Los términos “crisis”, “limitaciones” o “dificultades” han acompañado imperturbablemente los análisis y noticias sobre la economía cubana durante muchas décadas. Todavía muchos conservamos recuerdos de los complejos años 90, cuando la inflación, la escasez, la falta de suministros de todo tipo, convirtieron el país en un territorio asolado.
Durante el último lustro, el paisaje económico cubano se ha ido asemejando al de aquellos años, llamados del Período Especial. La población ha perdido casi por completo su poder adquisitivo, las medidas coercitivas han estancado las iniciativas privadas, las empresas militares han tomado las infraestructuras y los sectores más lucrativos, y el Estado, una vez más, ha quedado al mando de una nave atada a un ancla.
Hypermedia Magazine conversa en esta serie con un grupo de destacados economistas cubanos e intenta, a través de ellos, responder una pregunta que nos inquieta a todos: ¿Qué futuro económico nos espera?
Charlamos hoy con Roberto Veiga González, licenciado en Derecho (Universidad de Matanzas) con una maestría en Desarrollo Social (Universidad Católica de Murcia). Fue editor de la revista católica Espacio Laical (2005-2014) y director del Laboratorio de Ideas Cuba Posible (2014-2019). Es miembro del Diálogo Interamericano.
¿Cuál es el escenario económico de Cuba a día de hoy?
La situación económica cubana es riesgosa e incierta. Ello proviene de la combinación de un modelo económico ineficaz, una impertinente dependencia económica de Venezuela y las consecuencias de la crisis en aquel país, las presiones provenientes de la Casa Blanca y la carencia de voluntad política para promover una sociedad civil empoderada.
Además, el impacto del Covid-19 provocó un shock capaz de postrar las ya escuálidas estructuras económicas. Lo cual priva al gobierno, quizá definitivamente, de las condiciones para “administrar la pobreza”; esfuerzo que le había permitido alguna estabilidad distributiva, si bien básica y gradualmente menos equitativa.
Todo esto coloca al país al borde de una crisis humanitaria.
¿Cuál es su valoración sobre el proceso de reunificación monetaria? ¿Cómo impactará en los diferentes sectores sociales, incluido el exilio?
En este instante Cuba posee una especie de “trialidad monetaria” con diversas y absurdas tasas de cambio. El gobierno se propone algún modo de unificación monetaria y cambiaria.
Ciertamente, al homogenizarse la tasa de cambio, todos los actores naturales y jurídicos podrían quedar en mayor igualdad proporcional. Sin embargo, aún no habríamos llegado a la unificación monetaria. El CUP no cumpliría todavía sus funciones como dinero. Para solucionarlo, sería necesario un sostén tangible sobre el cual erigirse. Tal vez, en cualquier circunstancia, este sostén resulta ser la MLC. Pero ello se torna particularmente complejo en nuestro caso, porque la carencia de esta moneda ha sido el detonante de esta decisión de reforma económica, que el gobierno jamás hubiera deseado anunciar. El ajuste comienza sin su pilar.
El único modo de encauzar este dilema sería por medio de una amplia liberación de las fuerzas productivas, junto a un también amplio acceso de Cuba a créditos. Pero esto último sería difícil, o muy insuficiente, sin una agenda de negociación con las instituciones financieras internacionales.
Por otro lado, sería necesario que todo ello se convierta en una Política (así, con mayúscula). De lo contrario, sería solo un modo para que el gobierno sustituya su incompetencia y reciba finanzas a través de una multiplicidad de ciudadanos que logren hacer trabajar a otros.
De no corregirse progresivamente todo esto, se estaría entronizando una especie de modelo de fracaso, frustración y pobreza, que afectará a todos los sectores de la nación.
Hay un conglomerado militar que controla las áreas y estructuras más rentables de la economía cubana. ¿Es reversible este poder, o estamos ante un secuestro de la infraestructura económica nacional?
El actual sistema empresarial de las FAR cobra mayor cuerpo cuando el II Congreso del PCC (1980) no incorporó modificaciones económicas que aseguraran los recursos necesarios. Sin embargo, muchas de esas actuales entidades económicas pudieran existir “al amparo” del Ejército, y ser operadas por oficiales, y sobre todo por exmilitares, pero sin estar auténticamente bajo su dominio.
