las cosas. Incluso en el exilio se reafirma apoteósicamente en tierra de nadie.

La poesía cubana aquí y allá pudiera arriesgarse a mirar fuera de sí, al no yo encontrando formas que lo articulen.

La poesía cubana pudiera interpelar por primera vez la esfera desamparada, maltratada y sobrecalentada, del Antropoceno.