Celebrando que no hay sonrisas femeninas anunciando pasta dental, la peregrina política Margaret Randall relata la selección de la reina del carnaval socialista durante la década de 1960. El requisito fundamental para ser elegida, subraya Randall, es su participación en la vida productiva y revolucionaria.
Otra peregrina, Isabel Larguia, delinea el “feminismo cubano” proponiendo que el primer regalo para cada niña sea una ametralladora.
Así nace la Magna Mater Deorum del emblema de la Federación de Mujeres Cubanas, cuya cualidad de madre eterna y temible guerrera, como avisa el también peregrino Oscar Lewis, dependería siempre de las percepciones y actitudes de los hombres en el poder.
Estas cuestiones cuajan lo que Claudia Mare denomina “feminismo de Estado”. Asunto que, puesto en relación con las prácticas artísticas, propone discutir este dossier.
Henry Eric Hernández
Gertrudis Rivalta (Santa Clara, 1971) es una artista de la llamada Generación de los Noventa. Su quehacer se desplaza en tiempo y espacio, para hacernos entender que tener en cuenta determinadas experiencias personales suele ser uno de nuestros mejores aportes al arte como un proceso a compartir.
No resides en Cuba; sin embargo, tu vínculo con la Isla no ha cesado en estos años, por lo que puedo inferir que ese nexo es prioritario. Cuéntanos por qué, ¿qué te brinda Cuba que no hallas en otros lugares?
Preferiría decir que resido entre Alicante y La Habana porque así es. En La Lisa tengo mi casita, junto a mis vecinos que adoro. No quiero ser nostálgica. Nada permanece aunque esté relacionado con su punto de origen, ya sabes, la impermanencia sabia que condiciona la existencia de todas las cosas. Es solo nuestro apego emocional y mental quien mantiene las circunstancias firmes y asiladas en la memoria.
Aun así y aunque parezca contradictorio, mi interés en Cuba siempre ha sido el mismo: yo nací allí, soy de allí y allí me encargo mejor de mí y de mis ideas. Aquí son otras rutinas, es otro ritual diario, una dinámica diferente. Allí me instalo en el presente. Desde aquí, desde el afuera estoy reconstruyéndome perpetuamente en un eterno ajedrez sin tablero. Es un bucle lleno de anacronismos que no me sirven para nada y que, por el contrario, solo me van vaciando y confundiendo.
Me gustaría aclarar que nosotros, los artistas plásticos y otros, no salimos porque “nos fuimos del país”. Recuerdo que el ministro de Cultura, en el año 1997 o 1998, era Abel Prieto, y nos permitió salir siempre y cuando hubiese una actividad relacionada con nuestro trabajo como artistas. En esas andanzas conocí al que es mi marido ahora.
Mercado y arte, háblame un poco de eso.
Siempre salí con proyectos internacionales, pero en aquella época era fácil crear una sombra de duda en los que viajábamos con regularidad, y yo no iba a ser una excepción. He tenido que ser muy fuerte y mantener la motivación muy clara y fresca para seguir adelante.
Siempre me han resultado extraños ciertos rechazos y las complicadas estrategias institucionales respecto al tema de incluir a aquellos artistas que viajamos en el panorama institucional artístico. No sé… ¿por qué unos sí y otros no?
Una vez le comenté a un funcionario con determinado cargo en el Museo Nacional que no podía ser que ahora sobráramos en la nueva aritmética de las artes visuales, más enfocadas al mercado, después de todo el esfuerzo que hicieron nuestros padres, tanta gente, nosotros mismos, que vinimos de las provincias a estudiar en la ENA (Escuela Nacional de Arte) y luego en el ISA (Instituto Superior de Arte).
El comentario se lo hice después de conversar, según su punto de vista, sobre la excesiva cantidad de graduados de la ENA y el ISA. (En mi año solo fuimos 12, contando todas las especialidades: pintura, escultura y grabado). Al final se quedó pensando, quiero creer yo, y me dijo: “Llévale el currículo a tal persona” (me reservo el nombre). A esta persona la respeto y le tengo mucho aprecio, pero igual él a mí no.
