Lira, canto de los Ángeles

Arrebujado el pecho, le asalta el fino verso que es canto comedido en el que desbordan dolores múltiples: la muerte de la madre, la pérdida/lejanía de los hijos, la patria/cuna/Cuba… Solo la salva su ferviente fe en Dios. 

Descubrir la poesía de Lira de los Ángeles es un manantial desbordado de trinos y arrullos de canarios y sinsontes, un abrirnos al sentir de vívidas nostalgias y penas, y también al angustioso existir de una voz poética que se sumerge en las profundas aguas que no menguan su fluir.

El alma tiene horas, tiene crueles momentos / que no sabe la pena ni el dolor que la aflige / no sabe lo que quiere ni encuentra a quien / elige.

Y así de esta manera se encuentra el alma mía / viviendo en la ignorancia de su melancolía / que no tiene esperanzas de poder desechar.

Así, de esta manera, se encuentra mi alma ahora con la tristeza grande de una pena que ignora y que investiga y busca sin poder encontrar.[1]

Quien así se doliera en 1932, con tono firme y contenida angustia en las dudas de un viejo y sostenido sentir, deshoja amapolas y lamenta el truncado pino. Es un llanto que desborda lo más íntimo de su ser, cansado de tanto penar.

Pues, ¡ay!, mi alma que no tiene hermana (…) solitaria, sin sol y sin mañana… pues nuestro Dios cuando creó al poeta, le puso del dolor la cruel saeta.[2]  

Así anuncia lo que a mi parecer pudiera ser uno de los motivos por los que no publicó en vida ningún poemario, amén de que escribiera abundantemente. 

En el poema “Nadie” es más explícita esta idea: 

Nadie oye mi palabra. Nadie escucha mi voz, / sola se pierde en la inmensa ladera y el estruendo del mundo todo acalla. Nadie busca al poeta. Nadie gusta su canto.[3]

En su silencio acallan dolores que esconde en su yo profundo, el que solo se vislumbra en los versos escritos con pulso certero. Con humildad, reconoce en su poema “Tea oscura”: No preguntéis por mí, leed mis versos y allí está mi alma toda. / No os diré de mí misma nada tengo. ¡Todo he dejado allí![4]

Ella eleva sus ojos a Dios, lo aclama en esos años en que tan solo traspasar las puertas de una iglesia, o tener en casa alguna imagen religiosa, era visto como una marca maldita por la triunfante Revolución. Pero Lira no se aparta de Dios. Él es su sostén, a él alaba en muchos de sus poemas. 

No te apartes, oh Dios, de mi sendero / que yo te encuentro allí, donde te busco, / tú, de mi alma sabes el rebusco.

Déjame siempre, oh Dios, un asidero. Si alejada y ausente a veces luzco / el hilo de tu amor siempre conduzco / y trigo aspiro ser de tu granero.

Mantenme en ti, para llevar más fruto. Consérvame en la fe cada minuto / y el alma mostraré transparentada (…) / manténgame la savia de tu aliento.[5]

En Dios se refugia. No halla consuelo más que en sus versos y en la oración. Y es que Lira guarda, entre tantas, una pena mayor: el dolor por su patria doblegada por un yugo. 

Son muchos los poemas en los que se detiene en estos sentimientos: la patria, Dios y las pérdidas familiares son el centro de su poética.

Por Cuba, lanza súplicas al Altísimo. En estos poemas deja escuchar los lamentos que le provoca ver cómo la Isla sufre por sus hijos que parten a lejanas tierras, imponiendo el desconsuelo a tantas madres. 

El acre aliento del dolor de todos fundido en mí, en el grito de Cuba, isla cautiva llorando por la ausencia de sus hijos, / el grito de la madre que desgarra las sombras.[6]

Patria es lugar donde se nace (…) y es Patria la Patria celestial: ¡Y es que no es Patria la que no es de todos![7]

Parecieran de estos difíciles tiempos los versos escritos por Lira de los Ángeles en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. Descubierta su poesía en los albores del XXI, ya son cinco los poemarios publicados en su natal tierra de Holguín, seleccionados al cuidado del también poeta y editor Ghabriel Pérez, quien pone en mis manos los versos de un nuevo libro titulado El canario que no vuela

En este, como en los libros anteriores, su verso es limpio, escrito con esmero. El sentimiento se muestra comedido y ella esboza para sí todo cuanto la oprime. Tienen aquí los lectores de hoy y de mañana la cercana poética de una mujer que vivió y escribió desde la humildad y el amor a Dios y a su patria.

Desde el propio título, en alusión al trunco vuelo del canario, intuimos como un tiempo detenido, un tiempo roto de antiguos relojes. Unas alas de canario apresadas por el silencio y por el peso de los días, que no son ya los de la infancia lejana y feliz. 

Presa la avecilla, ya no se le escucha el cantar. Mas los versos de Lira van dejando un rastro, una huella que, aunque la hayamos descubierto pasados los años, nos es cercana en el limpio decir, en su versar que es caricia por momentos, aunque también sabe mostrarse dura y fiera, cuando las desgarraduras le imponen a sus rimas, tonadas o versos libres como un aguijonazo que se vuelve coágulo en mitad del pecho.

Sobre la poesía de Lira de los Ángeles nos dice el escritor Manuel García Verdecia: “A la distancia de los años, asombra la capacidad predictiva de la autora y la vigencia del peso de la virtud verdaderamente cristiana para una existencia amable y benéfica. A la vez, estremece la sinceridad de quien ama, pero le cuesta entender el castigo injusto”.

Del deslumbramiento que provoca descubrir una voz llena de vida, de colores transmutados en imágenes que son también canto, pasa el lector al reposado goce de vislumbrar los destellos en la obra de esta poetisa que ya hoy no permanece muda, ni escondida en vetustos baúles. 

Vuele alto y libre el canario de su lira. Que le escuchen sus trinos cual coro de ángeles los hombres de su tiempo y los que vendrán. Que el valle de la cruz alce su nombre y se escuche su cantar:

Nos quieren quitar la luz. Nos quieren quitar a Dios. / Porque no haya oscuridad / vamos a rezar, hermanos. / Vamos a esconder el pecho / detrás del carro del sol / para que no sepan nunca / donde guardamos a Dios. / En un mundo tan oscuro / y falto de devoción, / recemos porque tengamos / patria y cielo de cubanos, donde no nos falte Dios.[8]

A Él clama en esos tiempos que parecieran los actuales, que parecieran los nuestros, para que termine el sufrimiento de los hijos de su Isla. Lanzamos junto a ella también nosotros, sus hijos, nuestra oración:

Necesitamos, Señor, que nos des bienes de espíritu, claridad, conceptos de justicia y equilibrio mental. Ahora que resucitaste, acuérdate de los que no queremos morir eternamente. Te estoy pidiendo por Cuba. Te estoy pidiendo por todos. Te estoy pidiendo por mí.[9]






Notas:
[1] María de los Ángeles Fernández: “Ignorancia”, en Sonetos de María. Cáritas, Holguín, 2014, p. 42.
[2] “Solitaria”, en Sonetos de María, p. 60.
[3] En Tea oscura. Cáritas, Holguín, 2019, p. 49.
[4] Ibíd., p. 15.
[5] “No te apartes”, en Sonetos de María, p. 74.
[6] “Mis manos”, en Tea oscura, p. 73.
[7] “¿Qué es Patria?”, en Tea oscura, p. 50.
[8] “Vamos a rezar”, en El canario que no vuela, p. 50.
[9] “Domingo de Resurrección”, en El canario que no vuela, p. 68.