Un año después del 11J

Un año después del 11J es imposible no pensar en los sucesos, aún impactantes, de ese domingo de 2021, que parecía ser monótono. 

Recuerdo que era un domingo como otro cualquiera en Phoenix, Arizona. Mis planes eran simplemente descansar y eso sonaba genial hasta que comenzaron a regarse videos en las redes sociales de cómo San Antonio de los Baños salió a las calles y de cómo Cuba casi entera le siguió la rima. Al pueblo cubano se le juntó el hambre con las ganas de comer, y después de 62 años, 6 meses y 10 días de sufrimiento dijo “¡hasta aquí las clases!”

Minutos más tarde recibí un aviso de que el exilio cubano en Phoenix iba a reunirse en ese preciso momento para apoyar, así fuera a la distancia, las protestas, sin precedentes, de nuestro pueblo. Me arreglé rápido, agarré la primera banderita cubana que encontré, le dije a mi mamá: “Monta que te quedas” y arranqué mi carro mientras Patria y Vida sonaba a todo meter. A los quince minutos estábamos en un parque rodeadas por un montón de compatriotas, de banderas cubanas, de carteles que decían “SOS Cuba”, “Patria y Vida”, “Abajo la Dictadura”, etcétera.

“Se botó Santiago”, “la Güinera se calentó”, “La Habana también se tiró a la calle”, eran solo algunos de los titulares que la gente vociferaba a nuestro alrededor con una mezcla de alegría y preocupación. Supongo que del mismo modo hayan gritado los bayameses en 1868 cuando comenzaron a regarse las noticias del inicio de la guerra de independencia. 

En Cuba, en cambio, como era de esperar, las manifestaciones fueron ferozmente reprimidas.

Alguien de momento pidió silencio para decir unas palabras, cantar el Himno Nacional y rezarle una oración a la Virgen. 

Nunca la letra del Himno de Bayamo me había erizado la piel, pues nunca había tenido tanto sentido. 

Nunca la santísima Caridad del Cobre había visto tanto a cristianos, yorubas y ateos pedirle por igual, pedirle lo mismo. 

Nunca muchos de nosotros habíamos gritado “Viva Cuba Libre” ni tan fuerte, ni tan libremente, ni tan esperanzadamente. 

Y por unas horas, a más de cien grados Fahrenheit, en ese desierto que ha sido mi humilde lugar de alojamiento, el exilio cubano recortó las más de dos mil millas que nos separan, porque si Cuba estaba en la calle, Arizona también. 

En los días posteriores al 11 de julio las protestas continuaron en Phoenix y en dondequiera que hubiese un cubano con una pizca de patriotismo. En Cuba, en cambio, como era de esperar, las manifestaciones fueron ferozmente reprimidas. De la nada, aquellos esperanzadores videos de nuestra gente gritando “¡Libertad!” se transformaron en videos de policías dando palo y lo que no es palo, de declaraciones de guerra en contra de un pueblo cuya única arma era su voz, de madres gritando desesperadas por lo que estaban viviendo sus hijos. Y con cada uno de esos videos, la impotencia, la ira y la tristeza aumentaban. 

Fueron días duros. 

Un año después del 11J, regresamos a los tiempos del exilio forzado, de los actos de repudio, de vigilancia y chivatería constantes.

Días de ansiedad por casi no tener comunicación gracias al apagón cibernético  que aplicaron el Gobierno y ETECSA en Cuba. 

Días de no poder concentrarse del todo en ninguna actividad, pues era mucho lo que el cubano tenía en la cabeza. 

Días tensos porque la división política de la familia cubana, esa que creó el régimen, se intensificó a la enésima potencia. 

Días de ver que el racismo y la desigualdad social sí existen en Cuba —aunque el régimen lo niegue—, porque fue el cubano que vive esa segregación quien realmente sacó la cara por la Isla. 

Días de sentirse culpable por no poder hacer más por nuestros hermanos. 

Días de explicar una y otra vez el porqué de la lucha del cubano. 

Días de vivir y ser parte de la historia verdadera de Cuba, de evitar narrar la mal contada. 

Días de vestir de blanco para depurar la realidad tan negra que el pueblo cubano estaba viviendo. 

Días también de un orgullo histórico increíble.

Antes del 11J, uno decía que era cubano por cuestiones de nacionalidad e identidad. Después del 11J, uno dice que es cubano con el orgullo de saber que la sangre mambí aún corre caliente por nuestras venas; con el orgullo de saber a ciencia cierta que hay una generación de cubanos que heredó las voces silenciadas de sus antecesores y no teme hacer uso de ellas; con el orgullo de saber que el pueblo de Cuba, dentro y fuera de la isla, reclama su libertad. 

Un año después del 11J, continúa la represión contra todo lo que esté fuera de lo estipulado por el Gobierno. 

Un año después del 11J, aún existen cientos de presos políticos, entre ellos menores de edad, encarcelados por salir a la calle a exigir sus derechos o por grabar y/o fotografiar verdades. 

Un año después del 11J, cientos de madres siguen plantadas exigiendo la liberación de sus hijos. 

Un año después del 11J, continúa la represión contra todo lo que esté fuera de lo estipulado por el Gobierno. 

Un año después del 11J, regresamos a los tiempos del exilio forzado, de los actos de repudio, de vigilancia y chivatería constantes. 

Un año después del 11J, dicen que en Cuba se vive sabroso, pero cientos de miles de cubanos emigraron sin intenciones de volver a vivir en la Isla; y recordemos, como dijo el Apóstol, que “cuando los pueblos emigran, sus gobernantes sobran”. 

Un año después del 11J, Cuba continúa en crisis de alimentos, de medicinas, de energía eléctrica, de las más ínfimas condiciones de vida. 

Un año después del 11J, Cuba sigue siendo una dictadura, aunque ya sin careta. 

A partir de ese domingo, el 11 de julio, caiga el día que caiga, ya no será un día monótono.

Hay que reconocer, un año después del 11J, que aunque la libertad no se ha logrado, el 11 de julio de 2021 Cuba vivió otro Grito de Yara, que como el 10 de octubre de 1868 marcó un antes y un después en la historia de la lucha del cubano por su libertad. 

A partir de ese domingo, el 11 de julio, caiga el día que caiga, ya no será un día monótono. El cubano —tal vez vistiendo de blanco, escuchando los himnos de nuestra lucha, rezándole a Cachita, prendiendo una vela, portando una rosa blanca, gritando “Viva Cuba Libre”— recordará y conmemorará, a su manera, esa fecha que asusta a algunos y enorgullece a tantos, esa fecha que nos cambió la vida. 




Cuba

La Revolución cubana ha muerto

Julio Lorente

Disparos, sangre, piedras, consignas de un lado y verdades desgarradas del otro; la ilustración más acabada de la cubanidad inoculada por el castrismo: división y odio.