Es un derecho como cubanos el que tenemos de exponer allí. Mi obra encuentra su genuino hábitat en las galerías de arte cubanas. He trabajado mucho, he tenido épocas buenísimas, de muchísima holgura en todos los sentidos y otras muy apretadas. Al fin y al cabo, el mercado del arte funciona como cualquier otro negocio, y sus fluctuaciones se deben más a las oportunidades de ganar dinero con la obra de un determinado artista en alza —que supone para los agentes intermediarios una ganancia segura— que a la calidad o el compromiso con la obra y la vida de un artista.
De pronto un artista es alabado por todos, su obra se vende de forma increíble y unos meses después sus ventas se desploman y no interesa a nadie. Muchos de los que viven del arte buscan esas fluctuaciones porque ahí es donde encuentran la ganancia y el artista acaba siendo víctima de ese sistema. El mercado —al que no solo le son inherentes pugnas, tensiones, etcétera, entre artista y comprador— también ofrece un rol importante a los intermediarios, quienes son al final los que deciden qué se vende, a quién, dónde y a cuánto. En mi caso, por suerte, las exposiciones, sus catálogos, entrevistas, citas y reseñas quedan para confirmar mi trayectoria.
Siempre he tratado de ser honesta y de cumplir con mis cosas, claro que he cometido errores pero no para que me aislaran de la manera en que lo han hecho; es como un castigo o algo así. Debo añadir ahora, y es preciso, que quienes dirigen nuestro arte y lo determinan, suelen ser hombres en su mayoría blancos, mujeres casi todas blancas y así.
Yo no soy una folclórica, no me estoy vendiendo todo el rato, no estoy negociando todo el tiempo y se desconoce realmente mi trayectoria. No encajo en el perfil y hay quien piensa por ahí que mi currículum me lo invento en pos de obtener respeto, como si eso fuera tan sencillo, y por esa extraña ignorancia del cubano que piensa que todo el que sale es rico, la gente asume que no tengo necesidades, pero no es así.
Muchas veces se supone que una muestra debe ir acompañada por pagos, prebendas y regalos. Repito, no siempre es así, pero sí en muchos casos. Esto sucede en muchos ámbitos, todo el mundo lo sabe y lo ha normalizado. Entiendo por qué, pero acaso: ¿es imposible un espacio para alguien que no tenga esos recursos? Creo que en Cuba, a pesar de todo, todavía habitan ciertos rasgos de altruismo en algunas zonas, sobre todo fuera de La Habana, y eso es como una bocanada de aire fresco, aunque cada vez más se contamina y sopla más caliente.
Cuba debe de estar a la par del mundo. Si bien Jean Baudrillard hablaba de un siglo XX que mostraba una personalidad predominantemente esquizoide, eso ya pasó, así que me pregunto: ¿Qué hacemos ahora con la clara procuración y motivada emancipación del sujeto narcisista, en un país donde lo que se promovió durante décadas fue la colaboración entre sus conciudadanos?
¿Cuáles son los retos que implica mantenerse presente en el panorama artístico de las artes visuales en Cuba?
Primero, el mantener una obra interesante, fuerte y reflexiva, pero también honesta. Es importante tener buenas relaciones con los especialistas y las autoridades de la cultura. Ahora hay muchos nuevos funcionarios, y es cardinal presentarles tu trabajo y que lo entiendan, que conciban tu trayectoria y que la reconozcan.
Para mi sorpresa, en uno de los viajes a Cuba me di cuenta de que algunos no conocían mi trabajo. Yo no fui una desconocida en los 90, pero parece que la lucha contra el olvido es otro de los caballos de batalla que debo cabalgar. La verdad es que ha habido una época en la que me ha costado mucho exponer allí y presentar mis temas.
