Con motivo del año que llevamos de Covid-19, Hypermedia Magazine ha despachado las siguientes preguntas a un amplio grupo de escritores cubanos:
1) ¿La pandemia ha modificado sus hábitos y/o métodos de escritura? ¿De qué modo?
2) ¿Han variado este año sus hábitos de lectura? ¿Ha leído más? ¿Ha leído menos?
3) ¿Cuáles han sido las lecturas (títulos, autores, plataformas) más reveladoras durante esta pandemia?
4) ¿La nueva situación global le ha inspirado algún proyecto literario?
5) Cuéntenos cómo es actualmente un día en su vida de escritor(a).
Compartimos con nuestros lectores los mensajes que retornan a nuestro buzón.
1.
Existe un fenómeno llamado colas que, si ya era “divertido”, ahora es el paroxismo en esa diversión: módulos (esencialmente de aceite, algunos kilos de pollo y detergentes); mercado agropecuario (si quieres sobrevivir con precios aceptables, puesto que el carretillero o particular casi nunca tiene cola, pero sus productos son, en cambio, el triple o quíntuple de caros); bancos de crédito y comercio (esencialmente para depósitos con que pagar, después, las facturas del mes, y para alguna compra online de tipo funcional, o sea, en Revolico Holguín). Y aquí pongamos un etc. prudencial…
Ese fenómeno ya estaba, pero ahora la diversión se acrecienta con la carestía del período. De manera que, en pandemia, tienes un tiempo más que perder en la calle, cosa que despersonaliza cualquier horario impuesto de escritura. El horario, por ejemplo, es el tiempo que media entre cola y cola, entre turno y turno y otras necesidades urbanas. (Créeme: se puede perder un tiempo ingente en el asunto…).
El método, en cambio, sigue siendo el mismo: “machacar” (escritura o lectura) al texto que corresponda en cuestión, y armar con ello mi propio “círculo de estudio”.
2.
Si se tiene en cuenta que nunca es, al parecer, suficiente, pero algo se ha visto, entonces hay que decir que se ha leído…
3.
Voces de Chernóbil (que en realidad leí de un .epub en italiano: Preghiera per Černobyl’, trad. de Sergio Rapetti, E/O Edizioni, 2002), de Svetlana Aleksiévich, y una tesis doctoral de un fulano Martín Sánchez sobre la hipertextualidad en el Oulipo. (No me preguntes qué relación hay entre una cosa y otra, porque, en serio, no sabría decirlo…).
También unas columnas y textos de Hypermedia, DDC, Rialta, In-Cubadora, Granma digital, El Estornudo…
4.
“Conjunto nulo o vacío (manifiesto cacofónico)”.
Javier L. Mora. Fotografía de Zulema Gutiérrez.
5.
A las 6:30 a.m. suena la alarma, pero en realidad me levanto una hora después.
Más o menos entre 8:00 y 9:00 a.m. estoy sentado frente a la máquina, y no salgo de ahí hasta las 7:30 p.m., con algunos intervalos para comer.
Luego viene el Noticiero de las 8:00 p.m. (realmente el programa más entretenido de la televisión), y el resto de la noche es para la serie, saga o films que esté viendo en el momento (salvo que haya algún apremio de trabajo que atender, lo que ocuparía también esa fracción de tiempo antes de irme a dormir). Y eso, si no hay ninguna cola pronosticada, o una urgencia del tipo “carnicería” que, sin correcta climatización, exige la compra de lo que llegue con inmediatez olímpica.
Pero últimamente me ha dado por sustituir parte del horario de trabajo vespertino por algunos capítulos de The Walking Dead…
No sé…, debe ser que estoy calcinado por la realidad, mientras (parece que) el subconsciente, apocalíptico y tendencioso a la vez, está tomando el mando de las cosas…
Las series de Netflix son los folletines de nuestra era
El año nos cayó como un largo día con muy pocas pausas. En los primeros meses, los muros de la privacidad se desplomaron con el confinamiento. Fue un avance perverso de lo que pudiera ser una sociedad distópica. Recuerdo reuniones en Zoom de hasta ocho horas, con ese ojo colectivo directo a la cara.