Con motivo del año que llevamos de Covid-19, Hypermedia Magazine ha despachado las siguientes preguntas a un amplio grupo de escritores cubanos:
1) ¿La pandemia ha modificado sus hábitos y/o métodos de escritura? ¿De qué modo?
2) ¿Han variado este año sus hábitos de lectura? ¿Ha leído más? ¿Ha leído menos?
3) ¿Cuáles han sido las lecturas (títulos, autores, plataformas) más reveladoras durante esta pandemia?
4) ¿La nueva situación global le ha inspirado algún proyecto literario?
5) Cuéntenos cómo es actualmente un día en su vida de escritor(a).
Compartimos con nuestros lectores los mensajes que retornan a nuestro buzón.
1.
En principio, la pandemia ha modificado la vida, y a mí en particular me ha modificado la percepción, lo cual se vincula directamente con el valor que adquiere o pierde todo lo que te rodea: desde objetos y cosas que pudieran parecer insignificantes, hasta una enmarañada categoría de los afectos. De ello se deriva que esta situación nos coloca en una disyuntiva o balanza donde, consciente o inconscientemente, colocamos las ganancias y las pérdidas.
En este sentido, pienso que la influencia del fenómeno sobre mi escritura impacta directamente en lo esencial, multiplicando quizás su valor y el de todos los elementos que se van incorporando a ella.
En cuantos a los hábitos y métodos, no han cambiado mucho: solo he pasado de un semi-encierro voluntario a un encierro casi forzado, y es entonces, en ese discreto margen entre una situación y otra, que debe de estar la diferencia.
2.
Los hábitos de lectura sí creo que han variado notablemente durante este periodo: sin discusión, he leído más. Es bueno aclarar que he leído más en comparación con los últimos quince años, digamos. Porque el ritmo de lecturas de mi juventud, incluyendo la excitante época de Diáspora(s), ha sido imposible de superar o mantener el resto del tiempo.
Le dedicado especial atención a autores y libros recomendados por otras personas, incluyendo aquellas sugerencias que provienen de las redes sociales. La lectura en formato digital se ha hecho casi una constante; me vuelve muy dinámico el proceso. Y el otro aspecto que ha estado muy presente es la cuestión de las relecturas: en ese sentido, mi memoria de lector como que se ha reactivado y me remite a momentos muy precisos que revisito.
Ricardo Alberto Pérez.
3.
Me he lanzado a fondo con la prosa de Juan José Saer: El río sin orillas, El limonero real, El entenado y Nadie nada nunca. He aprovechado para saldar deuda con la narrativa de Josep Roth: El profeta mudo, Fuga sin fin, y La leyenda del santo bebedor. También he leídos los ensayos novelados de Geoff Dyer sobre Stalker y el jazz, así como varios libros de Georges Didi-Huberman (dentro de mi entusiasmo actual por la crítica de arte) y varios textos de Peter Sloterdijk.
En cuanto a relecturas: otra vez he disfrutado muchísimo Corazón de perro, de Bulgakov; Marca de agua, de Joseph Brodsky; los aforismos de Georg Christopher Lichtenberg; algunos libros de Jorge Luis Borges; el Libro del desasosiego, de Fernando Pessoa; Pabellón de cáncer, de Aleksandr Solzhenitsyn. He leído una y otra vez la Poesía completa de Paul Celan, la poesíade Wallace Stevens, la poesía de vanguardia del chileno Juan Luis Martínez, y el libro Fragmentos a su imán de José Lezama Lima.
4.
Creo que el clímax de gravedad y tensión que se respira a partir de la nueva situación global se proyecta de una manera u otra en todo lo que uno escribe, pero nunca me he sentido atraído por lo temático, así explícitamente; más bien me aburre, y no tiene mucho que ver con mi condición literaria.
Escritorio de Ricardo Alberto Pérez.
5.
Me levanto sobre las 7 a.m. y de inmediato un café bien fuerte. De ahí voy hacia mi laptop a concluir todo lo que quedó pendiente de la jornada anterior, a proseguir con las obsesiones, a iniciar nuevos proyectos o a concluir alguna lectura pendiente. En eso estoy como hasta las 11 a.m., siempre y cuando la realidad no me obligue a salir a forrajear, como decimos por acá.
Como ya conozco bien los momentos en que se desata el apetito de mi familia (hija y esposa), un poco antes del mediodía pongo a funcionar toda mi imaginación en el proceso de cocinar para los tres, algo que en realidad me da mucho placer y ya casi lo considero una terapia. Después de almorzar en compañía de ellas (momento crucial del día) viene otro buen café y, seguidamente, la perversa siesta.
En la tarde regreso a la laptop y generalmente escribo o leo poesía, o continúo leyendo cualquier otra cosa. En algunos atardeceres vemos películas de esas que tengo marcadas como imprescindibles, cine de autor: Cronenberg, Kieslowski, Polanski, Lynch, Amenábar, Tarkovski, Haneke, Greenaway, Jarmusch; cosas de los Coen, de los chicos traviesos de Dogma 95 y otros “raros”; cine asiático o divertimentos de gitanos.
El tercer café del día, y alguna merienda.
Tarde en la noche, y después de un poco de contacto con las redes sociales, retornamos a la cinefilia. Pero entonces vemos novedades, filmes recientes, recomendaciones, películas que gentilmente me recolectan los amigos… En este tiempo hemos visto algunas notables y otras hasta conmovedoras, entre ellas: Una gran mujer, Retrato de una mujer en llamas, Desobediencia, Clímax, El hijo de Saúl, 1917, El hoyo, The Painted Bird, y Kursk.
Y les confieso que no hay un solo día en que no le dedique al menos un pensamiento a ese símbolo querido que es el cerdo: casi siempre lo recuerdo en el instante de la puñalada, la sangre brotando a borbotones.
(La pandemia me ha arrebatado un poco el hábito de hacer ejercicios, y las extensas caminatas entre montañas).
Intimidad
Describir un día de mi vida de escritora no es intimidad. El día de una escritora sucede cuando encarcelan sin razón a otra escritora. En ese momento tiene lugar un íntimo desgarramiento que es más importante que cualquier oficio relacionado con las letras y los mitos y la literatura y esto de ‘Escritorxs en pandemia’.