Por otro lado, exponer en Cuba es caro, pero aparte de que es mi país, al mismo tiempo es importante, ya que es una plaza para el arte muy exigente y de alguna manera bendecida. Aunque desde algunas áreas —me refiero a zonas metropolitanas con sus nuevas políticas antiglobalización y de rechazo a lo otro, a lo diferente— no se considere su valía del todo, es un espacio cultural complejo, completo, muy enterado y actualizado. Nuestros especialistas allí son inteligentes y preparados, de manera que no tienen nada que envidiar a profesionales de primeras plazas mundiales.
Siempre defenderé la calidad de nuestro arte y de nuestra enseñanza de arte, así como el compromiso de sus artistas con la realidad que les toca. Sin embargo, no podemos obviar que las cosas están cambiando allí. El comportamiento ético sobre todo. En mi última muestra en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, un espacio importante de La Habana, y al que respeto, noté cierta hostilidad, una especie de rechazo raro, por supuesto, no por parte de todos los especialistas. Mi curadora fue y es excepcional, absolutamente respetuosa y me apoyó y defendió.
Lo acontecido fue desmoralizante para mí aunque de pronto entendí las circunstancias y me repuse. Pienso que gente sin bondad no debe de gestionar el arte en ningún lugar, no deben hacerlo.
Hablando de lo difícil que a veces se torna lograr que tu obra sea “bienvenida” en algunos espacios en la Isla, cuéntame qué fue lo que pasó en Galería Habana.
Fue absurdo. Una obra censurada, que trataba sobre la realidad de la diáspora negra y sobre la realidad del negro en cualquier circunstancia, en cualquier lugar del mundo. No me quisieron allí y me sentí engañada; ni siquiera se molestaron en escribirme y darme una explicación. Muy poco profesional. Se han cometido muchos abusos conmigo y no sé por qué, es muy triste. He sufrido mucho y me gustaría que se supiera. No voy a olvidarme de Cuba. ¿Por qué debo hacerlo? ¿Quién es el dueño de la nacionalidad de una persona? ¿Cuáles son los beneficios del chantaje de excluirte de un entorno determinado? Es como quien se cree en la potestad de decidir quién vive y quién no. Nadie tiene ese derecho.
Recientemente, para mi asombro, salió un texto en la revista Arte Cubano, escrito por Estela Ferrer. Estoy muy contenta con ello. Aun así quiero parafrasear a un amigo que ya no está entre nosotros, el gran Pedro Álvarez: “Me conformo con que mis obras aparezcan ilustrando los libros de historia”.
Tú y Frida, de artista a artista: ¿Qué hay entre ella y tú?
¡¡¡Fibromialgia!!! En mi caso diagnosticada, y luego un intenso interés por dar lugar a la veracidad de la intuición, a lo que se capta a través de ella. Tiene mucho sentido porque percibes de una manera muy, muy profunda, y no por ello menos científica, pero sí muy personal, que no cerrada y circunscrita solo a ti; percibes las notas emocionales y las vibraciones sociales casi inaudibles/visibles para la mayoría de la gente.
Es por ello que de alguna manera te conviertes en algo incómodo para mucha gente o, de alguna manera, no encuentran en tu trabajo un discurso comprensible o simplemente parece que no estás diciendo nada o que estás vacía, que tu vida es un drama, una novela, o que todo es fiesta. Pueden pensar que habitas en el pasado o simplemente que no habitas. ¡Error! Creo que nos movemos de manera simple, buscando zonas de confort que nos mantengan a flote, con un miedo tremendo a que nos sea removido el suelo bajo los pies, a internarnos en la selva de la libertad expresiva. Somos eternos recién nacidos, nos tienen que poner las almohaditas alrededor para que sigamos sintiendo la seguridad del vientre materno.
