Desde el éxtasis de mi exilio exhausto

Con motivo del año que llevamos de Covid-19, Hypermedia Magazine ha despachado las siguientes preguntas a un amplio grupo de escritores cubanos:

1) ¿La pandemia ha modificado sus hábitos y/o métodos de escritura? ¿De qué modo?

2) ¿Han variado este año sus hábitos de lectura? ¿Ha leído más? ¿Ha leído menos?

3) ¿Cuáles han sido las lecturas (títulos, autores, plataformas) más reveladoras durante esta pandemia?

4) ¿La nueva situación global le ha inspirado algún proyecto literario?

5) Cuéntenos cómo es actualmente un día en su vida de escritor(a).

Compartimos con nuestros lectores los mensajes que retornan a nuestro buzón.




1.

No. Hace por lo menos veinte años que no paro de escribir y borrar enseguida lo escrito. En esto soy más puntual que José Kozer y más disciplinado que Leonardo Padura, pero con una ventaja sobre ambos: no dejo trazas de lo escrito. Cuando se caiga de una vez la Internet, de mí no quedará ni el recuerdo de este largo viaje. Lo único que me duele es que las adolescentes de 2059, por ejemplo, no se enamorarán de mí.


2.

No. Hace por lo menos veinte años que dejé de leer. Aunque, pensándolo bien, es posible que nunca me haya leído un solo libro. Me hice escritor no por inspiración, sino por imitación. Soy como un Eliecer Ávila de la literatura cubana. Todo lo sé al instante, no por civismo de seguroso, sino por simple instinto de contradicción.


3.

Si acaso, ojeo a la inconcebible pléyade de activistas que desde Cuba se creen que van a comerse el mundo. Hay una especie de feminización de la resistencia cubana. Yo recorro todas sus plataformas de lanzamiento en la Isla. Las contemplo orgulloso desde el éxtasis de mi exilio exhausto. Ojalá me comieran a mí y no al mundo. Ojalá me hicieran su patria en oprobio y afrenta sumidas.


4.

Una vez más, he empezado a escribir la gran novela de la Revolución Cubana. Pero ahora en clave de reconstrucción epocal. Imagínate, hay un capítulo en que Jorge Alberto Aguiar Díaz (JAAD) está sentado en un inmenso salón donde se oye una música lejana y saca un reloj de bolsillo de su traje, abre las piernas para que yo, de niño, no me sienta tan desamparado, y entonces le dice a su esposa Isabel: “Mira, qué bien está, hasta le puso a su hijita como tú”.


Orlando Luis Pardo Lazo

Orlando Luis Pardo Lazo.


5.

Me levanto a las 7:07 a.m., después de mis puntuales pesadillas con Cuba. Me doy una ducha democrática de aguas termales y pienso con gozo místico: “No estoy en Cuba, no estoy en Cuba, no estoy en Cuba”.

Desde temprano trabajo en mi tesis de doctorado en Literatura Comparada, con la Washington University de Saint Louis. El tema son los peregrinos extranjeros que viajaron a Cuba para fascinarse con el fascismo de Fidel. Ellos son los verdaderos autores intelectuales de la Revolución Cubana.

También doy clases de Literatura por Internet, a estudiantes universitarios, arriesgándome la vida porque, desde Barack Obama, la Literatura en Estados Unidos constituye un delito federal de los más seriamente sancionados.

A veces doy clases de ajedrez para niños, a los boyscouts y girlscouts de una punta a la otra de la gran unión americana.

Mi madre, medio quedada en Estados Unidos, ha comenzado a escribir y, como era predecible, en menos de una pandemia su obra es ya más voluminosa que la mía. Para colmo, quiere publicar en Cuba sin decir que es la madre de Orlando Luis Pardo Lazo, por supuesto, porque ella también me tiene miedo. De noche, a la luz del alma, entiendo que en dos o tres vidas anteriores yo fui José Martí. En serio. Desde niño lo supe, pero pensé que se trataba de esos amiguitos imaginarios que los padres le imponen sin piedad a su prole. Pero no. El hombre de La Edad de Oro no fue mi amigo imaginario: fui yo. Y, como tal, moriré como bueno también, sin cara, de espaldas al sol.




Gleyvis Coro Montanet

Vivir a toda mecha creativa

Gleyvis Coro Montanet

La pandemia me encerró en casa y me regaló horas imprevistas. Puso a mi disposición esos valiosos colgajos de tiempo que invertimos en trasladarnos, reunirnos, contarnos cosas esenciales o tontas. Suprimió el directo presencial y yo lo aproveché: desde marzo de 2020 he publicado tres libros.