‘Residence’: un retrato en el retrato

Recuerdo que, antes de llegar al norte del mundo, siempre estuvo en las conversaciones la advertencia de la diferencia cultural latina/nórdica, sobre todo en el elemento de la intimidad: “¡Cuidado!, ojo con la frialdad, la distancia y la indiferencia de los alemanes”, me decían.

Los estudiantes que llegamos a Alemania (sobre todo Alemania del Este) tenemos la posibilidad de acceder a una Studentenwohnung: un apartamento o habitación en una residencia refaccionada a cargo de las universidades, y que viene con “todas” las comodidades necesarias para no tener que preocuparnos por nada más que estudiar. Y por aprender (a veces someternos a) su idioma, cultura, costumbres.

Todos tenemos una habitación del mismo tamaño dentro del edificio, con los mismos muebles (Ikea en la mayoría de los casos) e incluso los mismos colores, en una neutralización e higienización extrema que en otros tiempos fue parte del discurso de la República Democrática (¿o esto venía de antes?). Nada sobra, nada es decorativo, todo es estrictamente funcional. Se establece una distancia radical con la calidez y el trato hogareño del cual venimos, lo cual hace tambalear la consigna progresista europea del “Son bienvenidos”.

Entonces, ¿cómo podemos intimar y combatir lo impersonal, respetando su cultura sin llegar a perder la nuestra?

Es a partir de este cuestionamiento que Bárbara Lehnebach (Chile, 1984) realiza su serie fotográfica Residence, en la residencia estudiantil Paul Sudeck Haus en Hamburgo. Partiendo de la base de que todas las habitaciones del edificio son de 11 metros cuadrados y poseen una cama, un escritorio y un guardarropa, la artista retrata el cambio que realizan en las habitaciones alrededor de veinte estudiantes (incluso ella misma), tanto extranjeros como migrantes desde otras ciudades del país, para apropiarse así del espacio y transformar estos lugares en un símbolo de diversidad.



Bárbara Lehnebach, Alemania.


“La habitación en este caso se transforma en un segundo retrato que nos habla sobre cómo el individuo se percibe a sí mismo y cuál es su historia: un retrato en el retrato”, nos dice Bárbara.

En efecto, estas fotografías nos presentan una reinterpretación del retrato, ya no bajo el clasicismo de un acercamiento del busto hacia arriba con un fondo casi decorativo; tampoco ofrece un retrato cuyo esfuerzo está en enaltecer, desde abajo hacia arriba, como nos tenían acostumbrados Napoleón y los Kaisers alemanes. Lo que la artista propone es una toma desde la puerta de las habitaciones; una toma que capta a los sujetos y sus ambientes de confort a partir de una perspectiva que nos permite entender aquellos micromundos privados, iluminados desde un exterior difuso, incluso distante y radicalmente diferente a la escena, pero cuya luz ayuda a resaltar contornos y detalles que definen a cada persona y a cada espacio.



Bárbara Lehnebach, Turquía.


En las poses de los sujetos se pueden apreciar no solo las actitudes, sino toda la cultura e incluso tendencias religiosas. El orden/desorden, los colores, la acumulación/austeridad, son ejemplos de elementos que podemos ver junto a las intensas miradas de los retratados, como si fueran uno solo con todas las demás piezas del encuadre. Miradas que muestran al desnudo cómo son los estudiantes, cuáles son sus prioridades y qué es lo necesario para sentirse en una zona de comodidad y seguridad, elementos tan anhelados entre los forasteros.

Personalizar lo impersonal. He ahí la clave para responder nuestra primera pregunta. Para poder sobrellevar el abrumador cotidiano, los estudiantes se apropian de un espacio completamente ajeno y des-identificador, que poco ofrece sobre sus orígenes, y de este modo hacen emerger la diferencia derridiana en el momento mismo de su habitar. No es ni aquí ni allá: es un entremedio, es la ocupación de una fractura social como un “ejercicio de supervivencia” (en palabras de la artista).



Bárbara Lehnebach, Madagascar.


No conocemos a estos estudiantes; sabemos su procedencia, pero nada más. Sus cuerpos se transforman en el relato de un pasado que se contiene en la mirada, pero también en el modo en que modifican las habitaciones.

No es fácil abrir el espacio privado para exponerse y dar a un otro nuestra intimidad. Estos estudiantes establecen una relación con la cámara que les permite hablar del contexto migratorio, como si nos quisieran contar lo que no está ahí, lo que no alcanzó a estar, pero a la vez nos quieren evidenciar un “suficiente” para sus presentes estudiantiles.

A la vez que los retratados se descubren a sí mismos, estamos descubriendo mundos culturales. Celebramos su apropiación, en cuanto entendemos que se presentó como una necesidad. Necesitamos identidad e identificación. Quiénes somos, y qué nos llevamos cuando migramos, puede ser expuesto en un solo disparo de cámara y la artista lo ha realizado de manera exquisita, delicada y extremadamente respetuosa. Estas fotografías nos dejan el anhelo de familiarizarnos con los sujetos, queremos conocerlos, saber lo que estudian y por qué decidieron estudiar en Hamburgo…

Al mismo tiempo, vemos cómo ellos realizan el mismo ejercicio con esos espacios, exponiendo la línea desde la cual todos comenzaron y que establecieron como principio de la migración: no importa el lugar, sino la necesidad de residir con dignidad.



Bárbara Lehnebach, Autorretrato.




Sol Felpeto

‘Picatsso’: el arte del homenaje

Valeska Navea Castro

Picatsso, de Sol Felpeto (Venezuela, 1990), comenzada hace aproximadamente cuatro años, hoy se extiende a una serie de pinturas que recrean los trabajos de Pablo Picasso y que repasan también a otros artistas, como Diego Velázquez. Eso sí, con un giro trascendental: las escenas son protagonizadas por gatos.