Las cosas, desde mi punto de vista, se muestran de manera burda y sutil. En el caso de Frida Kahlo esa sutileza desnuda y sincera es absolutamente sugerente (¡absolutamente denunciadora!), ya que desnuda lo que subyace debajo de la mente humana y el avatar de sus emociones, lo que está debajo de la pérdida, detrás de la muerte, en la fugacidad del éxito, en las verdades y mentiras de las ideas.
Hay una pieza mía que no se ha expuesto llamada Las dos Gertrudis, que versiona su obra Las dos Fridas, y pertenece a la colección de mis hermanas y mis padres. En ella quise reflejar la escisión que vive una persona que se encuentra entre dos aguas y entre dos tierras. En el caso de su cuadro, ella se centra más en sus anhelos y su dolor, mostrando en una de las dos Fridas una columna que apenas la sostiene; es un cuadro psicológicamente bipolar.
En mi caso el interés se universaliza, no se hace tan personal y alude al destierro, al desarraigo y a sus consecuencias. Cuando somos inmigrantes, nuestros actos se ejecutan desde una constricción; dudan de nosotros aquí y allá, estamos en tierra de nadie, vivimos en una especie de mundo paralelo, un universo lateral y sin gravedad.
Frida fue una valiente que surgió de improviso en medio de una escena muy masculina. Ella con el tiempo logra imponerse por su propio mérito, sin ídolos, libre. No es mi único referente, por ejemplo, Lucas Cranach con sus hieráticos y extraños retratos de mujeres de punzante mirada frontal, Dorothea Lange o mi ángel de la guarda, como yo le llamo, Walker Evans. Por otro lado, están las máscaras representativas africanas, la obra de Sebastião Salgado y un par más.
Estás inmersa en un mundo de hombres, con lógicas masculinas donde lo varonil es sobrepreciado, ¿esa circunstancia ha dejado algunas huellas en tu carrera y en tu vida?
Muchas exposiciones se fraguan en torno a filias personales, en grupos en los que son importantes las afinidades, la relaciones sociales. Si eres mujer y ese grupo es mayoritariamente masculino lo tienes más difícil. En ocasiones sientes que tienes que superar la legitimación del grupo, incluso cuando consideramos que está integrado por hermanos y amigos. Esto no está mal cuando se hace en condiciones de igualdad y por la calidad del trabajo, pero sí lo está cuando se consideran factores menos serios, como lucir determinada forma física.
Yo he sentido la incomodidad de compañeros cuando me he querido salir de esos límites y he tenido que luchar cada centímetro de mi espacio. A veces resulta agotador. Aunque cada vez encontramos más mujeres influyentes en los puestos de gestión, la presencia de las artistas femeninas en ferias y galerías sigue siendo minoritaria, y también lo es en los puestos donde se deciden las compras y ventas de las grandes colecciones.
Hace unos meses, en la pasada Feria de ARCO, las mujeres artistas realizaron una acción para llamar la atención sobre lo poco igualitario que es el mundo del arte. Pese a tratarse de un sector considerado culto, donde los avances de género tendrían que llegar como avanzadilla, las mujeres no constituimos ni de cerca el cincuenta por ciento del sector.
Cuando repaso mi trayectoria y las exposiciones en las que he participado y en las que no, me resulta fácil comprobar cómo en muchas ocasiones la inclusión o exclusión ha sido decidida por hombres, y cómo las mujeres en esos proyectos colectivos éramos una llamativa minoría.
Por ejemplo, en la emblemática exposición Queloides [proyecto curatorial creado por el profesor cubano-estadounidense Alejandro de la Fuente, el cual propone el abordaje, desde las artes plásticas, de nociones como raza, racismo e identidad nacional], en su primera edición (1997), yo fui la única mujer participante. En ese momento no fui tan consciente de que eso era señalable, pero estaba segura de que algo teníamos que decir las afrodescendientes de la Isla. Sentí la gran oportunidad de reivindicar nuestra raza y nuestra historia.
