¡Uff! C-o-n-f-i-n-a-m-i-e-n-t-o. La palabra me produce falta de aire; sientes que la libertad te ha sido arrebatada en tu propia casa. Lo que antes era rutina, horas y horas de voluntad en el apasionante proceso de crear, se trastoca en un tedio en el que el tiempo no es suficiente: es infinito.
Las horas se espesan, la ansiedad gana protagonismo, los proyectos se licúan, las metas parecen difuminarse, todo parece reducirse. La incertidumbre es ahora la única certeza. Llegar vivo a diciembre, a enero…
Todo puede suceder, la mente sobrepiensa, las preguntas se aglomeran… ¿Qué pasará?
Todo ha cambiado; incluso la vida ha cambiado.
¿Volverá algún día todo a la normalidad? ¿Volveremos a socializar? Los hijos preguntan consternados.
¿Qué les depara el destino?
¿Tendrán que vivir enmascarados?
¿Cómo se enamorarán?
¿Cómo conquistar la vida si todo es a distancia?
Entonces vienen los síntomas: la fiebre, la fiebre imaginada; parece que estas viviendo una ficción, pero es una ficción apocalíptica.
Las noticias te hunden, todo parece irremediable; algunos imaginan una conspiración, solo se habla de enfermos y muerte y de una esperanza que tiene el cuerpo de un antídoto.
La cabeza hace aguas y estallas; no queda más remedio que continuar: por ti, por ellos, hay que aprender a vivir con limones y hacer limonada.
Entonces te rehaces, te reinventas, te reorganizas, elaboras un plan siguiendo la estela del optimismo. Hay que aprender a vivir con esto, nada es para siempre. Si los buenos momentos son efímeros, ¿qué nos hace pensar que los malos no lo son?
Te reinventas en la psicología, la psicopedagogía, la autoayuda. Entonces tomas decisiones; reflexionas y decides que las noticias son importantes, pero solo son noticias: no puedes dejar que se te metan en la piel, porque no hay mayor enfermedad que el miedo; si el miedo se apodera de ti, al final tú encarnas la epidemia y, como tal, contaminas a los otros. La mente rige la totalidad del cuerpo.
Por eso descubres o comienzas a comprender que tus hijos, como todos, buscarán las soluciones a esos problemas que solo ves tú, se adaptarán a la época y encontrarán el modo de llevar adelante sus proyectos, sus planes y sus metas; estas siguen ahí, solo que ahora hay que buscar un vehículo diferente para llegar a ellas, para alcanzarlas, para conquistarlas.
Esta vida es tan rápida, tan efímera, que hay muy poco tiempo para la depresión, aunque sí mucho margen para caer en ella. Entonces viene la creación, el arte, la pintura como ejercicio de liberación.
Lo que comenzó siendo C-o-n-f-i-n-a-m-i-e-n-t-o, falta de aire y libertad, tedio, horas espesas, ansiedad; lo que comenzó siendo una mutación, ahora es una oportunidad que marca la historia. Nunca ser positivo había tenido tanto significado.
Entonces comienza el proceso de adaptación, y el arte es el vehículo para la liberación, para dar cuenta de una realidad en la que, aunque nunca dejemos de pensar, siempre es mejor elegir aquello que pensamos.
Galería
Confinamiento 20.20 – Noel Dobarganes.
Killing Time
Este confinamiento no es tan difícil, el problema está allá afuera: la perplejidad, el pánico generalizado ante un escenario acaso kafkiano, pero real. Para quien nunca ha enfrentado circunstancias similares, se siente como un permanente estado de guerra.