Quizá tal desempeño fue cobijado allí a propósito de un poderío de otra índole, para actuar en condiciones ventajosas, dadas las peculiaridades negativas del modelo económico. Además, con el tiempo, aunque aporta solvencia a la institución militar, constituye una estructura vertical, insertada a la institución por medio de un vínculo con el despacho del ministro, sin implicaciones de los mandos militares.
Es muy probable que, en el futuro próximo, estas empresas sean integradas a los ramos económicos correspondientes. Las razones podrían ser muchas, aquí solo indico tres:
1) Tal vez adquiera peso el criterio de que una gestión de esta índole, por mucho que aporte a la institución, siempre pudiera ocasionar un sensible daño político.
2) Igualmente, muchos suponen que el poder no va a trasladar tamaño dispositivo a la joven generación de generales que pronto asumirá los cargos al frente de ese ministerio.
3) También, porque la sobrevivencia de una parte del entramado económico “civil” será imposible sin la integración de esas áreas y estructuras ahora “militares”.
¿Cómo prevé el curso de la economía cubana durante los próximos cinco años? ¿Cuál será su impacto en la política?
El gobierno reconoce las complejidades económicas y la necesidad de liberar las fuerzas productivas. Sin embargo se contradice, pues se aferra a la prevalencia de la empresa estatal y de la planificación centralizada.
La estructura económica del Estado no tiene, ni tendrá, el capital, la tecnología y otras condiciones necesarias para poseer todas las empresas estatales eficientes que necesitaría el país. Frente a ello, sugirieren una expansión de la propiedad privada, pero no queda claro si esta forma de propiedad tendría las facultades propias de una empresa, o si solo será algo más de lo que ha sido.
Desconocemos si el Estado comprende que deberá fomentar y apoyar la propiedad privada con créditos, garantías de préstamos, asistencia técnica, capacitación, e incentivos fiscales. No estamos al corriente de la factibilidad de traspasar empresas estatales al sector privado, algo que permite la Carta Magna. Tampoco sabemos si estas empresas podrán ser inscritas, como corresponde, al ingenio y a la iniciativa económica.
En todo caso, resulta lamentable que cualquier reforma económica, incluso la mejor concebida, ya no será capaz de atenuar el sufrimiento de la sociedad ante el inevitable y brutal ajuste económico y social que demandará. Duele, además, porque este sufrimiento pudo evitarse.
Pero tal vez precisamente esto podría propiciar un redimensionamiento de lo político, porque es difícil establecer una carencia mayor, de manera generalizada, y conservar la estabilidad. El desarrollo necesario no será posible, ni siquiera el mínimo, sin el despliegue de la subjetividad ciudadana; y tal ensanchamiento de la libertad será lo más integral que pueda ser, o no será.
A su juicio, ¿qué medidas o rumbo tendría que adoptar el gobierno cubano si pretendiese dinamizar la economía nacional?
Los análisis y las decisiones sobre el desarrollo económico y el bienestar no conducirán a ninguna parte si dejan de integrar, a modo de una única cuestión, los temas del trabajo, los asuntos políticos, la democracia, la libertad. Lo cual, además, sería insuficiente sin el activismo ciudadano.
Pero esto podría resultar azaroso, porque para eso el poder deberá enfrentar definitivamente sus fobias con la libertad. Y tales fobias no tendrá que vencerlas en cuanto a la libertad de los otros solamente, sino también en torno a su propia libertad.
A la vez, tendría que prefigurarse un ejercicio ciudadano capaz de convertir la libertad individual y social en el alma del Estado de derecho que deseamos.
En el actual instante, el desafío es inmenso.
Elías Amor: La libertad económica tiene que abrir más espacios
La reforma económica debe llevar a una mejora de la calidad de vida y el bienestar de la población, y es con ese avance importante que se deben ir abriendo espacios para las libertades políticas y democráticas, promoviendo la transformación del sistema político, pero con bases económicas solventes.