Al final, esta idea de localizar e iluminar la experiencia social de la mujer negra se fue abriendo a otras realidades, no solo a la cubana. A la explotación por razones de raza nuestra experiencia añade la explotación sexual, la cosificación, el tratamiento de “objeto bonito” con el que se pretende elogiarnos.
No hay dicho que me perturbe más que ese que dice que el mejor invento de los españoles fue la mulata. Es realmente humillante. Hemos constatado, sin embargo, que esta mirada personal y producida desde este lado queda en un segundo plano. Si llega al espectador es a través de la perspectiva de un hombre que fija su atención en el tema, se lo apropia sin haberlo experimentado en su propia piel y lo legitima para “salvarnos”. Se agradece, pero seguro que podemos hacerlo por nosotras mismas si es necesario.
En una muestra donde expuse mi obra, “Mulata Tropical”, llamaba la atención sobre esa sexualización a la que antes me refería. En esta pieza una mulata yace “hermosamente muerta” con un disparo en su rostro, disparo que, al primer vistazo, parece una rosa en su boca.
La obra la exhibí por primera vez en Cuba en una expo personal, junto a toda la serie basada en la obra de Walker Evans, y luego en otra importante y maravillosa edición de Queloides, mucho más extensa e inclusiva. Recuerdo que cuando la expuse en Francia, en la galería Espace Croix Baragnon, la gente al principio se acercaba a la obra muy contenta, a contemplar esta bella mulata dormida, es una imagen que debía encajar en sus cánones preestablecidos europeos sobre el sujeto femenino caribeño. Cuando se daban cuenta se llevaban las manos a la boca o fruncían el ceño un poco enfadados: “!Oh, elle est norte, quelle horreur!” (¡Oh, pero si está muerta, qué horror!).
Creo de todas maneras que este escenario está cambiando a favor del crecimiento de las mujeres. Ahora espero que también lleguemos las afrodescendientes a esas zonas importantes de decisión en calidad de igualdad.
¿Arte femenino?
Si bien creo que parto de una actitud feminista, la verdad es que tengo que decir que no defiendo la existencia de un “arte femenino”. Parece contradictorio pero no lo es. Es más, me molesta un poco esa etiqueta. Las mujeres hacemos ARTE, uno espectacular, que tiene derecho a exponerse en las mismas condiciones que cualquier otro; no hacemos las líneas más flojitas, ni los trazos más redondeados, no pensamos más bajito, ni somos más histéricas; la regla tampoco influye tanto. (Risas)
Por demás, nos interesan los mismos temas que a cualquier otra persona y solo nuestra experiencia vital matiza cómo los afrontamos desde nuestra perspectiva propia. Creo que en la mayoría de las ocasiones, un espectador casual no puede saber si mi obra está hecha por una mujer o por un hombre, porque como creadora nunca me ha interesado crear esa barrera. Es ahí donde soy fuerte y libre. De hecho hay quien me ha dicho alguna vez que a veces hago obras un poco masculinas, como si el arte tuviera sexo… ¿tiene sexo el arte?
¿Qué ha representado para ti ser una mujer negra, artista de la plástica, con una obra contestataria y para nada complaciente? ¿Malos ratos? ¿Retos? ¿Contradicciones?
Es un doble reto porque al final se espera de ti que casi milites desde ese lado perpetuamente, pero tú en cambio quieres ampliar la visión y sentirte libre de abordar otros contenidos, no menos reivindicativos o contestatarios. Por otro lado sabes que este tema puede dar voz y visibilidad a muchas mujeres y quieres mantenerlo como algo presente y bien motivado.
A pesar de todo, también pienso que es lo mejor que me podía pasar. Al menos la reivindicación de estos asuntos no pasará inadvertida para la gente que aprecia este trabajo. Mi familia está contenta y algunos amigos y colegas también. Estoy segurísima de que en el futuro, cuando pase mucho tiempo y ya yo no esté, alguna mujer negra descubrirá toda esta obra, la que he podido mostrar y la que no, y se sentirá representada, la estudiará, y con suerte entenderá muchas cosas que ahora no están encontrando su espacio y su lugar. Le servirá como espejo del pasado que refleja el futuro, porque mi obra siempre habita el presente.
Al final todo eso me ha servido para crecer y mejorar, pues esas circunstancias que se perciben como obstáculos no son más que condiciones para implementar la práctica. Los afrodescendientes debemos dejar de operar en los espacios que se nos otorgan. Es como la cuota. ¿Por qué seguimos esperando a que nos den permiso? Es como si todavía en el sótano del subconsciente estuvieran guardadas las memorias de la colonia. Ya no tenemos que pedir permiso ni esperar que nos dejen hablar o hacer, en nosotros tiene que realizarse ese cambio también.
La identidad racial y el género son, sin exagerar, las dos temáticas más importantes de tu obra. ¿Te consideras dentro del “artivismo”? ¿Crees que tu obra se podría usar como denuncia de las desigualdades?
Sí, soy totalmente reivindicativa, pero en mi caso, la protesta es menos bulliciosa, con menos alarde. Es algo más reservado, fluye de adentro hacia afuera y luego vuelve a anidarse en la mente y el pecho. Sucede despacio y a larga distancia. Sabes que hay varios tipos de corredores: velocistas, mediofondistas y fondistas. En mi caso, tratándose de mi producción artística, soy fondista. Una protestante pacífica, pero un poco pesada porque soy muy insistente.
En mi interior soy una persona ingobernable; esto también me lo hacen notar y sentir la gente que me rodea, familiares, marido, amigas y amigos. No lo parece para aquella persona que no me conoce de cerca, pero así es. Me esfuerzo por portarme bien (risas), pero dentro salta la catapulta de vez en cuando.
El budismo me ha ayudado mucho con eso, se lo debo a mis maestros, Ángeles de la Torre, una monja budista y una mujer extraordinaria, y a mi lama del Tíbet, Geshe Lamsang-la. El artivismo es un término que creo que lo acuñaron las Pussy Riot para definir a aquellas artistas cuyo arte tiene un alto contenido político. En mi caso más que político hay un buceo en la zona de lo social. Evidentemente todo está interrelacionado así que al final se perciben destellos de lo político, en tanto que delegamos en nuestros representantes el acto de que velen por esa justicia social.
Además, mi “artivismo” parte de un posicionamiento muy libre, no me siento representante de nadie, más bien un ariete que choca contra los muros que encuentra, y que de tanto dar termina por abrir un hueco y… ¿quién sabe? abrir alguna que otra puerta.
Ya te digo, la mejor definición para mí es la de una buceadora de esas que busca por los latones de basura y encuentra tesoros, solo que yo los busco en el arte, junto a la historia social. Cuando estás inmerso en ello, las desigualdades se ven mucho más claras, tú no las estás mirando desde arriba, o desde la distancia, las estás mirando de frente, y a veces desde abajo.
Las desigualdades existen y hay que mostrarlas, si no cómo sabemos que existen, cuáles son, cómo sabemos sobre qué punto tenemos que trabajar para mejorar eso. Si muestro algo, lo que quiero es que lo mejoremos. No creo que el “artivismo” o la denuncia de cualquier injusticia siempre tengan como punto de partida el deseo de dañar, todo lo contrario, se trata de señalar la necesidad de una mejora.
¿Qué opinión te merece el uso y avance de la tecnología en el desarrollo de las nuevas corrientes del arte visual?
Las nuevas tecnologías son importantes porque en sí mismas reflejan nuestro presente a la vez que ofrecen otros medios para expresar las ideas que antes debían ser reflejadas de otra manera. Son oportunidades. Por ejemplo, el tema de la telefonía móvil a mí me parece un fenómeno muy interesante, y viene ocupando un espacio primordial en nuestras vidas desde hace ya un buen rato. Estaría muy bien una pieza que tratara sobre el momento en que este medio se hizo accesible a la población en la Isla, pero más aún sobre el momento en que se masificó la comunicación “con el otro mundo”, con la “gente de afuera”. Ya no solo pueden oírse de manera inmediata, sino que también hace ya unos añitos pueden verse.
El arte siempre ha estado relacionado con la ciencia y con la tecnología. El hecho de que se empezaran a fabricar los tubos de pintura en el siglo XIX, significó una revolución notable que sacó al pintor a la calle, lo llevó a la necesidad de replantearse la luz y acabó por propiciar el impresionismo. ¿Cómo puede una mente creadora abstraerse de todas esas posibilidades?
¿En qué estás trabajando en estos momentos?
Tengo obra expuesta en una sala muy bonita de Rojales que está dirigida por el ayuntamiento de Alicante; se llama “Sala Mengolero”. Es parte de una muestra colectiva. La obra se basa en el proyecto Memorabilia Dona Alacant Art en el que fui incluida. Contamos con un catálogo muy coqueto y bien realizado por Inés Villaparis y Paco Esteve.
Estoy también preparando una pieza de videomapping que se llama “Tu cara ante la luz”, para una muestra colectiva que ha sido premiada en el prestigioso concurso de curaduría de La Lonja del Pescado, en Alicante. Esta galería es absolutamente maravillosa y profesional. El proyecto se llama “Tot el que veus es art/Todo lo que es ves es arte”. Además, me encuentro trabajando en un proyecto personal para la sala Víctor Hugo, en La Habana, para el próximo año. Estoy planteando bien el proyecto para presentárselo a mi curador. Ojalá al final le den luz verde.
También he sido invitada por el diario Información a una muestra solidaria, donde presentaré cinco obras. Por otro lado, este año se presenta un poco más académico, así que mientras llegan mis notas del Ministerio de Educación de Madrid, estoy planificando mi máster en Pedagogía.
Estoy preparando los temas de mi doctorado, específicamente sobre el carácter sociopático del mercado del arte. Por supuesto que no soy psicóloga pero, ¡he vivido bastante!, para esto cuento con el asesoramiento de muy buenos profesionales. Me pregunto constantemente qué nos devendrá en la era de la neuroeconomía, la ciencia que estudia cómo funciona nuestro cerebro frente a un estímulo económico.
Son ya los psicólogos y los psiquiatras los que están detrás de muchas decisiones que achacamos solamente a los economistas. El mundo está mutando a la “economía del supermercado” en cualquier departamento y el arte no va a ser menos. Este tipo de proceder no se desenvuelve en los planos fácilmente observables para gente corriente como yo, se requiere mucho poder para entender realmente qué está sucediendo y cuáles son las salidas posibles y las cartas que están sobre la mesa.
Ahora siembran semillas de mostaza de manera silenciosa para recoger enormes árboles en el futuro. En estos tiempos: Twitter, Facebook, YouTube, etcétera, ya no son el futuro por venir. ¿Seguirá Cuba siendo una Isla que se repite? No lo creo, “a poc a poc com diuen els valencians” or better to say “step by step, little by little”, Cuba actualizará su modelo inevitablemente.
Para culminar, si tuvieras que escribir una última línea sobre ti misma como artista, ¿qué dirías?
Parafraseo a Florence Foster Jenkins, la protagonista de un filme que recomiendo y que todos deberíamos ver: “Alguna gente podrá decir que no podía hacer Arte, pero nadie puede decir que no lo hice”.
Arte, feminismos y espiritualidad
Los feminismos son un fenómeno de las sociedades democráticas. La principal dificultad para la emergencia de un movimiento feminista en el totalitarismo radica en la incapacidad de disidir, reunirse y asociarse al margen del control estatal. Entonces, ¿cómo entender las condiciones de producción y recepción de la obra de arte feminista en Cuba?